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Un dios maligno #CaféDePascal

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Czeslaw Milosz

El portal Salon reseña (en inglés) la entrevista al escritor Stefan Chwin para el Magazyn Świateczny de Gazeta Wyborcza, sobre Czeslaw Milosz. Según Chwin, autor de dos libros sobre el poeta, Milosz era peligroso porque tendía a las más oscuras reflexiones sobre nuestra condición. Sospechaba que el mundo fue creado por un dios maligno. Su escritura estaba imbuida del temor al aislamiento, la profundidad de su pensamiento lo separó de la comunidad. “Sabía que era el gran Otro, que era diferente de la mayoría, y eso no lo hacía agradable”. Milosz habría estado decepcionado por la justificación dada a su premio Nobel: haber sido un testigo clave del siglo XX. Eso era de importancia marginal. Prefería el sino de su pariente lejano Oskar Milosz, que había alcanzado la cima de la escritura, donde se obtiene el estatus de sabio y profeta.

En The New York Times Emily Eakin entrega un perfil superlativo de Napoleón Chagnon, el antropólogo “más controversial” de EEUU. La pieza comienza relatando la inverosímil historia de Chagnon a punto de ser devorado por un jaguar y salvado por la conjunción de un mosquitero y la súbita aparición de una anaconda. Chagnon se hizo famoso al revelar la etnia Yanomami como uno de los últimos pueblos en estado primitivo; su representación del mismo provocó el rechazo de muchos colegas. Seguía para entonces las ideas de Edward O. Wilson, en una época en la que el darwinismo era rápidamente descalificado a priori con acusaciones de racismo. Según Chagnon, los Yanomami son un pueblo violento, y el origen de la violencia (rapto de mujeres) no encajaba en las teorías de entonces. Se concentró en recopilar data y armar genealogías, descubriendo que aquellos que habían matado eran también los que se habían multiplicado y prevalecido. Encontró una relación directa de la cultura con la violencia. El antropólogo sería el culpable de una epidemia de sarampión, según sus detractores, al vacunar a unos mil indios. Pero no es posible el contagio por esa vía. Estuvo involucrado en un confuso episodio con la consorte del Presidente de Venezuela (el artículo no explica muy bien cuál fue en realidad el problema). Al margen de la veracidad o no de las acusaciones, lo cierto es que las guerras tribales del Orinoco se quedan cortas ante las que campean entre antropólogos.