Blog de Héctor Torres

Una “inocente” concesión, por Héctor Torres

Por Héctor Torres | 24 de marzo, 2014
Una inocente concesión, por Héctor Torres 640

Fotografía de Miguel Angulo

La recluta fue una enorme cuota de poder que los gobiernos de la democracia entregaron a los militares. Gente que vivía bajo su condición de civil podía, de la noche a la mañana, pasar a la jurisdicción militar. Como en tiempos de guerra, como en las viejas montoneras, pero en un Estado moderno, la policía salía a la calle en “época de recluta” y, a la manera de los barcos negreros, salía a cazar ciudadanos que terminaban convertidos en reclutas.

Uno aún puede recordar esos autobuses azules y a varios hombres con chaquetas de tipo militar, pero vestidos de civiles, “verificando documentos” en lugares de alta densidad de la ciudad, buscando excusas para montar a todo varón de entre 18 y 30 años al autobús, a fin de llevarlos a los cuarteles. Mientras más cabezas entregaban, más cobraban, según se decía entonces.

Allá, en el cuartel, una vez entregados a instancias militares, el ciudadano vería cómo se libraba de ese castigo sin juicio previo. Si argumentaba ser estudiante, o hijo único, o sostén de hogar, o tener el pie plano o hacerse el bizco o el loco… En fin, la mayoría (la mayoría pobre) se quedaba. Y era obligatorio. Evadirse de ese castigo, una vez adentro, suponía pasar a ser prófugo de la Justicia Militar porque, sin haberlo escogido, era un militar y como tal lo procesaban.

El reclutado pasaba dos años de su vida sin poder disponer de la misma, confinado en un recinto seleccionado por otros, en el que imperaban las leyes salvajes y homofóbicas de los cuarteles, las cuales incluían castigos, palizas, tratos vejatorios. Este castigo, aunque más o menos aleatorio, tenía su claro componente clasista. Los muchachos de la clase media rara vez pagaban recluta. Siempre encontraban la manera de evadirla por un precio módico. Usualmente porque del liceo salían a la universidad. Ese fue, entonces, uno de los elementos que incubó una separación del país joven dividido por una línea invisible: los que iban a la universidad y los que iban a la recluta.

Una vez en el cuartel, descubrían que, pese a los abusos, pese al maltrato de sus superiores, el asunto se iba llevando… Síndrome de Estocolmo, quizá. Muchachos sin futuro y que, en muchos casos tenían un empleo precario (o no tenían empleo) terminaban sintiéndose parte de algo, asumiendo la jerga, aceptando los rangos.

De hecho, lo asumían con tanta mansedumbre, que la falaz expresión “servicio a la Patria” era resumida entre ellos con la pregunta “¿Tú serviste?”.

Y junto a Servicio a la Patria, otras frases como Hijos de Bolívar, Cuna de héroes, eran acuñadas en sus cabezas a fin de que aceptaran dócilmente haber entregado dos años de su vida al servicio, no de la Patria, sino usualmente de la casa de algún general o coronel o, en el mejor de los casos, de oficinista sin pago, o en cualquier otro oficio menor (chofer, albañil, mensajero) dentro o fuera de los cuarteles.

Y así fue durante años. ¿Cuál fue el resultado? Que esos hijos de María que no fueron a la universidad… ¿Cuál fue la  logia que los aglutinó? ¿Cuál es el único club del que pasaron a ser miembros vitalicios? Exactamente. Y sin rencor con los militares, porque fue la ley civil (a la esfera de la cual pertenecían) la que permitió ese abuso. Y, pasado el tiempo, se encariñaron con sus captores. Y salieron a la calle, e hicieron su vida, pero todos pasaron por ese secuestro “legitimado” del Estado llamado la recluta. Y todos comparten una historia común de muchachos pobres venidos de todo el país que salieron de un mismo sitio, en el que apenas aprendieron a asumir como natural las jerarquías militares y sus groseros privilegios. Y que los militares vean a los civiles con desprecio.

*

Cuando volvieron al poder, ese ejército dormido se activó. Volvieron los “cursos”, los “a discreción”, los “rodilla en tierra”, los “mi comandante”, los “palo por ese culo”, los “misiles”, los “batallones”, los “venceremos”… Era una jerga destinada a los “muchachos del pueblo”, no a “los hijos de papá”, como solía recalcar con calculado resentimiento el encargado de ese regreso al Poder por la puerta grande.

Fueron formados para obedecer militares y para creer (según se los enseñaron en la educación primaria) que a esa casta le debemos la libertad.

Ese breve lapso de democracia y gobiernos civiles no se dio cuenta que, con esa “inocente” concesión, habían estado cavando su propia tumba.

Héctor Torres  es autor, entre otras obras, del libro de crónicas "Caracas Muerde" (Ed. Punto Cero). Fundador y ex editor del portal Ficción Breve. Puedes leer más textos de Héctor en Prodavinci aquí y seguirlo en twitter en @hectorres

Comentarios (9)

Ligia Isturiz @Seleccionada
24 de marzo, 2014

Interesante tema que por alguños años alimentó algún segmento de la vida venezolana. Duro también. Los “soldados” (colectivamente, la tropa )que eran la escala inferior del ejército, debían, además, hacer de “sirvientes ” personales de la oficialidad. He leído ( y oído testimonios ) que hacían la compra, llevaban a los niños de sus jefes al colegio y algunos, tenían que asumir faenas domésticas de limpieza, cocina,lavado, sin paga alguna. En fin… una universidad de resentimiento que construye la conclusión de nuestro Héctor Torres ( de paso, gran abrazo de reencuentro ) HT habla en pasado, y yo no sé.. aparte de la eliminación del servicio militar obligatorio,en esos términos, mediante la recluta- como se seleccionan a esos servidores hoy en día, ni cuales son sus condiciones, su régimen.Me doy cuenta que ha vuelto a ser un tema interesante, por decir lo de menos

nelson jose ponce gonzalez
24 de marzo, 2014

Esa historia narrada, habria que completarla con otra no menos gloriosa y significativa. Casi todos los Generales venezolanos tienen origenes muy humildes, con un cuadro de pobreza muy dramatico. la vida militar para muchos de ellos fue un camino de prosperidad.En una epoca donde nadie queria ser militar, el camino libre sin competencia siempre ha sido para los desposeidos. De haber sido limpiabotas de niños, recoje latas, vendedores de periodicos y cartones, buhoneros etc. Viniendo de vivir en ranchos de hojalata y carton, como dice la cancion. Para ser Almirantes, Gererales de 5 soles con un magnifico baston de mando con empuñadura de oro,es una absoluta maravilla. Es muy cierto que los venezolanos siempre hemos visto a los militares no como una profesion, sino como una cueva de verdugos,sin futuro, pero para quienes tenian menos que nada, resulto la gloria, y un gran error para quien no lo miro asi. Tal vez por la historia de las dictaduras y lo poco del salario y aquella vieja historia, que todas las madres decian: yo quiero que mi hijo sea Medico, o abogado. Sin embargo en la epoca de la democracia,despues de peres jimenes.El gobierno le dio oportunidades a esos reclutas sometidos a la fuerza.Esos mismos que ahora son generales, recibieron oportunidades estudiaron en la academia militar,hicieron su cursos de estado mayor,se graduaron y tambien fueron a la universidad buscando una profesion complementaria. Los mas destacados fueron a estudiar a otros paises.Asi que hay unas historias con un final feliz de gran superacion.Unicmene para aquellos que quisieron luchar por salir de su extrema pobresa

DianaRisquez
25 de marzo, 2014

Me consta lo que escribes. Trabajé haciendo el internado rotatorio desvpues de graduarme de medico, en el Hospital Militar Carlos Arvelo. A modo de rural nos enviaban a fuertes militares de todo el país. Estuve tres meses en el Fuerte Cocollar en el estado Sucre, afortunadamente en la aVenezuela ya pacificada de Luis Herrera, no ea unteatro de operaciones antiguerrillero, sino una escuela de comandos Había un Batallón de unos 250 soldados. Tuve muchos problemas porque denuncié los fuertes maltratos a los soldados por parte de los oficiales y sub oficiales. Terminé acosada por el comandante y hasta declarando en el DIM. Experiencia verdaderamente traumática que terminó con mi renuncia al Hospital Militar. El día que salí de allí definitivamente (creía yo), me dije ” menos mal que estos abusadores estan en los cuarteles y estamos, con todos los defectos, en una democracia. Imagínate si estos tipos estuviesen gobernando”. Bueno, pasaron los años y al entrar en la palestra publica Chavez y sus aliados, nunca pude votar por ellos. Chavez se me hacía demasiado semejante al teniente coronel de Cocollar…

Santiago Roza
25 de marzo, 2014

Como siempre, impecable y agudo Héctor Torres. Interesante escrito para intentar explicar por qué este es un país amante de los uniformes y charreteras y novia acomplejada del poder militar. ¡Civiles…. atención firrrrrrrrrrm!

LCC
25 de marzo, 2014

No solo esto que nos narras Héctor, sino también la gran equivocacion de la “pacificación”. El hecho de que un conjunto de guerrilleros, asesinos, torturadores y secuestradores, fuesen “reinsertados” en la sociedad venezolana fue una gran y enorme equivocación, una profanación de todos los valores legítimos de una sociedad normal y justa. Eso envío dos mensajes que fueron socavando la naciente democracia. El primero, para aquellos militares que habían arriesgado sus vidas defendiendo el estado de derecho fue: sus vidas ni importan, ni importaron nunca, ahora esos guerrilleros que trataron de matarte, serán líderes políticos. Y segundo, que era preferible, la paz incorrecta sobre la justicia, el derecho, y que cada uno de los criminales pagaran sus penas. Fué una promoción anormal de la anarquía que se concretó con el perdón a los golpistas q hoy gobiernan, y cuyas consecuencias históricas inevitablemente vivimos.

Carlos Mendoza
4 de abril, 2014

Muy claro su escrito parece que lo vivió y así como lo escribe la Dras Diana nos llego chavez

Elizabeth Lanco
11 de abril, 2014

Muy cierto su escrito, mi hermano menor, por voluntad propia fue al cuartel a prestar servicio militar porque no quería seguir estudiando, le pareció que de esa manera cumpliría con papá en hacer algo bueno por la patría, pero después como le dolió, nos contó los horrores que vivió y como fue vejado, uno de los castigos de un superior si le caías mal, era recoger hormigas con la lengua, y no solamente de los superiores sino también de algún companero guapetón, con mala conducta de esos que llegaban con la recluta y que la familia no reclamaba porque mejor se quedará allí para ver si se acomodaba. La tomo con mi hermano porque no le obedecía a realizar actos de desobediencia, lo tildó de soplón y lo amenazo , que al salir de allí lo mataría y lo enviaría a casa en una bolsa negra de basura. Los cuentos me hicieron sentir muy mal y le dije no me cuentes más, porque no lo dijiste cuando te visitamos,e respondió: No quería moltificarles. Gracias a Dios mi hermano lo supero. Creó yo, ,

Avelino Ornelas
16 de abril, 2014

Absolutamente genial. Felicitaciones…

Avelino Ornelas
17 de abril, 2014

Cabe destacar que en el Hospital Militar había un piso completo destinado a soldados víctimas de todo tipo de torturas. Incluyendo violaciones. Fue en el último gobierno de Caldera que prohibieron la recluta como institución de represión de cierta clase social; ya era demasiado tarde, el daño estaba hecho. Es impresionante como después de 15 años de chavismo los mismos partidos que permitieron “la recluta” de pronto se convirtieron en filósofos de los Derechos Humanos y expertos en sutilezas constitucionales.

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