Blog de Luis Vicente León

Hiperinflación: la hora de reconocer el error; por Luis Vicente León

Leí un día a un analista que explicaba por qué era imposible que en Venezuela hubiera hiperinflación. También dijo que era un pésimo negocio comprar dólares, pues no había duda de que se te quemarían las manos cuando su valor descendiera estrepitosamente. Remataba atacando a quienes pensaban distinto a él y acusándolos de corrupción y

Por Luis Vicente León | 26 de noviembre, 2017
Fotografía de EPA

Fotografía de EPA

Leí un día a un analista que explicaba por qué era imposible que en Venezuela hubiera hiperinflación. También dijo que era un pésimo negocio comprar dólares, pues no había duda de que se te quemarían las manos cuando su valor descendiera estrepitosamente. Remataba atacando a quienes pensaban distinto a él y acusándolos de corrupción y manejos oscuros. Yo también me he equivocado en algunas proyecciones en mi vida personal y profesional, aunque definitivamente no en estas dos, en la que mi posición ha sido enfáticamente la contraria. Pero la diferencia es que algunos reconocemos que el futuro no se puede proyectar linealmente. Que hay muchas variables incontrolables. Que las ciencias sociales son imperfectas y que nuestro trabajo es organizar los acontecimientos y ayudar a construir los escenarios más probables. Pero el futuro, ese sólo lo analizamos sólidamente cuando se convierte en pasado. Quienes internalizan esta realidad no tienen la inseguridad de pensar que si se equivocan se acabó todo. Entonces eres libre de seguir analizando y construyendo hipótesis, con el mayor cuidado, ayudando a otros a pensar y planificar, racionalizando su contexto, pero reconociendo las incertidumbres críticas de ese entorno y con tu mente abierta para interpretar los cambios.

¿A qué viene esto a colación? Pues cuando intenté entender cómo es posible que el gobierno se haya quedado pegado en una estrategia de control e intervencionismo extremo, frente a la evidencia obvia de su fracaso. ¿Cómo vuelve una y otra vez a ofrecer resolver los problemas, que él ha creado, haciendo lo mismo que lo llevó ahí, ante el desastre monumental de su modelo? Algunos piensan que es un proceso deliberado y que el gobierno buscaba la destrucción del país. Yo insisto que eso al menos tendría una justificación dentro de alguna racionalidad, aunque sea la del mal. Pero no lo creo. Este desastre no estaba planificado y el gobierno no se alegra de lo que esta pasando, pero no tiene ni la más remota idea cómo resolverlo. Busca culpables externos, conspiraciones empresariales, corruptos propios y complots internacionales, para no reconocer, incluso frente a sí mismo, que el culpable de todo esto, incluso de aquello en lo que tiene razón, es él. La peor combinación: equivocado y prepotente.

Negar la evidencia sólo los lleva a empeorar el entuerto. Cuando creen que el problema es el controlador y no el control, intentan resolver las distorsiones creadas por ellos mismos, controlando más… y más… y más y cambiando controladores como cambiarse de interiores, hasta que todo colapsa. Controlaron el tipo de cambio y el resultado es la devaluación descontrolada. Controlaron los precios, y entramos en la hiperinflación. Expropiaron y destruyeron la capacidad de producción. ¿Y ahora qué? La única manera de atender este desaguisado es reconocer el error y cambiar. Es plantearse un modelo de ajuste integral, que parta por una negociación con el sector empresarial, para recuperar confianza y estimularle a usar sus recursos, ante un gobierno que no tiene más. Es abrir el mercado cambiario y resolver la distorsión. Es buscar acuerdos de financiamiento nuevos en los multilaterales, para ayudar a palear el costo social brutal que hay que pagar ahora para salir de esta crisis innecesaria.

Nada se resolverá con amenazas, ni cierres, ni presos, ni decretos controladores, ni discursos llenos de hostilidad. Mugabe los utilizó todos y luego de pulverizar los inventarios que quedaban en almacenes y anaqueles… no quedó nada más. Porque nadie producirá, ni importará, ni venderá, ni aquí ni allá, si no les permiten cubrir sus costos de reposición. Todo lo demás es paja. Anímate a cambiar y cambiarás el país.

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¿Estamos en default?; por Luis Vicente León

Nos referimos a un default en el contexto financiero y se refiere al incumplimiento de pagos de capital, intereses o tiempo de una deuda. Es irrelevante la razón del impago. Puede que el deudor no tenga cómo pagar o el banco que lo representa no tenga la capacidad operativa para llegar a los acreedores o

Por Luis Vicente León | 19 de noviembre, 2017
Traders work on the floor at the closing bell of the Dow Industrial Average at the New York Stock Exchange on November 15, 2017 in New York. / AFP PHOTO / Bryan R. Smith

Fotografía de Bryan R. Smith / AFP

Nos referimos a un default en el contexto financiero y se refiere al incumplimiento de pagos de capital, intereses o tiempo de una deuda. Es irrelevante la razón del impago. Puede que el deudor no tenga cómo pagar o el banco que lo representa no tenga la capacidad operativa para llegar a los acreedores o que haya sanciones que compliquen el pago. El resultado es el mismo: default. Esto ocurrió en Venezuela la semana pasada, pues dos bonos no fueron pagados en el tiempo de la prórroga. La pregunta es: ¿Qué viene ahora?

Hemos señalado que las consecuencias de un default podrían ser demoledoras. Siendo un país hiperdependiente de su actividad petrolera, el impago de la deuda de PDVSA puede desencadenar una serie de demandas y embargos que afecten aún mas el flujo de caja de la nación. Pero debo aclarar que todavía no estamos en situación de enfrentar las consecuencias descritas. ¿Por qué? Porque no todos los default son iguales, ni desencadenan las mismas acciones posteriores.

Hay una diferencia gigante entre no pagar una deuda o pagarla tarde, que es lo que ha ocurrido hasta ahora en Venezuela. Ambas acciones representan una ruptura de las condiciones establecidas, pero difícilmente un acreedor embarga a un deudor por el retraso de un pago que al final se realiza.

Un tenedor de bonos venezolanos, que no recibió su pago a tiempo, pero lo recibió, tiene tres posibilidades de acción. 1) Quienes hayan “asegurado” sus bonos contra el default comprando instrumentos derivados para tal fin, van a cobrar su seguro, tan pronto las autoridades financieras declaren que en efecto se cometió la falta. 2) Los tenedores de los bonos pueden también pedir una aceleración del pago de toda la deuda pendiente, aunque sólo se haya hecho default en una cuota parte de capital e intereses. En ese caso, todo el monto de esa emisión entra en default y, si el Gobierno no lo paga, arrancan los procesos judiciales que hemos descrito anteriormente. ¿Estamos frente a esa posibilidad? No es el escenario más probable. Los tenedores de esos bonos, que el Gobierno ha continuado pagando después de sus fechas de vencimiento, son los últimos interesados en que se acelere una demanda por default real y el Gobierno termine parando todos los pagos y se materialicen las pérdidas de su inversión. Es preferible apostar a seguir cobrando y esperar por un refinanciamiento ordenado. El riesgo está en que esos tenedores de bonos, aún cobrando tarde, piensen que la jugada futura de PDVSA es comprar tiempo para mover sus activos y operaciones a otras empresas y luego hacer un default planificado, dejando a los tenedores mirando pa’ San Felipe. En ese caso, preferirían actuar de inmediato.

Lo que está claro es que el mercado se enrarece y se llena de ruidos. Con más desconfianza, los precios de los bonos se desploman. Algo que tampoco afecta, por ahora, el flujo de caja de Venezuela y podría facilitar la recompra a sus aliados, como Rusia, China o India, que podrían estar jugando a gallo tapado. 3) Pero la acción más probable, tanto de los tenedores como del emisor, es buscar una negociación que los lleve a un refinanciamiento de esa deuda. Es decir, cambiar voluntariamente las condiciones originales y facilitar su pago a futuro. Para que esto ocurra, el gobierno debe estar dispuesto a ceder políticamente y validar a la AN, pues sin ella el mercado no aceptará un acuerdo de refinanciamiento. La oposición tendría que legitimar el refinanciamiento, a cambio de una negociación política que oxigene la democracia asfixiada. El gobierno Trump tendría que flexibilizar las sanciones financieras y los acreedores aceptar las condiciones propuestas por el Gobierno. De esta pelusa hablaremos en breve.

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Sobre el anuncio de “refinanciamiento y reestructuración” de la deuda externa; por Luis Vicente León

El anuncio presidencial sobre la búsqueda de una reestructuración de deuda externa venezolana y del pago del bono que se venció hoy, al mismo tiempo que se reiteraba que se seguirían enfrentando, como hasta ahora, los compromisos financieros de la nación, presenta muchas imprecisiones en términos financieros y muchas dificultades operativas. En apariencia, hay una

Por Luis Vicente León | 3 de noviembre, 2017
Fotografía de PETER FOLEY / EPA

Fotografía de PETER FOLEY / EPA

El anuncio presidencial sobre la búsqueda de una reestructuración de deuda externa venezolana y del pago del bono que se venció hoy, al mismo tiempo que se reiteraba que se seguirían enfrentando, como hasta ahora, los compromisos financieros de la nación, presenta muchas imprecisiones en términos financieros y muchas dificultades operativas.

En apariencia, hay una contradicción en el hecho de anunciar un proceso de refinanciación y de reestructuración y continuar pagando la deuda, pero quizás haya un objetivo que no se puede soslayar desde la estrategia del gobierno: buscar aliados en Washington DC para intentar flexibilizar las sanciones con el fin de avanzar en un refinanciamiento (no reestructuración) de la deuda venezolana, toda vez que el peor escenario para el gobierno y los acreedores es el default.

Vayamos por partes. El presidente dijo que había ordenado una reestructuración de deuda para la que nombró una comisión de alto nivel, encabezada por el vicepresidente Tareck El Aissamí. En el mismo discurso garantizó que el país seguiría pagando sus compromisos. Esto, de plano, es un error conceptual. En condiciones de crisis y problemas de pago, la deuda puede ser sujeta a dos estrategias distintas: refinanciamiento o reestructuración.

El refinanciamiento es el resultado de una negociación entre las partes, en la cual el deudor ofrece alternativas para canjear la deuda actual por deuda nueva en diferentes condiciones, con el objetivo de evitar un incumplimiento por incapacidad de pago. El refinanciamiento, para que ocurra, debe ser aceptado por todas las partes y se convierte en un canje voluntario de deuda.

Mientras se negocia, el deudor no deja de pagar sus compromisos, pues si lo hace, se acaba la negociación y automáticamente ocurre una cesación de pagos, que significa hacer default de deuda, y se abren las condiciones para demandar, embargar y comenzar una segunda acción, distinta a la primera, que es la reestructuración de la deuda, un proceso que no es voluntario sino compulsivo, con impactos mucho más graves sobre la economía del país y con la aparición de actores nuevos (abogados y fondos de alto rendimiento) que intentan tomar ventaja de esta situación, mientras los tenedores originales realizan pérdidas significativas en su inversión.

Como verán, no es consistente hablar de reestructuración pagando ni de refinanciamiento decretado o compulsivo. Una posibilidad es que lo que el presidente Maduro intenta es sembrar el terreno para un refinanciamiento negociado. Es una aspiración más que una acción. Pero esa aspiración se enfrenta a un obstáculo concreto. En las condiciones actuales, con un conjunto de sanciones financieras aplicadas por los Estados Unidos, la posibilidad de refinanciamiento es muy baja. La sanciones impiden al sistema financiero y a las empresas americanas adquirir nueva deuda venezolana. El refinanciamiento de deuda vieja exige canjearla por una nueva, y la sanción impediría (o dificultaría dramáticamente) ese canje.

Aquí entra la hipótesis central. El gobierno venezolano podría estar intentando atar la flexibilización de las sanciones americanas a la necesidad de refinanciamiento de deuda, en la que no sólo tiene interés la República de Venezuela sino también el mercado financiero internacional y grandes inversionistas norteamericanos. El gobierno, con este anuncio que estremeció el mercado sin ejecutar una acción concreta de cesación de pagos, podría estar buscando crear un ejército de aliados en los mismísimos Estados Unidos para realizar el lobby político necesario que busque flexibilizar las sanciones a Venezuela y abrir posibilidades a un refinanciamiento ordenado a futuro.

Desde el punto de vista del ajedrez político, esta sería una oportunidad elegante de la administración Trump de convertir sus sanciones de castigo en sanciones de presión a la negociación política. Sanciones que pudieran ser revertidas, atadas a algunas cesiones del gobierno de Maduro, que estarán por verse, pero que pudieran incluir temas relacionados con las garantías asociadas a un sistema electoral que sea reconocido por la comunidad internacional y aceptado por todos los actores políticos relevantes.

No sé si el gobierno podrá lograr su objetivo, ni cuál será la reacción de los inversionistas ni del Gobierno de los Estados Unidos, pero con este movimiento parece apostar a un aumento sustancial de su capacidad de presión y cabildeo dentro de la casa de su propio enemigo, sin contar con la posibilidad de que muchos actores con información interna adquieran deuda venezolana, la cual eventualmente se pagará a precios de nerviosismo por el “default”. No sabemos a ciencia cierta qué es lo que está detrás de lo anunciado, pero creo conveniente pensar que hay razones detrás de cada movimiento que conviene estudiar.

¿Qué viene ahora?; por Luis Vicente León

La fractura de la oposición, luego de las regionales, es evidente. Pero en realidad, es precisamente su división previa a esos comicios uno de los factores que explican la derrota, si consideramos que se enfrentaba a una elección no competitiva (la base del problema), que exigía unidad y participación total para mostrar la mayoría pese

Por Luis Vicente León | 29 de octubre, 2017
Reunión entre el presidente Nicolás Maduro y los gobernadores electos de oposición Ramón Guevara, Alfredo Díaz, y Antonio Barreto junto a la primera dama Cilia Flores en Caracas el 24 de octubre de 2017 // Fotografía de HO / Venezuelan Presidency / AFP

Reunión entre el presidente Nicolás Maduro y los gobernadores electos de oposición Ramón Guevara, Alfredo Díaz, y Antonio Barreto junto a la primera dama Cilia Flores en Caracas el 24 de octubre de 2017 // Fotografía de AFP PHOTO VENEZUELAN PRESIDENCY

La fractura de la oposición, luego de las regionales, es evidente. Pero en realidad, es precisamente su división previa a esos comicios uno de los factores que explican la derrota, si consideramos que se enfrentaba a una elección no competitiva (la base del problema), que exigía unidad y participación total para mostrar la mayoría pese a todo.

Son muchos los factores que dividen a la oposición, pero el más importante es la visión sobre cómo enfrentar al Gobierno. Para un primer grupo, la lucha debe ser electoral, incluso enfrentándose a una condición sesgada e injusta. Este grupo conoce las limitaciones de una lucha desigual y sabe que no es suficiente ser mayoría. Necesita garantizar participaciones masivas y presionar para lograr negociaciones políticas que mejoren las condiciones competitivas de los procesos electorales. El segundo grupo considera que se perdieron todas las posibilidades de una lucha electoral y de una negociación política. Piensa que cualquier participación en comicios convocados por el Gobierno es validar instituciones y actos ilegítimos. Su propuesta es luchar, interna y externamente, para lograr a salida del Gobierno del poder, por cualquiera otra vía. Después del resultado negativo de las acciones de protesta, su expectativa se centra hoy en la ayuda internacional como pivote del cambio. Las sanciones, el aislamiento y la asfixia económica del Gobierno son percibidas como mecanismos de presión para lograr su objetivo.

Ambos grupos coinciden en la necesidad de cambio, pero se separan sobre la forma de cómo lograrlo. El primero quiere presionar una negociación que abra opciones de cambio electoral. El segundo busca presionar la salida inmediata del Gobierno, sin necesidad de negociación alguna.

Esos dos grupos han tenido liderazgos que los representan, pero los resultados negativos de las acciones de calle y, ahora, de las regionales dejaron maltrechos a los líderes de estos grupos y el sentimiento de las base es que la institucionalidad opositora esta pulverizada y su liderazgo desgastado y vacío.

Por supuesto que es una situación dramática para la oposición. Podríamos decir que es el peor momento que ha vivido en casi 20 años. No hay reglas de juego internas que permitan dirimir sus diferencias y la posibilidad de replantear alianzas es remota.

¿Qué puede pasar ahora? Es probable que veamos al principio un fortalecimiento del Gobierno en poder. Pero también veremos un chavismo que se autocondena a radicalizarse y aislarse internacionalmente para preservar el poder, convirtiéndose en un prisionero de su circunstancia. Es de esperar también una pérdida de relaciones de confianza entre la oposición y la comunidad internacional, al no conseguir esta última interlocutores válidos. Pero las acciones internacionales contra el Gobierno crecerán, aunque sin un fin de presión a la negociación política y con impactos negativos, no sólo para el Gobierno sino para todo el país. La situación económica tiende a deteriorarse aún más y se conforma una economía dual, en la que un pedazo del país se dolariza y una pequeña parte de los venezolanos controla la mayoría de los ingresos y el consumo, mientras el resto se convierte en mendigo del reparto. Finalmente, la demanda de líderes políticos, en todos los espacios hoy vacíos, generará su propia oferta. Esto abre espacios para el surgimiento de tres líderes relevantes que competirán por el control político futuro del país. El líder radical opositor, el líder moderado y el líder chavista. Las caras de esos líderes podrían ser conocidas o sorprendernos y uno de ellos puede terminar reconectando a las masas y dinamizando un cambio… bueno o no.

¿Qué pasó?; por Luis Vicente León

Los resultados de las regionales no tienen nada que ver con el mapa de preferencias políticas de los venezolanos. No se trata sólo de las encuestas, que en forma unánime muestran una población que rechaza la gestión del Gobierno. Se trata de la relación histórica entre la percepción de crisis y la evaluación de gestión.

Por Luis Vicente León | 22 de octubre, 2017
Venezuelans queue at a polling station before voting during regional elections in Caracas' municipality of Chacao, where people chose the governor for the state of Miranda, on October 15, 2017. Venezuelans headed to the polls Sunday in regional elections seen as a crucial test for President Nicolas Maduro and the opposition alike after months of deadly street protests failed to unseat him. An estimated 18 million people are eligible to elect governors to four-year terms in 23 states. / AFP PHOTO / Federico PARRA

Fotografía de Federico Parra para AFP

Los resultados de las regionales no tienen nada que ver con el mapa de preferencias políticas de los venezolanos. No se trata sólo de las encuestas, que en forma unánime muestran una población que rechaza la gestión del Gobierno. Se trata de la relación histórica entre la percepción de crisis y la evaluación de gestión. Esa relación inversa es demoledora en todas partes del mundo y no es distinta aquí. Con una crisis de esta magnitud, la posibilidad de que el Gobierno sea popular es nula.

Pero más allá del intento del chavismo de construir la idea de una mayoría nacional que no existe, la pregunta es: ¿por qué el resultado de esta elección es tan distinto a lo que el país quiere?

Mi opinión es que no hay una sola variable que explica este resultado. Es un tema multifactorial. Empecemos por decir que esta no fue una elección competitiva. Las elecciones venezolanas ocurren en un marco de ventajismo oficial evidente. Con uso abierto de recursos públicos, control de medios, prohibición de las sustituciones de candidatos, movilización arbitraria de electores y mesas de votación y el control absoluto de la institucionalidad electoral, que no responde a la Constitución sino a la revolución. Esto es precisamente lo que la democracia intenta evitar a toda costa para garantizar que los resultados de una elección reflejen la opinión de las mayorías. No están las condiciones básicas de transparencia, competitividad y equilibrio, entonces no se obtienen los resultados adecuados. Es una ecuación muy simple.

Pero esta es una situación que se conocía antes de ir a las regionales y el debate previo se planteó entre rechazar una elección no competitiva y sesgada o participar, aún conociendo el sesgo, bajo la tesis de que la contundente mayoría opositora, al mostrarse en la elección, compensaría con creces los desequilibrios o, en todo caso, obligaría al Gobierno a acciones tan evidentes de fraude que lo invalidaría nacional e internacionalmente. La decisión de participación tenía una lógica racional. Pero el problema es que no era una decisión compartida dentro de la oposición y la fracturó entre quienes querían votar, incluso con el sesgo planteado, y los que preferían abstenerse para protestar y no validar a un Gobierno y una institucionalidad ilegítima. Dividida, la oposición, no podía luchar en una elección sesgada. Eso estaba de anteojitos. Para algunos, sin embargo, la abstención no explica el resultado final porque su nivel fue equivalente al de una regional convencional. Esa es un interpretación que me parece incorrecta. Por supuesto que la abstención fue demoledora para la oposición. No para explicar completamente el resultado, pero sí para impedirle nadar contra la corriente del ventajismo oficial. El Gobierno fue capaz de mover (o mostrar) a sus bases, por cualquiera que haya sido el mecanismo, como si fuera una elección nacional (de hecho en la misma dimensión que en 2015) mientras que la oposición perdió más de 3 millones de votos contra esa misma elección, dejando casi 40% de abstencionistas de los cuales, de acuerdo con nuestras investigaciones de campo, 83% rechazan al Gobierno y hubieran votado en su contra… pero no votaron. ¿Afectó esto el resultado? Obvia, evidente y ciertamente: sí, aunque es sólo el condimento del plato principal de unas elecciones sesgadas. Nada de esto hubiera ocurrido si hubieran elecciones competitivas. Ahí esta la raíz del problema.

Queda el tema del megafraude, del cual no voy a comentar, pues no tengo pruebas ni datos concretos, aunque comienzan a aparecer desde los comandos de campaña de los candidatos afectados. En todo caso, si el fraude fue masivo, igual se basa en una mesa servida por lo antes mencionado.

¿Qué viene ahora? De eso hablaremos pronto.

¿Que por qué voto?; por Luis Vicente León

Porque mis abuelos y mis padres se sacrificaron para tener ese derecho y no creo que haya alguna forma mejor de expresarme que votando. Porque aún cuando el ejercicio de ese voto este sesgado, hacerlo masivamente limita más al adversario que dejarle el camino libre para que haga lo que le de la gana. Porque

Por Luis Vicente León | 15 de octubre, 2017
Fotografía de Verónica Aponte / Haga click en la imagen para ver la galería completa

Fotografía de Verónica Aponte / Haga click en la imagen para ver la galería completa

Porque mis abuelos y mis padres se sacrificaron para tener ese derecho y no creo que haya alguna forma mejor de expresarme que votando.

Porque aún cuando el ejercicio de ese voto este sesgado, hacerlo masivamente limita más al adversario que dejarle el camino libre para que haga lo que le de la gana.

Porque siento que en estos últimos años nuestra democracia ha sido debilitada a tal punto que exige un esfuerzo gigante para rescatarla y ese proceso de recuperación nos pide que ejerzamos (o intentemos ejercer) los derechos que ella implica, empezando por el voto.

Porque si no hay unidad de criterios entre quienes quieren piensan como yo, prefiero votar para expresarme explícitamente y que se entienda con voz alta mi deseo, que asumir que mi silencio será interpretado adecuadamente.

Mi voto no legitima lo malo, ni de los propios, ni de los contrarios. Legitima mi derecho a  expresarme y deslegitima a quienes intentan evitar que mi voto tenga la potencia del cambio. Levanto, con mi voto, el espíritu de lucha por mi derecho, y si el mismo es coartado por otros, es votando como aumentan los peligros de su acción abusiva, mientras que abstenerme pone en hibernación mi derecho, pues en ese caso no ha sido violado por nadie más, sino por mi mismo.

No voto sólo cuando pienso que voy a ganar, ni voto a ganador. Voto por lo que creo. Si me tocó ser minoría en buena lid, defiendo igual mi derecho, pero especialmente el de quienes piensan distinto a mí. Pero si mi voto es burlado, entonces se convierte en el disparador de mis acciones para defenderlo, con todos los mecanismos que me entrega la constitución y las leyes, incluso cuando las mismas estén tan birladas como mi voto.

Votar no significa que este de acuerdo con todo lo que han hecho quienes están de mi lado. Entiendo que parte del problema, que explica porque tanta gente esta reacia votar en esta ocasión, tiene que ver con una cadena de errores cometidos y la falta de sinceridad de los líderes sobre las posibilidades reales de sus acciones políticas pasadas. Comparto la tesis de que muchos tuvieron miedo de expresar con sinceridad los riesgos y posibilidades reales.  Pero no es entregándole en bandeja de plata el poder al adversario que castigo a los míos. Si quiero cambios internos, participo en los partidos, motorizo transformaciones institucionales, reto liderazgos equivocados y propongo alternativas modernas de transformación hacia el interior de mis grupos. Pero cuando hay una elección como esta, que compromete la capacidad de mostrar la fuerza de mi grupo y de presionar al adversario, entonces voto.

Pero mas allá de los temas filosóficos, hay una razón empírica que no puedo olvidar. El país tiene una posición clara, contundente y mayoritaria sobre lo que quiere a futuro y tiene derecho a mostrarla. Si no voto, contamino el resultado y abro la puerta para que muchas zonas presenten un resultado distinto al deseado por la mayoría, y en otras reduzco tanto la diferencia que la pongo papaya para que la opacidad y el abuso de poder dominen el resultado de la elección y envíe a Venezuela y al mundo un mensaje equivocado, pero sustentado en un regalo que le garantice con la abstención.

Claro que quienes quieren abstenerse tienen derecho y sus argumentos son importantes. Pero el resultado de su acción es contraria a lo que buscan y favorece a su adversario mayor. Ejercer el derecho a votar, en estas circunstancias, no garantiza la solución de los problemas, ni va a rescatar mágicamente la democracia, ni va a presionar los acuerdos inmediatos para rescatar los equilibrios. Pero el voto es un ingrediente indispensable para cada una de esas recetas y sin él, ninguna sabe a democracia.

Párate de esa cama y vota.

¿Quién gana las regionales?; por Luis Vicente León

Pedro Penzini preguntó cuántas gobernaciones podría ganar la oposición y mi respuesta inició con un dimensionamiento teórico: “Si las elecciones tuvieran participación plena y fueran transparentes y competitivas, la oposición podría ganar entre dieciocho y veintiún gobernaciones”. ¿Significa esto que esa es mi proyección para el domingo? Absolutamente no. La teoría y la práctica podrían

Por Luis Vicente León | 8 de octubre, 2017
Fotografía de Verónica Aponte

Fotografía de Verónica Aponte

Pedro Penzini preguntó cuántas gobernaciones podría ganar la oposición y mi respuesta inició con un dimensionamiento teórico: “Si las elecciones tuvieran participación plena y fueran transparentes y competitivas, la oposición podría ganar entre dieciocho y veintiún gobernaciones”.

¿Significa esto que esa es mi proyección para el domingo? Absolutamente no. La teoría y la práctica podrían ser dramáticamente distintas. La primera razón es que no se cumplen las condiciones para el dimensionamiento anterior. En las últimas encuestas, el nivel de abstención reportado es mucho más elevado que el usual y esa abstención potencial proviene fundamentalmente de personas que si votaran lo harían por la oposición. A medida que aumentan los índices de abstención, la oposición pierde fuerza electoral, se reduce su brecha de ventaja y aumentan las probabilidades de que el chavismo se cuele en zonas donde no representa la mayoría.

Los riesgos principales se van a presentar en dos tipos de estados. Los primeros son aquellos donde la diferencia entre las dos fuerzas políticas es pequeña y la abstención cruza la barrera de sensibilidad electoral, es decir, los opositores que no votan, cualquiera sea su argumento, aniquilan la ventaja numérica y entregan el triunfo a su adversario. El segundo grupo de riesgo es el de los estados donde la abstención reduce también la brecha, aunque no llega a voltearse naturalmente el resultado, pero la merma de ventaja, especialmente en estados pequeños, abre las oportunidades de que las acciones de la maquinaria chavista, condimentada por manipulaciones institucionales, termine por cerrar la brecha en votos y producir un triunfo chavista inducido.

Ninguna de estas dos variables se puede proyectar con certeza. En una campaña tan corta como esta, se producen movimientos extremos muy rápidos, como el observado en la campaña presidencial del 2013, en la que el candidato Nicolás Maduro arrancó con veinte puntos de ventaja y termina fulminando toda la brecha en apenas un mes. Si bien nuestras últimas mediciones indican que cerca del 40% de los electores están absolutamente seguros de votar, es perfectamente predecible que en el último tramo de campaña, los opositores descontentos decidan ceder y votar, aunque sea con un pañuelo en la nariz, entendiendo que al no ir con una posición abstencionista unitaria en toda la oposición, su acción deja de tener sentido simbólico para convertirse en una guillotina que destruye el único mensaje que se puede enviar en este elección: la demostración de la mayoría opositora y el ejercicio del derecho que se defiende: el voto. Si esa abstención se reduce y la participación termina siendo elevada, las brechas a favor de la oposición se amplifican casi proporcionalmente, permitiendo mostrar mejor la fuerza real de la oposición y complicando enormemente cualquier intento de manipulación electoral, que no podría estar encubierta en la apatía, logrando un resultado más cercano al teórico.

En todo caso, no estamos hoy en capacidad de decir cuál de estos escenarios ocurrirá, pero sí podemos adelantar una primera proyección general. La incertidumbre no parece ser si la oposición ganará o no la mayoría de las gobernaciones. Eso es lo más probable. La pregunta es si su triunfo será contundente o veremos algo muy moderado, lejos de las expectativas de la población opositora y la comunidad internacional y con algunas sorpresas estrambóticas en estados que nadie pensaría que el chavismo podría ganar, volviendo  a generar frustración y debilitamiento. Un típico caso donde el triunfo numérico podría no ser un triunfo político.

La conclusión es hípersimple. No votas, no ganas…y viceversa.

¿Dónde va a parar el dólar?; por Luis Vicente León

La respuesta racional a la crisis sería abrir mercados, sincerar la economía, ajustar precios, estimular el aparato productivo y negociar para restablecer la institucionalidad y los derechos de la población a expresarse con elecciones libres transparentes, universales, directas y secretas. Si esta es la respuesta oficial tomará algún tiempo rescatar los equilibrios, pero la moneda

Por Luis Vicente León | 1 de octubre, 2017
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Fotografía de AFP

La respuesta racional a la crisis sería abrir mercados, sincerar la economía, ajustar precios, estimular el aparato productivo y negociar para restablecer la institucionalidad y los derechos de la población a expresarse con elecciones libres transparentes, universales, directas y secretas. Si esta es la respuesta oficial tomará algún tiempo rescatar los equilibrios, pero la moneda y la economía se estabilizarían. Si el gobierno hace lo contrario, es decir lo que ha hecho hasta ahora, el resultado será mucho peor que lo que hemos vivido.

La devaluación es la consecuencia natural de hacerlo mal. En los debates académicos los economistas presentan sus análisis del problema y explican el impacto que tiene sobre la moneda la creación de dinero sin respaldo, la pérdida de reservas internacionales, los desequilibrios causados por la caída de la oferta interna de divisas,  vinculada a la reducción del precio del petróleo y la producción de PDVSA; las manipulaciones de los operadores cambiarios ilegales (que se producen por la falta de transparencia que genera el control). Como si fuera poco, ahora añadimos el impacto de las sanciones financieras internacionales, que debilitan la generación de ingresos de la nación, produciendo mayores desequilibrios entre oferta y demanda de dólares.  Todo eso se traduce a una sola variable fundamental: confianza.

Todo lo que hemos descrito, unido a la crisis política, social e internacional del país, afecta la confianza de los agentes económicos, incluyendo al venezolano común. Si no confían en que las autoridades son capaces de hacer lo que hay que hacer para rescatar el valor de la moneda, garantizar el funcionamiento adecuado del país, preservar la producción y la oferta de bienes y servicios, evitar las tentaciones de crear dinero artificial para financiarse con papelillo y ajustar sus gastos para adaptarse a su nueva situación de flujo de caja, entonces es natural que los tenedores de capital, las empresas y las personas que generan y acumulan bolívares sientan que estos van a perder valor a una velocidad exponencial, amenazando su patrimonio.

Si la expectativa es que sus bolívares valdrán cada vez menos intentarán protegerse. Salen de ellos y los canjean por moneda dura, llámese dólar o euros, incluso rupias, rublos, yuanes, pesos o lo que sea, en las que el mercado tiene una confianza infinitamente mayor que en el bolívar.  El tema es que la oferta de esas divisas es restringida y su mercado interno es enano, por lo que la presión de demanda de los actores desesperados por protegerse impacta el precio día a día. Esto, amplificado por los agentes cambiarios interesados en tomar ventaja de la distorsión, crea una bola de nieve que se lleva por el barranco a la moneda nacional.

El tipo de cambio enloquece y la devaluación es salvaje e imparable. Los agentes que no quieren quedarse con sus bolívares y no consiguen divisas buscan bienes duraderos y presionan sus precios, adelantan las compras de insumos, materias primas y comida, y así se agrava la escasez. La inflación se desborda y refuerza la pérdida de valor de la moneda, la confianza empeora y volvemos a empezar el ciclo de destrucción económica en el que estamos.

No se puede decretar el rescate de los equilibrios. No se recupera la confianza agrediendo a los agentes económicos o internacionales. No se rescata la producción apresando productores. No gana valor la moneda aislándose internacionalmente, ni bloqueando elecciones. Y si esa es la respuesta oficial a la mamá de las crisis la respuesta a la pregunta ¿dónde va a para el dólar? es demoledora: Al infinito…y más allá.

El secuestro de Lucía; por Luis Vicente León

Lucía había vivido una vida buena. No perfecta. Eso no existe. Había tenido problemas, crisis, enfermedades, maltratos, como todos. Pero el balance era positivo. Tenía un buen nivel de vida, una casa bonita, una familia relativamente unida, más plata que sus primas, una fuente de ingresos que parecía garantizar su futuro y algo fundamental que

Por Luis Vicente León | 24 de septiembre, 2017
lucia

Fotografía de Leo Álvarez

Lucía había vivido una vida buena. No perfecta. Eso no existe. Había tenido problemas, crisis, enfermedades, maltratos, como todos. Pero el balance era positivo. Tenía un buen nivel de vida, una casa bonita, una familia relativamente unida, más plata que sus primas, una fuente de ingresos que parecía garantizar su futuro y algo fundamental que sólo apreció cuando perdió: libertad.

Pero Lucía era inmadura y susceptible a los cantos de sirena.

Él, como el Tartufo, sabía a lo que había venido. Se vendió como el cambio, el amigo sincero, el castigador de los malos, la compañía de los necesitados. Él venía a enamorarla…y lo logró. Y poco a poco, fue avanzando hasta el clímax de la confianza y entonces todo cambió. Ya no le daba, le quitaba. La irrespetaba y disponía de sus cosas,  controlaba sus decisiones, la amenazaba y castigaba si se negaba. Le acusaba de traidora si disentía. No tenía límites. Lucía estaba secuestrada y ahora lo entendía, lo rechazaba y quería liberarse. Lo intentó. Primero exigiendo sus derechos…y falló. Después conversando y argumentando…y también falló. Después lo amenazó con la policía…y él se rió. Intentó por la fuerza, pero ella era más débil.Trató varias veces escaparse, pero él controlaba las salidas. Y finalmente pidió ayuda a  los vecinos y luego de mucho gritar, la oyeron. La mayoría se horrorizó de lo que le estaba pasando, pero las casas de atrás, que lo sabían desde siempre, ellos no.

Una vez descubierto, él ya no tenía nada que aparentar. Su posición interna y externa se endureció y se mostró como lo que es. Le conviene más. Los vecinos se dividieron automáticamente en cuatro grupos.

Uno dice que hay que cercar la casa, cortarle los recursos, el agua y la luz y eso hará que se rinda y se vaya. Lo  intentaron y por supuesto que en la casa se complicó más la vida tanto para él, como para Lucía. Pero Lucía la pasa peor que él, pues el controla la alacena y de las casas de atrás le dan recursos, agua y luz a cambio de la posibilidad de usar barato el jardín. ¿Va él a ceder en función de esta presión?

El segundo grupo cree que hay que rescatar a Lucía por la fuerza. Entrar a la casa, sacarlo a patadas y destruirlo a él. Pero esa propuesta divide aún más a los vecinos. Algunos creen que arriesga la vida de Lucía, cuesta fortunas y amenaza la imagen de los propulsores, incluso dentro de su vecindario.  La realidad y la historia dicen que esa operación es remota. Muy remota.

El tercer grupo cree que no hay que hacer nada. Que por encima de todo está la privacidad dentro de esa casa y que ellos no deben intervenir. Tiene una interpretación errada, pues si bien la privacidad es un valor relevante, se termina el derecho cuando dentro de esa casa ocurren violaciones de derechos. La pasividad podría convertirse en complicidad.

Finalmente, el último grupo. Contra la opinión de los otros tres, este quiere negociar con él. Sabe que será duro y peligroso. Que él intentará manipularlos y burlarse de ellos. Lo ha hecho muchas veces en el pasado. Que no se puede confiar en él. Entiende que para ser exitosos en esa negociación todos los vecinos deben participar y hacer lo que están haciendo, incluso con sus propuestas y posiciones diversas, deben presionar y elevar el costo de no hacer nada. Que sienta la presión y el peligro y con eso la necesidad de negociar. Pero para rescatar a Lucía, este grupo rescatista sabe que debe cumplir dos condiciones claves: 1) pagarle un rescate a él y 2) garantizarle inmunidad, pues ni el más tonto aceptaría un rescate que luego no podría usar. Este grupo necesita estar dispuesto a tragarse un sapo para rescatar al rehén.

No me pude decidir con cual frase culminar: ¡Pobre Lucía! o ¡Usted dirá!

¿Qué va a pasar ahora?; por Luis Vicente León

Si vamos a ser sinceros, la única respuesta certera a esa pregunta es que puede pasar cualquier cosa, desde lo que más deseas hasta lo que más temes. Pero, aunque esa sentencia es cierta, nos sirve poco para la toma de decisiones. Entonces voy a hacer algo riesgoso: describir lo que creo mas probable, aunque

Por Luis Vicente León | 17 de septiembre, 2017
Fotografía de Mariana Bezo para Reuters

Fotografía de Mariana Bezo para Reuters

Si vamos a ser sinceros, la única respuesta certera a esa pregunta es que puede pasar cualquier cosa, desde lo que más deseas hasta lo que más temes.

Pero, aunque esa sentencia es cierta, nos sirve poco para la toma de decisiones. Entonces voy a hacer algo riesgoso: describir lo que creo mas probable, aunque sea sólo uno de los muchos escenarios posibles.

A diferencia de la visión de mis amigos, que piensan que la agudización de la crisis, condimentada por sanciones y aislamiento internacional, generará las condiciones de salida del gobierno, mi opinión es que mientras más fuerte sea ese deterioro, más primitiva sea la economía y más autocrático se vuelva el gobierno, la probabilidad de su permanencia en el poder se amplifica.

Pero, ¿cómo es posible que debilitando económicamente al gobierno, pueda más bien afianzarse? Veamos.

La primitivización del país, producida por un modelo intervencionista y controlador, se ve amplificada por la aplicación de sanciones. No me refiero a las sanciones personales, que afectan sólo a sus destinatarios. Se trata de las sanciones financieras y económicas al país, que si bien no son la razón de la crisis, sin duda la amplifica. Es un absurdo decir que restringir las operaciones financieras de PDVSA y el financiamiento del país no tiene impacto en la gente. No me tienen que explicar qué buscan esas medidas. Obviamente lo se. Lo que si me deben explicar es por qué esas mismas acciones no funcionaron para sacar a los gobiernos sujetos a sanción en prácticamente ningún país donde han sido utilizadas. ¿Te suena Cuba, Rusia, Corea, Zimbabue, Siria, incluso Irán?

Ahora, si reconocemos que el objetivo de esas medidas es aislar a esos gobiernos (que permanecerán en poder) y debilitarlos económicamente para que no se conviertan en un riesgo a la región y de carambola le den una ayudadita de popularidad a algunos líderes de los países donde se originan las sanciones, entonces estamos siendo más sinceros y podría acordar que las mismas les funcionan perfectamente. El tema es que para quienes vivimos en Venezuela sólo sirven para complicarnos la vida y empobrecernos más, como si el gobierno venezolano ya no fuera suficiente karma para nosotros.

La tesis de que retar mas al pueblo tiene el efecto equivalente a las banderillas en un toro y finalmente la gente se rebelará para sacar por las mechas al gobierno, además de chocar contra la evidencia empírica de los países sujetos a sanciones, donde nada de eso ha pasado, parece olvidar un tema central del comportamiento humano. Bloquear al gobierno por supuesto lo empobrece a él y a los suyos. El problema es que también empobrece aún más al resto de la gente y ahora con un nuevo culpable para explicar porque estamos tan mal (probablemente olvidando que ya lo estábamos).

Resulta que en esa primitivización, el gobierno afectado es, de todas maneras, el único capaz de conseguir algo de oxígeno, por ejemplo en Rusia o en China. Y es además el único que tendrá algo que vender, aunque sean migajas. Es decir, seguirá siendo el único repartidor de algo y puede convertirse en el Big Brother del charquero en el que ya estamos.

¿Puede ser distinta esta historia? Claro. Si la acción internacional se convierte más bien en una fuerza que eleva el poder de negociación de la oposición y obliga al gobierno a buscar mecanismos de negociación política, que no comprometen su cabeza, pero si le presionan a abrir espacios para el rescate de la democracia a futuro y se plantean claramente  los mecanismos de reducción del costo de salida de ese gobierno, cuando corresponda, entonces, y sólo entonces, podríamos ver una luz al final del túnel.

¿Confundidos?; por Luis Vicente León

No está nada fácil proyectar lo que viene en Venezuela, luego de un proceso electoral que en vez de representar una validación y legitimación del ganador, logró exactamente lo contrario. Las variables principales que debemos revisar para construir escenarios futuros son: 1) la capacidad del Gobierno de consolidar su Asamblea Constituyente y 2) el riesgo

Por Luis Vicente León | 6 de agosto, 2017
Fotografía de AFP

Fotografía de Juan Barreto para AFP

No está nada fácil proyectar lo que viene en Venezuela, luego de un proceso electoral que en vez de representar una validación y legitimación del ganador, logró exactamente lo contrario.

Las variables principales que debemos revisar para construir escenarios futuros son: 1) la capacidad del Gobierno de consolidar su Asamblea Constituyente y 2) el riesgo real de aplicación de sanciones unilaterales generales y el impacto que esas sanciones pueden tener sobre los diferentes actores políticos y económicos del país.

Uno podría estar tentado a pensar que la probabilidad de aplicación de sanciones sectoriales, al menos las de corte financiero, es alta y que el impacto económico y operativo de esas sanciones será muy costoso, no sólo para el Gobierno sino para todo el país, lo que sumado a la agudización de la conflictividad social, que seguirá creciendo ante la incapacidad cantada del Gobierno para atender la demoledora crisis económica que vive el país y la radicalización de sus acciones sociopolíticas para tratar de controlar a la población por miedo, harán finalmente imposible consolidar su ANC ante el desconocimiento de su legitimidad por parte de la  mayoría del país y de la comunidad internacional. Las fracturas o implosiones dentro del chavismo debilitarán a la revolución irremediablemente y la hará cada vez más inestable. Bajo este esquema, sería previsible el cambio de gobierno o del gobierno, aunque no esté del todo claro si ese cambio será hacia una transición democrática o a una forma distinta de concentración de poder.

Este es, sin duda, un escenario posible y el que seguramente intentará presionar la oposición y la comunidad internacional. Pero no es el único escenario.

Comparto con ustedes mi peor pesadilla pesimista, pero considerando que algunos piensan que los pesimistas son optimistas bien informados, les juro que aquí sólo se trata de mi temor personal, más educado que informado.

El gobierno, sabiéndose aislado y amenazado de sanciones que podrían afectar dramáticamente su desenvolvimiento económico y político, patea definitivamente cualquier intento de aparentar lo que no es. Ya no tiene que mostrarse ni ficticiamente democrático, ni respetuoso de los derechos humanos. Llega el momento de la radicalización total para unificarse.

Algunos pueden pensar que esa estrategia es insostenible, pero cuando te lo digan, pregúntales como es que lo han logrado tantos otros países aislados y sancionados en el mundo, sin que se hayan producido cambios de gobierno. Recuérdales a quienes te indican que está clara la salida, luego de la emoción que les produjo que Estados Unidos incorporara al presidente Maduro en la lista de presidentes indeseables del mundo, que los otros tres de esa lista, presidentes o dictadores de Zimbabue, Siria y Corea, permanecen actualmente en sus cargos, algunos después de varios años de sanción, y lo único que ha ocurrido es que sus pueblos se han primitivizado políticamente y los gobiernos son más autocráticos, represivos y feroces (aunque con bemoles en materia económica). Diles que te expliquen cómo es que los embargos comerciales han deteriorado más la vida de los pueblos que a los gobiernos castigados, sin que los culpables del problema hayan salido del poder en la mayoría de los casos.

¡Hey! Mira que yo también creo que el primer escenario es posible, por lo que me meto en el grupo de quienes hay que retar, sólo que mi subgrupo es el de quienes lo creen posible, pero no están seguros de qué vaya a pasar.

¿Están ahora más confundidos? Bueno, a eso se refería Sócrates cuando dijo:

“Este hombre, por una parte, cree que sabe algo, mientras no sabe nada. Por otra parte, yo, que igualmente no sé nada, tampoco creo saber algo”.

Smartmatic, CNE y manipulación de resultados; por Luis Vicente León

Siempre he respetado profesionalmente a Smartmatic. Cuando la empresa fue atacada la defendí públicamente y expliqué hasta el cansancio que el problema con la manipulación de resultados electorales no estaba en el sistema automatizado. Y que las sombras de los procesos electorales no se encontraban en la posibilidad de fraude en el procesamiento de data

Por Luis Vicente León | 2 de agosto, 2017
Tibisay Lucena informa a la prensa el primer informe de las elecciones de la Asamblea Nacional Constituyente. Domingo 30 de julio de 2017. Fotografía de Cristian Hernández para EFE

Tibisay Lucena informa a la prensa el primer informe de las elecciones de la Asamblea Nacional Constituyente. Domingo 30 de julio de 2017. Fotografía de Cristian Hernández para EFE

Siempre he respetado profesionalmente a Smartmatic. Cuando la empresa fue atacada la defendí públicamente y expliqué hasta el cansancio que el problema con la manipulación de resultados electorales no estaba en el sistema automatizado. Y que las sombras de los procesos electorales no se encontraban en la posibilidad de fraude en el procesamiento de data por parte de las máquinas. Las elecciones podían tener problemas de muchos tipos, empezando por los sesgos en las reglas y en el abuso de poder, o en la ausencias de testigos alrededor de las máquinas, pero no había posibilidad de que ocurriera un fraude electoral convencional.

Hoy ratifico la seriedad técnica de Smarmatic y celebro su valentía de no permitir que, en función de su análisis y auditoria, se altere su data por primera vez sin rechazarlo, y sin dimensionar el problema que encontraron al no encontrar respaldo en al menos un millón de votos. Sin duda este es el pronunciamiento más demoledor para la credibilidad del CNE que se ha hecho hasta ahora, pues ningún proveedor haría una denuncia de este tipo sin tener la absoluta seguridad de lo que dice. Y es una denuncia cónsona con los códigos de ética de una empresa de este tipo, quien no es dueño de la data pero si el responsable y garante de la transparencia antes de la totalización.

Hay que aclarar, sin embargo, que esta alteración de data que señala Smarmatic hubiera sido imposible si las elecciones hubieran contado con sus sistemas de seguridad convencionales de huella, tinta y centro específico y si estuviéramos frente a una elección universal, directa y secreta y si hubieran estado presentes los testigos opositores, que contarían con las actas originales del proceso. Regresar a las elecciones democráticas (sin sesgos corporativistas antidemocráticos), con todos los sistemas de garantía electoral que hacían del venezolano un proceso creíble y auditable (pese a los empeños del CNE de bloquear su revisión por parte de la oposición), implica permitir un proceso de auditoría independiente con técnicos creíbles nacionales e internacionales a la votación de la Constituyente que atienda las denuncias concretas y creíbles de fraude electoral para identificar a los responsables y a los problemas que hubiere en el sistema.

Es urgente nombrar un nuevo CNE como producto de una negociación política entre todas las partes. Esto es ya un paso indispensable para rescatar la confianza en los procesos electorales venezolanos. Sin eso muere la vía electoral como solución pacífica a la crisis actual.

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¿Constituyente?; por Luis Vicente León

El país va hoy a las elecciones de la Asamblea Nacional Constituyente. Presenciamos una votación inédita en Venezuela. La mayoría de la población indica que no está de acuerdo con ella. Pero la población no fue consultada ni lo está siendo hoy. Los mecanismos de elección de los constituyentistas son “distintos” a la tradición electoral

Por Luis Vicente León | 30 de julio, 2017
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Fotografía de Prensa Presidencial

El país va hoy a las elecciones de la Asamblea Nacional Constituyente. Presenciamos una votación inédita en Venezuela. La mayoría de la población indica que no está de acuerdo con ella. Pero la población no fue consultada ni lo está siendo hoy. Los mecanismos de elección de los constituyentistas son “distintos” a la tradición electoral democrática venezolana y mundial, y la fuerza opositora se abstuvo y rechazó el evento, denunciándolo de inconstitucional.

Queda entonces una elección sin participación opositora. Esto deja a la Asamblea Nacional Constituyente, independientemente de la votación que haya, en manos de una sola fuerza política: el chavismo, encargada nada más y nada menos que de reestructurar el Estado y redactar el nuevo Pacto Social de la Nación, que es su Constitución. No hay que hacer una explicación sofisticada para entender que es imposible darle legitimidad a un Pacto Social, en el que no participa la otra parte, fundamental, del país. Y es que si fuera al revés, y se tratara de la ausencia de una minoría, tampoco funcionaría, pues se trata precisamente de un pacto que intenta garantizar la convivencia, la integración, el respeto a la disidencia y organizar la vida en sociedad de personas que no tiene por qué pensar igual.

Convocar una constituyente y anunciar que será usada como arma contra el adversario, para defenestrar instituciones que difieren de los planes y estrategias de la revolución, apresar adversarios políticos, incluyendo líderes, gobernadores, alcaldes, diputados elegidos por el pueblo (acusados de traidores a la patria) no es lo que uno podría llamar precisamente el camino a un nuevo Pacto Social.

Sin acuerdos previos para resolver este problema, y con una elección nariceada, vamos directo a un drama, que tendrá que ser atendido por acuerdos y negociaciones posteriores, que siempre son más difíciles e impredecibles. El problema no es sólo para una de las partes, sino para todo el país. Está cantada la radicalización política y económica posconstituyente.

Para el Gobierno, obligarla en contra de la oposición y la mayoría de la comunidad internacional moderna es ir a la batalla final del kamikaze. Puede que tenga SU constituyente y SU Constitución pero el resto del país y el mundo va a hacer todo lo que esté a su alcance por desconocerla y elevar at infinitum su costo, con la garantía de conflicto a futuro.

Para la oposición, arranca el momento de probar si es verdad que ser mayoría, pero sin armas, ni organización, ni recursos y sin un liderazgo unificado, es suficiente para enfrentar la batida radical de un gobierno dispuesto a todo para preservarse.

Y, finalmente, para el pueblo en general y los empresarios e inversionistas, representa la incertidumbre de vivir en un país bloqueado, radicalizado, destruido, empobrecido y sin horizonte claro para la crisis.

El tiempo posconstituyente está amenazado por una crisis política signada por la radicalización de ambas partes. En lo social, por la conflictividad, el empobrecimiento y la emigración; y en lo económico, por el destape del iceberg de la crisis, del cual hoy sólo estamos viendo la puntica.

Aquí estamos pues. En el escenario “perfecto” de quienes creen que no es necesario negociar. Que su fuerza es suficiente para destruir a su adversario. Veremos ahora si los radicales de ambos lados son tan fuertes como dicen.

Mi opinión es que después de todos los errores previos, veremos un país mucho más débil, primitivo y peligroso, que terminará haciendo después lo que antes hubiera evitado mucho dolor: negociar, pero en peores condiciones.

¿Constituyente? No, Desconstituyente.

¿La hora cero?; por Luis Vicente León

La oposición intenta usar la fuerza de su clara mayoría para ponerse frente a un gobierno que parece venir sin freno a la consecución de su Constituyente. Así, el país se queda preso de dos fuerzas que sienten que ese evento es vital o mortal. El gobierno cree que sin Constituyente está acabado, pues su posición

Por Luis Vicente León | 23 de julio, 2017
Autopista de Prados del Este, Caracas. 20 de julio de 2017. Fotografía de Andrés Kerese

Autopista de Prados del Este, Caracas, el 20 de julio de 2017, día en el que la oposición llamó a un paro cívico de 24 horas. Fotografía de Andrés Kerese

La oposición intenta usar la fuerza de su clara mayoría para ponerse frente a un gobierno que parece venir sin freno a la consecución de su Constituyente.

Así, el país se queda preso de dos fuerzas que sienten que ese evento es vital o mortal. El gobierno cree que sin Constituyente está acabado, pues su posición de respaldo popular es minoritaria y le sería imposible ganar una elección democrática convencional. También sabe que perder y salir del poder tiene un costo adicional infinito. Actúa en consecuencia y está dispuesto a todo por obtener una especie de Sóviet Supremo, sin límites, ni reglas, ni tiempos, que le permitirá destruir a sus adversarios y gobernar con poder total.

Usando esa Asamblea Nacional Constituyente, amenaza a la oposición con destruirla al obtener ese poder, que en realidad ya ejerce a través de su control institucional, pero que necesita limpiar, quitando de él las sombras que genera la Constitución de 1999 y que indica a todas luces que lo que está haciendo es inconstitucional e ilegítimo.

Para preservar ese Sóviet por el tiempo que quiera y para cambiar la forma de elección a futuro y permitir que la minoría pueda mantenerse en poder, necesita su Constituyente, sin aprobación previa del pueblo y con un sistema electoral corporativista.

Pero sabiendo que ese evento es vital para la revolución, la oposición también se convierte en un kamikaze dispuesto a lo que sea para pararlo. La cosa se complica cuando debe responder ¿cómo?, frente a un poder desatado, concentrado y sin barreras de contención. La oposición también tiene múltiples divisiones internas y se muestra sin lineamientos claros, ni liderazgo unificado y convive con presiones anárquicas ante la llegada inminente del “día final”.

Ha convocado una hora cero. ¿Pero qué es eso? Ella tampoco lo sabe a ciencia cierta. Intenta estructurarlo bajo los instrumentos de la protesta pacífica. Consultas, un paro, que luego escalará, trancones más largos, más calle y presión internacional. Esos son los instrumentos naturales de su lucha y ha avanzado en ese camino. El problema es que se mezcla, sin quererlo, con acciones violentas y de dibujo libre de actores que creen que no se debe seguir al liderazgo formal y que se hacen incontrolables. Así, las acciones pacíficas se descontrolan y radicalizan y se presentan las dudas naturales. Una cosa es la participación voluntaria y otra la obligada. ¿Qué hay de diferente entre un gobierno que obliga a un empleado público a votar (aunque no quiera) y una oposición que obliga a una panadería a cerrar (aunque tampoco quiera)?

Mientras tanto, algunos barrios se introducen a la protesta, pero poco a poco, porque tienen miedo de perder subsidios o de ser atacados por un “colectivo”. El paro de esta semana fue muy exitoso porque era de un día, pero podría animar a un paro permanente en un país petrolero donde el gobierno controla la producción y plantea un pulso de fuerza entre un empresariado y una población pauperizada y un gobierno, también quebrado, pero que controla los pocos recursos del país. Y se suma la amenaza de sanciones unilaterales, que si son generales, añadirán picante malo a la sopa.

En mi opinión esto nos está llevando a más pobreza, primitivismo y fractura. Y hasta que las partes no entiendan que hay que negociar para convivir y rescatar equilibrios, el futuro es oscuro.

Es verdad que en casos extremos hay salidas no negociadas. Son guerras, conflictos armados, invasiones. Pero eso requiere varias condiciones. Armas, líderes, plata, organización y militares. Pero sobre todo disposición a que te maten a ti y a tus hijos en esa guerra y la claridad de que aun ganándola, el desequilibrio, la inestabilidad, la violencia y el empobrecimiento durarán por años.

¿Plebiscito y Constituyente?; por Luis Vicente León

Pongámoslo de esta manera. El gobierno cree que está muerto políticamente si no logra pasar su constituyente. Y digo su constituyente porque numéricamente es exactamente así, sólo él la quiere, la promueve y la motoriza contra viento y marea. Pero a la misma vez, la oposición siente que esa constituyente representa su muerte y también

Por Luis Vicente León | 16 de julio, 2017

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Pongámoslo de esta manera. El gobierno cree que está muerto políticamente si no logra pasar su constituyente. Y digo su constituyente porque numéricamente es exactamente así, sólo él la quiere, la promueve y la motoriza contra viento y marea. Pero a la misma vez, la oposición siente que esa constituyente representa su muerte y también la de la democracia, la República, los derechos humanos y económicos y las posibilidades de rescatar la paz. Por cierto, es normal esta apreciación, pues toda la venta hecha por el gobierno está orientada a contar cómo es que el chavismo va a destruir a todos sus adversarios, basado en esa especie de Soviet Supremo, conformado por puros revolucionarios dispuestos a todo para arrasar a la oposición de la faz de la tierra.

El gobierno avanza entonces hacia su constituyente a trocha y mocha. Sus esfuerzos se focalizan en evitar los bloqueos por parte de la oposición (amenazando, apresando y reprimiendo) y preparándose para mover la mayor cantidad de empleados públicos y beneficiarios de subsidios para que voten a juro en un evento, ya que de otra manera estarían más sólos que la una. Es obvio que la movilización le será difícil. Ni siquiera la base del chavismo se entusiasma con esto, pero no les quepa la menor duda de que la presión y la amenaza será brutal y al gobierno le tiene sin cuidado por quién vote la gente o si le da la gana de marcar nulo. El triunfo de sus candidatos claves está garantizado y blindado con un solo voto, el objetivo es poner más masa a la mazamorra. Para eso lo que hay que hacer es llevar gente como sea. Y queda el tema de cómo se desplegará la información de participación. Después de todo, siempre habrá una excusa de “Interés Nacional” para preservar en secreto algunos datos que “no vale la pena compartir”, como por ejemplo cuánta gente votó o, más interesante aún, ¿cuánta no lo hizo?

Por su parte, la oposición está haciendo todo lo posible por parar esa constituyente. El problema es que esto parece atado a un evento mayor. A estas alturas, parar la constituyente es igual a parar al gobierno, que en estas condiciones sería igual a sacarlo del poder. Las marchas, los plantones, la lucha de calle y hoy el plebiscito en contra del presidente Maduro intentan ese objetivo.

Se ha discutido sobre este evento en particular y algunos de mis más respetados analistas, abogados y amigos le han dado un nivel de legalidad y vínculo al plebiscito, atada al derecho a la consulta y derivada de la ilegalidad en la que se encuentra el país. Creo entender que estos expertos indican que algunas cosas que usualmente no parecerían legales, ahora podrían serlo, porque nada es totalmente legal ni totalmente ilegal ya en Venezuela, o ¿debo decir mejor que algunos indican que todo es legal contra un gobierno que no lo es? Bueno, dejando de lado este trabalenguas que me estresa, en mi opinión (y no es una opinión legal), la legalidad o no del plebiscito no es lo importante ni lo que lo motiva, pues lo que realmente clave es si el plebiscito es capaz de movilizar a la gente de manera contundente y además dejarla ahí plantada, pacíficamente, en la defensa de sus derechos, en todo el país y en todas los espacios. Y así, convertir el plebiscito en el disparador de la masificación real de la protesta y lograr fracturar al adversario, lo que podría presionar una negociación política que lleve a una oportunidad pacífica de cambio. Ese creo que es el objetivo real del plebiscito. Lo de la legalidad, claro que es importante, pero ese debate me imagino que no fue lo que privó en la independencia. Después de todo, supongo que a Napoleón y a Fernando VII, aunque en diferentes momentos, les pareció ilegal, de toda ilegalidad.