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Suena Caracas: de Zapato 3 a Desorden Público (o “Todo está normal”); por Lau Solórzano

Fotografía de Cristian Josué Hernández

Héctor Hernández y Horacio Blanco en SUENA Caracas. Fotografía de Cristian Josué Hernández

 

El 28 de noviembre comenzó en el centro de Caracas, municipio Libertador, el Festival Latinoamericano de Música Suena Caracas. El 18 de noviembre, el alcalde Jorge Rodríguez solicitó un crédito adicional para la realización del mismo y el monto aprobado por la mayoría oficialista fue de Bs. 168.291.200. “Este crédito adicional de más de 168 millones de bolívares se traduce en 14 millones de dólares (calculados a tasa Sicad I), o en 3,3 millones de dólares (si se tasa a Sicad II).”

El sábado 29 de noviembre, desde las cuatro de la tarde, en la Plaza Diego Ibarra había gente. Muchos con franelas de sus bandas preferidas, brazaletes con el tricolor en los brazos y algunos con tatuajes del presidente Hugo Chávez o su firma. También había personas que no parecen estar a menudo por el centro de Caracas, a quienes se les reconoce por la cautela con la que andan.

Para entrar a la plaza se debía atravesar algunas de las seis “alcabalas” controladas por la Guardia Nacional Bolivariana. Ellos revisaban los bolsos de los hombres, mientras las mujeres no tenían ningún tipo de problema para entrar. Ni con el pétalo de una rosa, en una semana en la que tanto se habló del rol de la mujer en la sociedad desde el discurso oficial. Los periodistas, aunque tuviesen acreditación, sí tenían algunos problemas: la igualdad se manifiesta en formas misteriosas.

El cartel del sábado lo componía Palmeras Kanibales, Campesinos Rap, Los que Rezan, Zapato 3, Desorden Público, Cafe Tacuva y Cultura Profética. A las seis de la tarde salieron los animadores del evento y presentaron la primera banda. Ya había mucha más gente y más caos. Más Caracas sonando.

En la terraza del Consejo Nacional Electoral, a la derecha del escenario, había una carpa blanca con decoraciones rojas. Desde abajo no podían distinguirse a quienes disfrutaban del espectáculo desde una suerte de palco VIP instalado allí, pero sí podían verse los vasos largos con una bebida amarilla y el reflejo de la luz de los reflectores en unos cuantos hielos.

Muchas de las calles aledañas al festival no tenían luz. Si alguien caminaba desde la Plaza Diego Ibarra y atravesaba el CNE, lo hacía en medio de la oscuridad. Si caminaba desde la estación del metro Capitolio hasta la entrada a la plaza que está cerca de la Asamblea Nacional también. En esas mismas calles no había policías, ni guardias nacionales, tampoco guardias del pueblo. Lo sustituían vendedores ambulantes, incluso algunos que vendían “la guarapita a 250, mi reina, pa’ que no te dé pálida”. una misma voceada que se repetía en medio de la gente en la Diego Ibarra, que escuchaba a las bandas que tocaron antes de los “grandes” e incluyeron en sus set-list mensajes llenos de propaganda.

Zapato 3 se montó y comenzó con “Pantaletas negras”. Ni un comentario a favor ni en contra de la situación. Euforia, energía, muchas caras de alegría. Después apareció en la tarima Yeilove a animar, vestida con una braga que dejaba ver sus nalgas. Se meneó en la tarima y hubo reacciones, aunque no tantas como se esperaba.En un año donde se ha criticado desde el Miss Venezuela hasta Diosa Canales, además del cuestionamiento a la nueva imagen que está tomando TVES, ahí estaba Yeilove meneando su cuerpo, en medio de comentarios sexuales y referencias fáciles a “Pantaletas negras”.

La Diego Ibarra seguía repleta de gente, dando la impresión de que nadie se había ido, pero si se prestaba atención era una renovación constante e ininterrumpida del flujo. Muchos se iban. Muchos llegaban. Un poco después de las diez de la noche se montó en tarima Desorden Público. Su líder, Horacio Blanco, tenía en el cuello una kufiyya, el pañuelo típico que representa a Palestina. Se habló de la paz, de la posibilidad de caber todos en el mismo lugar, se dijo lo que muchos sabemos “son más las cosas que nos unen, que las que nos separan”. Eso no le gustó a todos. Los rostros comenzaron a cambiar.

Horacio Blanco empezó a presentar una canción del disco que saldrá en 2015. Su introducción decía: “La próxima canción que vamos a tocar, es una canción del 2015 y decidimos tocarla porque nos parece que suena sabroso. Esta canción le planta cara al tema de la corrupción, es la verdad”. Acá empezaron aplausos y abucheos a la vez. Casi a partes iguales. Casi mitad y mitad. Horacio siguió: “Y escúchenme una cosa… escúchenme una cosa: estamos tan de acuerdo… estamos todos tan de acuerdo que hasta el Presidente de la República lo ha dicho”. Eso se escuchó en la Plaza Diego Ibarra, pero quienes veían la transmisión en vivo por Ávila TV sólo vieron esto:

Comenzó la canción. Una canción nueva que nadie podría corear. Sin embargo, la frase que más sonó hizo que eso que se tomaba en la terraza del CNE quedara caliente tras el estribillo: “Si nos van a seguir robando, al menos cámbiennos los ladrones”. Hubo silencio en la mitad de lo espectadores. Confusión, quizás. Luego cada quién tomó la canción por el lado que quiso… o que pudo. El grito de Horacio “¿Estamos de acuerdo o no?” fue respondido por un sí rotundo, colectivo, global. Ahí: detrás del CNE. La canción estrenada en el Suena Caracas termina con un repetido “¡No nos jodan más!”. En adelante, la banda icónica del ska caraqueño mezcló sus canciones: las que sirven para bailar con las escritas para pensar. Mientras tanto, aparecían mensajes en la pantalla como: “Viva la diversidad”.

A mitad de la presentación sonó “Llora por un dólar”, “El poder emborracha” y “¿Dónde está el futuro?”. El cierre del toque se lo llevó “Valle de Balas”, esa canción que también habla sobre cómo suena Caracas.

Aún quedan días de presentaciones de bandas nacionales e internacionales. Aún quedan horas extras del metro. Aún quedan sonidos para tapar el rugido de Caracas. El show debe continuar.

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