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Lenin en Smolny. 1930. Isaak Brodsky
En estos días, medios de comunicación y redes sociales latinoamericanos exhiben un pobre conocimiento de la Revolución rusa. La izquierda procubana sigue asumiendo que en 1917 sólo hubo una Revolución, la bolchevique de octubre, que condujo a la creación de la Unión Soviética y el sistema comunista mundial, cuya validez no pone en duda. Esa izquierda entiende la Revolución de octubre como origen de un proyecto político que sobrevive en Cuba.
Una izquierda impermeable a la historiografía de las últimas décadas (Richard Pipes, Robert Conquest, Jean Meyer, Robert Service, Orlando Figes, Simon Sebag Montefiore, Sean McMeekin…), que a partir de los archivos soviéticos, ha reconstruido lo que sucedió antes y después de 1917 en Rusia. Aquel año no produjo una sino dos revoluciones: la primera en febrero y la segunda en octubre. Dos revoluciones que no se limitan a dos meses, como advirtió León Trotski, ya que el tránsito al parlamentarismo y la construcción de los soviets de obreros, campesinos y soldados abarcaron todo 1917.
En no pocos medios hegemónicos de la región y en buena parte de las redes sociales se cae en el mismo error, pero desde la ideología contraria. Se piensa que en 1917 se produjo sólo una Revolución comunista, cuyo resultado institucional y costo humano, el estalinismo y sus crímenes, son lo que cuenta. Se interpone, entonces, un signo de igualdad entre Revolución y Totalitarismo, que nubla el conocimiento histórico de la experiencia rusa entre 1917 y 1936.
La Revolución de febrero de 1917, protagonizada por liberales constitucionalistas, socialdemócratas y mencheviques (Lvov, Miliukov, Tsereteli, Kerenski…) fue fundamental para remover el absolutismo zarista. La caracterización de aquella revolución democrática como “burguesa” ha caído en desuso porque los propios historiadores marxistas constatan el desarrollo del movimiento obrero y del Partido Bolchevique en aquellos meses. Gracias a aquella Revolución los soviets de obreros, campesinos y soldados lograron el gran despliegue de su poder de base.
La de Octubre de 1917, que hizo hegemónicos a los bolcheviques, también fue una Revolución, no únicamente un golpe de Estado, como sostienen Pipes y otros, porque produjo un nuevo cambio de régimen en Rusia. Un nuevo régimen comunista que, a pesar del partido único, el magnicidio y el terror que no fue exactamente igual al estalinismo que se construirá entre 1927 y 1936, como se comprobó después de la guerra civil, en el paso del comunismo bélico a la Nueva Política Económica (NEP).
El bolchevismo y, específicamente, el leninismo, están en los orígenes del estalinismo, pero no son lo mismo. El régimen soviético construido por Stalin, codificado en la Constitución de 1936, que es el que se expandió a Europa del Este y acabó adoptándose en Cuba, en 1976, no es bolchevique, si por bolchevismo se entiende la estructura de soviets obreros y campesinos que se creó entre 1917 y 1918 en toda Rusia.
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15 de noviembre, 2017
Pienso que lo importante es el resultado final de toda revolución marxista consolidada: La instauración de un Estado Totalitario. Tal resultado es producto de la naturaleza de la utopía marxista: Establecer una Dictadura, que Francois Babeuf, llamó “Dictadura de los Trabajadores” y Karl Marx (con sus prejuicios pequeño-burgueses) copió llamándola despectivamente “Dictadura del Proletariado”, que solo constituyó un disfraz discursivo para no llamarla “Dictadura del Partido Comunista”. Nunca en ningún país se instauró la “Dictadura del Proletariado (o de los Trabajadores), gobernada por los consejos (soviets) de obreros, campesinos y soldados. Eso fue pura propaganda. Se instauró siempre la Dictadura del Partido Comunista, cuya organización jerárquizada y militarizada, siempre terminó en la imposición de una Dictadura personalista, de allí que el “Gobierno Comunista” siempre degeneró en Monarquía Electiva (Unión Soviética, y casi todos sus satélites) o Dinástica (Cuba, Corea del Norte).
15 de noviembre, 2017
Pienso que Karl Marx fue un utópico porque, sin negarle el enorme mérito de establecer la importancia del factor económico para entender el funcionamiento y la evolución de las sociedades humanas, redujo la complejidad del hombre y sus sociedades a ese solo factor: El económico. Tal reduccionismo niega la verdad, y al negar su utopía la compleja naturaleza humana su propuesta, contradictoria, de una Dictadura represiva (“Dictadura del Proletariado”) para establecer una “sociedad perfecta”, que gobernaría en beneficio de todos, y al final creó una justifición ideológica de un nuevo sistema opresivo, en beneficio de una minoría gobernante (la “Nomenclatura”), que negó todo derecho a los gobernandos para dárselos al Estado, que supeditó a todos los individuos a sus propios fines. Un retroceso al Estado Totalitario de la Antigua Esparta, el primer que registra la Historia en Occidente: Esclavista, militarista e inspirador de Babeuf en su “Manifiesto de los Iguales” (1795), copiado por Marx