- Prodavinci - https://historico.prodavinci.com -

Los buhoneros del acetaminofén y la epidemia de Chikungunya; por Samir Kabbabe

La epidemia de Chikungunya; por Samir Kabbabe 640

No compre ese acetaminofén que están vendiendo los buhoneros. El acetaminofén no es la cura del Chikungunya; sólo ayuda a bajar la fiebre y a aliviar un poco el malestar. Además, no hay manera de saber si es un producto adulterado. En nuestro país sobran los buitres y quienes no tienen compasión con la miseria humana, capaces de revender el acetaminofén que compran a precios regulados (o que reciben gratis en los ambulatorios).

Se agota el acetaminofén y hay una exageradísima demanda de este medicamento porque ofrece el perfil más seguro ante las epidemias de Dengue y Chikungunya. Son cientos de miles los venezolanos a quienes se les ha diagnosticado “Síndrome Febril Agudo”o “Síndrome Viral Agudo” en los últimos tres meses, y que son registrados en los boletines epidemiológicos del MPPS entre las enfermedades de notificación obligatoria como “Fiebre”.

En el Boletín Epidemiológico del MPPS correspondiente a la semana 37 de este año, se muestra la progresión de la “Fiebre” desde la primera semana. “Fiebre” es una categoría que excluye a otras enfermedades con diagnósticos precisos como Dengue, neumonías, infecciones respiratorias,  diarreas, hepatitis, etcétera. La curva de crecimiento es exponencial.

Fuente: EPI 12/ SIS Dirección  de Vigilancia Epidemiológica. MPPS 2014

Fuente: EPI 12/ SIS Dirección de Vigilancia Epidemiológica. MPPS 2014

 

En los mismos boletines epidemiológicos, desde el mes de mayo de este año, se mencionan las alertas desde la Organización Panamericana de la Salud (OPS) sobre Chikungunya. El 5 de junio, en la semana 28 del año, se documentó el primer caso de Chikungunya en Venezuela. El máximo esperado de fiebre por semana para este año no pasaba de 35.000 casos, pero a partir de la semana 28 el número de casos comenzó a pasar de 40.000 hasta alcanzar los 128.000 casos en la semana 37.

Si a cada semana se le resta el máximo de 35.000 esperados, en las últimas diez semanas hemos tenido un exceso de 350.000 casos de “Fiebre”. Si esta epidemia de más de 350.000 casos de “Fiebre” no es por Chikungunya, pues alguien tendrá que explicarnos de qué se trata, pues sería alguna otra enfermedad misteriosa o desconocida, o varias calamidades febriles que nos azotan.

La certeza diagnóstica de Chikungunya es del 84% con la sola presencia de fiebre abrupta y dolores articulares severos en zonas donde ha habido casos semejantes. Lo dice la OPS y el mismo MPPS.

No hace falta hacer la prueba para la confirmación.

Se ha dicho desde las altas esferas del  gobierno que sólo las autoridades pueden hablar de ese problema de salud y que “ésas son declaraciones muy delicadas que sólo deben dar los organismos competentes del Estado”. De algún modo quedamos los médicos desautorizados, y hasta amenazados y amedrentados, conminados a renunciar a nuestro deber y a nuestro derecho de alertar e instruir a la población.

La epidemia de Chikungunya es un problema de todos. Nos dicen que solo pueden declarar los “organismos competentes”. Es decir: las instituciones responsables, a quienes les compete la salud de los venezolanos. Las mismas que a pesar de tener menos lluvias este año han permitido que el Dengue haya aumentado en más de un 35%. Las mismas que a pesar de las alertas desde la OPS y de las de médicos venezolanos epidemiólogos, infectólogos y neurólogos de distintas sociedades científicas médicas, han permitido esta calamidad de la epidemia de Chikungunya.

El deber de las autoridades y del gobierno, si se precian de ser civilizados, es informar responsablemente a la población para que tome sus medidas y se proteja. Es ridículo que, en pleno siglo XXI, con tantos derechos conquistados y plasmados en nuestra Constitución cuando se habla de democracia participativa, las autoridades recurran a la desinformación y nos traten como si los venezolanos fuéramos una masa de inmaduros y débiles mentales. Incluso, algunas “autoridades” y personeros en declaraciones mediocres, se han atrevido a decir que se trata de una guerra biológica, con ficciones de médicos recorriendo los hospitales echando polvitos a los pacientes.

Hay que diferenciar entre las autoridades. Existe una noción de “autoridad” que es aquella que ejerce un poder público y tiene capacidad para tomar decisiones que influyen sobre los demás. Esos son los servidores públicos a quienes les pagamos con nuestros impuestos y tenemos el derecho de exigirles, auditarlos y removerlos en su incompetencia. Pero hay otro tipo de “autoridad”: la de las personas expertas, con cualidades de conocimiento, experiencia, trayectoria y moral, que tiene ascendencia y liderazgo sobre sus semejantes.

Los médicos tenemos un pacto no firmado con la población que atendemos. Y por eso nos corresponde continuar cumpliendo nuestro deber de instruir y alertar en cuanto a salud: porque tenemos autoridad para eso y porque los sanos y los enfermos esperan eso de nosotros.