Perspectivas

Venezuela: ¿del conflicto al consenso?; por Carmen Beatriz Fernandez

Por Carmen Beatriz Fernández | 26 de enero, 2016

Venezuela del conflicto al consenso; por Carmen Beatriz Fernandez 640

El pasado 6 de diciembre la oposición venezolana logró una muy importante victoria en las elecciones a la Asamblea Nacional, alcanzando 112 diputados, o dos tercios del parlamento. Con el 56% de la votación nacional la oposición se hizo con el 72% de la representación parlamentaria. Pese a que la Constitución nacional establece que el sistema electoral ha de ser proporcional, una complicada maraña de reglas y ajustes geográficos diseñados para favorecer al oficialismo, hizo que las mayorías territoriales obtuvieran una sobre-representación que logró el resultado final. En una suerte de bumerán justiciero, el chavismo había recibido una cucharada de su propia (y amarga) medicina

Apenas días después de la elección, el parlamento saliente se privó de sus vacaciones navideñas y sesionando febrilmente hizo un conjunto de importantes cambios legales y presupuestarios que limitaran la actuación de la nueva Asamblea, igualmente jubilaron y sustituyeron a buena parte de los magistrados del máximo tribunal. También pusieron a trabajar en vacaciones a la Sala Electoral del Tribunal Supremo y en conjunto con ella abrieron procedimientos de inhabilitación a tres nuevos parlamentarios opositores.

Los trucos, ardides y triquiñuelas son moneda frecuente en el oficialismo y ello no sorprendió en demasía. Se vio como una nueva convocatoria al conflicto que anticipaba el enfrentamiento entre poderes. Tradicionalmente ha sido su pugnacidad fuerza motriz del chavismo. Chavez fue un maestro del conflicto y a través de ello promovió permanentemente la polarización y el contraste. La política es un permanente juego entre dos fuerzas: conflicto y consenso.

¿Qué hacer entonces? También Lenin buscó responder esta pregunta a principios del siglo pasado. Una tradicional respuesta chavista-leninista apuntaría más al conflicto, a la lucha de clases y trabajar por consolidar el sistema de partido único. Pero son otros los tiempos y los 17 años del dominio chavista fueron pródigos en diatribas que dejaron este caos. El conflicto no es bueno para lograr crecimiento ni desarrollo. La historia es elocuente en advertir que los períodos más exitosos económicamente son aquellos donde los conflictos han encontrado su canal institucional para dirimirlos. El pasado 2015, Venezuela tuvo la inflación más alta del mundo, del 275% y superior al 400% en alimentos. Los pronósticos para el 2016 del FMI estiman triplicarla para llegar al 720%. Los niveles de escasez en alimentos y medicinas nos ponen al borde de una declaratoria de emergencia humanitaria. Además este año, Venezuela destronó a Honduras como país más violento del continente. Todo ello dibuja un pavoroso cuadro de crisis sistémica y miserización creciente hacia el 2016. La situación es tremendamente comprometida en lo social y económico, por ello lo político debe dejar de ser parte del problema y empezar a dibujar soluciones.

Si bien el conflicto es la fuerza que prima durante lo electoral, durante cualquier gobierno debe imponerse el consenso. La capacidad para generar acuerdos es una habilidad que la clase política debe dominar, pero en estos tiempos se convierte en una necesidad vital. Partir de los que nos une, de los espacios mínimos de encuentro es fundamental. Y ese mapa de espacios de acuerdo mínimo debe dibujarse en Venezuela no sólo entre chavismo-oposición, sino entre el resto de los actores nacionales relevantes: en el respeto a las normas, en el diseño de paliativos a la miseria, en la recuperación del valor del trabajo y la producción nacional, en la seguridad nacional y en la necesaria amnistía política.

Por ello es de agradecer que ante la inhabilitación de los tres parlamentarios opositores que podrían hacer la diferencia entre una mayoría calificada de 2/3 partes y otra, igualmente calificada pero menos potente de 3/5 partes, la bancada opositora haya decidido acatar la cuestionable decisión del Supremo y volver al parlamento. Debatiéndose sobre si era mejor tener 112 diputados en la calle o 109 en el hemiciclo, la oposición tuvo la madurez de sortear este primer choque de poderes y conducir el diálogo a su espacio institucional natural. “A veces hay que doblarse para no partirse”, afirmó el presidente del Parlamento Henry Ramos Allup para explicarlo. Porque además en este caso, más allá de las triquiñuelas jurídicas, podría haber algo más. El chavismo pretendió protegerse así frente a lo que puede venir. ¿Y qué puede venir?  Dos tercios del parlamento constituyen una supermayoria que le califica para acometer muy importantes cambios y controles al seno del gobierno nacional. Aunque no es un cambio de gobierno, podría sí ser instrumento para una transición política. Y en las transiciones, como argumenta Adam Pzrezowski, no es tan importante si el partido de gobierno PUEDE O NO perder, sino LO QUE puede perder. Es decir: ¿qué harían conmigo mis opositores si llegan al poder?, es la pregunta que se hacen quienes están a punto de perderlo. Cuando se cree que lo que se puede se perder (bien se trate de fortunas, libertad personal o incluso la vida) involucra demasiados riesgos, se pondrán toda clase de obstáculos a que esa transición ocurra. Escamotearle a la oposición la mayoría calificada de 2/3 partes pretende tambien decir: “¡Hey! Aquí estamos, tienes que negociar”

El mejor resultado posible en política es aquel en el que ninguna de las partes sale totalmente satisfecha, pero tampoco totalmente humillada. Esa es una dinámica ganar-ganar, que muy poco hemos visto en Venezuela en los últimos tiempos. El diálogo debe volver a ser el estado natural entre las fuerzas parlamentarias y es un gran valor político. Pese a que la emergencia económica es incuestionable, la forma cómo la planteó el reciente decreto de emergencia económica del Ejecutivo fue una nueva apuesta al conflicto. El oficialismo parece haber decidido rehuir al cambio y rechazar los controles y exigencias que le impone el nuevo Parlamento. Esa tozudez hará que el propio cambio se lleve a la nomenklatura por delante.  El cambio es necesario, y un anhelo, la transición terminará ocurriendo. No hay dique que contenga un maremoto. Para que ello ocurra de la mejor manera, una parte del chavismo tendrá que ayudar a lograr la mejor solución institucional, democrática, pacífica y electoral. No será fácil, pero será imprescindible.

Carmen Beatriz Fernández 

Comentarios (3)

José Angel Borrego
26 de enero, 2016

Señora Fernández, por favor, sáqueme de esta duda. El TSJ anuló la elección de cuatro diputados de Amazonas. Es decir, el máximo juez de la república amputó el número de parlamentarios para llevarlo a 163 diputados en lugar de los 167 elegidos y previstos en la Carta Magna. Siendo así, esa cifra de 163 es la que rige para efectos del establecimiento del quorum y no la de 167, ello, por decisión del TSJ. ¿Estamos hasta aquí? Siendo así, de 163 diputados la oposición cuenta con 109. Si se hace el cálculo elemental, 109 son el 66,68 % de la totalidad de los diputados de la AN. Es decir, más de las dos terceras partes. Es probable que el TSJ zanje de nuevo en favor del PSUV y contradiga esta sencilla operación de matemática de quinto o sexto grado. ¿Cómo lo argumentaría?

Anibal L.
27 de enero, 2016

Buenos días, Sr. J. A. Borrego, Le aclaro: 1) El TSJ “no anuló” la elección de los Diputados de Amazonas, solo, temporalmente, “anuló su juramentación”. 2) Tal como usted lo dice, para efectos legales, la Asamblea Nacional está funcionando con 163 Diputados, y las 2/3ras. partes de la misma, equivalen a 109 Diputados, que es el número de Diputados que tiene la MUD en la Asamblea Nacional.

Anibal L.
27 de enero, 2016

Continúo y termino: Todo esto se mantendrá, hasta que haya una decisión jurídica del Poder Electoral, posterior a la defensa que realicen los Diputados impugnados, en atención a la sentencia que emitiera la Sala Electoral del TSJ el pasado día 30-12-2015, en la que, entre otras cosas dice, que la sentencia se basa en “un hecho notorio comunicacional de una llamada telefónica entre, supuestamente, la secretaria del gobernador de Amazonas y otra persona, en la que ella ofrecía dinero a las personas que votaran por la MUD”, y para la que el TSJ no tomó en consideración una sentencia previa sobre la difusión de llamadas telefónicas como prueba en un determinado juicio, diciendo: “hay una sentencia de la Sala Constitucional, con ponencia de la Magistrada Luisa Estella Morales Lamuño, que señala que: “si el hecho notorio comunicacional es impugnado en un Tribunal, no se le puede dar ningún valor, ya que puede ser luego declarado falso”. Dicho hecho notorio carece de legitimidad.

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