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Una entrevista a Pilar Reyes: “Alfaguara seguirá siendo lo que es”; por Karina Sainz Borgo

En Voz Pópuli, la periodista Karina Sainz Borgo entrevistó a Pilar Reyes. Lo hizo a pocos meses de que el sello editorial Alfaguara fuese vendido a Penguin Random House. La directora del sello respondió preguntas sobre por qué se negó durante tanto tiempo la venta de Alfaguara y cuáles son los cambios que experimentará tras la fusión con la multinacional.

pilar reyes

Pilar Reyes junto al Premio Nobel peruano/español Mario Vargas Llosa, autor que forma parte del catálogo de Alfaguara. Fotografía de Voz Populi.

 

Fue la operación más anunciada, a la vez que desmentida, en el panorama editorial en español. Si no lo negaban unos, lo hacían los otros. Pero ocurrió. Tras meses de especulación, ocurrió: Alfaguara fue comprada por Penguin Random House. Santillana, mejor dicho el Grupo Prisa, perdía su mascarón de proa cultural. El anuncio se hizo público, además, un día antes de la lectura del veredicto del Premio Alfaguara de Novela; y no en cualquiera de sus ediciones sino, quizá, en la más importante: la del 50 aniversario del sello. Tras casi cinco meses de la adquisición de Alfaguara,Pilar Reyes, su directora editorial, habla sobre el futuro.

“Entiendo, y así me ha sido clarísimamente transmitido, que Alfaguara tiene que seguir siendo lo que es: el sello con más implantación literaria dentro de la lengua española”, dice. Sentada ante un escritorio en el que se multiplican los recados y los ejemplares del que será el lanzamiento más importante de la reentré –una joya de la corona de la casa, Javier Marías-, Pilar Reyes habla con una lucidez y tranquilidad que consigue lo que los buenos modales: esa forma elegante de dar un revés a los bochornos. Pero no es solo eso, algo mucho más importante impregna la conversación: una precisión inusual al momento de diagnosticar un mercado en el que todos, editores, libreros, agentes y lectores, parecemos confundidos. Solo hay que ver el último estudio del comercio del libro: cinco años seguidos de caída.

Con ese educado acento bogotano que todo lo dulcifica, Pilar Reyes aclara algunas dudas: ¿permanece la independencia del sello? ¿adelgazará el catálogo de Alfaguara? ¿se reducirá el equipo? ¿se eliminará el Premio? Sin embargo, si algo resulta significativo es el diagnóstico que hace de América Latina como mercado y como realidad literaria, un terreno que conoce muy bien. Fue justamente su labor durante siete años como responsable de Ediciones Generales del Grupo Santillana en Colombia lo que la trajo a España en 2009 para coger las riendas de Alfaguara.

¿Por qué se negó tan insistentemente la compra de Alfaguara por Peguin Random House?

No soy una experta en operaciones de esta dimensión, pero supongo que no es una discusión pública. Es un acuerdo privado entre dos partes, que se comunica solo después de cerrarlo. Hay un protocolo previo: hay que informar a los autores y a la gente afectada. El momento en que se comunicó fue el momento en que la información se podía dar; antes solo había conversaciones. Entiendo que fuera de interés público el futuro una editorial que hace parte de la cultura de un país y de una lengua: el español. Pero solo podíamos pronunciarnos con un trato cerrado.

El anuncio de la compra coincidió con el fallo del 50 Premio Alfaguara, una fecha especialmente sensible.

Había rumores sobre esto desde mucho tiempo atrás. E insisto: se dijo en el momento en que se supo.

¿Cómo va a convivir literaria y editorialmente Alfaguara en el catálogo de Penguin Random House,? ¿Seguirá siendo autónomo?

Sí, mantendrá su autonomía. Alfaguara ha vivido muchas etapas. Tiene una historia de adecuación a los tiempos. En su momento fue un sello que nació del interés de Jesús Huarte, un constructor español que buscó a los Cela para dirigir una editorial con una intenciones culturales muy claras. En el momentoen que Jaime Salinas ejercía como director, en los años ochenta, Alfaguara fue comprada Santillana. La discusión en ese momento debió de ser muy parecida a la de ahora: un sello independiente que pasa a un grupo mayor.

Sin embargo, el que Alfaguara fuese absorbida por Penguin Random House generó mucho resquemor.

Penguin Random House es un grupo que ha comprado editoriales. Sabe que, si las compra, es para respetar su impronta, de lo contrario no tendría sentido; sería más lógico comprar las obras una vez vencidos los derechos. Entiendo y así me ha sido clarísimamente transmitido que Alfaguara tiene que seguir siendo lo que es: el sello con más implantación literaria dentro de la lengua española.

Alfaguara tiene desde referentes de la escritura en castellano como Vargas Llosa hasta los novísimos Rongaglio o Neuman, entre otros. Pero también tiene a John Banville, que era autor de Anagrama, o una novedad como Joël Dicker ¿Cómo entender el catálogo?

Un sello como Alfaguara debe ser capaz de leer los tiempos. En los años noventa, España vivía una explosión cultural. Se miraba a sí misma, tenía intención de entrar en Europa y se convirtió en el centro de la actividad editorial de Alfaguara. El sello interpretó eso magníficamente. Juan Cruz hizo un  catálogo formidable, dio un paso más allá y comenzó a pensar el español como un conjunto. Fue en el momento en que Mario Vargas Llosa comenzó a publicar en Alfaguara, aunque era un autor de muchos años atrás, con Salinas. Julio Cortázar se relanzó con mucha fuerza, se prepararon sus cuentos completos. Fue un catálogo centrado en autores hispánicos.

¿Qué cambió entonces de aquellos dorados noventa hasta hoy?

Todo. El mundo editorial y el mercado de literatura en español todavía más. Es difícil pensar un catálogo para una misma lengua, y menos en la actualidad.  La forma de pensar el catálogo hoy, con un lector que está enterado de lo que pasa en el mundo a través de Internet, debe hablar de la literatura hecha no en este sitio, sino en este tiempo. Porque la literatura de este tiempo puede provenir de cualquier tradición y cualquier lengua.  El catálogo no se puede cambiar de un día para otro. Alfaguara tiene 50 años de tradición y es un sello que ha apostado por ser una editorial de autor. Ha seguido la trayectoria y la obra de mucha gente y tiene que mezclar las dos cosas.

¿Qué cree que ha aportado usted al catálogo de Alfaguara?

Considero que hemos hecho un trabajo internacional importante. Ha sido una labor de equipo junto con la editora ejecutiva de literatura internacional, María Fasce. Ampliamos el espacio para la literatura internacional. Ese es un aspecto. El otra ha sido mantener no solo los autores que teníamos sino también una conversación muy sólida con América Latina en un momento, además, en el que la rentabilidad de esa conversación es muy pequeño. Lo mismo ocurre a la inversa: intentar mover autores españoles en países de América Latina es muy complicado y creo que seguimos manteniendo la apuesta por buscar una intercomunicación en al lengua, aunque no tenga un retorno inmediato.

Perdone, pero no entiendo. ¿Cómo que escaso retorno? ¿No es esa justamente la razón por la que Penguin Random House compra Alfaguara: por el mercado hispanoamericano?

Los mercados hispanoamericanos están creciendo y el español está decreciendo. América Latina es una realidad muy poderosa. Hasta hace poco, las ventas en un sello como Alfaguara se repartían  50% en España  y 50% en toda América Latina. Hoy por hoy, tras la crisis en España, estamos vendiendo el 70% en América Latina y el 30% en España. No se trata de que América Latina haya explosionado, sino que al perder España peso, en el conjunto de la venta total de nuestro sello, América se volvió muy importante. México está funcionando muy bien, Perú, Colombia…  Argentina y Chile están mucho más retraídos. Hablo del ámbito del español, porque si mencionamos Basil entramos en otro universo.

Perdone, sigo sin entender a qué se refiere. ¿Por qué dice que los autores latinoamericanos no tienen retorno económico?

Hablo del mercado español. Si miras la cifra de ventas de ejemplares de esos autores dentro de España, están muy lejos de conseguir los cinco dígitos. La oferta editorial es demasiado amplia. Si traes a un autor chileno o argentino o mexicano, incluso antecedido con un éxito en su propio país, tan solo atraer la atención de la prensa, que es el primer punto para llegar a los lectores, es complicado. Aun con esas dificultades y las cifras, seguimos apostando por ello. Ese es, no sé si mi aporte, pero sí mi insistencia. Sé que el Boom es irrepetible…

Menos mal…

Es muy difícil seguir produciendo literaturas nacionales… -la editora hace una pausa y agrega-. Quiero hacer una salvedad que no he hecho antes al preguntarme por América Latina. No tiene sentido plantear la discusión así.

¿Por qué?

¡América Latina no existe! Podemos hablar del mercado chileno, del mercado colombiano, del mercado argentino o mexicano. La industria editorial argentina es tan importante y con tradición una tan rica como la española. Debemos dejar de hablar en términos de bulto y crear una conversación entre países.

A los escritores de América Latina les resulta difícil leerse entre sí. Antes, para que un autor colombiano, o chileno, o peruano, fuese leído en toda la región, tenía que ser publicado en España.

Hay algo que he pensado mucho y que creo ha sido mi mayor aprendizaje aquí. España generó los mecanismos de consagración del español: los suplementos literarios españoles tenían un peso para todo el idioma, aunque en países como Argentina o Uruguay ya existe una larga tradición, hay que decirlo. Pero, evidentemente, eso se produjo porque en España era el mercado más grande. Todo un continente era el 50% de la venta y España el otro 50%. En los años 90 las editoriales españolas compraron casi todos los sellos latinoamericanos, las casas matrices de las editoriales grandes se quedaron en España. En países con tradiciones editoriales más fuertes, como México y Argentina, entraron a formar parte de los sellos españoles. España se convirtió en el centro y para los autores era una aspiración llegar allí, porque era una forma de llegar a todo el mercado. Para verse entre sí, América necesitaba a España. Pero eso está cambiando.

Usted llegó a España en 2009, cuando el largo desierto de la crisis comenzaba. Venía del mundo editorial colombiano. ¿Qué nota de distinto?

Es un mercado muy paradójico. Colombia es el tercer país de América Latina en población, después de México y Brasil. Sin embargo, ni su infraestructura cultural ni su mercado tienen nada que ver con esa posición. Es un país de ciudades, pero sin un canal de librerías y por tanto es un mercado pequeño. Solo una elite culta compra libros. Nos vanagloriamos de que solo se venden libros literarios y no un best seller. Yo creo que eso habla mal del mercado colombiano, porque quiere decir que solo lee un público especializadísimo. Me encantaría que los best seller se vendieran mucho en Colombia, porque querría decir que la gente que tiene una relación esporádica con la lectura se acerca a los libros. En contraposición está el mercado español: una industria que moviliza a muchas personas.

Y que parece estar a punto de pinchar, cual inflada burbuja.

El problema es que las estructuras editoriales se montaron para un mercado con otras dimensiones. Al contraerse con la llegada de la crisis, se impuso la necesidad de repensarla: el tamaño de la oferta, el número de editores, la dimensión de los catálogos. Es un proceso doloroso, complejo, todavía más cuando España ha sido el centro de los grupos con su correlato en América Latina, donde ahora ocurre lo que en la España de hace diez años.

Al plantear el dueto América Latina/ España, en imposible no pensar en el Premio Alfaguara, cada vez más tendente hacia Hispanoamérica.

El Premio Alfaguara es el mejor intento para promocionar nuestra lengua. Nadie en el mundo editorial en español tiene una plataforma de lanzamiento como esa.  No hay. Tenemos que sentirnos orgullosos.

¿Se mantendrá?

Sí. Acabamos de lanzarlo. El presidente del jurado de este año va a ser Javier Cercas.

Un autor de Penguin Random House.

Su enorme curiosidad y conocimiento aporta mucho. Ha viajado por todo el ámbito de este idioma. Es una figura ávida de que ver qué están haciendo los autores en todas partes. Será una mirada maravillosa para este Premio.

Considerando todo lo que hemos hablado, ¿qué papel  real tiene el editor hoy?

La premisa no es editar para vender, sino vender los libros que editas. Esas son dos visiones completamente distintas. No se trata de qué opina el mercado; el mercado para Alfaguara son los lectores. Las redes sociales permiten que los editores tengamos, por primera vez, un contacto directo con los lectores. Eso cambia toda nuestra manera de trabajar. Sabes qué les interesa, qué opinan, en directo. Eso es…

Un problema o una tentación muy grande.

El problema de la literatura es que la gente no sabe qué quiere. Al preguntárselo a un lector, ¿qué puede decir?: que quiere una historia que conmueva; un policíaco; una historias de amor… Salvo esas casillas inmensas nadie concreta qué tipo de libro le gusta. En la no ficción puedes atender intereses o carencias de una manera más acertada. La naturaleza de la ficción e otra: sorprender, conmover. Eso complejiza el trabajo del editor. Después e 25 años en la industria editorial, especialmente en catálogos literarios, mi conclusión es que hay que pensar qué tiene calidad y a partir de ahí buscar los lectores posibles para ese libro. Hay que buscar los lectores a partir del texto.

¿Siente que la autoedición interpela o amenaza al editor?

La autoedición existe desde tiempos inmemoriales. ¿Cuántas personas han escrito un libro y lo ha maquetado e impreso bajo demanda? El punto es que la autoedición hoy pasa por una plataforma como la de Amazon. Pero que todo esté disponible no quiere decir que se consiga. Si montásemos todo el contenido del mundo de Amazon, ¿quién vería algo en medio de la jungla? El editor sigue siendo fundamental.

Tanto Literatura Random House con Elvira Navarro como Seix Barral con Isaac Rosa propusieron este 2014 una literatura que interpelaba la realidad. Alfaguara en cambio salió con Agustín Fernández Mallo, una poética muy suya, casi evasiva.

No  existen en Alfaguara autores españles jóvenes como tú los mencionas. Es, probablemente, una deuda.  Me gustaría que se abriese la oportunidad de al menos un libro al año para ese tipo de descubrimientos. Sin embargo, el énfasis de los autores jóvenes está más enfocado hacia lo latinoamericano: Santiago Roncagliolo, Juan Gabriel Vázquez, Andrés Neuman. Sin embargo, te diría, para mi tranquilidad, que el catálogo en español de autores jóvenes latinoamericanos es el que más interés está generando en tema de traducciones y literatura internacional.

¿Qué ocurrirá con el catálogo de Alfaguara? ¿Adelgazará en Penguin Random House?

No, al contrario. Estamos en un estadio muy reciente, pensando el ADN los 24 sellos de Penguin Random House, para ver de qué modo conversan con Alfaguara.

El año pasado se publicó El oficio de editor, las conversaciones de Jaime Salinas y Juan Cruz. ¿Qué pretendía el sello al reeditar un libro en el que uno de sus editores señeros se mostraba ferozmente crítico con Alfaguara?

Era una buena manera de celebrar nuestro 50 cumpleaños con una conversación entre los dos editores que ha tenido el sello. Son dos miradas. Si bien Juan Cruz se limita a hacer de entrevistador (aunque hay una introducción muy completa con más ánimo de ensalzar al personaje que de señalar sus intervenciones), el volumen resume dos tiempos de la edición. Juan Cruz hace esa entrevista cuando era director editorial de Alfaguara. Salinas tiene entonces diez años alejado del mundo del libro. Está muy incordiado y sorprendido con la idea que él tiene de la edición, una década después de haber dejado de ser editor. Esa contradicción entre ambas miradas me parecía interesante y tenía mucho que decir con lo que estamos viviendo.

¿En qué sentido?

Si alguien hizo e inventó elementos de marketing para el libro aunque no se llamara de esa forma, ese fue Jaime Salinas. Él tenía la intuición de que era necesario salir a buscar a los lectores. Que editar no era quedarse en la mesa y trabajar con el autor. Cuando esas acciones se oficializaron y el mercado comenzó a crecer, eso  le produjo mucha sorpresa y amargura. Sentía que el mundo del negocio acabaría con la edición. En esos años en los que Salinas veía todo tan terrible, fueron momentos en los que la gente leyó como nunca, incluso más que hoy. Y en ese sentido, la mirada de Salinas es muy parecida a la que podemos tener hoy cuando vemos los cambios que está sufriendo el mundo editorial. Me pregunto si en una entrevista con Jorge Herralde o Beatriz de Moura no tendrían ese tono. Salinas estaba retirado, tenía un desenfado que, de estar  todavía en ejercicio en el mundo editorial, habría tenido más cautela. Sin embargo creo que es un testimonio valiente y valioso, aun y a pesar de todas las diferencias que muestra con Alfaguara.