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Una pérdida, por Naky Soto

NS

Nadie habla de ellas. Es un tabú forjado en el dolor de quien las vive, el respeto tácito a esto que ocurriendo y teniendo explicación, jamás será consuelo. Una pérdida: así le llaman.

Cuando el obstetra en el ecosonograma cambió el tono de voz, lo presentí sin entenderlo. Presumo que en una reacción de autodefensa, apagué mi comprensión. Escuchaba pero no entendía. ¿Que el embrión no tiene vida? “No hay fluido sanguíneo, no late el corazón”. ¿Cómo era posible? Pocos días antes lo vi, lo escuché, era una vida, pequeñita, de un centímetro y medio, en su saco, en medio de esas manchas grisáceas que si no te las explican, no entiendes. Pero ya no hay vida.

El porcentaje más alto de pérdidas dentro del primer trimestre suele ocurrir por problemas del propio embrión. Es mejor que ocurra temprano y no más adelantado el embarazo. Mi racionalidad asume estos argumentos, pero mis emociones no. Probablemente el pragmatismo sea el mejor estímulo que puedes brindarle a un ser desconsolado, obligándole a enjugar las lágrimas con criterio, a pensar en los procedimientos que deben celebrarse a continuación.

El poder de la familia

Del embarazo supieron sólo nuestros amores más cercanos. Es costumbre no hablarlo hasta pasado el tercer mes, pues se supone que es el tiempo de superar los mayores riesgos, y en palabras de una abuela: “a partir de ahí es que los muchachitos siguen su curso”. Un poco de cábala, pero mucho más de sabiduría, comprobada dolorosamente en esta circunstancia.

El aval más grande que tenemos en la vida es nuestro capital emocional. Nuestras familias y amigos son una liga de superhéroes. En estos días, decidieron quitarse sus capas de vuelo para tejernos una manta de abrigo, de protección. Mi hermana es más poderosa que Superman y su fe, inconmensurable. Y a pesar de tanto amor, este es un cuadro que le resta verbo a cualquiera, haciéndoles sentir torpes porque nadie sabe qué decir, qué hacer, cómo ayudar. Las reacciones varían de persona a persona, pero yo, contraviniendo el principio fundamental de compañía, sólo quería estar sola.

El valor del silencio

Quería estar sola. Para no explicar mi llanto constante, mis breves ejercicios de negación, mi rabia nacida desde esta extraña derrota e incluso el sentimiento de culpa por producirles tristeza a quienes deseo hacer felices. Una parte de mí generó lo que llamaré «el rechazo a la esperanza», algo sumamente complejo de explicar a quién desea brindarte consuelo y fortaleza.

La esperanza como la risa, no se pueden imponer, no operan desde la racionalidad. La esperanza no crece en un terreno que acaba de ser golpeado, para bien, supongo, pero golpeado igual.

Mi silencio contó con las interrupciones dulces de Pepe, mi perro reconvertido en gato, merodeandome sin cesar, montándose en mi regazo e invitándome a acariciarle como siempre lo hace, hundiendo su trompa bajo mis manos y levantando la cabeza con energía.

Las caricias son un mantra poderoso, ese movimiento continuo que facilita la reflexión desde lo sedoso del contacto, lo real de su presencia. Peleé con Dios. Le dije cosas fuertes, le torcí los ojos y oré con mas costumbre que fe. E igual tuve que hacerme exámenes, responder a las instrucciones de mi obstetra, tuve que combinar con mediana eficiencia, mi tristeza y mi operatividad, dualidad que sólo hizo posible LuisCarlos, que reservando su propio dolor, me recordó en cada mirada por qué somos una familia.

La imposibilidad fáctica del guayabo

Este es un dolor de otra dimensión. Yo viví desamores, como no. Se ha muerto gente amada y me ha dolido, pero esta es otra dimensión. Lo es, porque afortunadamente he tenido una vida signada por el amor, el respeto y muchas certezas en mi cotidianidad. Eso hace a mi espíritu bastante frágil para el dolor, una bendición desde toda perspectiva. Salvo esta.

Cuando salí del consultorio del obstetra, me monté en el ascensor con la necesidad de encontrar un espacio medianamente discreto para llorar, a todo pulmón, como lo necesitaba. En la cabina se montó una muchacha italiana que a todo volumen hablaba de las fallidas predicciones sobre el sexo de su bebé. Hablaba gritando, se reía. Los minutos que duró el descenso me parecieron una eternidad.

Al ir a hacerme las pruebas obligatorias para interrumpir mi embarazo, una señora hermosa amamantaba a su bebé en el laboratorio. Cuando salí, me crucé con varias embarazadas, gente con coches, niñitos lindos corriendo y más embarazadas. Este será mi escenario lo quiera o no, y de mí depende que verles no se convierta en una laceración. En Venezuela es muy difícil vivir el guayabo de una pérdida, porque si alguna variable compite en sus estadísticas con la criminalidad, es la cantidad de nacimientos por día.

Más fácil es conseguir cocaína

Cytotec es la medicina recetada para la apertura del cuello uterino, pero su localización en Caracas y posterior adquisición nos llevó horas de trámites, prueba de vivir bajo un gobierno punitivo e ineficiente.

En los días más tristes de mi vida, tuvimos que ir y venir de farmacias, con informes médicos, pruebas de laboratorio y hasta ecosonogramas impresos que quedarán en el archivo de la farmacia -¿?- como prueba de que no quise abortar “irresponsablemente”.

Todos los papeles tenían, además del membrete de la clínica, dirección y teléfonos de los médicos, sus firmas y sellos con el resto de sus datos legales. Ningún farmacéutico se tomó la molestia de llamar y verificarlos. Tuvimos que enfrentar su suspicacia, sus explicaciones sobre el riesgo de perder sus licencias e incluso las historias sobre lo penoso de vender esa medicina. Y estas pastillas eran apenas el primer trámite para la extracción del embrión.

Legrado uterino

Esta breve cirugía, mejor conocida como curetaje, necesita los mismos protocolos de un parto. Ninguna institución médica cuenta con salas diferentes para unos y otros, así que, debimos vivir todo el proceso entre los llantos dulces de recién nacidos y la euforia de los familiares que celebraban su llegada a la vida. El último tramo de un proceso difícil, con cierto porcentaje de crueldad para mi percepción, pero así tenía que ser.

Hubo un corte de energía eléctrica a nivel nacional, que retrasó todos los procesos, la obscuridad de un sistema colapsado en varios sentidos. Otra prueba para nuestra entereza. LuisCarlos subió y bajó escaleras para mediar entre esas capas burocráticas a las que poco le interesan los motivos de tu ingreso, y que parecieran cruzarse para ralentizar lo que debiera ser más eficiente. Estuvo allí hasta que me llevaron a quirófano, y cuando desperté de la anestesia con sus dedos jugando en mi cabello y sus palabras separándome de la desorientación.

Unas horas después, salimos a casa a bañarnos, a arroparnos, a seguir.

***

He interumpido mi silencio para estas líneas, porque narrarlo es asumirlo, asumirlo es cerrar un ciclo, sin prescindir del dolor, agradecida del cobijo de nuestros amores y del alcance que la ilusión de una vida nueva tiene en cualquier biografía.

Mientras escribo cae una lluvia torrencial, igualita a la que envuelve mis emociones.

Solidaridad del cielo, presumo.

Porque fuerte es como la muerte el amor.

Cantar de los Cantares 8:6