- Prodavinci - https://historico.prodavinci.com -

Trump en Yuma; por Rafael Rojas

Fotografía de A. Brandon para Reuters

Fotografía de A. Brandon para Reuters

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha escogido la ciudad de Yuma, en Arizona, como plataforma de lanzamiento de lo que ya se entiende como una adelantada campaña de reelección. Está en el manual del fascismo y el populismo del siglo XX que el caudillo debe reafirmar su legitimidad, demagógicamente, por medio de ejercicios propagandísticos que lo mantengan en el centro de la esfera pública. Eso es lo que ha hecho el mandatario en los últimos días, en lo que se perfila como el nuevo estilo de una política de derechas en el siglo XXI.

Una regla no escrita del sistema norteamericano sugiere que al concluir el segundo año de mandato aparecen las primeras señales de intención reeleccionista. Señales que se reflejan, primero, sutilmente, mientras se negocia y logra la mayoría del partido. Luego, una vez conseguida ésta última, se lanza la propuesta en la convención republicana o demócrata. Trump, que de candidato no respetó esos rituales, ganándose la simpatía no sólo de un segmento conservador, desencantado de la democracia en ese país, sino de algunos gobiernos resistentes a la política internacional de Barack Obama —Rusia, Venezuela, Cuba…— vuelve a presentarse como outsider del sistema y adelanta el proceso electoral.

En medio de una sensible renegociación del Tratado de Libre de Comercio de América del Norte (TLCAN), en que México y Canadá intentan preservar un arreglo favorable a los tres países, que sólo Trump y su gobierno ven como desventajoso a Estados Unidos, el presidente aprovecha el mitin demagógico en un estado fronterizo para reiterar los tópicos de su campaña presidencial. Tópicos basados en el racismo y una visión áspera o abiertamente confrontacional de la vecindad entre Estados Unidos y México, que por lo visto marcará su estrategia mediática de aquí a 2020, coincidiendo con las elecciones y la sucesión en México.

Fresca está en la memoria pública, la transcripción del diálogo telefónico entre Donald Trump y Enrique Peña Nieto, en el que el primero hace la insólita petición al presidente mexicano de que no ventile en los medios de comunicación que México se niega a pagar el muro fronterizo. Daba a entender Trump, con ese ardid, que la construcción de la “maravillosa supervalla” era una fantasía, un bluff, que se lanzaba para aumentar su popularidad interna, dentro de la base conservadora norteamericana, y no un verdadero proyecto que pondría en riesgo la relación entre Estados Unidos y México.

Lo cierto es que, a pesar de las filtraciones y los verdaderos motivos, a Trump lo moviliza la conquista y permanencia de un respaldo popular reaccionario, que de asegurarse, podría llevarlo a un desastroso segundo periodo. Mientras esa amenaza se mantenga al nivel de la demagogia doméstica y no transgreda ciertos límites en términos de la política de defensa en relación con Corea del Norte o Afganistán, el muro con México o el techo de la deuda, las relaciones con Rusia o el conflicto comercial con China, los costos serían administrables.

Todo parece indicar, sin embargo, que con tal de preservar o renovar un electorado conservador, Trump está dispuesto a cualquier cosa: a sostener posiciones ambivalentes sobre el supremacismo blanco o a recaer en el monstruoso antisemitismo de siempre o en el racismo puro y duro contra los afroamericanos o los latinos. Por si fuera poco, no se quedará ahí y complicará la relación de Estados Unidos con diversas regiones del mundo, a la vez. En los próximos meses, el gobierno de México deberá actuar con extrema inteligencia para contrarrestar la amenaza de un Trump en adelantada campaña reeleccionista.

***

Suscríbete al canal de Prodavinci en Telegram haciendo click aquí