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Un otro idioma, un otro lenguaje; por Rubén Monasterios

Por Rubén Monasterios | 19 de septiembre, 2015

Un otro idioma, un otro lenguaje; por Rubén Monasterios 640

El acto de la creación consiste en darle forma a un nuevo lenguaje a partir del tratamiento de lenguajes dado, entendiendo por lenguaje cualquier cosa que exprese o sugiera una idea en el receptor-decodificador de la señal. Tratándose de creación artística el resultado no necesariamente es funcional o pragmático, y sus objetivos primordiales son expresar mediante algún recurso una visión sensible del mundo (ideas, emociones, percepciones y sensaciones) propia del creador, y estimular alguna alteración cognitiva y emocional en el aparato psíquico del receptor.

Ignoro si esta forma de entender al arte ha sido previamente formulada por algún filósofo de la estética; es probable, por cuanto mucho se ha escrito sobre el asunto; en cualquier caso, consiste en mi comprensión personal.

La palabra clave en esa definición es tratamiento; siendo un término cuyo significado varía según el contexto, es oportuno aclarar que la usamos en su acepción de manera de actuar (de operar, influir…) sobre determinadas materias para su transformación o modificación.

En el proceso de la creación artística participan tres componentes: tema, materia y el fenómeno antes definido, tratamiento. Materia y tema son dos lenguajes básicos que “están ahí”, como suele decirse, a disposición de cualquiera; el tratamiento, en cambio, es un asunto personal; es la posesión por un individuo del entramado de una técnica ─que también puede ser compartida por muchas personas─ y de la cualidad ─más exclusiva─ que llamamos “talento”, y en casos excepcionales “genialidad”; gracias a la calidad de esos dos últimos componentes del proceso, un individuo puede crear una obra simplemente decorativa, vale decir, complaciente de un gusto convencional generalizado en una colectividad, y otro puede darle forma a un nuevo lenguaje capaz de alterar significativamente el aparato psíquico del receptor, de originarle contradicciones en su mente, de activar sus emociones más íntimas; en otras palabras, de impactar en alguna extensión sus estructuras anquilosadas de valores y actitudes; por esa razón el arte trascendente es subversivo.

El tema es una cuestión obvia; la materia también lo es en algunas de las posibilidades de la creación artística; así ocurre tratándose de las artes plásticas: su materia es la pintura, la madera, el barro, la piedra y muchísimas cosas existentes; se hace menos evidente en otras de las artes. En el baile, por ejemplo, la materia primaria ─el lenguaje básico─ a partir de la cual el coreógrafo hace la creación, es el movimiento, el cinetismo del cuerpo humano, sus disposiciones físicas o poses, sus desplazamientos en el espacio; el bailarín realiza su propia creación interpretativa a partir de la propuesta por el coreógrafo mediante su dominio de la técnica y de su propio talento para expresar estados emotivos; y como toda creación interpretativa, es efímera, aunque ahora disponemos de recursos para perpetuarla. Focalizando la atención en el binomio director-actor, encontraremos que hacen aproximadamente lo mismo, aunque con otra técnica y dándole ponderación en su creación a otros materiales: la voz y los componentes de la personalidad humana seleccionados para configurar al “personaje”. En la música, las materias primarias son el sonido y el silencio, materiales etéreos; no obstante, se ha logrado sustantivizar la música; las reglas de composición, o principios fundamentales de la melodía, la armonía y el ritmo que aprende todo aquel que se inicia en este campo constituyen un lenguaje (de segundo nivel, podríamos decir, a partir de los primeros, cit. supra), el cual es la base para la creación de nuevos lenguajes, de intervenir el talento o la genialidad. ¿Acaso hicieron otra cosa Stravinski y Shömberg?

En la escritura la única materia disponible es el idioma; una lengua, cualquier idioma. Desde luego, en su forma de habla, o de lo que “se dice” es tan insustancial como el sonido y el silencio; pero en cuanto “se escribe”, queda: se hace tangible y perdurable.

Quien escribe manipula un lenguaje; el resultado puede ser simplemente correcto (que ya es bastante), en el sentido de originar un texto ajustado a las reglas del idioma en lo concerniente a ortografía, gramática, sintaxis, etc.; o bien, puede ser un nuevo lenguaje.

Ejemplifico el acto de creación artística en literatura mediante el siguiente texto, cuyo tema es la comprensión del cosmos, compuesto con la intención de ser un poema en prosa; un subgénero de escritura esencialmente evocativo, vale decir, aquel que en lugar de narrar una historia, expone sentimientos, emociones, impresiones, vuelos de la imaginación, sin ajustarse a una métrica de versificación ni a la imposición de la rima.

El Gran Silencio

¿Y si nuestro Universo hubiera surgido a partir de un instante en el que nada estaba conectado con nada y sólo había oscuridad?

Cuando nació el Universo, el silencio era total: ni siquiera la luz podía desplazarse. En sus inicios el Universo no llegaba al tamaño de un átomo de hidrógeno, y las densidades de materia y energía eran inconmensurablemente altas.

Quiero escuchar las ondas gravitacionales creadas en el Big Bang, el primer eco de la explosión que dio lugar a todo, el periodo ultrarrápido de crecimiento del Cosmos en sus momentos iniciales…

No puedes, con tus sentidos no puedes; pero te voy a dar la clave: la gravedad cuántica tiene la llave para formular una teoría del todo.

¿Sentiré, entonces, las ondas creadas por fluctuaciones cuánticas de la gravedad? La gravedad es una única fuerza de la naturaleza que se resiste a una formulación cuántica.

¡Nunca!, las interrumpe la radiación emitida por el polvo de la Vía Láctea. Ve por las cuerdas. Son las cuerdas, la estructura última de la materia; las partículas fundamentales no son fragmentos indivisibles de materia o energía sino ondas en una cuerda.

Creo en la gravedad, la siento. Siento, luego existe. La gravedad cuántica eliminará la singularidad descrita en la relatividad general: ese punto de infinita densidad donde se concentran toda la masa y energía del Universo antes de comenzar a expandirse; ese lugar donde la física convencional se rompe y la teoría cuántica toma las riendas.

Te equivocas, el espacio-tiempo se compone de lazos y bucles de dimensiones infinitesimales, y está atomizado.

¡Oh, Divino!, llegaré a ella mediante la triangulación dinámica causal. El Universo se compone de pequeñas unidades de espacio-tiempo; esas piezas constituyen una vasta red.

¡Ah!, la teoría de cuerdas requiere de la supersimetría para funcionar, esa voluble estructura matemática. Tendrás que multiplicar por dos el número de partículas existentes en el Universo, porque cada de las que conocemos posee una compañera supersimétrica.

Hablas, Divino, del continuo espacio-tiempo. La triangulación dinámica causal no logrará separarlos.

Nadie pretende hacerlo. El espacio-tiempo puede existir en diferentes fases, como sucede con el agua, que se presenta sólida, líquida o gaseosa en función de la temperatura. Lo mismo sucede con la geometría del Universo: en el momento de su alumbramiento, cuando poseía una temperatura elevadísima, el espacio-tiempo pudo haber tenido una fase muy diferente a la que tú percibes hoy. Una en el que el conjunto espacio-tiempo se rompe en pedazos fortuitamente desconectados; y en ese estado lo que sucede en un fragmento no influye en lo que ocurre en el otro. Esto lleva a una inquietante situación: el Cosmos surgió cuando nada estaba casualmente unido con nada.

¿Cada punto del espacio vive su propia vida? ¿Nada, ni la materia ni la luz, ni la información, podía pasar de un punto a otro del Universo?

¡Ni siquiera al más cercano!

Tú sabes que el comienzo ocurrió en el tiempo de Planck, en los 10 elevado a 43 segundos posteriores al Big Bang.

Es el menor intervalo temporal que ustedes los humanos, pueden medir; el instante más pequeño en el que las leyes de la física sirven para estudiar la naturaleza y la evolución del Universo. En ese nanomomento encontramos el Gran Silencio que cambia nuestra visión del espacio-tiempo como un continuo.

La triangulación dinámica causal toma todas las configuraciones causalmente ligadas de unidades del espacio-tiempo y se suman sobre todas las posibles configuraciones: el resultado final es la clásica geometría del espacio-tiempo.

Eso es superfluo. Una partícula subatómica no se mueve simplemente de un punto A a uno B por un camino determinado, sino que lo hace por multitud de caminos, y todos contribuyen a que la probabilidad de que la partícula vaya de A hasta B, que viene dada por una expresión matemática particular. Es imperativo computar todas las simulaciones que combinan estos pedazos del espacio-tiempo en miles de millones de formas distintas, y luego comparar los resultados para ver cuáles son los escenarios que surgen con más frecuencia.

Sin embargo, hay que tomar en cuenta el peso del tiempo, el peso que adquiere la dimensión temporal en el espacio-tiempo; en la relatividad el tiempo tiene signo negativo y es esencialmente diferente del espacio. Es intrínseco a la propia estructura cósmica.

Tienes razón. Es aquí donde la triangulación dinámica causal se une a la gravedad cuántica de bucles; explica cómo es posible que cada uno de esos elementos mínimos que forman el Universo quede aislado del resto. Cuando este se encuentra en estados de cada vez mayor densidad y temperatura, alcanza un punto en el cual la luz ya no es capaz de viajar; si esto sucede no puede ocurrir ninguna clase de comunicación, no se puede transmitir ninguna fuerza y, por tanto, cada región del espacio se encuentra desconectada de cualquier otras. Estaríamos, pues, ante el Gran Silencio original.

 ¿El Big Bang es el comienzo de todo, el tiempo incluido?

Así se lo he hecho creer a los humanos, pero no es verdad. Nuestro Cosmos surge del Gran Rebote: un universo anterior al nuestro, que colapsó, sin llegar a convertirse en una singularidad. Un poco antes de hacerlo, cuando la densidad de la energía alcanzó un valor crítico, los efectos cuánticos hicieron aparecer una fuerza repulsiva. Esto produjo un rebote a partir del cual se formó el Universo en el que existes.

Me pregunto, Divino: ¿qué pasaría si estrujáramos un poco más el Universo cuando la velocidad de la luz se ha vuelto cero?

Entonces la luz se convierte en un número imaginario, la raíz cuadrada de un número negativo. El tiempo se convierte en espacio: nos hallaríamos en un universo con cuatro dimensiones espaciales y sin tiempo, lo que evitaría la formación de la singularidad inicial. Si estamos en un cosmos atemporal, no puede haber un origen, porque eso significa que algo ha iniciado el proceso. Porque no es cuestión sólo de buscar alguna característica determinada en la radiación de fondo; también es necesario saber qué hay que buscar.

♦♦♦

Ante mi incertidumbre de que ese escrito fuese, realmente, poesía, recurrí a la opinión de un querido amigo y reconocido poeta, Edmundo Aray; su respuesta a mi consulta fue la siguiente: “Pues sí, poema cósmico, sólo cósmico; aunque pudiera ser cuántico; pero, es el caso que soy un absoluto ignorante sobre ese otro Universo de la imaginación o de la ciencia enigmática… Me atrajo como si fuese un otro idioma, un otro lenguaje“.

Advierto que Edmundo desconocía mi reflexión inicial respecto al arte como lenguaje creado a partir de un lenguaje dado; no obstante, coincidimos exactamente en el punto de atracción, por cuanto no fue otra mi impresión al leer el texto que sirve de fuente al escrito.

Y ahora confieso que no soy el autor de “El Gran Silencio”; es más, ese poema en prosa parte de un texto que ni siquiera está hecho con intención artística: es un artículo de divulgación científica en cosmología debido a Miguel Ángel Sabadell (Del Big Bang al Big Silence. MUY Interesante. Junio, 2015.). Mi papel en esta suerte de trompe-l’oeil literario consistió en seleccionar vocablos y frases y en darles cierto orden. Ocurre que al leer a Sabadell ─a duras penas comprendiendo algunos conceptos de la ciencia enigmática─ percibí entretejido en su discurso un lenguaje de apreciable valor estético. Tanto como a Edmundo Aray, a mí también me atrajo como si fuese un otro idioma, un otro lenguaje; y era un lenguaje nuevo a partir del castellano convencional que despertaba en mi espíritu deleite y emoción estética; o sea, una alteración en mi aparato psíquico, idéntica a la estimulada por los poemas de mi amigo.

Las ciencias crean nuevos lenguajes, cada vez más ricos con el avance de sus descubrimientos; y, al menos en la cosmología, a partir de cierto tratamiento adicional ese lenguaje se vuelve poesía.

Rubén Monasterios 

Comentarios (3)

Odoardo Graterol
19 de septiembre, 2015

Desde Aly Perez, “desalojo de las palomas de calicanto”, por Igor Barreto, poetas en Prodavinci, pasé a este “ensayo” y sentí tal sintonía con el poema de las palomas que me ayudó a leer, y tratar de sintonizar, con “El gran silencio”. Confieso que, aun procediendo de la ciencia, el “tratamiento” del lenguaje en dicho “poema” me resultó árido. Tal vez la falta de sintonía (¿o ignorancia?) con “la poesía científica” me impide “sentir en mi aparato psíquico” la melodía, el ritmo y la armonía que me resultan tan familiares en prosas como las de Octavio Paz y similares. En todo caso, gracias por la clase introductoria que me facilitará interpretar desde la mente lo que el corazón no requiere para regocijarse con la obra de arte, pero añade un motivo más de regocijo.

omar rojas
19 de septiembre, 2015

BELLO¡¡¡¡

Gilda Heredia
19 de septiembre, 2015

Interesante y bellisima reflexion! Gracias!

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