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Salir del barrio, por Marco Negrón

Salir del barrio, por Marco Negrón 640

El clima de extrema turbulencia que se vive en el país desde principios de febrero ha hecho que todo, excepto el día a día, quede arrinconado en un perdido ángulo del cerebro. Y es casi inevitable: la extrema brutalidad, en todos sus significados, con que el Gobierno responde a protestas cuya legitimidad está fuera de discusión genera una creciente indignación que termina por alimentar respuestas cada vez más radicales de la otra parte. Ni remotamente estas pueden compararse a las bárbaras agresiones de la GNB, la PNB y los colectivos paramilitares que ellas protegen, pero es evidente que con ello se busca inducir extralimitaciones que le sirvan a un gobierno inmoral y de legitimidad discutible para encubrir sus responsabilidades. Y no es fácil apartar nuestra mirada, así sea por un instante, de esta amenazadora situación.

Sin embargo, pese a la adversidad de la coyuntura y sin abandonar la protesta, es indispensable mantener la reflexión acerca de los desafíos que estarán frente a la nación una vez que se supere este oscuro momento y sea posible pensar en opciones para la reconstrucción social. Y uno de los que, no sin timidez, ha emergido es el de los barrios informales y los intereses de sus habitantes: su disponibilidad, en el supuesto de que puedan ascender en la escala social, a seguir viviendo en ellos o dejarlos por otra localidad.

Ciertamente, entre nosotros se ha estigmatizado el barrio al extremo de que frecuentemente se lo ha visto como una excrecencia o un cáncer urbano, una visión tan errada como injusta que ignora que han sido sus habitantes, enfrentados a la adversidad y al orden establecido, quienes han librado la más tenaz lucha por habitar en la ciudad y hacerse ciudadanos.

Muchas experiencias demuestran que los barrios pueden mejorar físicamente de manera notable y convertirse en espacios de calidad equivalente y a veces hasta superior a la ciudad formal. Sin embargo, lo primero a superar es su estigmatización, lograr un cambio cultural que le haga entender a los demás habitantes de la ciudad el coraje y la tenacidad que han desplegado sus habitantes para ganarse la condición de ciudadanos: para ser los más legítimos ciudadanos de este país. Ese día nadie querrá salir del barrio y, por el contrario, más de uno querrá entrar.