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‘Sólo de la humanidad en masa puede venir la luz’; por Rafael Cadenas

15. Kiefer_A_Las-celebres-ordenes-de-la-noche

Las célebres órdenes de la noche (1997), acrílico y emulsión sobre lienzo, de Anselm Kiefer.

La selección nos acerca a la personalidad de Whitman e incluso complementa su obra. Es el Whitman que no podía entregársenos en su poesía ni en sus otros escritos, el Whitman de todos los días, el que conversa con su amigo más íntimo. Oyéndolo, pues de eso se trata, de una lectura para oír, nos enteramos de sus gustos, sus preferencias literarias, sus opiniones sobre escritores y poetas, sus críticas a la política norteamericana, muy actuales por cierto y extensivas a otros países.

Me gusta el espíritu científico; el distanciamiento, el estar seguro pero no demasiado seguro, la disposición para abandonar ideas cuando la evidencia está contra ellas: esto es en esencia hermoso, mantiene abierto el camino, le da siempre a la vida, al pensamiento, al afecto, a todo el hombre, una oportunidad para probar nuevamente después de un error, después de una conjetura errada.

Hablar de estilo en esa forma (como lo hace Arnold), dije yo (Traubel), me hace pensar en algo que dijo Lincoln sobre la política –que su política era no tener política. Eso es exactamente, exclamo Whitman, muy contento: el estilo es no tener estilo.

¿Hay algo mejor en este mundo, en alguna parte, que la alegría, la simple alegría? ¿Alguna religión mejor? ¿Algún arte, mejor que la simple alegría?

¡Sea natural, sea natural, sea natural! Sea un tonto completo, sea sabio si tiene que serlo (si no puede evitarlo), sea cualquier cosa pero sea natural: casi cualquier escritor que esté dispuesto a ser él mismo, llegará a valer algo, porque todos valemos algo, casi lo mismo, en el fondo. El problema es principalmente que los escritores dejan de ser hombres: los escritores reflejan escritores y nuevamente los escritores reflejan escritores, hasta que el hombre se agota, se acaba.

Cuando veo con cuánto empeño se esfuerza la gente en decir cosas brillantes o ingeniosas, me parece conveniente recordarle de vez en cuando los simples hechos –los simples divinos hechos.

Casi todos los hombres se amarran duro ellos mismos y después se preguntan por qué no son libres.

“Lo que es bueno para ti, oh naturaleza, es bueno para mí” (Repitiendo a Epicteto).

Edad

A medida que envejezco veo cada vez más la futilidad de hacer cálculos. Rehúso tener ilusiones. Traté de no adquirir el hábito de esperar ciertas cosas en ciertos momentos, de planear para mañanas, los eternos mañanas, que nunca llegan como lo dispusimos.

Ambición

El trabajo sobre el libro (Hojas de hierba) me hace bien, me estimula, me sostiene. Creo que moriría si no tuviera que hacer el libro. Es necesario tener una ambición –propósito–, algo que se tiene que hacer absolutamente, personalmente.

Iglesia y clero

Los clérigos están prácticamente acabados, las estrellas en sus cursos están contra ellos; aunque luchen, sea cual sea el frente que mantengan, el universo está en contra de sus imposibles explicaciones; sus métodos han fenecido para siempre.

El mundo no soporta más el sermoneo ni la necesidad de este: las edades claramente predicadoras casi han concluido. No lo lamento.

La iglesia no es lugar para un hombre después de que éste ha logrado su crecimiento.

Cada vez que critico a un hombre o un libro siento como si hubiera hecho algo malo. La crítica puede estar justificada en letra y espíritu, sin embargo me siento culpable, me siento como un hombre que debe ir a la cárcel… Me es odioso pensar que cualquier hombre no pueda escribir los mejores libros, cualquier hombre. Cuando veo que no lo hace, me siento decepcionado y digo cosas. ¡Qué suerte tiene el hombre que no dice cosas!

Cartas

La gente se sienta a escribir cartas como los autores profesionales se ponen a trabajar: no tienen nada que decir, pero dicen mucho acerca de no decir nada.

Yo no gasto mucho de mi tiempo lamentándome por esto o aquello: no obstante algunas veces lamento que nunca fui a Europa, otras veces lamento que nunca aprendí a leer alemán o francés. Sin duda todo está justamente bien tal como está: todo ocurrió de acuerdo con lo que se describe como “las ordenanzas de Dios”: no hay azar en ello. Tal vez el zafarme de mis formas acostumbradas me hubiera modificado –convertido en un viajero, convertido en un lingüista–. Eso hubiera podido perjudicar las Hojas: mi destino parece haber sido vivir toda mi vida aquí en América, sin interrupciones desfavorables.

… una de mis doctrinas principales, es que nunca debemos dejarnos absorber tanto por ocupaciones ornamentales como para perder conexión con la vida. Algunos hombres llevan vidas profesionales, algunos simplemente viven. Yo prefiero simplemente vivir. Nunca quiero que se me imagine sosteniendo que cualquier logro estético aislado puede compensar por la pérdida de camaradería del mundo, la vida de camaradería, la vida apropiada de uno en la multitud, que es entre todos los ideales humanos el más deseable, el único que definitivamente ha de desearse y perpetuarse.

Yo realicé muchísimo… trabajo en los hospitales. Fue en un sentido lo más próximo a trabajo en mi vida. Los libros son muy buenos, pero esta clase de trabajo es mucho mejor –así como la vida es siempre mejor que los libros, como la vida en la vida es siempre superior a la vida en un libro.

Supongo que el mejor plan es no tener plan –mantenerse fluido, dejar que las influencias nos posean, suceda lo que suceda–; claro que uno quiere saber en general adónde va, pero dudo que tratar de vivir la vida sobre alguna base matemática pueda ayudar a un hombre a realizarse.

Lo que siempre sostengo es: no se sometan a provocaciones, irritaciones, negras fantasías del día superficial; vayan inmutablemente adelante, adelante, a lo que es necesario que hagan: el resto se cuidará por sí solo.

Literatura

… lo grandioso no me atrae; me disgusta el simple arte de efecto, el arte por el arte, así como la literatura por la literatura; la objeto, no por razones de mojigatería, sino porque la literatura creada conforme a ese principio (y también el arte) nos separa de la humanidad, cuando sólo de la humanidad en masa puede venir la luz.

Los cuentistas, por lo general, no me atraen… ¿Qué puede uno sacar de ellos? ¿Cuál es su futura significación? ¿Tienen alguna? ¿No llegan y se van? ¿No se agitan apenas sobre la superficie, mariposean alrededor en frágiles recipientes literarios por un rato y luego se despiden con una inclinación?

Amor y amistad

Todo hombre tiene que aprender su mejor método propio: mi método es ir lentamente, muy lentamente (extra slow). Todo gran trabajo es trabajo cauteloso; se hace con los ojos puestos en todos los horizontes del espíritu. Cuando falta tal gravedad nos volvemos simples aficionados, no se logra decir ni hacer las cosas grandes.

Habla Walt Whitman, Selección, traducción y presentación Rafael Cadenas. Pre-Textos/Poéticas. España, 2008. Curaduría: Josefina Núñez