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Una adhesión a los poetas venezolanos, firmada por el editor Manuel Borrás

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El día 14 de diciembre la poesía convocó a muchos en la Sala Cabrujas de Cultura Chacao. La ocasión sirvió para presentar País, la poesía reunida de Yolanda Pantin. Éstas fueron las palabras Edda Armas, coordinador del Programa Chacao siente 2014:

“Culminar en 2014 la tercera temporada de Chacao siente /Chacao cuenta, programa de Cultura Chacao dedicado a la literatura, ha sido un hecho de buenaventura,  al contar con la presencia y la poesía reunida de Yolanda Pantin, en impecable y contundente volumen de casi 900 páginas intitulado País, con el emblemático símbolo en portada del hueso pélvico —por sugerencia de la autora—  editado este año en la Colección La Cruz del Sur de la valenciana Editorial Pre-Textos.

Cumpliéndose la sentencia formulada por  José Ignacio Cabrujas de que “indiscutiblemente existe el trabajo espiritual, el del científico, el del poeta, el del escritor donde el trabajo es un placer” el ensayista y narrador venezolano Antonio López Ortega tuvo a su cuidado tal edición, anotando en su prólogo –tras recorrer en su análisis los doce títulos de poesía publicados en 30 años de oficio por esta poeta venezolana (entre 1981 y 2011)– y sin que el pulso le temblara, la siguiente afirmación: “la poesía de Yolanda Pantin remite a la verdad. Voz de carácter cuestionador, descreído y crítico”, en la que su “poética se centra en el simple instante de la revelación”.   

Editorial Pre-textos ya cuenta en esta colección con la poesía de otros poetas venezolanos: Vicente Gerbasi, Rafael Cadenas, Eugenio Montejo, Alejandro Oliveros y Luis Enrique Pérez Oramas, anunciando la de Igor Barreto como próximo arribo al país, y su director-editor Manuel Borrás no pudiendo estar de cuerpo presente en esta celebración caraqueña en el Chacao Siente dedicado al volumen País, envió un saludo de Adhesión a los poetas venezolanos , al que dimos lectura en la antesala del conversatorio-recital con Yolanda Pantin, el pasado 14 de diciembre en la Sala Cabrujas”.

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Una adhesión a los poetas venezolanos, firmada por el editor Manuel Borrás 640

Aprovecho la feliz circunstancia de la presentación en el centro de Chacao del volumen País, que reúne la poesía de nuestra querida y admirada poeta Yolanda Pantin, para dirigirme a todos vosotros a través de mi no menos querida y admirada Edda Armas, mi mejor y más dulce portavoz. De hecho, fue ella quien me sugirió que con el pretexto del evento de hoy manifestase mi adhesión a los poetas venezolanos, cosa que no dudé un instante y mucho menos en las circunstancias actuales.

Mi deuda de amor con América viene de lejos, arraiga en mi infancia, cuando descubrí a Rubén Darío de la mano de mi madre, que tenía el hermoso vicio de leernos poesía, es decir, de contribuir a hacernos hijos de nuestra libertad futura. Sin duda ese precoz descubrimiento propició en mí diversas galaxias, diversos ocasos, señales, comprensiones de profundidad que todavía hoy me acompañan. Muchas atenciones minuciosas, muchos fríos, mucha calidez, muchos aromas, muchos rostros, mucho amor, mucho deseo, muchas luces ascendentes de este para mí más que continente se han sucedido en mi fuero interno y han ido haciendo posible la persona que ahora soy. Han contribuido, en fin, a mi progreso sutil interior y han hecho de mí, para bien o para mal, el hombre que se os dirige. A América, en suma, le debo en buena parte ser quien soy.

Amo, insisto, América porque amo su unidad en su diversidad, es decir, esa unidad que compacta nuestro idioma común y que a la vez nos concede la gracia de la diversidad de sus partes desde la linterna de esa misma unidad. Porque el idioma español lo constituyen tanto las cadencias exóticas que pueden oírse en la selva amazónica como el dulcísimo castellano del Caribe o el refinado de los criollos andinos. Nuestro idioma nos conecta a un recuerdo exquisito, pero el idioma español del Nuevo Mundo es una forma que predice una inteligencia áspera en sus sabores y vital, desafiante incluso. Una inteligencia nueva que tuvo su más hondo arraigo en un inédito y renovado sentimiento de libertad que ignorábamos los españoles peninsulares y cuya lección no debimos haber desatendido. Si no hubiésemos dado la espalda a América pretextando “más altas tareas”, quizás hubiéramos gozado de una cultura mucho más arraigada en la libertad de la que hoy gozamos.

Los ciudadanos de bien que creemos en la causa de la libertad tenemos la obligación moral de manifestar y reivindicar la importancia civil de los poetas en tiempos turbulentos. Y tenemos esa obligación de largo contraída desde que sabemos que la poesía es la llamada que nos hacen las voces más antiguas germinadas en nosotros. Nosotros somos eco de muchas. En este caso, de las voces de Ramos Sucre, Vicente Gerbasi, Juan Sánchez Peláez, Antonia Palacios, José Barroeta, Eugenio Montejo, Elizabeth Schön, por sólo citar algunas de ellas. Esas voces que se aúnan a las de los poetas vivos para reclamar dos de los valores más sagrados e inalienables a que pueden aspirar los individuos de buena fe, los de la justicia y la libertad. Por mucho que se proclame que sin justicia no hay libertad, nadie puede convencerme de que sin libertad se pueda hacer justicia, y menos con la justeza poética que impone la generosidad a la que obliga la poesía. Porque la poesía, no lo olvidemos, hace mejores a los ciudadanos y eso es precisamente lo que siempre han querido evitar los tiranos de toda laya. Todos aquellos que fundamentan su razón en el poder que detentan son susceptibles de encontrarse de frente a los poetas bien nacidos, pues de todos es bien sabido que los tiranos niegan la vida precisamente allí donde los poetas la afirman, y tengo para mí que no hay nada que haga más sagrada a la poesía que sustentar y afirmar la vida.

Un poeta miraba el aire y predecía, y al predecir le quitaron el nombre. Pretendieron destinarlo al olvido porque con sus versos, insisto, hacía mejores a los ciudadanos y eso los tiranos no pueden consentirlo. Estamos gozosamente condenados, en consecuencia, a amar y cuidar de nuestros poetas porque ellos son la mejor garantía de nuestra libertad futura, y más en estos momentos en que debemos combatir la tiranía allá donde se encuentre y tras las máscaras con las que quiera parapetarse a fin de perpetuar su supervivencia sin importarle los pueblos a los que dice representar y defender. Persistan, pues, los poetas, los amigos de los sin amigos, en esa sutil labor de zapa sin dejar nunca, ni por un instante, de luchar con su reconocida generosidad por la libertad de todos nosotros. Protejamos a nuestros poetas, leámoslos.

Muchas gracias.