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Sobre el colaboracionismo; por Wolfgang Gil Lugo

Por Wolfgang Gil Lugo | 29 de octubre, 2017
Klaus Maria Brandauer, como Hendrik Hoefgen, en la película Mefisto de 1981.

Klaus Maria Brandauer, como Hendrik Hoefgen, en la película Mefisto de 1981.

“¿Has bailado alguna vez con el diablo a la luz de la luna?”. El Guasón (Jack Nicholson) en Batman, 1989, de Tim Burton.

La palabra “colaboracionismo” es un término penoso. Designa a todo aquello que tiende a auxiliar o cooperar con el enemigo. El término tiene su origen en la República de Vichy (1940-1944), forma eufemística de llamar a la Francia indirectamente ocupada por los nazis y gobernada por el Mariscal Pétain, héroe de la primera guerra mundial, convertido luego en presidente títere.

En un sentido más amplio, el colaboracionismo puede describirse como la tendencia política que defiende un régimen político dictatorial, especialmente si se trata de un régimen de ocupación, como los nazis en Europa o los japoneses en Asia.

¿Cuáles son los motivos de los “colaboracionistas”? Dichos motivos se pueden agrupar en tres categorías. Primero, el colaboracionismo entusiasta: en el que se siente una gran simpatía por el enemigo, ya sea por afinidad ideológica o por coincidencia en los objetivos. En segundo lugar, el coaccionado: el de los que se ven obligados a colaborar por miedo a las amenazas. En tercer lugar, el colaboracionismo oportunista: el de los que esperan a obtener ganancias, posiciones, enriquecimiento o favores del enemigo.

El último caso, el colaboracionismo oportunista, es estudiado con profundidad psicológica en la novela Mefisto (1936). De esta obra se hizo una magnífica versión cinematográfica en 1983, dirigida por István Szabó, y protagonizada por Klaus Maria Brandauer. El film ganó el Oscar a la mejor película extranjera.

¿Se puede engañar al diablo?

La novela Mefisto, de Klaus Mann, hijo del gran Thomas Mann, describe la carrera de un oportunista. Se cree que Klaus vio en su cuñado, Gustaf Gründgens, esposo de Erika Mann, de quien se divorció en 1929, ese tipo de personalidad de trepador social sin escrúpulos. En otras palabras, la novela de Mefisto explora la vida interior de un arribista que solo puede ser auténtico al representar lo que no es.

El personaje protagonista, Hendrik Höfgen, es un excelente actor dramático que llegó a hacer con virtuosismo a Mefisto, el demonio tentador del Fausto de Goethe. Höfgen comienza con simpatías por la izquierda. Tuvo militancia activa en el movimiento socialista de la Alemania de la República de Weimar. Con el ascenso del nacionalsocialismo, cambia de bando y se convierte en dignatario del Tercer Reich. Para disfrutar de sus prebendas, se gana el aprecio de los jerarcas con adulaciones y llega a colaborar en la persecución de sus antiguos camaradas.

El tema de la novela es la seducción que el poder ejerce sobre aquellos que prefieren acallar su conciencia moral con la excusa de garantizar el libre desarrollo de sus talentos. Esto tiene sus consecuencias para la integridad de la persona. No podemos olvidar que somos seres morales. Así, presenciamos el vacío de la vida de un actor que únicamente se siente pleno en la realización de sus personajes.

La trama concluye con una amarga ironía. El sueño más preciado del protagonista es ser considerado el mejor actor de Alemania. Para lograr este sueño vende su alma al diablo. Se da cuenta demasiado tarde de que, en la vida real, no está encarnando a Mefisto sino el papel de Fausto. Con amargura descubre que el líder nazi, que ha promovido su carrera, es el verdadero Mefisto. En conclusión, al diablo no se le puede engañar. No hay medias tintas en lo que se refiere a la  moral.

El colaboracionismo cotidiano

A las formas de colaboracionismo que enumeramos más arriba, se le puede agregar una más. El colaboracionismo indiferente. Aunque nos repugne el enemigo, queremos pasar desapercibidos y no meternos en problemas. Así decidimos cumplir con nuestras tareas sin hacer nada que pueda poner en peligro nuestra existencia. Refiere a la categoría de la “esclavitud tranquila” a la que refiere el viejo adagio.

En este caso se plantea el problema de la responsabilidad personal bajo un régimen totalitario. Puede que no seamos oportunistas, como el personaje de Mefisto, y que solamente mantengamos la actitud de vivir y dejar vivir. Pero, ¿eso nos exime de responsabilidad?

Según Hannah Arendt, en su libro Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal, no podemos creer que toda una sociedad se ha convertido en un monstruo sádico, y nos explica que el mal, en un régimen totalitario, es cometido de forma cotidiana, de manera trivial e indiferente. Esto es lo que ella califica como la banalidad del mal. El mal es el producto de seres humanos que no reflexionan, cuyo drama radica en no haberse atrevido a hacer un examen de conciencia.

En la obra, Arendt nos enfrenta a la capacidad del ser humano corriente de causar daño a sus congéneres por la ideología. Segundo, lo nocivo que significa sobrevivir en un Estado totalitario tratando de cumplir solo con nuestro trabajo sin evaluar las consecuencias morales. Tercero, nos lleva a la toma de conciencia acerca de la extensión del colaboracionismo, el cual provocó una actitud irreflexiva en la población de un país culto como Alemania. Cuarto, se adentra en cómo el colaboracionismo consigue involucrar a las propias víctimas, las cuales llegan a negociar con sus verdugos para sobrevivir.

Arendt reconoce que hubo personas excepcionales que supieron distinguir entre el bien y el mal, a pesar del universo de terror y muerte al que estaban enfrentadas. Este es el valor moral que devuelve la esperanza sobre la humanidad.

El libro de Arendt gira en torno a la figura de Otto Adolf Eichmann, quien fue un teniente coronel de las SS nazis y responsable directo de la “solución final”, principalmente en Polonia, y de los transportes de deportados a los campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial. Al final de la guerra huyó a Argentina, donde se ocultó con un nombre falso, hasta que el servicio secreto israelí lo descubrió, lo secuestró y lo transportó a Israel para ser sometido a la ley por sus crímenes.

Nos cuenta Arendt que, en el juicio a Eichmann, llevado a cabo en Jerusalén, tanto a los miembros del jurado como al público se les hacía imposible creer en la normalidad de Eichmann. Lo veían como un ser demoníaco, como un sádico que disfrutaba asesinando judíos. Arendt lo vio distinto. Como a una persona normal, un ciudadano preocupado por cumplir las órdenes burocráticas, sin cuestionarlas. Esa vocación de funcionario obediente lo convirtió en insensible al dolor ajeno e incapaz del juicio moral.

“Lo más grave, en el caso de Eichmann, era precisamente que hubo muchos hombres como él, y que estos hombres no fueron pervertidos ni sádicos, sino que fueron, y siguen siendo, terrible y terroríficamente normales.” (EJ, p. 177)

Arendt revela el propósito de los gobiernos totalitarios en reducir al ser humano a funcionario, para luego convertirlo en pieza de una máquina burocrática deshumanizada. Por otra parte, los crímenes son legalizados para que el funcionario sienta que no está violando la moral o la ley. Por eso son tan excepcionales las personas que pueden tomar conciencia del horror de la situación y tienen el valor de no colaborar.

El tema del colaboracionismo indiferente recuerda al famoso poema de Martin Niemöller: Cuando los nazis vinieron (atribuido erróneamente a Bertolt Brecht):

Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas,

guardé silencio,

porque yo no era comunista.

Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,

guardé silencio,

porque yo no era socialdemócrata.

Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,

no protesté,

porque yo no era sindicalista.

Cuando vinieron a por los judíos,

no pronuncié palabra,

porque yo no era judío.

Cuando finalmente vinieron a por mí,

no había nadie más que pudiera protestar.

En conclusión, podemos ser colaboracionistas si dejamos anestesiar nuestra conciencia moral y la entregamos.

La dignidad: tres ejemplos

Nos cuenta Herodoto (VII, 134) que en la antigua Grecia dos nobles espartanos se ofrecieron voluntariamente como víctimas a los persas como reparación de los embajadores que fueron asesinados por su ciudad cuando se le exigió que se sometiera al rey Darío. Estos caballeros se presentaron ante Hidarnes, el general persa que los recibió con amabilidad, y les hablo de esta manera:

-¿Por qué, oh amigos Lacedemonios, mostráis tanta aversión a la amistad con la que el rey os convida? En mi persona y en mi fortuna tenéis a la vista una prueba evidente de cómo sabe el rey honrar a los sujetos de mérito y a los hombres de valor. En vosotros mismos experimentaríais otro tanto si quisierais declararos por vasallos del rey, quien, como está de vuestras prendas bien informado, haría sin falta que fuese cada uno de vosotros gobernador de alguna provincia de la Grecia.

A lo cual ellos respondieron: 

-Este tu aviso, Hidarnes, por lo que a nosotros mira no tiene igual fuerza y razón que por lo que mira a ti, tú que nos lo das; sí sabes por experiencia el bien que hay en ser vasallo del rey, pero no el que hay en ser libre e independiente. Hecho a servir como criado, no has probado jamás hasta ahora si es o no dulce la independencia de un hombre libre; si la hubieses probado alguna vez, seguros estamos de que no sólo nos aconsejaríais que la mantuviéramos a punta de lanza, sino a golpe de seguir ofreciendo el cuello al acero. 

Los dos valientes pusieron su dignidad por encima de su vida. Al final, los persas quedaron tan impresionados por su actitud que, en un acto de gallardía los perdonaron y los dejaron ir.

El 5 de octubre de 1938, el primer ministro Neville Chamberlain se presentó ante la Cámara de los Comunes del parlamento británico para defender el acuerdo entre Francia, Gran Bretaña, Alemania e Italia que cedía a las ansias expansionistas nazis la región checa de los Sudetes. Con esta decisión, pretendían evitar una guerra en Europa a costa de traicionar a Checoslovaquia, a la que ni siquiera permitieron asistir a la reunión.

Tras esta reunión, una sesión del parlamento británico pasó a la historia por su cobardía y su ceguera política, con la excepción de Winston Churchill, quien en su intervención afirmó categóricamente: “Os dieron a elegir entre el deshonor y la guerra… elegísteis el deshonor, y ahora tendréis la guerra”. Con el tiempo, Churchill lograría convertirse en el líder de Gran Bretaña, invertir la actitud política de su país y enfrentar con éxito a un enemigo despiadado.

Un ejemplo de fuerza moral tomado de nuestra historia nacional, lo tenemos en Fermín Toro. El 24 de enero de 1848, el congreso venezolano se planteaba enjuiciar al presidente de ese momento, José Tadeo Monagas, por trasgredir la constitución. Entre los parlamentarios se caldearon los ánimos hasta que tuvo lugar un violento enfrentamiento.

Dicho evento ha sido recordado como el Atentado al Congreso, también ha sido llamado el Fusilamiento del Congreso. Todo ocurrió bajo la mirada complaciente del presidente Monagas, quien aprovechó la situación irregular para intervenir el parlamento. Días después, el poder legislativo se volvió a instalar bajo el control del gobernante. Desde entonces perdió su autonomía. Muchos se plegaron a las nuevas condiciones. Pocos se negaron. Entre estos últimos destaca Fermín Toro, diputado por Caracas, quien, ante el requerimiento de los emisarios del dictador, contestó: “Díganle ustedes al general Monagas que mi cadáver lo llevarán, pero que Fermín Toro no se prostituye”.

Desmond Tutu, pacifista sudafricano y Premio Nobel de la paz 1984, ha dicho: “Si eres neutral en situaciones de injusticia has elegido el lado del opresor”.

Wolfgang Gil Lugo 

Comentarios (18)

Pedro Pérez
29 de octubre, 2017

Excelente artículo. Muy oportuno hoy, ayer, hace 10 y 20 años. Lástima que ni el 5% de los venezolanos sean capaces de interpretalo cabalmente y mucho menos de actuar en consecuencia. El país ha perdido la moral y la fignidad, salvo notables excepciones y no hablo sólo del liderazgo.

Carlos Carrillo
29 de octubre, 2017

Un artículo de obligatoria lectura. Un momento del domingo bien invertido. Felicitaciones a Wolfgang Gil Lugo

Oswaldo Campos
29 de octubre, 2017

Buen articulo de Wolfang Gil Lugo que refleja la debilidad humana ante los regímenes totalitarios que atropellan y meten miedo, obligando al ciudadano a tratar de sobrevivir en el medio del caos, muchos se transforman en colaboracionistas entusiastas, otros en colaboracionistas oportunistas como ha sucedido con una gran cantidad de venezolanos y por ultimo la gran mayoría que fingen ser colaboracionistas indiferentes y responden, yo no tengo problemas porque yo no me meto en política, pero independientemente viven del régimen, se alimentan de este, subsisten, viajan, disfrutan de una posición privilegiada y asisten a una que otra marcha en contra del gobierno, pero votan por el gobierno y mantienen el status quo para satisfacer su conciencia moral. Estos últimos son los mas detestables.

Flor Angélica Pereda
29 de octubre, 2017

Este artículo resulta muy pertinente en estos tiempos. Hoy en día, hay mucho colaboracionismo no solo de parte de algunos políticos, sino también de gran parte de la población al adaptarse a vivir en las precarias condiciones de este gran getto en que se ha convertido Venezuela. Si alguién reclama públicamente en voz alta, lo miran mal o miran al techo, quedando como una persona conflictiva. Esa pasividad colaboracionista la estamos pagando caro.

Jose Elias Torres V.
29 de octubre, 2017

He leído varios artículos de opinión de Gil Lugo. Cada ves el ultimo supera o por lo menos iguala al interior. Tiene un amplio contenido didáctico, filosófico. Felicitaciones.

Roberto R Bravo
30 de octubre, 2017

Ese colaboracionismo cotidiano, como lo llamas (y que es una forma “light” del colaboracionismo coaccionado), el de la mayoría de la gente, es el que en el fondo sostiene la injusticia y los abusos del totalitarismo. Un sentimiento tan humano y natural como el miedo domina al ciudadano común, que no se da cuenta (y muchas veces no quiere darse cuenta) de que el dictador está ahí solo porque la mayoría silenciosa se lo permite. No hay dictador que subsista un segundo ante el rechazo general (la caída de Mussolini o de Pérez Jiménez son 2 ejemplos). El problema es el miedo a encontrarse solo en la protesta, es saber que hay otros colaboracionistas (los oportunistas, los entusiastas) que no solo amenazan la propia vida sino incluso la de los seres queridos. Lo que hace que muchos se conviertan en indiferentes, antes de que la amenaza se patentice sobre ellos. La consecuencia es que una minoría abusiva termina dominando a la mayoría mediante el miedo, solo porque esta desconoce su fuerza.

Lila Siegert
30 de octubre, 2017

Excelente artículo! Los pocos que mantienen dignidad y valores son los que pasan a la Historia como modelos a seguir en las turbulencias de la vida…los otros serán juzgados demasiado tarde, cuando lo mejor del ser humano haya sido destruido inexorablemente!

Estelio Mario Pedreáñez
30 de octubre, 2017

Magnífico artículo de Gil Lugo. En un país derrotado militarmente, ocupado y gobernado por una potencia extranjera es fácil identificar a los traidores o “colaboracionistas”. Difícil resulta identificarlos cuando, sin mediar una guerra internacional, los gobernantes del país, por afinidad ideológica o por degeneración moral, traicionan a su patria para entregarla a un dictador o gobierno extranjeros. Invocar doctrinas totalitarias puede ser una máscara para esconder la vocación de ladrones del Tesoro Público. Cuando Venezuela vivió su Guerra de Independencia contra España, una larga y cruenta guerra de 15 años que devastó al país, surgió la vergonzosa figura del Marqués de Casa León, que sirvió intermitentemente a patriotas y realistas. Y esos oprobiosos casos no son exclusivos de Venezuela. Los propios Reyes Carlos IV y Fenando VII entregaron España a Napoleón Bonaparte, y el último, en 1823, pidió y logró la intervención extranjera contra su patria para restablecer su poder absoluto.

Susana Blaha
30 de octubre, 2017

Excelente articulo y muy bien explicado para todos los que desconocen esos graves detalles de historia universal. Como dicen: El que no conoce la historia esta condenado a repetirla. En los niveles de empobrecimiento e ignorancia que nos rodean, es un encomiable esfuerzo para traer un poco de luz y pensamiento reflexivo. Justamente necesitamos informacion y ejemplos sobre seres como Fermin Toro, opuesto a la tipica picaresca criolla (bien descrita por Axel Capriles) Muchas gracias.

Irma Lovera De Sola
30 de octubre, 2017

Magnífica presentación del tema con ejemplos históricos de varias épocas que ilustran perfectamente que no solo es un colaborador quien lo hace abiertamente, por conveniencia o privilegios, sino también quien por cobardía o comodidad no expresa su opinión contraria a los abusos de los poderosos. Pero hay que señalar que se han dado situaciones de incomprensión en que se ha señalado como colaboracionista a quien no lo es, a quien en determinadas circunstancias da la razón al contrario porque la tiene, pero los enemigos irracionales ven colaboración donde solamente hay un gesto de justicia.

roberto rabinovich
30 de octubre, 2017

El artículo sería muy bueno si se dejara de tantas hipérboles y dijera qué y quién ha incurrido en el crimen de colaboracionismo, cosa que pondría sobre el tapete un tema que podría dilucidarse razonablemente. Hay muchísima gente que ha colaborado con este ignominioso régimen, ensuciándose. Sin embargo, cuando lo que está en juego es la política llevada por la MUD para salir del Régimen. Hablaríamos de tácticas y estrategias y podríamos llegar a conclusiones válidas. Así, escondido detrás de generalidades, el artículo puede ser muy elegante pero sólo echa más leña al fuego y acrecienta el desconcierto

@manuhel
31 de octubre, 2017

Excelente lectura.

Alejandro
1 de noviembre, 2017

Este es un articulo que se arma de eventos históricos muy particulares que permiten definir colaboracionismo pero como aplica esto a la Venezuela actual que es una situación muy particular en si.

Y de ser aplicable, cuando se empezó a ser colaboracionista? Han habido muchos eventos en los últimos 17 o diría desde la década de los 90 que han contribuido a la situación en la que se esta ahora.

Tal vez la lista de tascon es un buen ejemplo, mientras Chavez mantuvo 80% aprobación.

Me atrevo a decir que la situación actual venezolana es mucho mas compleja en cuanto a su cultura política, composición social, tipo de populismo, militares en la política, control del Estado de la fuente primordial de riqueza, post-guerra fría, etc.

daysa urrea
1 de noviembre, 2017

Gracias por tan valiosa reflexión y aporte, bendigo estos espacio.

Diógenes Decambrí.
1 de noviembre, 2017

No tildaría de colaboracionistas a quienes, como Chávez, Maduro, y su pandilla de fósiles, ya mucho antes del 4F92 eran AGENTES del castrismo, y desde el poder se han esforzado por ENTREGAR nuestra SOBERANÍA y RECURSOS a sus amos ideológicos y estratégicos en Cuba. Esos son abiertamente CÓMPLICES de la INVASIÓN y CULPABLES del desastre resultante, cientos de miles de asesinados incluidos, no sólo durante los 2 golpes del 92, sino a lo largo de la pésima regencia colonial desde 1999, por la creciente INSEGURIDAD y la criminal REPRESIÓN en contra de la CIUDADANÍA que rechaza el pensamiento y el partido únicos, el desfasado neoestalinismo. Colaboracionistas por todo el cañón serían esos cuatro adecos que, traicionando no sólo a sus electores, sino a la mayoría de los venezolanos que repudia la dictadura de los lacayos de Cuba, fueron a humillarse -a lo Chamberlain- ante el esperpento ilegítimo y fraudulento inventado el 30J17, asumiendo esos 4 también una asquerosa ilegitimidad.

Marianela Manzanares
2 de noviembre, 2017

Todos los artículos escritos por el Dr Wolfgang Gil nos dan luces sobre el acontecer nacional. Siempre están escritos con erudición y claridad de lenguaje. Entender el colaboracionismo, sus diferentes tipos, sus consecuencias y los momentos históricos en los que se ha presentado con mayor intensidad y fuerza nos hacen reflexionar. Es en momentos difíciles cuando la dignidad humana se expresa. No expresarla, es, tal y como ha dicho el citado Desmond Tutu, elegir el lado del opresor.

Eduardo Cámara
3 de noviembre, 2017

Entonces, ¿son colaboracionistas los venezolanos que votaron el 15O?, ¿son colaboracionistas los venezolanos que se calan un gobierno incompetente y un largo etcétera?, ¿son colaboracionistas los políticos de oposición que participan en elecciones convocadas por la ANC?, ¿es colaboracionismo comprar la caja del CLAP?, ¿es colaboracionismo participar en elecciones para no perder espacios?. Ahí les dejo eso. Maravilloso artículo, valga la aclaratoria. Saludos.

Carlos Aponte
6 de noviembre, 2017

Excelente artículo, con una extraordinaria vigencia y superior lucidez. Este escrito lo tomo de manera muy personal porque lo vivo a diario en mi sitio de trabajo, y dentro de los hallazgos de mi tesis doctoral; ese “malvado” colaboracionismo es una de las variables de mayor impacto y quizás el principal motivo de que no haya podido presentarla. Lamentablemente es muy cierta esa frase lapidaria. “El que no conoce la historia, está condenado a repetirla”. Le suplico a Dios que ni yo ni mi familia y amigos, pasemos a engrosar la penosa lista de quienes lo son.

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