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Manual de emociones (extracto), por Felícitas Kort

El ciudadano como agente del cambio social

No está demostrado por las ciencias de la conducta que el ser humano sea malévolo, contradictorio, peligroso y culpable de sus males. Ni que todo ello sea ocasionado por sus instintos y genes. Es lugar común atribuir las adversidades a circunstancias fuera del control humano, a casualidades del azar e imprevistos producto de esa supuesta irremediable irracionalidad. Según este punto de vista, el ser humano pertenece a una especie inmutable que funciona con un armazón fijo, concepto que lo limita del alcance a las innumerables posibilidades de transformación.

Bandura (1999) propone un modelo teórico que examina los mecanismos psicológicos según los cuales las acciones morales son el freno del comportamiento inhumano y el estímulo hacia las acciones prosociales. Por complejo y utópico que parezca, un habitante puede asumir la responsabilidad del puesto que quiere ocupar en la sociedad, jerarquizar las prioridades, medir los problemas y hacer las evaluaciones pertinentes para alcanzar dicho lugar.

Cuando se hace una apreciación sobre los problemas que afronta la sociedad en tiempos de duelo por las guerras, la regulación emocional es prioridad.

Comoquiera que en el progreso de una sociedad es inevitable denunciar las incongruencias, desaciertos e infracciones de los personajes públicos, privados y/o de aquellas instituciones que no funcionan, para restablecer el equilibrio es necesario que el ciudadano tenga acceso a una información que le muestre cuáles son sus posibilidades de regulación emocional y cambio de conducta (Skinner, 1953).

Buena parte de las catástrofes personales o sociales son consecuencia de la ignorancia sobre la regulación emocional, los modos de pensar y las actuaciones que favorecen una mejor calidad de vida. Las adversidades individuales y sociales son el resultado de las experiencias de una o más personas; cuando se cambian sus modos inapropiados de responder en la forma de actuar, las actitudes de los demás cambian (Fersterheim y Baer, 1975).

El ciudadano asertivo

La palabra autoestima no es sinónimo de aserción. La autoestima es el grado de apreciación y capacidad que una persona siente y piensa sobre sí misma, a diferencia de aserción, que es la defensa de los derechos humanos en la interacción social; y durante ese proceso la persona desarrolla una imagen positiva de sí misma.

Conducta asertiva es sinónimo de una conducta genuina, consecuencia de la expresión emocional de los sentimientos y pensamientos.

El término aserción, además de afirmar los valores y defender los derechos, engloba la expresión de las preferencias y las opiniones, tanto positivas como negativas. Es la expresión apropiada de las emociones y los pensamientos (Salter, 1941).

El concepto de aserción en psicoterapia, según la Enciclopedia de Psicología (Corsini, 1965, v. 1 p. 94) lo introduce Salter (1941, 1964) cuando observa una variedad de situaciones en las cuales se manifiesta la ansiedad en la interacción social, hasta el punto de inhibir la comunicación. Luego Wolpe (1958) difunde el concepto y señala que un comportamiento social competente, eficaz, tiene una relación directa con el buen vivir.

Un ciudadano asertivo es capaz de defender sus derechos de manera afirmativa, expresar con respeto lo que siente o piensa. Sabe puntualizar sus opiniones y sentimientos con aquellas personas con las cuales se dificulta la comunicación. Sabe identificar cuáles son sus derechos y conoce cómo discriminar su usurpación. Considera equivocado e injusto permitir que otra persona le impongan criterios o lo someta a abusos e intimidaciones. De ahí que la aserción no solo es el aprendizaje de la expresión de sentimientos cordiales, afectuosos y no ansiosos, sino también el aprendizaje de la expresión de los sentimientos de ira, abuso psicológico y maltrato físico.

Salter (1964), pionero de este concepto, plantea un novedoso análisis sobre la conducta expresiva como una respuesta emocional. Analiza a la emoción como un proceso de excitación fisiológica cuya estimulación se realiza por medio de la palabra, la cual, cuando es empleada adecuadamente, puede inhibir los estados emocionales negativos.

También explica que los problemas emocionales de los seres humanos son el resultado de «una mala educación» e insiste en que para el buen vivir se requiere el aprendizaje de nuevos hábitos emocionales. Plantea que los problemas sociales son el resultado de experiencias particulares que, cuando se analizan, se miden y se modifican, evocan reacciones del entorno social.

Salter (1941) escribe: «la historia de un individuo está almacenada en su protoplasma y sus acciones son una historia que se repite. La psicoterapia permite la fabricación de una nueva historia, que se repite en nuevas acciones».

La conducta asertiva se rige por principios similares al acto de aprender a tocar una guitarra o cabalgar un caballo. Así como las conductas motoras, tales como caminar y saltar, son mutuamente antagónicas -aunque se utilicen los mismos grupos de músculos- una reacción emocional de intensidad elevada, moderada o leve encierra elementos comunes y específicos frente a estímulos que pueden llegar a ser totalmente antagónicos. Por ejemplo, la conducta asertiva es una respuesta antagónica que compite para inhibir la ansiedad en un momento en el cual los niveles de tensión emocional son intensos.

A modo de ejemplo, numerosas instancias de este fenómeno, según el cual una respuesta emocional inhibe a la otra (contracondicionamiento) se presentan en la vida diaria; por ejemplo, cuando un jugador de pelota está aprendiendo a sustituir el balanceo del cuerpo por el balanceo del brazo, el hábito del movimiento del brazo se va debilitando a medida que el hábito de hacer el movimiento con todo el cuerpo es fortalecido.

Spinoza (1673), en su libro La ética, resume el principio de contracondicionamiento así: «Una emoción solo puede ser controlada o eliminada por otra emoción contraria, y que contiene mayor fuerza para controlar la emoción inicial».

La ley de condicionamiento sobre la cual se sustenta la conducta asertiva se conoce como la teoría de la inhibición recíproca que formula unos de los principales exponentes de la psicoterapia conductual y cognitiva, Wolpe (1958) a partir de sus investigaciones sobre la ansiedad en el laboratorio experimental. Llega a la conclusión de que por medio del principio de contracondicionamiento, la forma inadaptada de responder emocionalmente frente a una situación puede inhibirse y extinguirse, siempre y cuando se presenten situaciones y estímulos incompatibles, sujetos a las unidades complejas del sistema nervioso. A través del contracondicionamiento se extingue la ansiedad en la interacción social por la vía de la conducta asertiva, la cual es incompatible con la ansiedad o con la ira. Así, Wolpe (1969) define la conducta asertiva como «toda expresión sobre los derechos y los sentimientos, socialmente aceptada». Mediante la conducta asertiva se estimula la expresión explícita de los sentimientos y de las acciones, los cuales anteriormente estuvieron inhibidos por la ansiedad que evoca la comunicación interpersonal.

A través de la acción y la palabra en el binomio individuo- sociedad, el ciudadano asertivo influye eficientemente en las personas con quienes comparte su vida. El logro de un buen vivir se fundamenta en la defensa de los derechos humanos y en los reconocimientos mutuos. De este modo se obtienen los acercamientos y los acuerdos en la familia, el trabajo, los estudios, el sexo y el contacto social.

La aserción implica riesgos, ya que el éxito en la interacción social, como consecuencia de una intervención participativa no es siempre posible, porque la persona no sabe cómo va a ser la respuesta de los demás. Aunque la reacción del otro puede resultar contraproducente, es importante compartir con respeto y cortesía el propio punto de vista.

No se descuidan ni ignoran los sentimientos de la otra persona, ni se buscan ganancias a expensas de otras personas. Por supuesto, un ciudadano no tiene que ser asertivo en todo momento. Como sinónimo de competencia social, la conducta asertiva consiste en moldear destrezas para afrontar el escenario social. Ser asertivo sensibiliza a la persona frente a sus emociones y aumenta el conocimiento de sí misma frente a los demás. En las interacciones sociales está la clave para la supervivencia, la procura del alimento y de la vivienda, la reproducción, el esparcimiento, el trabajo.

Diversos trastornos de conducta ocurren justamente por causa de la ignorancia, inadecuada educación y deficiencias sociales. Una interacción inadecuada y torpe puede ser devastadora, tanto en los casos de retardo mental y autismo en la infancia y los trastornos psicóticos, como en el desenvolvimiento en situaciones de la vida cotidiana. Cuando cambia la manera de conducirse en las relaciones con los demás, se cambia la personalidad.

Mediante un adiestramiento en aserción, la persona se prepara para la regulación de sus emociones, para actuar con seguridad y decisión y para expresar las necesidades relativas al entorno. Al principio son acciones dirigidas hacia un cambio de conducta visible y externa, pero luego el cambio es interno y orientado hacia la apropiación de iniciativas y actitudes responsables.

Entre las razones por las cuales las personas no son asertivas podemos señalar que:

En conducta: no saben cómo actuar, les suceden las cosas y no tienen control.

En emociones: sienten niveles intensos de ansiedad, tristeza o ira y el resultado es la incomunicación.

En pensamientos: tienen un esquema de conceptos equívocos sobre las relaciones humanas.

Cualquier incidente puede ser catastrófico para la persona no asertiva. Lazarus (1973) identifica cuatro deficiencias principales en las personas pasivas, no asertivas:

Incapacidad para decir «no».

Incapacidad para hacer peticiones.

Incapacidad para expresar sentimientos positivos y negativos.

Incapacidad para iniciar, continuar y finalizar una conversación.

Esto se refiere a una inhibición social que no es por decisión personal, sino por la baja frecuencia del repertorio de conductas sociales y por la ausencia de destrezas en la comunicación.

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Manual de emociones
Felícitas Kort
Editorial Alfa 2011