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¿Qué puede aprender Venezuela de Hart y Holmström, los nuevos Nobel de Economía?; por Juan Nagel

H y H 2

Este lunes, el Banco Central de Suecia otorgó el Premio Nobel en Economía a los profesores Oliver Hart y Bengt Holmström. Y la razón principal para darles este reconocimiento ha sido su extensa contribución a aquello que se conoce como “Teoría de Contratos”.

No lo culpo, estimado lector, si cree que eso de la Teoría de Contratos es una cuestión para abogados. De modo que si se pregunta qué puede decir la economía acerca de los contratos pues, gracias a Hart y a Holmström, mucho.

Los contratos juegan un papel fundamental en la forma de distribuir los derechos de propiedad en una sociedad. El diseño de los incentivos dentro de los contratos determina cómo se comportan los agentes económicos. Es decir: si diseñas una buena política, pero los incentivos de los agentes que la implementan están mal encaminados, esa política se puede ir por un barranco.

De hecho, muchos de los fracasos de las políticas públicas en Venezuela tienen que ver con contratos mal diseñados y agentes económicos que responden a intereses propios y no a los de sus superiores. Por eso, he aquí algunas de las lecciones de Hart y Holmstöm y cómo aplicarlas a la realidad venezolana.

1. Quién es el dueño de qué sí importa… ¡y mucho!

A través de una serie de papers, Hart y sus coautores determinaron que la propiedad sobre los activos cambia radicalmente los incentivos que tienen los socios de preservar el valor de la empresa.

Por ejemplo: cuando una empresa compra a otra, los incentivos de los gerentes de la empresa que ha sido comprada son muy diferentes a aquellos que tenían  antes de la compra. Ahora que han sido comprados, estos gerentes tendrán menos incentivos para preservar el valor de la empresa más grande.

En Venezuela tenemos un buen ejemplo: la situación de nuestra industria petrolera demuestra cómo los venezolanos no hemos logrado aprender de la sabiduría de Hart. Es sabido que durante buena parte de la era chavista el gobierno se dedicó a expropiar empresas petroleras y conexas. Esos contratos fueron rediseñados y hubo empresas enteras que fueron tomadas. Hoy los resultados están a la vista: los trabajadores de las empresas tomadas fueron despedidos o cambiaron sus incentivos radicalmente.

Ya sea que hablemos de empresas que prestan servicios o de socios minoritarios en empresas mixtas, la desaparición de los derechos de propiedad ha resultado en incentivos perversos que motivan a los agentes involucrados a no velar por preservar el valor de la industria.

Por supuesto, esto no sería un problema si los incentivos de los nuevos dueños de todo (es decir: el Estado) estuviesen bien alineados, pero ahí es donde las teorías del profesor Holmstöm entran en juego.

2. Cuando a un empleado se le pide mucho,
se dedicará a aquello por lo que más se le recompense

A PDVSA se le exige mucho: se le pide que produzca petróleo, se le pide que explore, se le pide que mantenga, se le pide que refine, pero tambié se le pide que venda alimentos, que construya casas, que financie campañas políticas y pare usted de contar.

¿Cómo puede un gerente hacer todo esto bien? Pues la respuesta según Holmström es sencilla: no puede.

Un gerente en una situación como ésta decidirá enfocarse en aquello para lo cual la recompensa personal sea mayor. El tiempo es finito y si hay que decidir entre complacer al gobernante de turno y financiar su último capricho (lo cual le rendirá una gran recompensa personal) o invertir en el mantenimiento de un pozo (por lo cual se le premiará poco), generalmente los gerentes decidirán enfocarse en lo primero.

Aunque sería equivocado creer que los males que estamos señalando son exclusivos del gobierno.

Por ejemplo, una profesión en la cual los incentivos perversos del “multi-tasking” están presentes es en la educación. Nuestros maestros tienen que hacer muchas cosas: preocuparse por la educación de los niños, disciplinarlos, asegurarse de que lleguen bien a sus hogares e incluso últimamente preocuparse por su alimentación. En esa situación, la forma en la cual se mide su desempeño determinará la actividad a la que le dedicarán más tiempo. Es decir: si a un maestro se le premia por la cantidad de alumnos que pasan su materia, decidirá enfocarse en eso, dejando de lado las otras responsabilidades que se le exigen pero por las cuales no se le recompensa.

3. Si te importa la calidad, cuidado al privatizar.

Las teorías de Hart y Holmström incluso afectan cómo miramos las privatizaciones.

Una de las posiciones más controversiales de Hart tiene que ver con las privatizaciones. Los contratos mediante los cuales los agentes privados prestan servicios públicos son, por naturaleza, incompletos. Esto quiere decir que nunca especificarán completamente todo lo que debe hacer el privado ante cada situación que se presente. Por supuesto, el privado buscará aprovecharse lo más que pueda dentro del límite de lo establecido en el contrato, de modo que siempre tratará de disminuir costos. Así, si el contrato no está bien escrito, buscará ahorrar lo más posible en la prestación del servicio contratado.

Esto no es malo per se, pero en algunas situaciones puede serlo. Y mucho. Por ejemplo, Hart ha dicho que privatizar las cárceles no es buena idea, ya que los contratos incompletos llevarán a que el prestador privado rebaje los costos, brindando un servicio de mala calidad. Los incentivos nunca estarán bien alineados como para impedir que esto suceda, según explica Hart.

Ahora bien, el contra-factual de Hart es el de un Estado que está en capacidad de prestar un servicio público de calidad y que le responde a sus ciudadanos. A  la hora de analizar la realidad venezolana, en la que muchos servicios públicos son ineficientes porque precisamente los agentes no tienen los incentivos bien alineados, el debate entre lo público vs. lo privado se vuelve más complejo.

Sin embargo, las ideas de Hart son valiosas a la hora de diseñar los contratos que necesariamente deberán ser suscritos, una vez Venezuela salga del foso en el que está.

El trabajo de Hart y Holmström nos recuerda que el diseño de los contratos determina los resultados. Más allá de las posiciones ideológicas que se puedan tener, a la larga los agentes responden a incentivos. Y muchas veces esos incentivos están estipulados desde las propias reglas del juego.

En otras palabras: el “qué se va a hacer” no es tanto o más importante que el “cómo se va a hacer”, bien sea cómo se alinean los incentivos para que aumente la producción petrolera o a si los gerentes le dedican más horas a las labores más importantes.

Por supuesto, todas estas teorías presuponen que existe el estado de Derecho. De modo que estando en un país que ha caído en la ilegalidad más absoluta, primero hay que pensar en recomponer las reglas del juego. Sin embargo, nunca es demasiado temprano para recordar que, una vez cumplida esa labor, el diseño de contratos bien pensados será una tarea importantísima a la hora de rearmar nuestra economía.

Ojalá al hacerlo recordemos las lecciones de los galardonados del Nobel de este año.