Blog de Lucas García

Sin entender, por Lucas García

Por Lucas García París | 13 de marzo, 2014

Sin entender, por Lucas García 640

Hace cinco años asistí a la FIL de Guadalajara formando parte de un grupo de escritores representativo de la “literatura joven” del país. Debíamos leer una muestra de nuestros textos y hablar acerca del panorama de la narrativa  nacional en el marco de una ponencia que algún bromista en la organización denominó “¿Qué está pasando en Venezuela?”.

Por supuesto, una gran mayoría de asistentes interesados por la charla pensaban que la cosa iba de política y preguntaban con aire a veces de reto y otras de verdadera súplica:

─ ¿Y qué es lo qué está pasando en Venezuela entonces, güey?

Las primeras veces explicábamos que esto iba de literatura y tal, pero ya al final la pregunta se había repetido tantas veces  que yo acabé por hacérmela a mí mismo, soltando abismado ante mi absoluta perplejidad:

─ Ni idea, cuates. Ni la más puritita idea.

Eso fue hace cinco años.

Imagínate ahora.

*

Hace once años, durante aquel desastre llamado el Paro Petrolero que siguió al ya kilométrico desastre conocido como el 11 de abril, mi abuelo atravesaba las últimas etapas de un cáncer de próstata que lo había sitiado durante una década. Yo tenía que llevarlo de su casa a una clínica en los alrededores de Caurimare para que le hicieran el tratamiento. Quienes hayan pasado por un caso similar sabrán del ánimo terrible que embadurna estos trances. Ver como las sesiones de quimioterapia acaban convirtiendo a un ser querido en el fantasma de sí mismo. En esas andaba yo cuando, a cuatro cuadras del apartamento del abuelo, un piquete civil trancaba la calle.

─ ¿Qué pasa? ─le pregunté a un tipo con una bandera de Venezuela que, junto con un diverso grupo de personas, había puesto unos troncos en la vía que me cerraban el paso. Todas las válvulas de mi maquinaria interna iban ajustándose para no estallar en mil pedazos.

─ Es una guarimba, hermano… ─anunció el hombre. Y procedió a explicarme que los vecinos de la zona protestaban contra el vil gobierno chavista, invocando el artículo 350 de la constitución y cerrando las calles y avenidas de su urbanización.

Mi abuelo se estaba muriendo. La calle la cerraban los propios habitantes del lugar. Se nombraba a la tiranía y a la represión, pero se hablaba de constitución y de guarimba, una vaina que sonaba a paso de conga de vieja película de Tin Tan. Yo no podía computar. Balbuceé lo de mi abuelo. El tipo de verdad  me creía, pero insistió en que yo debía entender: “La protesta no puede ceder ante necesidades individuales cuando está en juego la democracia y la libertad de un pueblo”.

Metí retroceso y busqué otra vía. Jamás en mi vida he estado tan cerca de atropellar a alguien. Por supuesto que no entendí nada.

Eso fue hace once años. Imagínate ahora.

*

He aquí una muestra de las noticias que he escuchado o visto en la una mañana cualquiera de estos días con sabor a Soylent Verde que transita la patria: aviones de guerra sobrevolaron San Cristóbal. Y sí, los aviones eran de nuestra fuerza área, faltaba más. Un transporte de ganado se accidentó en Morón y la buena gente del lugar sacrificó y descuartizó a más de cuarenta animales. Se llamó a las barricadas en Caracas y otras ciudades del país y hubo quienes acudieron al llamado demostrándonos nuevamente que la cordura es el bien que más escasea. Se aprobó la ley de ilícitos cambiarios que vuelve a legalizar el permuta, cuatro años después de haberlo ilegalizado, sabrán Dios y Giordanni, que al parecer habla con Él, por qué. El presidente Maduro llama al diálogo y a la paz, pero ningún ente gubernamental ha procesado a los colectivos armados implicados en los asesinatos de los estudiantes. Un militar retirado se atrinchera en su casa en una reedición con armas automáticas de aquella balurdes de Ricaute. Cinco de cada nueve productos con precio regulado no se consiguen, por lo que la leche, por ejemplo, seguirá encontrándose sólo en los senos de las recién paridas, por lo tanto es muy probable que en un futuro inmediato las mujeres que amamantan sean consideradas el ejemplo más extremo de acaparamiento domiciliario.

Yo hoy tengo esa cara que pongo cuando me duele la barriga o pierdo los lentes. Me impregnan el vértigo, la furia y el agotamiento.

Yo estaba sin entender. Imagínate ahora.

Lucas García París 

Comentarios (2)

Sofia Rodriguez
14 de marzo, 2014

LUCAS, eres grande… gracias por reflejar la incomprensión de muchos con tus agudas palabras!

Rosana Faría
30 de abril, 2014

Maravilloso, Lucas, gracias impecable, muerde….

Envíenos su comentario

Política de comentarios

Usted es el único responsable del comentario que realice en esta página. No se permitirán comentarios que contengan ofensas, insultos, ataques a terceros, lenguaje inapropiado o con contenido discriminatorio. Tampoco se permitirán comentarios que no estén relacionados con el tema del artículo. La intención de Prodavinci es promover el diálogo constructivo.