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Umberto Eco: más allá del bien y del mal; por Boris Muñoz

Por Boris Muñoz | 22 de febrero, 2016

Hoy es imposible hacer una guerra sin pedir permiso…
y mucho menos una revolución

Umberto Eco más allá del bien y del mal; por Boris Muñoz 640

Umberto Eco, fotografiado por Jordi Socias.

La tarde anterior, frente a una multitud de expectantes académicos reunidos en Rutgers University para escucharlo desmentir punto por punto la tan profetizada muerte del libro, Umberto Eco había dejado en el aire un desafío insólito:

“Si McLuhan estuviera vivo, seguramente escribiría un libro llamado Guttenberg contrataca. Les apuesto a que dentro de cien años muchas más personas de las que hoy aquí se encuentran reconocerán los nombres de los autores que hoy he mencionado (Mallarmé, Tolstoy, Valéry, Quenau, Chesterton y un largo etcétera de firmas ilustres). Los reto a todos ustedes a que nos encontremos dentro de un siglo en este mismo salón para comprobarlo. It’s a deal”.

La escena es la siguiente: una fresca mañana de otoño en la esquina de la calle doce con quinta avenida en Manhattan. Ahí está Umberto Eco, uno de los últimos maître de penser que se atreve a caminar tranquilamente por la calle a espaldas de su fama. Hay algo en su actitud que revela un estado de existencia más allá del bien y del mal; no por arrogancia ni mucho menos, sino porque la penosa alegría de vivir no le produce mayor ansiedad. Aunque la pipa y los habanos han desaparecido, sigue siendo el intelectual más pop del siglo XX. Va vestido con un saco de gabardina verde, una camisa azul eléctrico y una corbata naranja fosforescente como si fuera un personaje de Andy Warhol.

— Busquemos un café. Me dijeron que al voltear la esquina hay uno nuevo que está bien—propone. Doblamos en la esquina de University Place.

De pronto se detiene. “El presidente de la Universidad de Boloña me ha pedido que viaje a Buenos Aires para inaugurar una sede que la universidad va abrir allá, ¿puedes creerlo?. Quieren que sea el orador de orden. Disfruto mucho en Buenos Aires pero ir allá para estar sólo dos días que serán de trabajo… tu sabes. ‘Pero Umberto, no hay Jet-lag entre Nueva York y Buenos Aires’”, me dijeron para convencerme. Claro tampoco hay Jet-lag entre el polo Norte y la Patagonia. El problema es cómo queda uno después de pasar 12 horas para ir a la Argentina y 15 para volver a Italia” —explica dibujando el aire con aspavientos italianos.

— Destruido por completo —digo por decir algo.
— Nunca había tenido que esperar tanto por un café— dice observando semióticamente la cara de Andrew Jackson en el nuevo billete de 20 dólares mientras el dependiente de Dean and DeLuca prepara un espresso con toda la calma del mundo.
— Sí, es difícil conseguir buen café por los alrededores.
— En París uno puede conseguir un buen espresso en cualquier parte, pero aquí en Estados Unidos, aunque tienen las mismas máquinas italianas, nunca es igual.
— ¿Azúcar o edulcorante?
— Mmmmm… Edulcorante, por favor… Y, bien ¿sobre qué vamos a hablar?
— Sobre literatura, tecnología y el futuro.
— Tecnología, literatura… Bueno, veamos.

El zeppelin electrónico

Aunque los fanáticos de las redes globales insisten en que nos encontramos a las puertas de la utopía electrónica, un reciente estudio de la Carnegie Mellon University, demostró que el uso frecuente de internet puede conducir a la depresión. Pareciera que internet se ha convertido en un Club de Corazones Solitarios.
Si cuando el coche fue inventado por primera vez alguien hubiera pasado el día entero en un coche, eso hubiera despertado las fantasías de aislamiento y la gente habría creído que el coche era un vehículo que conduciría a la depresión y al aislamiento. Pero el coche fue concebido para ser usado una o dos horas al día para llevar gente de un sitio a otro. Así que es cierto que las personas que gastan 24 horas al día frente a una consola están enfermas. Pero incluso aquellos que beben tres botellas de whisky al día están enfermos. Sin embargo, si la gente usa internet una hora a la semana o para recolectar información, como yo lo hago, sin tener que gastar mi vida frente a la pantalla, ese sentimiento de aislamiento podría dejar de ser relevante. Ahora, el hecho de que la gente discuta tanto este tipo de locura de internet demuestra que estamos al principio de un fenómeno: la adicción a internet. Pese a que no podemos negarlo, pienso que se trata de un fenómeno inicial. Probablemente, después de pocos años de excitación por el nuevo instrumento, este fenómeno declinará.

Umberto Eco se despide; por Marcelino Bisbal 320Claro, pero vivimos en un mundo en el que cada vez hay más trabajadores virtuales, gente que trabaja en su casa, fuera del mundo, metidos en el cascaron de una computadora.
Cierto, la conexión a distancia, vista como un gran avance, es, quizá, un hecho negativo porque la gente es separada de la sociedad. Así que tenemos que entender que internet no es la solución fantástica que algunos creyeron que era. Tengo una sospecha: aunque internet fue inventada como el dirigible (zepellin) electrónico, tal vez esa no sea la respuesta. Inventamos el dirigible, un vehículo más liviano que el aire, creyendo que era la mejor manera para cruzar los cielos. Pero no era cierto. El avión, más pesado que el aire, era más manejable y veloz que el dirigible. Entonces el dirigible desapareció y sólo quedó para fines publicitarios. Así que, quizá, si en uno o dos años nos damos cuenta que internet no era la forma de iluminar correctamente toda esa información que contiene, otra invención, no sé cual, tome su lugar. Es difícil hacer una profecía acerca de un instrumento que por su naturaleza crece día a día. Estoy asombrado por el hecho de que a pocos años de la llegada de internet han aparecido toneladas de libros acerca de ese fenómeno. Tal entusiasmo editorial, me parece muy apresurado. Considerando que aún sólo tiene acceso una pequeña parte de la población podemos prever que esto aumentará cada vez más. Eso nos trae el problema del exceso de información. Como yo solía decir: no había diferencia entre el Pravda soviético y la edición dominical del The New York Times. Mientras la edición dominical del The New York Times es el periódico donde toda la información posible podía aparecer. El Pravda, por definición, era un periódico que ocultaba información. Pero, la edición dominical del The New York Times contiene tanta información que toda una semana no es suficiente para leerlo. Así que lo ponemos en la mesa de café y decimos: “Okey, lo leeré mañana” y postergamos la lectura del periódico más leído del mundo hasta la próxima semana creando un círculo vicioso. De este modo, el resultado de la ausencia de información y el exceso de información es el mismo. Internet puede, en este momento, en el que no se encuentra regulada, acumular tal cantidad de información que nadie podrá dominar ni seleccionar ni saber qué cosa es basura o qué cosa es buena. Al menos con los periódicos o los libros puedes saber cuál es la diferencia entre un artículo de The New York Times o del The New York Post. Sólo los títulos de las publicaciones dicen si es una publicación conservadora o dedicada a las artes o si es Playboy, que obviamente contiene sexo. Cuando vas a una biblioteca el sólo hecho de que el libro ha sido publicado por Harvard University Press es la garantía de que esa gente hace buenas selecciones. Si el sello es de una Vanity Press, entonces será basura. En cambio, en internet ni siquiera en el caso de que la dirección electrónica termine en edu (abreviatura para educación) garantiza que se refiera a una universidad, sino que un usuario está pagando para pasar a través el servidor de la universidad. Sólo si eres una persona muy experta en este campo puedes seleccionar. El verano pasado yo estaba en el campo y necesitaba información sobre Kant y abrí la enciclopedia en internet y conseguí muchísimo material sobre lo que buscaba. Siendo un filósofo profesional, podía juzgar lo que era bueno y malo. Claro, esa era mi disciplina. Sin embargo, si necesitara información sobre química no tendría ni la más remota idea de dónde empezar. Esta situación puede terminar convirtiendo a internet a una verdadera máquina neurótica para los adictos, aquellos para quienes no es tan importante buscar información como brincar y jugar de un sitio a otro. ¿Cómo discriminar la información cuando no tienes reglas? Quizá tendremos que inventar una nueva forma de enseñanza en las escuelas para enseñarle a la gente cómo seleccionar información.

¿Se refiere a la Arcadia Multimedia?
Las Arcadias son como las viejas oficinas postales. El usuario no tenía un caballo personal. Para enviar un mensaje iba hasta donde estaban el hombre y el caballo que llevaban el mensaje. La Arcadia es lo mismo. Fue una idea basada en el siguiente principio: si Internet no es el dirigible, sino la aeronave real de nuestro futuro, el poder estará en las manos de aquellos con la capacidad de interactuar con esa realidad. Y probablemente tendremos que avanzar a una sociedad muy similar a la que Orwell imaginó en 1984, en la cual, independientemente del nivel económico, una  clase dirigente, sin descartar a los hackers, sabrá cómo tratar con las redes globales. Entonces encontramos a una clase media que usa internet pasivamente, sólo para recibir información, como si fueran personal del aeropuerto “el avión sale a las 5 y media”); luego a los proletarios que están viendo televisión. Y puesto que el acceso a las redes es posible por medio de un pago, las Arcadias serán el equivalente a un lugar público donde la gente que no tiene computadora va porque necesita enviar un largo mensaje a Australia una sola vez en la vida (el nombre Arcadia proviene de los clubes adonde la gente va a jugar con los videojuegos). Las Arcadias son un servicio público, en cada ciudad debe haber cada diez cuadras una Arcadia Multimedia. La gente puede ir allí con una moneda para navegar en internet. Lo que ellos quieren es mirar, como en una biblioteca, con alguien dándole sugerencias acerca de selecciones. Esto crea una comunidad porque estás usando una máquina pero lo estás haciendo junto a otras 50 personas. Probablemente, una computadora es demasiado para ti. Cuando descubres que tienes que enviarle un mensaje a tu hijo que vive en Australia, en vez de pagar 30 dólares, puedes pagar 50 centavos, lo que descubres es una ventaja.

Con Umberto Eco en Caracas; por Tulio Hernández 320Usted está hablando de democracia y acceso público a la tecnología.
No se trata de una gran revolución, sino de una pequeña contribución para hacer los medios electrónicos accesibles no sólo para aquellos que tienen dos mil dólares para comprar su propia máquina.

¿Es posible instalar Arcadias a nivel mundial o estamos hablando sólo del primer mundo?
Hasta donde sé, en este momento internet es más usada en la India que en Nueva York. Obviamente no por todo el mundo, sino por mucha gente que ha descubierto que esa es una vía para mantenerse en contacto con el mundo. Hace cinco años, cuando internet comenzó a ser usada, a todo el mundo (incluyéndome) le resultaba muy excitante la idea de apretar un botón y tener Playboy ante sus ojos. Todos empezamos con Playboy. Pero ahora lo han olvidado al descubrir que internet puede darles otras cosas. Así que ese síndrome de adicción quizá perteneció a una primera ola. Realmente, si es usada de un modo racional y razonable, internet puede ser de enorme ayuda para mucha gente. Doy un sencillo ejemplo. Hace cuatro meses dejé de fumar. Claro, había dejado de fumar cientos de veces en mi vida, pero esta vez era en serio. Yo fumaba 60 cigarrillos diarios. Después de dos semanas empecé a tener ciertos síntomas mientras estaba en el campo. No sabía de qué se trataba. Empecé a sentir ansiedad, sudar y a tener insomnio. Hasta que me di cuenta de que podía ser síndrome de abstinencia por la ausencia de nicotina, pero no tenía a quien preguntarle. Traté buscando “Abstinencia” y después de un rato había leído gran cantidad de documentos de internet que discutían que mis síntomas eran los de la abstinencia de nicotina. No terminaron los síntomas pero supe que debía tomar más agua, comer bananas, ingerir potasio y cosas por el estilo. Así que internet no puede salvar tu vida aunque sí hacerla más cómoda.

En un artículo reciente, Gore Vidal dice que hoy en Estados Unidos más de 30 millones de ciudadanos son vigilados por cámaras de seguridad mientras las conversaciones telefónicas de otros dos millones están siendo grabadas. ¿No estamos en 1984?
Es verdad, pero no teníamos que esperar que internet apareciera para llegar a eso. El hecho de que las tarjetas de crédito remiten a un increíble control hace que toda la discusión acerca de la protección de la intimidad nos haga confrontar nuevas realidades. La privacidad se ha perdido. En el pasado no había privacidad porque los pueblos eran tan pequeños que todo el mundo sabía qué estabas haciendo. Luego disfrutamos de dos o tres siglos de grandes ciudades, donde podías hacer lo que quisieras sin que nadie supiera. Ahora estamos regresando, en un sentido en el que McLuhan no estaba equivocado, a la Aldea Global donde estamos siendo vigilados. Tenemos que encontrar la solución a este problema porque… en ciertos estados de Estados Unidos la gente es condenada a muchos años de prisión por implementar conductas sexuales en el interior de sus propias habitaciones. La única satisfacción que podemos tener es que no hay un sólo Big Brother sino una comunidad de Big Brothercitos.

¿Cómo ve usted el problema del liderazgo mundial en un momento en el que el único imperio atraviesa una crisis moral y política y parece estar acercándose peligrosamente a una crisis económica?
Pienso que imperio es una palabra que sobra −dice mientras recorre la barba con su mano izquierda. Cuando los terroristas italianos hablaron con las multinacionales todo el mundo exclamó que eso era un delirio por el precio que reclamaban. Pero nadie dijo nada sobre el hecho de hablar con las multinacionales y el poder que éstas tienen. Entonces nos acercamos a un punto en el que la angustia por saber quién es el presidente de los Estados Unidos es cada vez más un evento simbólico y teatral. El poder real está en las grandes corporaciones. Así que será irrelevante determinar quién es el presidente en un país en el que sólo vota el 24 por ciento de los ciudadanos. Las corporaciones obviamente son capaces de mover mucho más de ese 24 por ciento de votantes.

Es decir que las corporaciones determinarán el mapa geopolítico del próximo milenio. ¿No hay posibilidad de una guerrilla anticorporativa?
Oh, oh, creo que las guerrillas son algo definitivamente fuera de juego. Hacer una revolución significa transformar una situación en un país dado. En la sociedades globalizadas la situación de un determinado país es completamente irrelevante. Por eso, todo el pensamiento tradicional que romantizaba la revolución ya no funciona. Lo único que puede destruir el sistema del futuro es un gran black-out, un apagón en el sistema central, en el cual todo se detiene. Se puede hacer propaganda revolucionaria por internet y hacer de esto un discurso global. Aun  haciendo la revolución en tu país no puedes tocar el equilibrio mundial. No puedes tocar el mundo en el que vives debido a las regulaciones que mantienen el balance. Hoy en día si ni siquiera se te permite hacer una guerra sin pedir permiso mucho menos se permite hacer una revolución.

Aunque hemos llegado a la aldea global, culturalmente, ¿podemos hablar de globalización o quizá es mejor pensar en una americanización global?
Bueno, incluso allí, no sé. ¿Qué significa americanización cuando en este momento el 30 por ciento de los estudiantes de Harvard y Yale son asiáticos? Tenemos que pensar que en treinta o cuarenta años Estados Unidos será mucho más amarilla que blanca o negra. No cabe duda de que en la segunda mitad de este siglo Estados Unidos dominó el mundo. Pero no hay nada que diga que en el próximo siglo el mundo no estará influido por otros modelos. Tomemos el ejemplo de la comida. Sólo algunos italianos estúpidos piensan que la cocina de Estados Unidos es McDonald’s. Los estadounidenses comen cualquier cosa menos McDonald’s. La cocina de Estados Unidos está cambiando no sólo por la cantidad de restaurantes italianos o japoneses; si vas más allá encontrarás algo que no es italiano, japonés o francés y esto pasa en numerosos dominios que no son la cocina: literatura, arte, arquitectura. Quizá en cincuenta años ya no estaremos viendo el modelo americano en el sentido blanco-anglosajón-protestante, tal vez el modelo cultural no será producido en Estados Unidos sino en Pekín.

La decepción de Borges

Alguna vez usted dijo que el futuro del lector era la conjuntivitis.
¿El futuro de quién era qué? Perdón, ¿qué fue lo que dije?

Okey, estemos de acuerdo en que el libro va a sobrevivir.
Si, estemos de acuerdo.

Entonces, ¿cómo explica usted el fenómeno de ansiedad en torno a la muerte del libro?
No hay ansiedad. La ansiedad sobre ese tema es algo que inventó la gente de los periódicos. Es una enfermedad de una parte reducida de la sociedad. Sucede que en cada temporada hay ciertas cosas que son puestas a circular como, por ejemplo, que el libro va a desaparecer. Todos los periódicos están ansiosos por hablar de esto. ¿Nos encontramos ante la muerte del libro y la escritura?, es la pregunta típica para un editor que cree, literalmente, ser capaz de escribir textos de filosofía. Incluso los periodistas sabían que la computadora no sería un sustituto porque ellos mismos estaban escribiendo con computadoras. Los editores publican una noticia X, la misma noticia aparecerá en otro periódico. Así se crea la ansiedad en torno a la muerte del libro.

Un-mensaje-para-Umberto-Eco-por-Pedro-Plaza-Salvati-320X100Usted dice entonces que la noticia es una de nuestras supersticiones modernas.
No, estoy diciendo algo más: la prensa está enferma por los nuevos medios de comunicación y algunas veces deviene en un medio meramente autorreferencial. Los periódicos hablan sólo en términos de la televisión porque sólo así pueden seguir el ritmo de la televisión y internet. Esto ha traído consecuencias trágicas para la prensa porque le ha hecho perder su fin principal. Esta mañana no tuve tiempo de ir a comprar el periódico italiano pero en internet estaba toda La Repubblica. Obviamente es más placentero tener el periódico en tus manos −dice desplegando sus brazos y acomodando sus lentes bifocales como si leyera la página de política−… pero, virtualmente, lo tenía. Escribí un largo ensayo, que aparece en Cinco escritos morales, analizando el problema de la prensa italiana. Me atrevo a decir que ese problema responde, aproximadamente, a la situación mundial de la prensa. La prensa escribe cada vez más y más sobre televisión y esto es como si la Renault estuviera haciendo carros y los promocionaran con avisos que dicen “Hecho por  Citroên” o latas de Coca-cola con el logo de Pepsi. Los periódicos están robando información constantemente de su mayor adversario. Y con el fin de tener muchas páginas y publicidad inventan temas. El director de un periódico A lee el periódico B y dice: “Ah, mira lo que hicieron ellos. Tú, fulano, haz un artículo sobre eso”−explica Eco apuntando con el dedo a un periodista imaginario. Estas son advertencias en contra de la idea misma de competencia. Si ellos dijeran: “Ellos hicieron tal artículo, nosotros tenemos que encontrar un nuevo ángulo o un nuevo tema para derrotarlos”, perfecto. Pero no, ellos dicen: “Hey, tú haz el mismo artículo”. Me sucede regularmente que cuando ofrezco una entrevista a un periódico italiano empiezo a recibir llamadas de todos los periódicos diciéndome: “Umberto queremos que nos des la misma entrevista”. En vez de decir: “bueno, hicieron una entrevista con Eco, debemos hacer una entrevista con fulano de tal”, pero no, ¡ellos quieren la misma! Me parece que se trata de una pérdida de identidad ante los nuevos medios de comunicación. No saben exactamente qué deben hacer.

Usted…
Atención: ¡No estoy diciendo que la prensa va a desaparecer! El público cambia…

¿Cree usted que la prensa debe ir al diván para hacerse psicoanálisis?
Creo que la prensa atraviesa una crisis de identidad y, por lo tanto, debe redefinirse.

Usted le dijo a la revista Wired que James Joyce es un autor que siempre estuvo on line. Jugando con esta idea…
Ah, aquí está, quieres que diga lo mismo que le dije a la revista Wired.

No, no, le juro que no… jugando con esta idea, ¿cómo piensa usted que hubiera sido Borges si hubiera vivido en los tiempos de la internet? Borges, el autor de los hipertextos.
La red es un invento completamente borgeano. Es como el Aleph, la verificación del sueño más salvaje de Borges. Pero Borges estaría apenado por el hecho de que la realidad hubiera derrotado a la ficción. Quien sabe, quizá sí hubiera escrito algo distinto. La red es “Funes, el memorioso”, pues el aspecto desquiciado de la red es la imposibilidad de seleccionar información. Esto llevará a la misma crisis de Funes, quien estaba impedido de tener una vida normal porque recordaba demasiado sin seleccionar. La función de la grandes instituciones como las universidades y las academias científicas e incluso las editoriales, ha sido por los siglos de los siglos no sólo coleccionar información sino también botarla: “esto es irrelevante, esto otro también, esto es basura…”. De otra manera, estarían saturados de información innecesaria. Pero ahora hay una institución, que es internet, para la cual no existe la basura: todo tiene la misma dignidad.

Entonces qué piensa usted…
Habrá que inventar nuevas maneras de enfrentarse con esta realidad. En vez de estar preguntándose si internet va a destruir al libro y tal y tal, hay que enfocarse en enseñar en las escuelas cómo seleccionar información.

Una cesta de basura para internet.
Voilá. Una de las posibilidades para la prensa es convertirse en una entidad dirigida a seleccionar información de internet. La idea es hacer una reseña crítica de la misma manera que se hace crítica de cine o de libros. Como cuando The New York Times y Los Angeles Times dicen: “esto es basura” y confías en ellos porque hay alguien que está trabajando para ti; como los católicos confían en los periódicos católicos, los capitalistas deben confiar en los capitalistas: “No abra tal site, abra tal otro”.

Usted dice que el mundo está gobernado por mitos como el fútbol. Sin duda la tecnología ha engendrado nuevos mitos. ¿Qué otros mitos cree usted que gobiernan al mundo?
El teléfono celular es la nueva superstición que vuelve loca a la gente. Es absolutamente irracional usarlo como un símbolo de estatus porque en realidad es un símbolo de inferioridad social. ¿Por qué? Porque Rockefeller no tiene celular pero si 50 secretarias que atienden sus llamadas. Si tienes celular eres un esclavo, debes atenderle cada cinco minutos a tu jefe o cada media hora a tu esposa. Esto es irracional como cualquier superstición. Lo que me sorprende es que la gente esté tan feliz de mostrar su inferioridad.

Por cierto señor Eco, siempre me he preguntado: ¿cómo hace usted para escribir tanto? ¿Escribe todo de un tirón? Lo digo porque su escritura parece tan fluida.
La verdad es que todo depende de qué es lo que se escribe. Cuando escribo un artículo lo que más me lleva tiempo es la edición. Digamos que lo escribo en 50 minutos y gasto otros 45 corrigiéndolo.

¿Y las novelas?
La novela es otra historia. Cada página de una novela hay que escribirla por lo menos 20 veces. Okey, ¡ya tienes material para escribir un libro! −exclama dirigiéndose a la puerta de Dean and DeLuca.

Bueno, señor Eco gracie mile.
Prego.

Epílogo

Eco da un vistazo a la calle. “¿Vas subiendo? ¿Caminamos? Antes de ir al sitio donde voy quiero pasar por un kiosco de prensa internacional”, dice, emprendiendo la marcha sin advertir que apenas dejamos atrás una librería en cuya vitrina se exhibe un póster con su imagen promocionando Serendipities (La fuerza de lo falso), su más reciente libro. Sin ninguna pregunta “inteligente” bajo la manga, trato de matar el tiempo echando mano a mi arsenal de preguntas tontas. ¿Cómo se relaja ante tanta demanda por parte de la fama?, ¿qué hace cuando no hace nada? “Caminar e ir de compras. La verdad es que  comprar me relaja mucho”.

A propósito, cuando escribía la Isla del día anterior se fue a los mares del Sur y se afeitó la barba, ¿qué nueva travesura está preparando para sorprender a sus lectores de ficción?
No te voy a decir lo que me voy a cortar ahora. Lo único que te digo es que no pienso ser un eunuco. Cuando me quité la barba fue porque me molestaba para ponerme la máscara de buceo y también porque después de 20 años sin cortármela quería ver otra vez mí cara en el espejo.

Entonces, ¿qué anda escribiendo?
No suelo hablar de los trabajos que no he terminado, no por superstición, sino porque algunas veces crees que estás escribiendo algo que vas a publicar y de pronto descubres que no es lo que pensabas que era. Tengo ideas y curiosidades, pero quién sabe.

¿Acerca de qué?
Quizá una nueva novela —dice a punto de revelar el secreto.

¿Algo de misterio o de ciencia ficción?
Ummmmmm… Sabes, no puedes ser tú la única persona privilegiada en el mundo que sepa qué estoy haciendo.

Sólo el título.
Si te digo el título te digo todo.

Con nostalgia, con alegría, lo veo desaparecer en un punto más allá del bien y del mal. ¿Recordarán su nombre los lectores dentro de cien años? Apuesto que sí. Reto a todos los lectores de esta página a que nos encontremos dentro de un siglo para comprobarlo. It’s a deal!

Boris Muñoz 

Comentarios (2)

Pat
23 de febrero, 2016

Interesante, como todas las facetas de U Eco. Hubiese sido útil poner la fecha de la entrevista. Pareciera ser algo antigua por la referencia que hace a computadoras sólo disponibles para una exigua minoría, de un costo de U$ 2000 (tema de las Arcadias)

boris Munoz
24 de febrero, 2016

Pat, tienes razón en que habría sido útil datar la entrevista. El problema es que no recuerdo exactamente. Tengo la impresión de que fue en el otoño de 1998 o de 1999. Quizás del 98, pero no puedo asegurarlo. No conseguí la entrevista que se publicó originalmente en El Nacional.Saludos

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