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Los “peomas” de Blue Label/Etiqueta Azul, por Eduardo Sánchez Rugeles

Cuenta Eugenia Blanc en sus cuadernos que, el día que visitó por primera vez la casa de Titina Barca, se encontró con un curioso recital de peomas (BL/EA:31, Libros de El Nacional, 2010). Muchos de esos trabajos, por cuestiones de espacio, fueron suprimidos de la novela. Actualmente, los peomas de José Miguel, Titina, Nairobi, Mel y Pelolindo permanecen dispersos en servilletas, facturas de Subway y olvidados cuadernos de colegio.

Sé de buena fuente que la noche de la fiesta, mientras Eugenia padecía su fascinación por Luis Tévez, su amigo José Miguel estaba muy nervioso. El Gordo se debatía entre la lectura de dos peomas: “El Romance en McDonald’s” o el “Canto al onanismo”. El Gordo decidió sacrificar la lectura del Romance; pensó que aquellos versos podían delatarlo, que Titina, su habitual compañera de almuerzos, podría llegar a incomodarse. Esa noche, tal como relata Eugenia, José Miguel prefirió leer el “Canto al onanismo”.

Mel Camacho, por su parte, improvisó un peoma dedicado a una novia sifrina que al parecer, por lo que cuenta Vadier Hernández en sus Memorias Bobas, pretende incluir en un próximo libro titulado Antología de las letrinas.

Comparto con los lectores de Blue Label/Etiqueta Azul estos dos peomas con los que tropecé en las páginas de una agenda vieja.

Saludos,

E.

ROMANCE EN McDONALD’S

A Titina

Ansío la fragancia de tu combo de pollo:
la lechuga vencida, el tomate de plástico, el pepinillo falso.
Como haragán en manos del empleado del mes,
tu recuerdo golpea mis rodillas:
Y perdido en la más inmensa soledad
(en el segundo piso del McDonald’s de Santa Fe),
añoro tu mayonesa de bolsita,
la Coca-Cola tibia de tus ojos,
el cupón de descuento de tu risa,
la cajita feliz de mi tristeza.
¡Tú!… Mi cuarto de libra, mi sundae sin maní.
Dibujo en servilletas, con la punta de un pitillo empapado en Nestea,
el sueño de morir
ahogado en tu piscina de pelotas.

Por José Miguel

 

SIN TÍTULO

A una novia sifrina

Me gustas porque eres sifrina, muy sifrina.
Amo tu ridiculez y tu esnobismo,
Adoro tu clasismo y tu racismo tácito.
Me enloquecen tus sostenes de marca,
velados por la transparencia de una blusa importada.
Recito en soledad la jerga de tus muletillas:
tus anyway, tus whatever, el canto sacro de tus loser.
Me gustas cuando dices que no soportas el olor del cambur.
Cuando, con cara de asco, le quitas el quemao a las arepas.
Cuando me pides que te bese con cuidado
porque la saliva te pica
y mi lengua te da cosita.

Por Mel Camacho