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Sobre la galería “Torre de David”, por Jorge Silva

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Hace varios años quería retratar la vida de los habitantes de la Torre de David. Por momentos fue casi una obsesión, una tarea pendiente. La Torre es un símbolo de la Caracas de nuestros días. El fenómeno de los ‘espacios ocupados’ se repite por decenas en el centro de en la ciudad.  Pero la torre y su inconcluso e inmenso esqueleto modificado, se observa desde casi cualquier parte de la ciudad.  Es el tercer edificio más alto del país  y sus historias  se han convertido en una leyenda urbana.

El lugar es el escenario perfecto para lo que Vargas Llosa llama la ‘novela total’ latinoamericana,  cumple con todos los requisitos: “refleja las inquietudes sociopolíticas del momento y, además, plantea temas correspondientes al interior del hombre como la angustia, las preocupaciones metafísicas, o los conflictos de la vida urbana”.

La torre ejemplifica las mayores problemáticas de la sociedad venezolana, reconocidas por el mismo gobierno: la falta de vivienda, la crisis de seguridad.  El U-TT (Urban Think Tank group) dijo: “Cuando la ciudad moderna no se adapta a la gente… La gente se adaptará a la ciudad”. Es el símbolo del derrumbe del sistema financiero de los 90’s y coyuntura con la Revolución Bolivariana.

La primera vez que intente un acceso y un contacto no tuve mucho éxito. De forma no muy amable me pidieron que me fuera mientras podía. Fue hace algún tiempo después de un artículo que apareció en The New Yorker y que la gran mayoría de los medios venezolanos tradujeron.  En el artículo hay una larga entrevista con el hombre que lidero la invasión/ocupación del edificio en el 2007. Un evangélico, ex convicto.

Los habitantes de la torre y  en especial los encargados de su administración estaban (y son) muy sensibles con los medios de comunicación, donde a menudo aparecen titulares como: “Tower of Terror”,  “El rascacielos sin modernidad”,  “La alcabala del terror”, “La favela vertical, más alta del mundo”, “Torre de David: Reino de Malandros”, “Violaron a una mujer en la Torre”.  Incluso han sido el escenario de un episodio de la serie “Homeland”, donde aparece como una guarida de secuestradores.

Mi intención no era saber sobre estos titulares. Por encima de eso me mueve tener un retrato de la vida de las casi 1000 familias que hacen su vida en el lugar, a costa de mucho trabajo y riesgos. Documentar sin juzgar.

Así lo dije a la junta de coordinadores que me recibió para escuchar mis intenciones del reportaje y decidir sobre mi acceso. Les explique mis intenciones. Al final de la reunión con la junta de coordinadores donde me escucharon con mucha atención y respeto una mujer me dijo:

– ‘¿Ah, entonces usted no viene a ver al cocodrilo que tenemos amarrado en el sótano?, allá afuera dicen que tenemos uno que se come a la gente y que la desaparece cuando entra a la torre’.  Cuando terminó el comentario todos rieron a carcajadas.

La torre está habitada sólo hasta el piso 28. Únicamente hasta el piso 10 se puede acceder con motos o vehículos a través de las rampas de los estacionamientos. Dentro de sus largos pasillos, hay bodegas, tiendas de ropa, salones de belleza y guarderías. Se podría vivir dentro sin tener que salir. Es la nueva comunidad informal vertical.

La primera vez que subí a la torre, fui con Tahis y su hija Génesis de 9 años,  nos encontramos una tarde en la entrada del edificio, Tahis venía de trabajar y Génesis de la escuela. Ellas viven en el piso 27.

Tahis traía 2 canillas que había comprado en la panadería antes de llegar. Comenzamos las escaleras, paramos en el piso 10 en casa de una amiga de ella que vendía helados caseros. Llegamos cuando estaba lavando ropa y acarreando agua con tobos. Nos ofreció café. Thais en las escaleras iba pellizcando el pan, estaba caliente, Génesis también. Y cuando me ofrecieron no me negué. Después paramos en un abasto en el piso 16 y en varios otros, en cada piso ella conocía a alguien o tenía alguna cosa que hacer. Cuando llegamos a su casa 27 escaleras después la bolsa del pan estaba vacía.

Los primeros que llegaron  en el 2007 pasaron meses durmiendo en carpas. Hoy casi todo es de ladrillos. Las imágenes del ex presidente Hugo Chávez son algo muy común.

Dentro las imágenes se suceden sin parar: un hombre carga un bote de agua de 20 litros por 26 pisos, otros 2 suben una lavadora, unos reciclan vigas de acero de los pisos más altos, unas niñas toman una clase de taekwondo en la obscuridad, una mujer en la puerta de su apartamento se ayuda de su móvil para buscar a su hija por el pasillo durante un apagón.  Lo provisional e improvisado parece estar hecho para quedarse para siempre.

En una terraza del piso 28, Gabriel y su hermano terminan de hacer ejercicio un Domingo al medio día, con una fantástica vista de Caracas, pausan y se quedan viendo la urbe. Gabriel de pronto voltea y me pregunta “¿verdad que somos los pobres más ricos?”.

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