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Modelos de planificación: ¿Nueva Zelandia, Australia o Irlanda?; por Juan Nagel

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El principal sector exportador de Nueva Zelanda es el de productos lácteos. Las exportaciones de leche, mantequilla, carne y quesos de diversos orígenes representan alrededor del 22% de las exportaciones neozelandesas. ¿Pero cómo surgió la industria láctea en Nueva Zelanda? ¿Surgió gracias al mercado mismo, o existió intervencionismo estatal?

En su libro The Making of New Zealand, el historiador económico G.R. Hawke explica que hubo mucho de intervencionismo estatal en la principal industria exportadora neozelandesa. Desde el siglo XIX, el gobierno neozelandés comenzó ofreciendo bonos a empresas lecheras que fuesen las primeras en establecerse siguiendo principios básicos que le permitiesen exportar. Dice Hawke que el bono “siguió la práctica de gobiernos centrales y provinciales en establecer industrias”. Esta ayuda se extendió a lo largo del siglo XX mediante el apoyo a actividades de investigación, el desarrollo de técnicas refrigerantes, la ayuda financiera mediante el fomento de instrumentos de manejo de riesgo, el desarrollo de infraestructura de acopio clave y el establecimiento de normas de control sanitario estrictas que permitiesen a la industria láctea acceder a mercados lejanos.

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La economía australiana se desarrolló en el siglo XIX en gran parte gracias al auge de la industria ovejera. Como narra Ian W. McLean en su libro Why Australia Prospered, antes de 1850 los agricultores ovejeros tenían pocos derechos de propiedad y básicamente “invadían” tierras de la Corona Británica. Sin embargo, en 1850, el gobierno británico decidió otorgarles los derechos de propiedad que solicitaban, reconociendo derechos informales existentes y por los cuales hacían lobby. En efecto, esta política les permitió el acceso al capital que les facilitó una rápida expansión. Esta política “vertical” fue determinante para que Australia se desarrollase y no tuviese un destino como el de Argentina, un país con dotaciones factoriales similares pero con una trayectoria de desarrollo diametralmente opuesta.

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A pesar de los vaivenes recientes que ha sufrido como consecuencia de una burbuja inmobiliaria, Irlanda ha transitado en los últimos años por un camino de desarrollo notable. Es de los pocos países europeos que han pasado de ser un país de ingresos medianos a ser un país de altos ingresos. De hecho, hoy en día su PIB per cápita supera el del Reino Unido, Alemania y Francia, siendo que tradicionalmente era bastante menor a los tres.

¿Cómo hizo Irlanda el salto cuantitativo de economía rezagada a “tigre celta”? En su libro Understanding Ireland’s Economic Growth, el economista irlandés Frank Barry explica que la estrategia embarcada desde los años 70 “no fue un regreso al laissez faire… sino más bien una estrategia intervencionista orientada hacia las exportaciones, en la que la inversión extranjera directa fue atraída en forma agresiva mediante ayudas a la inversión e impuestos corporativos bajos para las exportaciones”.

La promoción de las exportaciones irlandesas no se hizo de forma “horizontal,” sino que se enfocó en sectores donde existían retornos crecientes a escala. Estos fueron sectores en los que Irlanda no tenía ventajas comparativas “reveladas”, sino que eran sectores más bien pequeños, en los que no se sabía con certeza si habría ventajas comparativas como el software o el farmacéutico. Fueron estas industrias ganadoras las escogidas por el Estado, en las que se enfocó el esfuerzo de atraer inversión extranjera directa.

La inversión extranjera directa en estos sectores clave sirvió para fomentar el nacimiento de empresas irlandesas. Por ejemplo, según Barry, “un estudio reciente de aglomeración (lo que en la literatura se llama clustering) en el sector manufacturero irlandés encuentra que en las empresas de software un tercio de los empresarios había trabajado en empresas extranjeras justo antes de abrir su propia empresa, y dos tercios de ellos habían trabajado en empresas extranjeras en algún momento de su carrera”.

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La experiencia claramente sugiere que el fomento de ciertas industrias en estos países se enfocó en favorecer a los pioneros, a los primeros que se establecieron en estas industrias. Muy a pesar de los creyente del capitalismo a ultranza, los gobiernos de los tres países “escogieron ganadores”. Es decir, se avocaron a apoyar determinadas industrias clave.

Esto concuerda con lo que explica la literatura. Cuando una empresa es la primera en establecerse en una industria y tiene éxito, genera una externalidad positiva: la sociedad se beneficia al saber que el país es exitoso en esa industria. Esa información es un bien público por el cual la empresa pionera no necesariamente es compensada.

La experiencia en estos tres países sugiere que la presencia de políticas verticales, destinadas a premiar a los pioneros en estas industrias y a vencer escollos clave que impedían que surgieran, son fundamentales.

Son tres importantes lecciones para cualquier país que pretenda dar un salto al desarrollo.