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Señal, por Lucas García

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¿Sabes una cosa que me da terror últimamente? Que me muestren algo bajado de Internet por un celular. Tú estás en lo tuyo, intentando atravesar este valle de lágrimas sin desarmarte del todo, y de la nada te emplazan la pantalla de un dispositivo móvil en la cara y te desbaratan la poca calma que aún puedas albergar en tu psique.

Antes eran bolserías: esos videos con gaticos, chamos con los pantalones mostrando la raya del trasero dándose unos batacazos en patineta, balurdas presentaciones de Power Point con todos los chistes sobre Jaimito, la última estupidez de las Kardashians… pero ahora es como si te abrieran en la cara aquella Arca de Alianza que aparecía en la peli de Indiana Jones y cuya luz blanca cargada de prodigios te convertía en cera derretida y cenizas.

Así que estoy en la oficina haciendo un esfuerzo supremo por no revisar Internet antes de las diez de la mañana. Tú sabes, para no acabar de deprimirme. Una calistenia del alma para soportar el peso de estos días Blade Runner en los que se han convertido la ciudad, el país, puede que el Mundo. Y en ésas ando, ¿no?, cuando, rodando en su silla desde el escritorio de al lado, se viene Verdiales y me planta la pantalla del Samsung bajo las narices.

─  ¿Tú viste esto? ─me dice

Es una pregunta que hacen siempre y que me revienta, porque está claro que no he visto “eso”, sea lo que sea, porque no lo quiero ver o, afortunadamente, no sabía que existía y hasta este momento estaba a salvo de verlo. Pero así es el siglo XXI, donde no vuelan los carros, no vivimos en Marte ni te preguntan si quieres ver algo, porque tus pupilas ya no te pertenecen.

─ No, no… ─respondo, con esa pinta que tienen los rabipelados cuando les pega la luz de los faros─, y la verdad es que no sé si quiero verlo…

─ ¡Mira! ─ dice Verdiales, que capaz ni me escucha.

Y arranca el video subido a YouTube, esa especie de aleph digital donde al final todos terminaremos apareciendo. Es uno de esos videos que últimamente abundan sobre la llegada de algún producto en escasez a un supermercado cualquiera de la nación. No puedo dar nombres, pero el producto es leche en polvo y el supermercado es uno bastante reconocido en el que alguna vez he comprado algo. Son quince segundos de rebatiña, gritos, latas que van de un lado a otro aferradas con violencia, amas de casa urgidas, señores, viejas, adolescentes, todos en distintos pero intensos grados de alteración, empaques plásticos que se rasgan con frenesí, momentos que parecen sacados de una batalla antigua o de un film post apocalíptico.

Lo normal en estos días.

Verdiales frena la imagen y me señala a una muchacha en primer plano, veinte y pico recientes, de buen ver… y la lata de leche en polvo en la mano.

─ ¿Viste, no? ─me dice Verdiales.

─ ¿Qué?

─ Mírale la cara.

Y yo creo que a lo mejor se trata de un personaje reconocido o de alguna aparición, qué sé yo. Pero tardo una fracción de segundo en pillar el dato: la chica se ríe. Es una expresión excitada, de cierto asombro maravillado ante lo que sucede, de emociones comparables a la participación en un safari o contemplar un combate a muerte entre gladiadores.

La chica se ríe.

─ ¿Viste cómo la jeva está divertida, Lucas? ─me dice Verdiales─ Muerta de la risa, viejo, en tremendo vacilón.

Y cierra la ventana y vuelve rodando a su cubículo dejándome esa píldora entre las circunvalaciones cerebrales. Otro ruido de fondo para la colección de ruidos de fondo que cargo en la mente en estos días y que no deja de crecer y crecer y crecer.

Cuentan que los aztecas vaticinaron el advenimiento de los españoles y la conquista a través de “presagios funestos”, eventos sucedidos años antes de los fatídicos desembarcos. Templos que se incendiaban sin causa aparente, una mujer que llamaba a sus hijos muertos en la madrugada y a la que nunca podía verse y un pájaro con una piedra como un cristal en la cabeza que, al verlo, (¡ay, como esa pantallita del Samsung!) provocaba visiones estremecedoras.

Yo pienso ahora en la sonrisa de esa muchacha. ¿Y sabes qué, mi bróder? Qué mala, pero qué mala señal…