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Prohibido besarse, locas; por Diego Arroyo Gil

Por Diego Arroyo Gil | 26 de marzo, 2015
prohibido besarse locas por diego arroyo gil 640

Sean Chappin + Juan Valdez. Fotografía de See-ming Lee

Hay quienes aseguran que la sociedad es cada vez más tolerante con los homosexuales (me refiero a la sociedad venezolana en general: por supuesto, hay personas que se distinguen de este reduccionismo, para bien o para mal, según sea el caso). Con “tolerante” se quiere decir que cada vez es más fácil encontrar lugares donde se acepta que los gays “existen”.

Eso está muy bien, sin duda. Es un paso, al menos: sí, los gays existen y, por lo visto, son gente.

Los problemas comienzan cuando los homosexuales –incluso quienes lo son abiertamente– dejan simplemente de existir para comenzar a ser y, por ejemplo, se besan en una calle o en la sala de una casa, delante del resto de los mortales. Impensable en la mayoría de los lugares del país, en la mayoría de las calles, en la mayoría de las plazas y hogares de Caracas, de Valencia, de Maracaibo. Contra el beso –lo mismo que contra cualquier otra expresión física de afecto– se ponen de pie todos los prejuicios y todas las aprensiones. Se levantan los muros que marcan el territorio de lo moralmente aceptable, los muros de la higiene social.

Porque lo ideal es que el gay sea gay (ni modo) “con tal que no falte el respeto”, “con tal que no se pase”. Con lo cual se quiere dejar en claro que se acepta que el gay sea gay con tal que no sea gay delante de mí, con tal que se guarde su “mariquera” para después, con tal que someta su cuerpo a una detención. A una cárcel.

Cada cual puede medir hasta qué punto participa de esta situación (de esta demencia) respondiendo, con franqueza, a la pregunta: “¿Qué haría yo si Andrés llegara agarrado de manos con Eduardo a la cena del sábado o al almuerzo familiar del domingo?”. Hace unos días les planteé la cuestión a unos amigos y el resultado fue desalentador. Estamos ante un sistema mecánico, preestablecido, de amputación de la vitalidad. Lo peor es que no estoy muy seguro de que nos demos cuenta del sufrimiento que esto implica. Ni hablemos de aquellos que, conscientes de ese sufrimiento, aún no aceptarían que el gay de la familia hiciese su vida según su gusto: mejor que el muchacho actúe, no sea que se entere la abuela. Fundamentalistas en el trópico.

Freddy Bernal dijo hace unos días que cualquier gay puede formar parte de los cuerpos policiales venezolanos siempre que no muestre ni demuestre su homosexualidad. Según él, todo gay quiere vestirse de rosado y llevar un zarcillo, así lo dio a entender por televisión. Vladimir Villegas –el resbaloso periodista que lo entrevistaba– no hizo sino reírse, como Izarra aquella vez en CNN. Bernal es un funcionario público y su declaración es gravísima, está claro, pero asimismo haríamos bien en revisar nuestro propio comportamiento, nuestro propio entorno.

Porque me temo que entonces nos sería fácil comprobar, insisto, que cada vez más la sociedad venezolana acepta que los homosexuales existen, pero a la par veríamos que hay mucha gente que no soporta, que no acepta que los gays sean gays en público, aunque diga que sí. Veríamos que mucha gente piensa, en el fondo, como Bernal. Veríamos que hay demasiadas personas –incluso amigos y familiares– que no toleran en absoluto que un homosexual se bese con su pareja ni que la acaricie, ni siquiera que la abrace, durante una reunión en una casa cualquiera. Ni en tu casa. Ni en el cine. Ni en el parque. Qué va. No seas desagradable, niña. Aguántate.

Para rematar, hay que decir que los prejuicios cunden incluso entre los propios gays. No en vano no es poco frecuente escucharlos, escucharnos decir: “¿Viste a esa loca? Tú y yo no somos así, ¿verdad? ¡Qué horror!”

¿Por qué tanto miedo?

Diego Arroyo Gil 

Comentarios (16)

Xotchil Flores
26 de marzo, 2015

Asi mismo es…ese si pero no. Tan cierto todo lo que Usted escribe….tristemente.

Rafael Osío Cabrices
26 de marzo, 2015

En Montreal, segunda ciudad en un país que garantiza en general a las parejas del mismo los mismos derechos que a las parejas heterosexuales, es posible y hasta normal ver fuera del Quartier (el barrio gay) parejas besándose, en los parques, en el Metro. A mí me conmueve, porque ha sido uno de los rasgos de esta sociedad que me dice que al fin vivo en una democracia verdadera, que al fin veo lo que es la libertad. Naturalmente recordé cuán infrecuente es ver eso en Caracas. Y me alegra que mi hija esté creciendo en un lugar donde todas las personas son consideradas personas. Mi abrazo, Diego.

samana
26 de marzo, 2015

No es miedo. Simplemente innecesario, cada quien es como es.

AgBMHG
26 de marzo, 2015

Muy buen análisis, es verdad todo lo que expresas, la cuestión es que las personas aún no han terminado de aceptar en su totalidad la homosexualidad, por supuesto que no podemos permitir que el avance se quede solo en la supuesta tolerancia que algunos poseen, cuando siguen diciendo peyorativos de manera casual, horrorizándose por la muestra de afectos y lo que es aún peor, escuchar a homosexuales criticar a otros homosexuales por su forma de ser. Es una lucha que continua y son muy pocos los que pueden decir que aceptan la homosexualidad sin ningún prejuicio; no nos conformemos con esa cierta tolerancia, avancemos y eduquemos a esos prejuicios, después de todo, el prejuicio es causa de la ignorancia. BM

R. Vivas
26 de marzo, 2015

Aperpleja que en nuestros dias existan estas reacciones tan incongruentes , se acepta que alguien sea homosexual pero no que lo exhiba a travez de un gesto de cariño fisico. Hay una escuela de psicologia de la moral (Haidt, Greene , Pizarro , Bloom) que contrapone a la teoria racional de los juicios morales (Piaget , Kohlberg) un ‘Modelo Social Intuitivo’, segun el cual cada cultura desarrolla un elenco de intuiciones morales que operan a nivel subracional pero que cada cultura trata de justificar con argumentos que no tienen nada de racionales . Por ejemplo si muere una mascota por causas que no ofrecen peligro a quien la consuma , por que el dueño se siente incapaz de cocinarla y comersela , si una bandera vieja se rompe por que nos disgusta usarla de trapo de limpieza , etc. Creemos ingenuamente que las respuestas animicas siguen sumisas los dictados del pensamiento razonado pero reeducar las emociones es mas dificil que educar las convicciones !!

Diego Arroyo Gil
26 de marzo, 2015

Un abrazo, Rafael.

Lucho
27 de marzo, 2015

El autor del texto habla de prejuicios, y creo que ciertamente los expone en parte de él mismo. Si no vemos bien que parejas normales exageren en su demostración de afecto -aún siendo normales o “heterosexuales” como manda la moda ahora decir- ¿Por qué vamos a dejar que lo hagan los homosexuales? ¿O es que ellos tienen más derechos que los demás? Que su cuerpo tiene que sufrir “una detención” y hasta “cárcel” por no poder mostrar agarradas de manos ante los demás no me parece tan gran cosa. Igual si nos gusta quitarnos la ropa (lo primero que muchos hacen al llegar a su casa) eso no significa que lo vayamos a hacer en público. Y eso, por no decir una serie de conductas que son propias de la intimidad de cada quien en su vida privada. Son para eso: la vida privada. Y que en otros países eso se vea esa exposición en público como común y corriente no es título para ninguna autorización de tal cosa, y ciertamente que sí lo es para lamentar de tales países. Pero es tal el revoltijo de principios que existe, que abogar por la tradición y el sentido se ve como cavernícola u “homofóbico”. ¿O será que la intención es echar a la gente normal de todos los espacios (para evitar ver tales espectáculos) y que queden ellos exclusivos para los “gays”? Lo que más irrita es ver que allí donde se resiste a esta ola se les reprocha a esas sociedades su “atraso”, y allí donde se ha capitulado, como parece ser, por lo que un comentarista escribió, en Canadá, se aplaude eso como “ejemplo”. El mundo al revés.

Armando
28 de marzo, 2015

Yo pienso que asi, como una pareja de heterosex no está bien vista acariciandose en la calle, como si estuvieran en la cama, de igual modo, tampoco se podría ver bien, dos homosex en esa misma situación. Creo que la cuestión es de formalida o etiqueta y no de ética.

Laura
29 de marzo, 2015

Muy bien, Diego.

Diego Arroyo Gil
30 de marzo, 2015

Los comentarios de Lucho y Armando son una pequeña muestra del medioevo que subyace en el comportamiento social, aunque en estos casos ese medioevo no subyace en absoluto sino que está a la vista.

Oswaldo Vallera
30 de marzo, 2015

Estoy recordando la letra de la canción del grupo Mecano Mujer contra Mujer que también es válido para Hombre contra Hombre. Que detiene palomas al vuelo……

alex17001
31 de marzo, 2015

muy buen articulo, lamentablemente tienes mucha razón , no es justo que las parejas de gustos diferentes tengan que expresarselos a sus parejas dentro de cuatro paredes y no puedan tomarse de la mano , abrazarse o simplemente darse un beso cariñoso en público , actualmente vivo esa situacion y la verdad es que es muy incomodo como nos juzgan con sus miradas y nos hacen huir de su entorno

Ingrid Guzmán
31 de mayo, 2015

La homofobia, a mi parecer, no sólo afecta a los propios homosexuales. Nos afecta a las madres, padres y hermanos de esos homosexuales, en nuestro propio entorno familiar y por supuesto, en nuestras relaciones con la sociedad. En mi caso particular, ha sido muy común sentir la “lástima” de propios y extraños por haber parido no uno, dos!! hijos homosexuales. Las expresiones de “pobrecita Ingrid” no las pueden ocultar en sus caras cuando me oyen hablar con absoluta naturalidad de mis extraordinarios hijos y sus parejas, quienes además de ser homosexuales, aunque no lo crean señores Lucho y Armando, son hombres de bien, responsables, profesionales en ascenso en cada una de sus áreas, excelentes hijos,ciudadanos y amigos incondicionales, respetados y amados por todos nosotros y quienes los conocen. El orgullo me viene de su valentía y coraje para asumir su homosexualidad frente a su familia y el mundo a muy tempranas edades, con una honestidad y convicción que no todo el mundo puede asumir. Despierto cada día agradeciéndole a Dios y a la vida por mis dos homosexuales, quienes me han enseñado a ser mejor persona y a entender que ese “mundo paralelo” como le oí decir a alguien, existe con mucho sufrimiento, incomprensión e intolerancia, y con el terror de muchos “heteros” de ser descubiertos.

Diego Ramírez
24 de octubre, 2015

No conocía el texto. Vivir fuera del suelo patrio conlleva a lo suyo.

Me alegro leerlo y recordar una anécdota. Una Amiga, amiguisima, al saber de mi orientación sexual me dijo, entre dramática y docta moralmente:

“Te acepto como eres…, pero me gustaría muchísimo que cambiaras”.

Aun sigue siendo mi Amiga. El amor, de verdad, no cambia.

Diógenes Decambrí.-
24 de octubre, 2015

Hace poco estrenaron en Venezuela el documental TÍ@S (así, con la arroba informática, para representar los dos sexos), basado en el drama de los homosexuales que debieron sufrir discriminación y tratos humillantes o burlistas, en el país macho de los años 30 a los 90 (los últimos 25 años hemos evolucionado algo), muchos Gays terminaban sus días rechazados por sus familias, en total Soledad, no es justo. Conviene considerar la Esencia Humana de cada quien, su Derecho a existir y ser respetado por la Sociedad, y luego atender a sus características individuales, el color de la piel, la estatura y contextura, sus rasgos, su carácter, su oficio o profesión, sus cualidades y defectos, sus talentos, su inclinación sexual. Tampoco hay que linchar a quienes, como Lucho y Armando, expresan puntos de vista distintos pero también válidos. ¿O vamos a usar dos cánones diferentes para juzgar la misma conducta en parejas hétero y homosexuales? Hay mucha tela que cortar en este complicado tema.

Juan Pablo
19 de abril, 2016

Y pensar que la única diferencia es con cuál sexo tienen sexo… De resto, tienen que estudiar, bañarse, cepillarse los dientes, trabajar, criar a la familia que tengan, cuidar de sus mayores, recrearse, etcétera, etcétera, etcétera…

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