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Los fantasmas de Lenin y Fidel le susurran a Maduro; por Roberto Casanova

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Al escuchar a Maduro convocando a un proceso constituyente popular dos viejas consignas vienen a la mente. Ellas sintetizan lo que, al parecer, la oligarquía socialista se propone materializar en esta coyuntura crítica. Son dos consignas que, con seguridad, Maduro ha también recordado.

La primera consigna afirmaba: ¡Todo el poder para los soviets! “Sóviet” significa consejo. La consigna fue utilizada por Lenin durante la revolución bolchevique, hace un siglo. Quería convencer a las masas de que los soviets de diputados obreros eran la única forma posible de gobierno revolucionario, propugnando al mismo tiempo la necesidad de pasar todo el poder del Estado a dichos soviets.

Muchos años después, Fidel Castro gritaba otra consigna: Dentro de la Revolución, todo; fuera de la Revolución, nada. Se trataba de una versión de un lema que había sido utilizado en su momento por Benito Mussolini y que proponía: Todo en el Estado, todo para el Estado, nada fuera del Estado, nada contra el Estado. La semejanza no es, desde luego, casual. El Estado total es el componente básico del totalitarismo tanto en su versión comunista como en la fascista.

La integración de ambas consignas conduce, naturalmente, a la idea de un Estado que, en nombre del pueblo organizado en consejos en distintos ámbitos, ocupa todos los ámbitos de la sociedad. En otras palabras, el supuesto Poder Popular da forma al Estado total. Y la estatización de todo, incluso del pueblo, es lo que llamamos totalitarismo.

El comunismo chavista, heredero del cubano, siempre ha tenido vocación totalitaria. Los “soviets” venezolanos ya existen. Son los consejos de trabajadores, de estudiantes, de mujeres, de indígenas, etc. que se han creado a lo largo de los últimos años. Los “soviets” territoriales son, fundamentalmente, las comunas y los consejos comunales. Todos ellos han sido promovidos desde el Ejecutivo Nacional y se hallan subordinados a él. Por otra parte, la estatización de la sociedad venezolana es uno de los procesos en los que la revolución socialista más ha avanzado.

Si algo ha caracterizado al liderazgo chavista es el utilizar las crisis para avanzar. Es el momento, piensan los líderes del régimen comunista, para conformar una Asamblea Constituyente del Poder Popular, integrada en su mayoría por los voceros designados por los consejos sectoriales y territoriales. Esta Asamblea tendría carácter originario y, por tanto, ningún Poder constituido podría estar sobre ella. Incluso el Poder Ejecutivo se le subordinará. De las deliberaciones de tal Asamblea emergerá el flamante Estado Comunal venezolano.

Todo eso no es sino una patraña, por supuesto. En los países comunistas el poder real siempre lo tuvo y lo tiene una oligarquía socialista (la nomenklatura, la llamaban en la desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas). El poder de los “soviets” solo serviría también aquí para mantenerse “enchufados” a los centros del poder y para oprimir al resto de la sociedad. El poder comunal nunca podría contrariar la voluntad de la minoría en el poder.

Esta arquitectura de poder es profundamente antidemocrática y está diseñada, en realidad, para que la revolución no corra el riesgo de perder una elección nacional. El esquema es sencillo: debe dársele forma a un Estado en el cual la participación política se realice, principalmente, a través de instancias como consejos sectoriales y territoriales, subordinadas al Poder Ejecutivo.

Esto es lo que el régimen socialista ahora pretende.

“Todas las piezas encajan”, le susurran Lenin y Fidel a Maduro. “Es ahora o nunca”. En mi opinión será nunca, pues los venezolanos luchan heroicamente en las calles por la democracia y la libertad.