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Serie Mundial (juego 1): A rendirse, el beisbol es impredecible; por Efraín Ruiz Pantin

Exclusivo para Prodavinci.com/ Que los seres humanos somos muy poco efectivos cuando tratamos de predecir el futuro es un asunto que han tocado varios autores (Nicholas Taleb Nassim y Daniel Kahneman, si quieren dos recomendaciones) y que el beisbol nos recuerda con impertinente frecuencia.

Pocos juegos, en el papel, parecían tan desbalanceados como el primero de la Serie Mundial entre Tigres y Gigantes. De un lado, Justin Verlander, el mejor lanzador del beisbol y dueño de una efectividad de 0.74 este octubre. Del otro, Barry Zito. Con todo y su gran trabajo contra los Cardenales seguía siendo, con su perdón, Barry Zito.

El guión estaba claro, ¿no? La ventaja estaba toda del lado de Detroit. Hasta que San Francisco ganó 8-3 y mandó a Verlander  a las duchas tras solo cuatro entradas. ¿Aprenderemos la lección? No creemos, pero mientras lo pensamos, aquí van algunas claves de la victoria de los Gigantes.

1.- Pablo Sandoval se metió el juego de su vida cuando había más gente viéndolo. El venezolano, que terminó de 4-4 con tres anotadas y cuatro empujadas, se convirtió en el cuarto pelotero en la historia en conectar tres jonrones en un juego de Serie Mundial. Quizás han escuchado hablar de los otros tres: Babe Ruth (dos veces), Reggie Jackson y Albert Pujols. ¿Les suenan esos nombres? Cualquier cosa, allí está Google.

Si eso no impresiona, y debería, hay otras cosas a considerar. Muy pocos bateadores en las Grandes Ligas son capaces de sacar la pelota ante un pitcheo como el que castigó Sandoval en el primer inning. Después de ponerlo en 0-2, Verlander le tiró una recta alta, a 95 millas por hora y bien sobre las letras. Agresivo en esa cuenta, El Panda hizo un swing violento y suficientemente rápido para ponerle la parte gruesa del bate a la bola, que desapareció por el centro del campo en segundos. Un privilegiado.

El cuadrangular del tercero, también ante Verlander, fue otro ejemplo de su fuerza, swing rápido y coordinación vista-manos. Otra recta a 95 millas, esta sobre la esquina de afuera, terminó en la grada de la izquierda. El tercero, ante Al Alburquerque, fue contra una slider.

2. Sin quitarle mérito a los bateadores de San Francisco, que a diferencia de los Yanquis le dieron trabajo poniendo la bola en juego y sacando una buena ración de fouls, Verlander tuvo una noche muy por debajo de su nivel.

Volvamos al primer bambinazo de Sandoval. Arriba decíamos que el lanzamiento que conectó era uno contra el que no podían haber lidiado muchos toleteros. Cierto. Pero Sandoval es conocido por su hambre de swing y, además, en esa cuenta de cero bolas y dos strikes estaba cantado que iba a atacar cualquier cosa que estuviese medio cerca del home. Por eso, Alex Ávila, el cátcher de Detroit, le pidió una envío afuera y bajito (pueden fijarse dónde pone la mascota cuando vean la repetición) a Verlander. Eso fue la teoría. En la práctica, el lanzamiento terminó en el medio y alto. Fue el primer jonrón que le dan a Justin Verlander en cuenta de 0 y 2 en todo el 2012.

En el cuarto, sin outs, vimos otro ejemplo de esto. Tras tener a Brandon Belt en 3 y 2, Verlander lanzó un cambio que terminó afuera y se convirtió en la cuarta mala. Belt terminaría anotando con el sencillo del pitcher Barry Zito -¡oh, ofensa!- ante una recta de Verlander en el medio del home.

“El control sobre su bola rápida no fue bueno”, reconoció después el manager Jim Leyland. “Estaba como sobre revolucionado. No lanzó bien esta noche, así de simple”. De los últimos 10 toleteros que enfrentó Verlander, apuntó Jerry Crasnick de ESPN, los Gigantes le dieron 21 fouls y sólo abanicaron y fallaron ante un pitcheo.

Del otro lado, Zito fue lo contrario. En las 5.2 entradas que lanzó, mezcló sus pitcheos con maestría, mostró su curva tremenda, mantuvo desbalanceados a los bateadores de los Tigres y pudo sorprender con esa recta que no superó las 84 millas por hora. Más que velocidad, la llave del pitcheo estará siempre en la ubicación de los lanzamientos. El relevo de Tim Lincecum enterró cualquier posibilidad de reacción de Detroit.

3.- En el deporte jugar a “¿qué hubiese pasado si…?” no tiene sentido. En la vida real no hay replay, ni reset. Eso no quiere decir que podamos evitar hacer el ejercicio mental. Recordemos el tercer inning en el que los Gigantes hicieron tres carreras y pusieron la pizarra 4-0.

Ese episodio lo comenzó Verlander retirando a Brandon Crawford con un elevado al centro y a Zito con un ponche tirándole. Todo iba bien hasta que se le atravesó Ángel Pagán con, salvo los batazos de Sandoval, el turno de la noche. Vio ocho pitcheos de Verlander y de los siete primeros sacó cinco fouls. Finalmente, pareció dominado cuando conectó un rodado de botes altos por tercera.

Miguel Cabrera retrocedió un par de pasos, listo para tomar la bola y  con el brazo que tiene uno puede pensar que había out en la inicial. Todo cambió cuando la pelota golpeó la almohadilla y se fue mansa hacia el jardín izquierdo, un doble de piedrita, o más bien de ‘base’. La suerte, que allí jugó para los Gigantes, la facturaron Marco Scutaro con hit impulsor y Sandoval con su segundo jonrón del juego.

San Francisco, por su parte, jugó casi a la perfección hasta las conexiones bien conectadas por los Tigres. Las dos atrapadas de Gregor Blanco con gente en base -en el tercero ante una línea de Cabrea y en el sexto contra una conexión idéntica de Prince Fielder- terminaron cortando de llenos los posibles rallies de Detroit.

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