- Prodavinci - https://historico.prodavinci.com -

No todo lo que es oro brilla, por Leo Felipe Campos

I.

Me decía hace poco una amiga periodista a la que quiero y respeto que tratar de conseguir ponderación es estos momentos es más jodido que conseguir oro 24. Lo hizo por mensaje luego de que le pidiera el teléfono de algún economista o politólogo que fuera capaz de hacer una lectura y un balance de nuestra coyuntura sin necesidad de defender o atacar a ultranza al gobierno y su proyecto.

Mi amiga, pensé de inmediato, es de las personas más ponderadas y ecuánimes que conozco. Las veces que la vi trabajar o debatir sobre un tema, por espinoso que fuera, mantenía la frescura. Sonreía, se veía segura, tranquila. En ocasiones podía llegar a parecer detestable tanta comprensión de su parte por una realidad que nos guste o no, nos alcance o no, por dura que sea, por árida o confusa, por dolorosa o cínica, por festiva o por ridícula, nos define. Y para bien o para mal también nos toca. Es esta misma amiga-periodista quien me asegura ahora que no es fácil conseguir ponderación en los tiempos que corren.

II.

De todos los videos y fotografías que han circulado por las redes en estos últimos días, me quedo con dos. Hablan por sí solos, pero me interesa resaltar lo que pensé:

https://www.youtube.com/watch?v=RNFokJNXAGk

Este del comerciante que machuca el español –supuestamente en El Tigre, estado Anzoátegui– que debió llegar a Venezuela para hacer negocios y montó su tienda 777 y ahora, luego de ser fiscalizado con cierta vergüenza, al principio, por parte de los guardias nacionales, sale apurado por ellos para terminar con esta vaina: “vámonos, vámonos, hermano… Dale, dale, dale”.

Antes del jaleo, una de sus empleadas dice lo que le indigna a muchas y muchos chavistas y revolucionarias y revolucionarios que proclaman la utopía de un mundo sin jefes ni esclavos, pero creen que Cuba –cercada por Estados Unidos– con su apartheid turístico, es o pudo haber sido un modelo plausible: dice la mujer que sus jefes se parten el lomo trabajando día y noche y que castigándolos a ellos, castigas también a sus trabajadores. Que ambos castigos, en este caso, son injustos. Que, de acuerdo, dice otra: lo viejo se ha de vender a precios viejos y lo nuevo a precios nuevos. Y el extranjero llora detrás de su barba y su impotencia y alguien habla de facturas, que allí están.

¿Quién pondera este hecho?

Si tuviera cómo ir hasta El Tigre y corroborar que, en efecto, lo que se ve en estos 4 minutos del video es un reflejo de una realidad particular, iría. Pero esta vez elijo confiar y, como dice el hombre, “con todo respeto”, creer que no todo lo que es oro brilla. Lo triste, o lo peligroso, no es que este sea el reflejo de una realidad particular, sino el de una realidad general: la del futuro.

III.

El segundo video es este:

https://www.youtube.com/watch?v=y_Tw023aFrc

Una parte del país, visiblemente de clase media, extrae ese flamante aparato que fuera el rey del Siglo XX: un televisor. Y otro. Y otro. Y otro. Y alguien se cae por la prisa y la emoción. Y se levanta porque atrás viene otro. Y otro. Y así. Hay confusión, pero también cierta algarabía contenida. La otra parte del país, menos visible, detrás de la cámara y quizá también de clase media, reclama con indignación a los que roban y los llama por el nombre que merecen, les grita ladrones.

Ya habíamos vivido un colapso en Venezuela cuando varias semanas atrás un camión de carne que se estrelló en la autopista fue saqueado a los minutos por una multitud que se acercó. Lo barbárico de esa fatalidad como símbolo es que su chofer, un empleado que según supe era colombiano, murió durante el saqueo.

¿Quién pondera este hecho?

IV.

Sin diálogo real entre el gobierno y los empresarios y sin la estimulación de incentivos a los pequeños comerciantes y sin el aumento de la producción nacional, estaremos siempre como aquellos que resbalan por el precio justo de su error: robándole la carne a un muerto o feliz porque obtuvimos, en un acto de astucia magistral, el gran invento del Siglo XX. Pero no cualquiera, tch, tch, no señor: uno 3-D. Sembrar revolución, sí, pero también petróleo, como dijo aquel viejo intelectual, porque amor con hambre no dura.

¿Esta persecución preelectoral a los especuladores será en realidad beneficiosa para la población a corto, mediano y largo plazo? ¿Las consecuencias de nuestra política económica no han demostrado que hubo decisiones desacertadas? Y, mejor: ¿el sistema de justicia en Venezuela puede hacerle frente –valga el cinismo, con cierta justicia– a una larguísima cadena de corrupción pública y privada que nos tiene como estamos?

Luego de los incidentes en la tienda Daka de Valencia, Nicolás Maduro se preguntaba en cadena de radio y televisión quién saquea a quién, si el comerciante usurero que infla los costos al mil por ciento o el pueblo que va y toma lo que debería ser suyo con menos esfuerzo. Desconozco si alguien le contestó en público, pero me voy a dar el falso tupé de hacerlo yo, por esta vía: ambos.

Ambos son saqueadores, compadre. ¿No es obvio? Ambos. Ese que infló los precios y ese que entró a robarlo. Y no sé si esto es ser ponderado o pendejo, pero sí sé que detrás de eso hay una parte importante de la historia que se está dejando de contar: que existe una estructura gigantesca que no está funcionando y que podría estar mejor, mucho mejor, a no ser por las mafias. Sí sé que hay algo que se jodió hace rato cuando se hace necesario que ese emblema de la pureza que llamamos Guardia Nacional se encargue de emplear la fuerza del Estado, porque una parte del país cree que la otra le roba, y viceversa.

V.

Sigo sin estar del todo convencido, pero es cada vez más difícil pensar que mi amiga-periodista no tiene razón.