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Reforma y contrarreforma en Cuba; por Rafael Rojas

De izquierda a derecha:

De izquierda a derecha: Raúl Castro y Miguel Díaz Canel. Fotografía de AP

La filtración de un video en que el vicepresidente Miguel Díaz Canel, primera figura en la línea de sucesión de Raúl Castro, aparece acusando de “subversión” a la política de Barack Obama y a buena parte del reformismo cubano, confirma los análisis que, desde el VII Congreso del Partido Comunista, en abril del 2016, observaban una reacción contrarreformista en la isla. En un principio, dicha reacción se percibió como control de daños simbólicos tras el viaje de Obama, pero poco a poco ha tomado forma como un giro conservador, que podría acompañar la sucesión de febrero de 2018.

La contrarreforma cubana avanza, por lo menos, en cuatro áreas. En la política económica se traduce en una serie de mecanismos destinados a contraer el trabajo por cuenta propia, la pequeña y mediana empresa y el mercado interno. En política exterior, busca privilegiar la red ideológica y geopolítica de Cuba (Venezuela, ALBA, Rusia, Irán, Corea del Norte…), por encima de vínculos más pragmáticos con Asia, Europa y América. En la ideología, los contrarreformistas plantean una preservación del legado intransigente de Fidel Castro y la descalificación de todas las voces que desde la sociedad civil demandan apertura. En la esfera cultural, la ofensiva se dirige contra la autonomía y la crítica, recurriendo abiertamente a la censura de películas, obras de arte y libros que cuestionan el inmovilismo.

Desde principios de este año, tras la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, la contrarreforma cubana se intensificó a través de una campaña en los medios oficiales de comunicación contra lo que denominan “centrismo”. Se trata de un conjunto heterogéneo de instituciones y espacios relativamente autónomos en la esfera pública (Cuba Posible, Cuba Emprende, On Cuba, Periodismo de Barrio, La Joven Cuba, Havana Times…), que apoyó el restablecimiento de relaciones entre Estados Unidos y Cuba y contribuyó, decisivamente, a difundir en el exterior el proyecto reformista del segundo gobierno de Raúl Castro.

Una revisión del trabajo de esos medios, entre 2012 y 2016, evidencia la colaboración y respaldo de sectores del gobierno cubano, especialmente de los ministerios económicos, la cancillería insular y algunas instituciones culturales al proyecto reformista. La idea de que en Cuba crecía el sector no estatal, la autonomización de la sociedad civil, la tolerancia a la crítica y un realismo diplomático, destinado a la captación de créditos e inversiones, fue lanzada por el propio gobierno de Raúl Castro.

Fue Castro quien habló de paternalismo estatal, del error de responsabilizar por todo “al bloqueo”, de la importancia de una prensa crítica y de la necesidad de una relación respetuosa con Estados Unidos, a pesar de las asimetrías. Esos llamados alentaron un reformismo que hoy se quiere presentar como “contrarrevolucionario” o, lo que es lo mismo, como enemigo, para cerrar filas en la cúpula antes de la próxima sucesión de poderes.

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