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Maquiavelo en el mosaico político español; por Jonathan Dias

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De izquierda a derecha: Mariano Rajoy, Pablo Iglesias, Pedro Sánchez y Albert Rivera

Rajoy disipó cualquier posibilidad de nuevas elecciones en caso de que no fuesen aprobados los nuevos presupuestos generales del Estado: “No voy a convocar elecciones porque es un disparate. Hace daño a un país que ya ha celebrado dos elecciones en un año”.

Todo parece indicar que finalmente terminó la batalla por la jefatura de gobierno. Llegó entonces la hora de contar las bajas, vendar a los heridos y que los líderes enfrenten las consecuencias de las decisiones tomadas. Desde inicios de febrero los cuatro partidos principales realizan congresos internos para legitimar o cambiar sus liderazgos y definir su rumbo. Puertas adentro, parece que los consejos de Nicolás Maquiavelo se impondrán sobre los de Sun Tzu.

Mariano Rajoy, el heredero.

Para Maquiavelo, es más fácil conservar el poder en principados hereditarios. La costumbre y la continuidad política juegan a favor. Por eso, “basta con no alterar el orden establecido (…) y contemporizar después con los cambios que puedan producirse”.

La reciente victoria del PP frente a las crisis electorales le dio a Mariano Rajoy la oportunidad de escapar de la sombra de José María Aznar, quien lo eligió como sucesor hace 13 años y renunció a la Presidencia de Honor del partido.

El reciente congreso del PP sirvió para que el 95% de los electores reeligiera a Rajoy para los próximos cuatro años como líder indiscutible del partido. Fortalecido, logró la continuidad de su proyecto, además de sortear temas más espinosos, como la corrupción.

Entre las novedades de su entorno está el relevo de tres aznaristas del Comité Ejecutivo Nacional: Ana Botella, exalcaldesa de Madrid y ex primera dama; el expresidente de Castilla y León, Juan José Lucas; y el exministro Alberto Ruiz-Gallardón. Manteniendo a su núcleo de confianza, María Dolores de Cospedal continúa en la Secretaría General del partido al mismo tiempo que encabeza el Ministerio de Defensa y Fernando Martínez-Maillo, el “número tres” llevará el peso diario de la organización.

Así, los populares se preparan para “recuperar la unidad del centro derecha”, según dijo Cospedal de cara a las próximas elecciones municipales de 2019.

Pablo Iglesias, entre la crueldad y la clemencia

En el Congreso Nacional de Podemos, llamado Vistalegre II, Pablo Iglesias despejó las dudas sobre quién manda en la organización al ser ratificado como Secretario General, pero más importante, por lograr un 60% de los puestos en el Consejo Ciudadano frente a las políticas y propuestas menos radicales de Íñigo Errejón.

Aunque su puesto no estaba en peligro —pues los otros candidatos a la Secretaría General no le podían hacer frente y los errejonistas llamaron a votar por él— la apuesta de Iglesias era todo o nada: o lo ganaba todo o dimitía. La verdadera batalla fue por el control del rumbo político del partido a través del Consejo Ciudadano (responsable de elegir a la dirección) y los cuatro documentos —político, organizativo, ético y de igualdad— que sirven de marco para la organización. Habiendo asegurado el poder sobre su antigua mano derecha, Iglesias llamó a aplicar “unidad y humildad”.

La gran incógnita es qué ocurrirá con Íñigo Errejón, quien pidió “pluralidad” en el partido y afirmó que seguirá defendiendo sus ideas. Iglesias aseguró que “Íñigo debe estar en primera línea, cuento con él”, pero no dio pistas sobre qué cargos le asignará a su contrincante el nuevo Consejo Ciudadano bajo su control. “Todas las posibilidades están abiertas” afirmó durante una entrevista radial.

Queda ver si Iglesias se mostrará compasivo con una de las figuras de más popularidad dentro del partido o si lo relegará a funciones secundarias para asegurar unidad en la dirección.

El consejo de Maquiavelo es elocuente: “un príncipe no debe preocuparse porque lo acusen de cruel, siempre y cuando su crueldad tenga por objeto el mantener unidos y fieles a los súbditos”. Esta recomendación es la que hace especialmente a los “príncipes nuevos”, en vista de los peligros que enfrentan.

Pedro Sánchez y la inconveniencia de mantener la palabra

Cuando la dirigencia del PSOE se rebeló contra la postura de su secretario general Pedro Sánchez y cambió el “no” al PP por una abstención, el líder socialista dimitió. Desde entonces el partido ha tenido una crisis y no se sabe quién será el nuevo líder. Sánchez ya está elucubrando cómo recuperar el poder frente a la presidenta andaluza y gestora de la rebelión, Susana Díaz. Con las elecciones primarias pautadas para mayo, ya han comenzado las postulaciones y hasta ahora hay tres nombres en la carrera.

Susana Díaz se encuentra en campaña sin haberse postulado oficialmente, como lo demuestra su gira por España que recientemente tocó Madrid. “Tengo fuerza, ilusión, tengo ganas, estoy animada y me encanta ganar”, dijo ante unas 2500 personas. En la carrera por la secretaría general también está Patxi López, antiguo presidente del País Vasco y expresidente del Congreso. López cuenta con el apoyo de algunos políticos que antes defendían el “no es no” de Sánchez.

Por su parte, Pedro Sánchez se muestra confiado de que ganará las elecciones y se encuentra recorriendo el país. Recientemente dijo a 20 Minutos que “Si yo no gano ese proceso, si el proyecto político que yo defiendo no llega a buen puerto y gana, yo cuelgo las botas (…) me retiro de la vida política”.

Queda por ver si Sánchez, un político joven, mantiene su palabra en caso de perder las elecciones primarias, pero Maquiavelo considera que los hombres que han logrado grandes empresas han sido “los que han obrado con astucia y reído de los que han confiado en su lealtad”. Más aún, considera que un líder no debe mantener la palabra dada cuando “vaya en contra de sus intereses y cuando hayan desaparecidos las razones que le hicieron prometer”.

La reinvención de Rivera

Albert Rivera llegó a la IV Asamblea General de Ciudadanos del 4 y 5 de febrero como el líder indiscutible tras haberse relegitimado como presidente con 87,3% de los votos pocos días antes en primarias. Con ese apoyo casi unánime logró implantar su proyecto y redefinición ideológica que abandona la socialdemocracia del Ciutadans original —a pesar de las críticas de algunos de los fundadores— por el liberalismo progresista.

La estrategia de Rivera es ocupar el centro político ante un escenario que considera polarizado entre el “conservadurismo” del Partido Popular y el “populismo” de Podemos.

Advierte Maquiavelo que “no hay nada más difícil de emprender, ni más dudoso de hacer triunfar, ni más peligroso de manejar que el introducir nuevas leyes”, pues significa la enemistad de los que se beneficiaban de ellas y la “tibia amistad” de los que se benefician de las nuevas. Para Rivera, el costo de redireccionar el partido fue perder fuerza en Cataluña, cuna de Ciudadanos, donde ganaron en las primarias los candidatos socialdemócratas.

En favor del líder de Ciudadanos, Maquiavelo reconoce que, aquellos innovadores que “sólo dependen de sí mismos y pueden actuar con ayuda de la fuerza, entonces rara vez dejan de conseguir sus propósitos”.

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