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¿Y eso da?; por Héctor Torres

Por Héctor Torres | 17 de julio, 2014

Y eso da por Héctor Torres 640

Conocí a un muchacho que estudiaba Ingeniería y me dijo que una vecina le había ofrecido conseguirle una postulación, o algo así, para la Escuela de Aduana, y que se lo estaba pensando. Se trataba de un cambio tan incompatible que no dejaba de ser curioso. ¿Vas a dejar Ingeniería por Aduana? ¿Y a ti te gusta eso?, le pregunté.

No es que me guste, es que ahí es donde están los reales, me dijo, convencido.

Es decir, lo que importa es dónde está el dinero, buscarlo, tenerlo cerca. Y el asunto vocacional (e, incluso, las consideraciones éticas), queda en segundo plano. O, más bien, no es un elemento a sopesar en esas cuentas. Y estamos hablando de gente joven. Y gente que, básicamente, se consideran buenas personas. Que están convencidas de su honestidad. Que creen “en progresar”. Gente que, sin darse cuenta, mantiene vivo el viejo lema que nos trajo hasta aquí: Yo no quiero que me den, sino que me pongan donde “haiga”.

Porque “hay que echar pa´lante”, señalan con suficiencia, persuadidos de estar apuntando en la dirección correcta.

*

¿Y tú qué quieres estudiar?, le pregunta una señora al sobrino adolescente, con genuino interés. La afable sonrisa de la tía se convertirá en una mueca de espanto si la respuesta es algo así como Letras, o Arte, o Teatro. O Bibliotecología. O Música. O Educación. La siguiente pregunta no será un “¿Y te gusta eso?”, sino un alarmado “¿Y eso da?”, o un más contundente y lapidario: “Bueno, prepárate a pasar hambre”.

Todavía me pregunto qué me quiso decir mi guía de tercer año cuando, en una consulta sobre vocación, yo dije que quería estudiar Psicología (había leído un par de libros al respecto, y estaba enamorado de esa carrera): “Los psicólogos se mueren de hambre debajo de un semáforo”, señaló con ostensible desdén.

Sí, lo sé: necesito terapia que me ayude a superar ese rencor.

*

Ese “hay que echá palante” como único discurso modelador de la clases emergentes, ha sido, en buena medida, responsable de nuestro fracaso como sociedad. La “prosperidad” sin vocación, sin solidaridad, sin desarrollo de vida interior, sin deseo de contribuir con el progreso de la sociedad, sin ética, sin escrúpulos… han contribuido a que eso de “echar palante” encuentre cómodas interpretaciones que van desde la tecnocracia indolente hasta la descarada corrupción.

Nuestra clase media tiene una importante base de sustento en la relativamente fácil capacidad de ascenso social que se registró en nuestro país durante las décadas de los setenta y de los ochenta. Eso de sacar gente de la pobreza sin incentivarle el desarrollo humanístico, de que se entienda un solo tipo de pobreza (la material) o, incluso, de despreciar el cultivo de la sensibilidad, el goce espiritual y el conocimiento del mundo más allá de sus espacios profesionales, fue un ingrediente indiscutible en eso de producir una sociedad frívola, egoísta, materialista y mezquina. Incapaz de vuelo poético para ver la vida desde otras perspectivas y valorar el trabajo de creadores, lo que trajo, además, una incapacidad para desarrollar la creatividad y la imaginación, como fuentes generadoras de todo tipo de riqueza.

¿Cuántos libros completos se lee un muchacho al culminar el bachillerato? ¿Qué capacidad para abordar todas las aristas de las complejidades del entorno tiene alguien que pudo atravesar el bachillerato sin haberse leído un solo libro completo?

*

Nuestro “hay que echar pa´lante”, nuestra valoración del individuo y de su rol en la sociedad a partir de los objetos que ostenta, abrió la puerta a un apetito por el dinero como fin en sí mismo, como instrumento de ascenso social, sin que eso repercutiese en una mejor ciudadanía o, peor aún, sin que eso tuviese como objetivo el destinar mayores recursos a una mejor comprensión del mundo. Lo cual ya era malo. Pero el dinero como tapadera para hacerse de un “status” de respetabilidad para seguir robando, por la pura avaricia, corromper hasta el sentido de las palabras, es uno de los mayores signos de decadencia que puede vivir una sociedad.

Lleva ese tipo de gente al poder y sabrás qué sociedad produces. O, también: ve qué sociedad has estado produciendo y entenderás qué tipo de personas llevaste al poder.

Héctor Torres  es autor, entre otras obras, del libro de crónicas "Caracas Muerde" (Ed. Punto Cero). Fundador y ex editor del portal Ficción Breve. Puedes leer más textos de Héctor en Prodavinci aquí y seguirlo en twitter en @hectorres

Comentarios (10)

Antolín Martinez A.
17 de julio, 2014

Alguien, no recuerdo si de la escuela de Frankfurt, dijo que habíamos confundido los medios con los fines. Y, tal como dice usted, la gente lo que ha cultivado es el “apetito por el dinero como fin en sí mismo”. Cuando el dinero es, en sí, un medio, no un fin. Así las cosas…

Franklin Vallenilla
17 de julio, 2014

Todo lo que dice el artículo es cierto. Letra a letra.

Juancho Márquez.
17 de julio, 2014

El artículo recuerda lo escrito por Arturo Uslar Pietri en 1997. El reconocido intelectual venezolano decía que carecíamos de la ética del trabajo mediada por la vocación. Trabajamos puramente para obtener dinero con el objetivo de satisfacer básicas. Y eso ha sido así desde la colonia española, cuando los capataces obligaban a trabajar a los esclavos en algo que no querían ni de lo cual obtenían “ganancia” espiritual. En Venezuela el trabajo se hace porque “si no trabajo, no como” sin mirar si hay consecuencias nefastas para la sociedad relacionadas en ese “trabajo.”

dharana
18 de julio, 2014

Muy bueno su análisis y lamentable la realidad que expone. La sociedad venezolana tiene perdido el rumbo, fue un proceso de descomposición que inició antes de la revolución y que se profundizó a consecuencia de las políticas de estado del gobierno en los últimos 15 años. La pregunta es, tenemos alternativas?

Víctor Linares
18 de julio, 2014

De la tecnocracia indolente a la descarada corrupción” con esa frase está definida nuestra sociedad. Son tantos que ya van para generalidad, las excepciones se convirtieron en anomalías.

Solange
18 de julio, 2014

Leo este artículo y no puedo más que correr a encontrarme de nuevo con la lectura de Martha C. Nussbaum “Sin fines de lucro. Por qué la democracia necesita de las humanidades” Recomiendo que lo lean. Gracias Héctor por estas reflexiones. En ese vacío del espíritu están mucho de nuestros males y no me estoy refiriendo a ideas “new age” ni a fòrmulas mágicas de mejoramiento personal, me refiero al pensamiento trascendente, al reflexivo, el que escarba en nuestra propia naturaleza a través del encuentro que se sostiene con el mundo y las ideas de otros cuando se toma un libro entre manos.

Pilar
18 de julio, 2014

Creo que lo peor de todo es la ostentación y la adulanci desvergonzadas. Donde trabajo hay varios que caminan “pa´lante” porque ven a los demás, pero se las arreglaron para juntar 4 lochas y comprar tres chécheres, sin los cuales no son ni nada, ni nadie. Cundo tratas de hablar de algo que no sea el automóvil o el equipo electrónico de última tecnología, no tienen conversación. Eso sí: cómo halan! Ahí sí les brota la labia!

Edmary Reyes
18 de julio, 2014

El artitulo está en mi opinión excelente. Considero que existe una mentalidad errónea en cuanto al concepto de sacar “a la gente de la pobreza” y que se vio profundizada en los ultimos años, sin incentivar la capacidad inventiva, de solución de problemas, busqueda de respuestas, de producción en pro de la sociedad, del pais y por ende del bien propio.

Christian Perli
21 de julio, 2014

En Venezuela han cambiando los roles, ahora el que triunfa no es el profesional, tampoco el que estudió y se preparó por años, sino el vivo, lo importante es conseguir los “reales” como sea. Estamos viviendo una degradación absoluta de la sociedad, porque incluso jóvenes preparados y “educados” de buena familia son los primeros en la lista de guisos con el gobierno. Por otra parte ser empleado “no público” se ha convertido en un problema, los sueldos no alcanzan por la inclemente inflación que vivimos. Por ejemplo: un moto taxista te gana más que un ingeniero, entonces?, habrán cada vez menos profesionales y la gente valiosa desde hace rato busca como salir del país por no sobrevivir a una economía marxista incapaz de generar riqueza.

Anele
24 de julio, 2014

Pues estudie bibliotecologia y debo decir que apenas ejerci mi carrera, varias circunstancias me llevaron a otro oficio, donde puedo aplicar algo de lo que aprendi en mi carrera, pero que no tiene nada que ver co la misma. Aqui, en Venezuela, la pregunta del eso da? es porque nadie quiere ser un profesional-obrero, de los que estudian una carrera y terminan con el titulo de adorno, porque aqui no le dan valor suficiente a ciertas carreras, valga decir Bibliotecologia…, pocos son los profesionales en mi area que pueden decir que viven (y no sobreviven) con su sueldo…

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