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La gráfica fue tomada un día cualquiera en 1962. El lugar podría ser, como sostienen los amigos del Archivo Fotografía Urbana, el Palacio Federal Legislativo, pero esos vasos, con güisqui presumiblemente, que tanto Raúl Leoni como Ramón J. Velásquez sostienen en las manos evocan a Miraflores. Dato incierto que para nada afecta su contenido. En uno u otro espacio, la ocasión pudo ser alguna de aquellas fechas patrias cuyas celebraciones convocaban a tirios y troyanos. Eran los viejos buenos tiempos en que Venezuela festejaba su democracia y constituía un ejemplo pedagógico de tolerancia política en América Latina.
Eran también tiempos de violencia guerrillera, originada en la decisión de la izquierda venezolana, agrupada en el PCV y el MIR, de iniciar una lucha armada contra el sistema político que los venezolanos apoyaban en forma masiva. Grave error histórico de la izquierda criolla porque no había razón objetiva alguna para intentar subvertir violentamente la democracia por la que los ciudadanos habían optado de manera categórica. La derrota estaba cantada. En su descargo, tal vez pueda considerarse un atenuante la circunstancia de que se vivía en el contexto de la Guerra Fría. Los logros del comunismo soviético para entonces aún encandilaban a los comunistas del mundo y los de aquí, con Cuba tan cerca y la cabeza caliente, sintieron particular prisa por “liberarnos”.
En ese turbulento 1962, la carrera política de Ramón J. Velásquez era tan nueva como la democracia. Ocupaba un cargo de gran importancia, Secretario de la Presidencia, para el que fue escogido por el presidente Rómulo Betancourt porque podía hablar y relacionarse con el país con el que él no podía. Betancourt tenía un largo pasado de lucha política y, como solía decir, había pisado muchos callos. Presidía una democracia incipiente, con grandes demandas socio-económicas que atender y, por si eso no bastara, amenazada por la violencia extremista. Además, por su forma directa y abierta de dirimir sus diferencias políticas, Betancourt tenía adversarios enconados incluso dentro de su propio partido. Necesitaba aliados en todos los sectores y no podía permitirse por tanto renunciar al diálogo.
Ramón J., dialogante como era, desde el propio palacio de Miraflores, fue el encargado de construir los puentes necesarios para que la comunicación fluyera, para que el Presidente pudiera acceder, y ser accesible, a quienes había adversado de manera rotunda. Por la labor desplegada desde su oficina, no solo Betancourt, los venezolanos todos estamos en deuda con él.
Fue parlamentario en varias legislaturas, Ministro de Comunicaciones de Rafael Caldera y Presidente de la República (cargo que asumió en medio de una gran crisis política). Su jovialidad, bonhomía y tolerancia fueron las llaves que abrían las puertas más cerradas, cualidad que puso al servicio del país en todas esas posiciones.
El Ramón J. de la foto tendría unos cuarenta y seis años. Estaba en plenitud de condiciones y con las fuerzas que demanda el ejercicio de la política. Tras mirar la gráfica por un rato, pensé lo obvio: que sería fantástico si los venezolanos pudiéramos tenerlo de nuevo así, aquí y ahora. Que pudiera entonces sentarse en la mesa donde esta Venezuela, maltratada y al borde de la destrucción, intenta dialogar con un gobierno cada vez más distante y más sordo a sus clamores.
Hoy celebramos que, de estar aún con nosotros, Ramón J. estaría cumpliendo cien años.
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28 de noviembre, 2016
Magnífico artículo del gran escritor Francisco Suniaga sobre Ramón J. Velásquez, Orgullo de Venezuela. Nos recuerda a los venezolanos que en nuestra contemporaneidad contamos con brillantes políticos e intelectuales (no parleros charlatanes o tarifados repetidores de mentiras y/o loas a la ignominia), preparados y decentes, como Ramón J. Velásquez, democrata cabal, quien, como verdadero intelectual, conocedor de la Historia de Venezuela y lúcido escritor, ante la asonada golpista del 4 de febrero de 1992, dijo estas premonitorias palabras: “En Venezuela se salió el genio de la botella ¿Cuánto tiempo y sufrimientos se necesitarán para regresarlo allí?”. Se refería al “genio” maléfico del militarismo. Velásquez logró mantener la conducción civil de la República y celebrar las elecciones, ante el acecho de los ambiciosos golpistas deseosos de manejar el Tesoro Público, en tiempos agitados surgidos por la decadencia moral y política (agravada por la improvisación y torpezas del Ex…
28 de noviembre, 2016
…Ex-Presidente C.A. Pérez) de los “grandes” partidos políticos en Venezuela, que cometieron 2 gravísimoss errores al rescatar a Venezuela de la usurpación de la Soberanía Nacional por parte del “Ejército Gomecista”, heredero del poder al morir el nefasto Dictador Juan Vicente Gómez: 1) No democratizaron de raíz al “Ejército Gomecista” (ní siquiera eliminaron el “Fuero Militar”), que fundó el Tirano para afianzar su régimen, siempre dispuesto a oprimir, torturar y matar a civiles desarmados que reclamaron Libertad, Democracia y hasta Derechos Laborales, como sí fuera un “ejército extranjero de ocupación”, pero nunca dispuesto a defender la Integridad Territorial ní la Soberanía Nacional ante gobiernos extranjeros. Siempre mudo y servil ante sus amos. 2) Insistieron en un Presidencialismo no copiado de los EE.UU. sino de los Reyes Absolutos de España: Que interfiere en la autonomía de los tribunales mediante el indulto y el sobreseimiento, y dicta leyes por “Habilitación Parlamentaria”
6 de diciembre, 2016
Ramon J. fue más que solo un presidente en momentos difíciles para la República, fue un intelectual que sirvió a Venezuela al narrar la historia buscar una interpretación y finalmente le toco ser él mismo protagonista de un proceso de transición.