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Un viaje que termina con un mal día en Barquisimeto; por Nolan Rada // #DespachosDLGvsSanLorenzo

Fotografía de Miguel Vallenilla/GradaDigital.com

Fotografía de Miguel Vallenilla/GradaDigital.com

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Entre los pasillos que dan hacia los camerinos del Estadio Metropolitano de Barquisimeto corrió la voz de que en el once del Deportivo La Guaira habría cambios. Los periodistas próximos al túnel de salida hacia la cancha solicitaban las credenciales y la alineación: una fotocopia con los nombres de los jugadores titulares dispuestos sobre una pizarra con los de los suplentes y el cuerpo técnico al lado. Trámites para resolver la incertidumbre.

Eduardo Saragó espera en la entrada del pasillo que da hacia los vestuarios. Desde ahí puede ver el túnel de salida hacia la cancha donde se persignará antes de que comience el partido. Está con los brazos en jarra. Su camisa de cuadros azules y grises y zapatos marrones contrastan profundamente con los tacos de todos colores y los petos fluorescentes con los que salen a calentar los jugadores. Parece inquieto, pero Saragó transmite serenidad, en oposición a la intensidad que de a poco parece irse elevando sobre el campo.

Fue ahí, en la grama, donde ver a Vicente Suanno en mono y chaqueta deportiva, al borde de la banca, nos hizo entender que el cambio en la alineación era él. El capitán se había lesionado una de sus piernas y no estaba para jugar. Es difícil precisar qué pasa por su mente mientras ve nuestra sorpresa. Su rostro transmite resignación, a la vez que sugiere rabia, frustración y orgullo propio. “Perderme este partido es doloroso”, dice mientras mira hacia la cancha.

Alguien le sugiere que anime a los jugadores con palabras. Suanno reconoce haber hablado con sus compañeros, quienes ya están con los ejercicios previos en el campo. Su mensaje, según contó sentado en uno de los asientos morados del banquillo, consistió en hacerles entender a sus compañeros que se habían ganado el derecho de jugar este partido, probablemente el más importante en la carrera de varios, y que tenían la oportunidad de darle una alegría al país en un marco social complicado en el área económica, alimentaria y médica.

Tácticamente, la lesión de Suanno obligó a subir al mediocampo a Franklin Lucena, luego de un impecable desempeño defensivo en Argentina. Y así Jhon Chancellor se convirtió en la pareja de Luis Morgillo en la zaga.

Sólo los futbolistas y el cuerpo técnico podrán calcular el calibre de la baja. Desde el periodismo, ese marcador final de 0 a 2 (4 a 1 global) se explica en buena medida desde estas variantes. Pero Eduardo Saragó fue más severo en la rueda de prensa: “Jugamos mal todos. Puntualizar a alguien sería irresponsable”.

Fotografía de Miguel Vallenilla/GradaDigital.com

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El partido no empezó tan mal. El balón comenzó a rodar mientras en el cielo larense aparecían rayos y nubes negras muy cerca del estadio, prefacio de la leve lluvia que caería durante el partido y que varios vincularían con la noticiosa Tormenta Mathew.

San Lorenzo comenzó replegado y Deportivo La Guaira asumió tímidamente el dominio del encuentro. Su circulación de balón resultaba buena hasta que le tocaba profundizar para acercarse de forma colectiva al arco rival. El Deportivo no era suficientemente peligroso como para marcar al menos un gol que le permitiera superar la fase, tras el 2-1 en Argentina. Quizás por eso Saragó se pasó todo el partido en el área técnica, alternando estar de pie y en cuclillas y dando órdenes, en oposición a Diego Aguirre, técnico de San Lorenzo, quien salía esporádicamente de los asientos de la banca.

San Lorenzo reconoció las dudas del local y comenzó a avanzar sobre el campo por aire y por tierra. Tanto los desbordes por las bandas como los centros al segundo palo hacían daño en La Guaira. Néstor Ortigoza no caminaba la cancha, como podría sugerirle a un desprevenido su leve sobrepeso, la recorre a su ritmo, uno que mentalmente va muy rápido. Fue al minuto 19 cuando Enmanuel Mas marcó el primer gol argentino, oscureciendo todavía más el ambiente. Para colmo, las ocasiones aisladas, como el cara a cara de Fredys Arrieta contra el arquero Sebastián Torrico, no fueron aprovechadas.

El partido se iba por virtudes ajenas e incapacidades propias.

Cada vez que Saragó tomaba un sorbo del pote verde y naranja parecía estar intentando tragar algo más que el segundo gol de San Lorenzo, anotado por Nicolás Blandi a los 32 minutos.

No debió funcionar, porque escupió buena parte del líquido con un honesto dejo de frustración.

Desde el segundo piso de la grada, empotrados en una esquina con trapos con nombres como “San Justo”, “El Túnel”, “El Talar”, “Polvorines” entre otros, un puñado de hinchas argentinos hacían que su acento retumbara en el Metropolitano: “¡San Loreeenzooo… San Loreeenzooo!”.

Ese segundo gol rompió la eliminatoria y el carácter del Deportivo.

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Minutos después del final de la primera parte, los jugadores se rehidrataban y reposaban sobre colchonetas azules en ese mismo pasillo que conduce hacia el vestuario. El silencio contrastaba con el reggaetón que se escuchaba en el autobús al momento de dejar el hotel y que acompañó algunos instantes antes del partido.

Silencio.

El regreso al campo de ambos conjuntos también decía sobre la estabilidad emocional de los equipos. Mientras San Lorenzo se agrupó en la boca del túnel y salió espoleado por el “Vamo’igual, ¡vamo’!” de Fernando Belluschi, el Deportivo entró al campo de a poco. Un puñado de jugadores primero… otro después. Una conducta inusual, extraña en un equipo que parece bastante unido.

El técnico visitante lo resumió en su rueda de prensa de una forma contundente: “Sobró el segundo tiempo”.

El Deportivo estaba obligado a marcar 4 goles en un contexto donde no supo hallar respuestas futbolísticas ni ímpetu desde las gradas. Para cuando tuvieron que padecer las expulsiones de Lucena y de Arquímedes Figuera, por acciones con manotazos y codazos salidos de la frustración, el partido se hizo tan pesado que hasta los recogepelotas, en su mayoría niños, se preguntaban cuánto faltaba para el final. “Podría haber quedado 9 a 0”, cerró Saragó ante los medios nacionales e internacionales en la sala de prensa.

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Aunque le falta mantenimiento, estructuralmente el Metropolitano de Barquisimeto es mejor estadio que el Nuevo Gasométro de San Lorenzo. Sin embargo, las leyendas que cuentan la historia de los estadios no se han levantado por su capacidad, sus colores ni su modernidad: sin fútbol, sin el fervor de los fanáticos, sin la gloria de los campeonatos y el dolor verdadero de las derrota no hay leyenda.

Son esas emociones las que concretan filiaciones que al Deportivo La Guaira y a nuestro fútbol todavía le faltan. Quizás eso explique que mientras en Argentina los aficionados de San Lorenzo “puteaban” a los jugadores venezolanos, en Venezuela le piden la camiseta a Ortigoza, uno de los principales artífices del triunfo de San Lorenzo, por su capacidad para ordenar a su equipo y de jugar a un toque en la mayoría de los casos.

Fotografía de Miguel Vallenilla/GradaDigital.com

Fotografía de Miguel Vallenilla/GradaDigital.com

Quizá no sea casualidad que, instantes antes del partido, George Antar, presidente del Deportivo La Guaira, viera desde el campo hacia las gradas y se devolviera al túnel. ¿Vio la cantidad de fanáticos que esperaba? Es probable que no, considerando la mueca de decepción que hizo en un estadio que está geográficamente muy lejos de la zona que representan y con sus hinchas naturales desatendidos porque hoy en día en el Estadio Olímpico de Caracas se hacen reparaciones que se prolongan en el tiempo de los presupuestos.

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No basta con que se juegue un puesto en los Cuartos de Final de la Copa Sudamericana. No basta con que haber llegado hasta los Octavos haya sido la mejor actuación de un equipo venezolano en la Copa ni los resultados previos. La cuestión es que, sin esos pequeños pasos en la historia futbolística de los equipos, el camino será todavía más difícil porque ni siquiera darían motivos a los posibles hinchas para pensar en plantearse la conexión emocional: eso que llaman “sentir la camiseta”.

Tras el partido, la sensación generalizada en jugadores y cuerpo técnico es de resignación. El rival terminó superándolos en distintos aspectos y tan temprano en el partido, que entre patadas y carreras debió naturalizarse la emoción. Al Deportivo La Guaira, que se queda en Barquisimeto, ahora le queda ir saldando los tres partidos pendientes que tiene en el torneo local.

Hoy se cierran sus oportunidades, pero inmediatamente después deben pensar en el mañana.

Así de cruel y así de pragmático puede ser el fútbol.