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¿Y eso da?; por Héctor Torres

Y eso da por Héctor Torres 640

Conocí a un muchacho que estudiaba Ingeniería y me dijo que una vecina le había ofrecido conseguirle una postulación, o algo así, para la Escuela de Aduana, y que se lo estaba pensando. Se trataba de un cambio tan incompatible que no dejaba de ser curioso. ¿Vas a dejar Ingeniería por Aduana? ¿Y a ti te gusta eso?, le pregunté.

No es que me guste, es que ahí es donde están los reales, me dijo, convencido.

Es decir, lo que importa es dónde está el dinero, buscarlo, tenerlo cerca. Y el asunto vocacional (e, incluso, las consideraciones éticas), queda en segundo plano. O, más bien, no es un elemento a sopesar en esas cuentas. Y estamos hablando de gente joven. Y gente que, básicamente, se consideran buenas personas. Que están convencidas de su honestidad. Que creen “en progresar”. Gente que, sin darse cuenta, mantiene vivo el viejo lema que nos trajo hasta aquí: Yo no quiero que me den, sino que me pongan donde “haiga”.

Porque “hay que echar pa´lante”, señalan con suficiencia, persuadidos de estar apuntando en la dirección correcta.

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¿Y tú qué quieres estudiar?, le pregunta una señora al sobrino adolescente, con genuino interés. La afable sonrisa de la tía se convertirá en una mueca de espanto si la respuesta es algo así como Letras, o Arte, o Teatro. O Bibliotecología. O Música. O Educación. La siguiente pregunta no será un “¿Y te gusta eso?”, sino un alarmado “¿Y eso da?”, o un más contundente y lapidario: “Bueno, prepárate a pasar hambre”.

Todavía me pregunto qué me quiso decir mi guía de tercer año cuando, en una consulta sobre vocación, yo dije que quería estudiar Psicología (había leído un par de libros al respecto, y estaba enamorado de esa carrera): “Los psicólogos se mueren de hambre debajo de un semáforo”, señaló con ostensible desdén.

Sí, lo sé: necesito terapia que me ayude a superar ese rencor.

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Ese “hay que echá palante” como único discurso modelador de la clases emergentes, ha sido, en buena medida, responsable de nuestro fracaso como sociedad. La “prosperidad” sin vocación, sin solidaridad, sin desarrollo de vida interior, sin deseo de contribuir con el progreso de la sociedad, sin ética, sin escrúpulos… han contribuido a que eso de “echar palante” encuentre cómodas interpretaciones que van desde la tecnocracia indolente hasta la descarada corrupción.

Nuestra clase media tiene una importante base de sustento en la relativamente fácil capacidad de ascenso social que se registró en nuestro país durante las décadas de los setenta y de los ochenta. Eso de sacar gente de la pobreza sin incentivarle el desarrollo humanístico, de que se entienda un solo tipo de pobreza (la material) o, incluso, de despreciar el cultivo de la sensibilidad, el goce espiritual y el conocimiento del mundo más allá de sus espacios profesionales, fue un ingrediente indiscutible en eso de producir una sociedad frívola, egoísta, materialista y mezquina. Incapaz de vuelo poético para ver la vida desde otras perspectivas y valorar el trabajo de creadores, lo que trajo, además, una incapacidad para desarrollar la creatividad y la imaginación, como fuentes generadoras de todo tipo de riqueza.

¿Cuántos libros completos se lee un muchacho al culminar el bachillerato? ¿Qué capacidad para abordar todas las aristas de las complejidades del entorno tiene alguien que pudo atravesar el bachillerato sin haberse leído un solo libro completo?

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Nuestro “hay que echar pa´lante”, nuestra valoración del individuo y de su rol en la sociedad a partir de los objetos que ostenta, abrió la puerta a un apetito por el dinero como fin en sí mismo, como instrumento de ascenso social, sin que eso repercutiese en una mejor ciudadanía o, peor aún, sin que eso tuviese como objetivo el destinar mayores recursos a una mejor comprensión del mundo. Lo cual ya era malo. Pero el dinero como tapadera para hacerse de un “status” de respetabilidad para seguir robando, por la pura avaricia, corromper hasta el sentido de las palabras, es uno de los mayores signos de decadencia que puede vivir una sociedad.

Lleva ese tipo de gente al poder y sabrás qué sociedad produces. O, también: ve qué sociedad has estado produciendo y entenderás qué tipo de personas llevaste al poder.