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Orgía; por Samir Kabbabe

Fotografía de Leo Álvarez

Fotografía de Leo Álvarez

Son los deseos y los placeres los que definen al ser humano, pero sin continencia, sin límites para su satisfacción, como en las fantasías del Marqués de Sade donde la degradación es obscena en su afán de transgresión.

En la narrativa de orgías y ritos oscuros, donde se da la satisfacción desenfrenada de vicios y pasiones no aceptadas moralmente o que revisten delito, las máscaras y disfraces sirven para evitar exposición y proveen algo de recato. En las orgías prevalece una conducta de exceso, impulso desenfrenado e ilimitado de goce que genera complicidad y secretos compartidos.

Cuando no hay máscaras es más estrecha la complicidad, y como cualquier disidencia sería peligrosa para la secta o cofradía, se perpetúa y refuerza la complicidad con nuevas transgresiones que vinculan más a los participantes. Se estrechan nexos, se comparten secretos comprometedores. Quien señale desacuerdo o revele secretos es potencial delator a quien hay que anular. No hay conciliación sino radicalización en el desenfreno de las pasiones y quien es indiferente o rechaza la perversión es un enemigo. Cualquier testigo externo, cualquier crítico es un enemigo.

Son tiempos de orgía los que vivimos. Como en toda orgía, en el afán de transgresión de deseos de poder y riqueza sin límites, no hay retorno, lo que hay es horror. La cofradía orgiástica banaliza normas, corrompe, relativiza y viola cualquier ley para hacer cumplir su voluntad. Se expanden a toda la cotidianidad, infiltran conciencias y pervierten los referentes morales en todos los estratos sociales. La voluntad del poder por encima de las leyes es un abismo de simulación de gobierno engendrador de mafias y mecanismos de corrupción. Los cofrades orgiásticos intoxican todo y en un exhibicionismo de poder y goce, obscenamente mienten, humillan, reprimen y transgreden cualquier normativa. El conjuro y disfraz de la secta es un discurso envalentonado, de farsas guerreristas y fantasías épicas y nacionalistas; conjuro que en nombre de los pobres y de una ideología vencida en la que ni creen ni practican, intentan engañar y someter a una población que padece de hambre, expuesta a enfermedades y a los pranes, pues con el país a la deriva, en la anomia, lo que prevalece es un modelo de gobierno de confabulados que se protegen entre sí.

Son tiempos de orgía los que vivimos. Una cofradía de conjurados ha sembrado de ruina y calamidades a la nación, carcomido los valores ciudadanos y los referentes morales. Como fuera del poder son nada, su interés es preservarse en el mismo a costa de amenazas y más violaciones. Pero están desenmascarados. Ante el país y el resto del mundo. Rechazados por la gran mayoría de la población que les exige el cumplimiento de las leyes y la constitución.

Después de la orgía no quedaremos en un limbo sin asidero ni motivaciones. Tendremos que recuperar el significado de las normas, de la civilidad y los referentes morales que han diluido. Nos espera trabajo y construcción de futuro, de bienestar, paz y ejercicio de ciudadanía.