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Respuesta a Sumito Estévez y su pregunta sobre el cacao venezolano; por María Fernanda Di Giacobbe

Respuesta a Sumito Estévez y su pregunta sobre el cacao venezolano; por María Fernanda Di Giacobbe 640

Mi amiga María Fernanda Di Giacobbe leyó el post que en este mismo blog se publicó el día de ayer, donde me hago una pregunta: ¿y si el cacao venezolano deja de ser el mejor del mundo? Y como ella es una de las autoridades del chocolate en este país, con el permiso de mis editores y de la propia María Fernanda, hoy publico en mi blog su carta de respuesta que es, creo, pertinente (e incluso mejor que mi post). Acá les va:

“Querido Sumito: leí el post que publicaste ayer. Gracias, sobre todo en estos momentos.

Sin embargo, quisiera agregar algunas líneas, aunque quizás el momento ideal sea cuando hagamos el recorrido en Cacao de Origen que tanto deseamos pautar.

El tema es fascinante y complejo. El cacao de Venezuela sigue siendo visto en muchas partes del planeta como “el mejor cacao del mundo”, tanto por entendidos y expertos chocolateros, las industrias del chocolate e investigadores, como para los consumidores. Todos, en su gran mayoría, reconocen la infinidad de tonos al degustarlo, sus nobles sabores, sus delicados aromas y, sobre todo, la larga duración de estas bondades en boca.

También saben en el mundo entero que en Venezuela tenemos una tradición y un conocimiento ancestral que no existe en otros países exportadores de cacao.

Quien visite las plantaciones en Guayaquil, hoy en día, oirán a sus propietarios hablar de que la calidad de su cacao se debe a los injertos de sus árboles con un tipo de cacao que llegó a Ecuador en los años cincuenta y que ellos llaman “El Venezolano”. Visto desde nuestros ojos, ese cacao debe ser un pariente cercano de nuestro Ocumare 61, según la clasificación que hicieron los expertos que armaron las colecciones de las distintas regiones del país.Además, quien viaje a Colombia y asista a catas de cacao y chocolate colombiano, no tendrá que esperar mucho para que escuchar que su semilla o su producto es maravilloso porque recuerda los sabores de cacaos venezolanos. Y quienes lo dicen son los mismos expertos colombianos.

Es cierto que en toda esa campaña que (exitosamente) lleva adelante Ecuador para convertirse en el país del cacao fino de aroma hay mucho de publicidad pagada (y no siempre verdadera). Pero también es cierto que muchos científicos y conocedores venezolanos están trabajando para ellos, pues el país donde nacieron no les ofrece campo laboral desde que fueron cerrados nuestros afamados bancos de germoplasma.

Que Ecuador le dé trabajo a ese talento venezolano es digno de celebración, pues es precisamente el tipo de cosas que se logran en un país cuando se unen hacendados, productores, empresarios, gobierno y ciudadanos para hacer marca país más allá de los intereses particulares. Pero ése es un papel que, históricamente, le correspondería a Venezuela.

Estuve el día que inauguraron una planta en Quito donde los asociados son la empresa privada ecuatoriana República del Cacao, la transnacional francesa Valrhona y el gobierno de Ecuador. Y todos se unieron para elaborar las mejores coberturas del mundo. Hay que recordar que Palmaven, antigua filial de PDVSA, tuvo hace más de veinte años una asociación estratégica con Valrhona para producir coberturas con excelentes cacaos criollos venezolanos. Productos de aquella alianza se hicieron muy famosos, como el Porcelana, el Araguaney y los cacaos del sur del lago durante casi tres décadas. Hoy en día esa hacienda está abandonada y la zona ha sido muy afectada. Es un caso similar a lo que sucedió con la Hacienda San Joaquín, alguna vez liderada por agrónomos de Chocolates El Rey junto a Palmaven.

Vamos en retroceso.

Si no se crean reglas claras y honestas para la exportación de granos de cacao, seguiremos padeciendo las consecuencias de meses de retraso en salir de nuestros puertos, como ha sucedido desde diciembre del año pasado hasta hoy. Y, tal como lo dices en tu artículo, estas consecuencias pueden ser históricas: vamos directo al fracaso de nuestra marca país.

¿Qué otra cosa puede pasar si, entre que se cosecha el cacao y llega a las manos de los chocolateros y las fábricas de todo el mundo, esas semillas llegan mohosas, contaminadas y hasta podridas por la mala manipulación de las mismas, su envío tardío y la escasez de tecnología necesaria para que haya un manejo confiable, que cumpla con los estándares internacionales que merece un producto como nuestro cacao?

Es cierto: todavía el cacao venezolano sigue siendo considerado “el mejor del mundo”, pero para muchos de los chocolateros más jóvenes eso ha empezado a convertirse en un mito.

Y no es para menos: un buen empresario y un buen chocolatero de productos finos debe preferir un cacao que (aunque tenga una calidad original menor) sea bien manejado y bien almacenado, pero que además llegue en las fechas acordadas y sea bien transportado contenedores modernos y refrigerados. Eso siempre será preferible antes que el mejor cacao del mundo deteriorado por la falta de amor que tienen los gobernantes y algunos empresarios de Venezuela”

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