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Salvemos la república; por Marcelino Bisbal

Guardia Nacional Bolivariana. 10 de julio de 2017. Fotografía de Leo Álvarez

Guardia Nacional Bolivariana lanza bombas lacrimógenas a manifestantes opositores en una protesta el 10 de julio de 2017. Fotografía de Leo Álvarez. Haga clic en la imagen para ver la fotogalería completa

I

A estas alturas del tiempo ya no nos cabe ninguna duda que estamos en presencia de un régimen militar-militarista. El término responde a la preocupación que ha venido sentando el historiador Germán Carrera Damas cuando en el año 2012 nos advertía, con tono grave y por lo que él avizoraba para el país, que la República tal como la veníamos conociendo estaba en serio peligro y que se avecinaban signos que se dirigían hacia su demolición. Nos decía Carrera Damas:

“Hace ya algún tiempo que vengo dando, por esta vía, la voz de alarma ante la que he denominado la demolición de la República, concebida como la manera de abolir el ejercicio de la Soberanía Popular como fuente necesaria de la legalidad y la legitimidad del Poder Público (…) Hemos desembocado, de esta manera, en una situación en la cual toda comparecencia ante la Soberanía Popular se ha vuelto temible para el régimen. Hasta el punto de que sus usufructuarios sienten la necesidad no ya de falsear los términos de esa comparecencia, sino de hacerla innecesaria”.

Estupendo retrato de la situación que estamos viviendo hoy. Pero no solo está peligrando la República Liberal Democrática que se había instaurado en 1945-1948, sino que el contenido y sentido de la democracia hace ya un buen rato que se dejó de lado. Un Gobierno que niega la consulta popular, primero con el proceso del referéndum revocatorio y luego con las elecciones regionales, no puede considerarse democrático, sino todo lo contrario. Es decir, su tinte autoritario se transparentó de manera descarnada. El país todo sentía los signos del autoritarismo en muchas políticas públicas que se formulaban y luego se aplicaban. Pero después de esos hechos y de los últimos acontecimientos expresados en las sentencias últimas del TSJ y de la feroz represión emprendida ante las protestas ya no nos cabe ninguna duda sobre su definición como sistema político y forma de gobierno: esto es un autoritarismo que desde hace tiempo traspasó la línea, es decir estamos ante una dictadura. Qué bien nos lo expresaba la pensadora Hannah Arendt en su ensayo Comprensión y política cuando nos dice que “La decadencia de las naciones empieza con el cuestionamiento de la legalidad, cuando el gobierno viola las leyes o cuando se cuestiona la autoridad de su origen y se duda de ella”.

Qué duda cabe, pues allí están sus acciones políticas, que hace ya un rato que el Gobierno se desvió del camino de las leyes que él mismo se dio y se desvió de la letra constitucional porque sabe que hoy, aquí y ahora, está en evidente minoría. Frente a la situación política actual de crisis, en todos los órdenes de la vida pública, el Gobierno ha asumido, de manera consciente, una política pública que lo lleva a cometer los desafueros que hemos venido viendo en estos años, pero mucho más grave lo que ha venido ocurriendo después del 6 de diciembre del 2015 cuando perdió la mayoría en la Asamblea Nacional.

De lo dicho hasta ahora concluimos, visto todo lo que ha acontecido, que la manera como el Gobierno ha venido actuando es despótica (del griego despótes, dueño, señor). Esto significa que abusa de su autoridad y que trata de imponerse por la fuerza y con dureza y que gobierna sin más normas que su voluntad de mantenerse y perpetuarse en el poder.

II

Lo que está en peligro hoy es la República, a pesar de todos sus defectos, unos congénitos y otros adquiridos. En efecto, está en grave riesgo de perderse la idea de República en Venezuela, al menos como la concibió el abogado, periodista y político Juan Germán Roscio quien fuera el  fundador de esa idea para Venezuela y además quien apoyara a Simón Bolívar en la reconstitución de la República de Venezuela. En la idea de república subyace el concepto de democracia que solo es posible de concretarse en una verdadera república que haga posible lo que nos decía Luis Castro Leiva:

“Queremos ser libres y ser ciudadanos, por tanto, queremos ser los ciudadanos libres de una república popular que hoy significa una aspiración más compleja, a saber, la de ser ciudadanos libres e iguales de una democracia, de la democracia que hoy la encarna”.

Lo que se nos está planteando en el presente inmediato, con la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente es lo contrario a la idea que concibieron pensadores como Roscio y de lo que nos expresa en la actualidad Castro Leiva.

Cuando vemos por estos días los avisos publicitarios que promocionan la necesidad de una convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente, cuando leemos las ideas de quienes defienden esa necesidad de reformular los principios de la actual Constitución diciéndonos que “la Asamblea Nacional Constituyente es la apuesta al futuro (…) y que el 30 de julio se abrirá la puerta al futuro”, o cuando escuchamos los discursos-proclamas de Nicolás Maduro y las propuestas de los candidatos a la Asamblea Nacional Constituyente diciéndonos que el fin último es “refundar la Patria…” no me cabe la menor duda que en el fondo se trata de desviar la idea de democracia y de república hacia el cauce autoritario y peor aún hacia la dictadura-tiranía totalitaria. La mejor comprensión de esas formulaciones del por qué de una Asamblea Nacional Constituyente, está expresado en las siguientes palabras de Carrera Damas en el cierre de su imprescindible libro en la hora actual: En defensa de la República. Allí se nos dice:

 “… sacudidas las frases hechas, y desmontadas las carambolas seudo conceptuales queda muy claro: deshuesar la República para rellenarla de despotismo, mediante la instauración de una Monarquía absoluta, de hecho, que vuelva prescindible a la Soberanía Popular”.

 III

La república es una forma de gobierno, mejor una forma de vida que nos hace conscientes de que somos ciudadanos que aspiramos a vivir en libertad. Lo que nos propone la cúpula militar-militarista que nos gobierna es ni más ni menos que la desviación despótica como forma de conducir la República. Los venezolanos de este tiempo, y los que nos precedieron también, hemos escogido la soberanía popular “como fuente necesaria de la legalidad y legitimidad del Poder Público”; hemos escogido la democracia como una manera de vivir en libertad y como sistema de gobierno; hemos privilegiado la democracia porque ella es, ante todo, una manera de existir y vivir cotidianamente; hemos escogido el ser ciudadanos y no súbditos de ningún poder…

Sentimos, no son meros deseos, que el des-orden está llegando a su fin. Con razón el comunicado de la Mesa de la Unidad Democrática nos dice enfáticamente que “si la dictadura llega a concretar su propósito de consolidarse con este fraude, ello significaría sencillamente la disolución de Venezuela como república. En la Constitución cabemos todos. En el invento constituyente de Maduro, cabe sólo él y su proyecto de perpetuarse en el poder”. Para que eso no ocurra, el 16 de julio con la Consulta Popular tendremos la mesa servida para iniciar la reconstrucción de la República de Venezuela y la posibilidad de vivir en democracia. Solo participando TODOS podemos hacer realidad esa afirmación.

***

P.S Este artículo sigue las ideas de dos textos fundamentales para el tema como son En defensa de la República (Los Libros de El Nacional) de Germán Carrera Damas y el de Luis Castro Leiva: Sed buenos ciudadanos (Alfa Ediciones). Lo que usted ha leído, en lo esencial, son de esos autores y quien escribe solo le ha añadido alguna frase de unión para darle coherencia al texto.