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Una brevísima muestra de la poesía de Rafael Cadenas // #PoesíaEnProdavinci

El 13 de octubre de 2015 se dio a conocer que el poeta venezolano Rafael Cadenas ganó la duodécima edición del Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca. A través de este Premio se reconoce el conjunto de la obra del autor venezolano por su “refinada sensibilidad para la experiencia poética”, como indicó el jurado. A propósito de esto, compartimos con los lectores de Prodavinci algunos poemas que pertenecen a distintos momentos de la poesía de Rafael Cadenas, Los cuadernos del destierro (1960), Falsas maniobras (1966) y Amante (1983). Además de leer estos poemas, lo invitamos a visitar el blog del maestro en Prodavinci haciendo click acá.

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El maestro mexicano José Emilio Pacheco, ganador del Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca en 2005, junto a Rafael Cadenas, ganador del mismo premio diez años después, juntos en una fotografía de Adolfo Castañón.

De Los cuadernos del destierro (1960)

 

“YO pertenecía a un pueblo de grandes comedores de serpientes, sensuales, vehementes, silenciosos y aptos para enloquecer de amor.

Pero mi raza era de distinto linaje. Escrito está y lo saben —o lo suponen— quienes se ocupan en leer signos no expresamente manifestados que su austeridad tenía carácter proverbial. Era dable advertirla, hurgando un poco la historia de los derrumbes humanos, en los portones de sus casas, en sus trajes, en sus vocablos. De ella me viene el gusto por las alcobas sombrías, las puertas a medio cerrar, los muebles primorosamente labrados, los sótanos guarnecidos, las cuevas fatigantes, los naipes donde el rostro de un rey como en exilio se fastidia.

Los cuadernos del destierro, de Rafael CadenasMis antepasados no habían danzado jamás a la luz de la luna, eran incapaces de leer las señales de las aves en el cielo como oscuros mandamientos de exterminio, desconocían el valor de los eximios fastos terrenales, eran inermes ante las maldiciones e ineptos para comprender las magnas ceremonias que las crónicas de mi pueblo registran con minucia, en rudo pero vigoroso estilo.

¡Ah! yo descendía de bárbaros que habían robado de naciones adyacentes cierto pulimento de modos, pero mi suerte estaba decidida por sacerdotes semisalvajes que pronosticaban, ataviados de túnicas bermejas, desde unas rocas asombradas por gigantescas palmeras.

Pero ellos —mis antepasados— sí estaban aherrojados por rigideces inmemoriales en punto a espíritu eran elásticos, raudos y seguros de cuerpo.

Yo no heredé sus virtudes.

Soy desmañado, camino lentamente y balanceándome por los hombros y adelantado, no torpe, mas sí con moroso movimiento un pie, después otro; la silenciosa locura me guarda de la molicie manteniéndome alerta como el soldado fiel a quien encomiendan la custodia de su destacamento, y como un matiz, sobrevivo en la indecisión.

Sin embargo, creía estar signado para altas empresas que con el tiempo me derribarían”.

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De Falsas maniobras (1966)

 

“Hace algún tiempo solía dividirme en innumerables personas. Fui sucesivamente, y sin que una cosa estorbara a otra, santo, viajero, equilibrista.

3_FM_1966_ARTEPara complacer a los otros y a mí, he conservado una imagen doble. He estado aquí y en otros lugares. He criado espectros enfermizos.

Cada vez que tenía un momento de reposo, me asaltaban las imágenes de mis transformaciones, llevándome al aislamiento. La multiplicidad se lanzaba contra mí. Yo la conjuraba.

Era el desfile de los habitantes desunidos, las sombras de ninguna región.

Ocurría al final que las cosas no eran como yo había creído.

Sobre todo, me ha faltado entre los fantasmas aquel que caminaba sin yo verlo.

Tal vez el secreto de lo apacible esté allí, entre líneas, como un resplandor innominado, y mi soberbia injustificada cede el paso a una gran paz, una alegría sobria, una rectitud inmediata.

Hasta entonces”.

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De Amante (1983)

 

 

I

Por prenda
le diste el mundo,
pero una inatención se lo robaba.
Uniéndolo

lo condujiste
lentamente al sabor,
al alojamiento,
a la sacralidad.

II

Ella conoció tu andar,
aquel fuego a la deriva, sin sosiego, solo,
que se consumía
en calles
más terribles
que el hambre de gracia.

Rafael Cadenas #PoesíaEnProdavinci 300 AmanteCuanto hiciste
fue para propiciar
el encuentro.

Aparta pues de ti
la espera.

Ahora.

Sólo hay

aquí,

ya,

un aquí embriagado
en un ya de oro.

Súbitamente
estás ante ella.

La vida a quemarropa.
Por fin.

En tu cuerpo.

La flor inmediata,
la única,
te esperó siempre.

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De Gestiones (1992)

 

Matrimonio

Todo, habitual,
sin magia,
sin los aderezos que usa la retórica,
sin esos atavíos con que se suele recargar el misterio.

Líneas puras, sin más, de cuadro clásico.
Un transcurrir lleno de antigüedad,
de médula cotidiana,
de cumplimiento.
Como de gente que abre a la hora de siempre.

Moradas

En medio de la incertidumbre, el reto: la pregunta sobre el sentido de esta constancia que inscribe letras en el gran hueco.
Ser boca, a pesar de todo. Una manera de asentir.

Líneas perplejas. Voces en la espesura, sobrias.
Ramazones.

Lo andado nos sitia.
Camino en los bordes con venia extraña, de fondo. ¿Quién nos sostiene abajo? No veo la roca, lo último de la fundación, a donde no llegan las tormentas. Oscuro venero del adorador que arriba es espuma. Debajo Yace, contrafigura de una ausencia, lo incólume.

Después de la espera donde el rostro ser olvida, lo informulado desafiando la boca.
Nos quebramos sobre el existir que tiene manos simples. Nos enzarzamos entre lo nombrable. Caemos, recaemos.
Sabemos que no se puede entrar.
Este peso es el acompañante de todas las ingravideces. La ligereza se funda en lo más lejano. Ternemos horcas para cada desconcierto. Las preguntas caen solas. Las desgrava la corporeidad que restalla en el esplendor, tan ajeno y perteneciente.

En el centro de la magna ausencia asentamos nuestras casas. Su rumor inaudible las anima. Aunque vivimos para obedecer, somos los nómadas que invaden el terreno de un tirano. Una vez —se dice— nuestra voz resonó con fuerza, pero hoy se consume en su propia resonancia como una cara en un estanque, y cuando nos hablan de pesadumbre sabemos que ninguna sobrepasa casa una de nuestros nacimientos, este hilo roto que dejan nuestros pasos.
Sentir es magnífico; escribir, exultante; habitar, lo sumo. Pero ¿dónde está el ligar aplacado, el sitio de reunión, el punto del encuentro solvente?
Abandonamos. Decidimos vivir. Algo sigue sustrayendo  fuerza a la fuerza. Porque existe un espacio, que no se entrega, donde los enemigos se reconcilian.

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