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La razón no puede con la totalidad; por Rafael Cadenas

21.Chema Madoz

Fotografía de Chema Madoz.

El poeta moderno habla desde la inseguridad. No tiene más asidero que la vida. Seguramente una voz queda le dice en los adentros: la época de las causas terminó. Ya no puedes aferrarte a religiones, ideologías, movimientos, ni siquiera literarios. Se acabaron las banderas. Pero este desengaño lo libera para luchar en otra clave por lo que religiones, ideologías, movimientos dicen defender: lo religioso, lo humano, lo valedero.

Esa voz, que parece la del nihilismo, podría ser más bien la voz de la vida que desea recuperarnos.

La historia misma nos lleva, o nos trae, a la escritura fragmentaria. ¿No sentimos que los libros precisamente de quien tanto ha reflexionado sobre aquélla, los de Nietzche, son como cuadernos de notas?

La fragmentación del mundo tal vez conduce al fragmento, o a todo lo contrario, a la obra ordenadora. En este momento me inclino hacia esa forma de expresión, la que brota sin pretensiones al hilo de los días.

Los días del humanismo están contados. Todavía le queda el amparo de las universidades —no de todas— donde debe justificarse, demostrar que es necesario, rendir tributo a la sociedad utilitaria. Ha de presentar examen, ponerse el ropaje de la ciencia, que a su vez tiene que rendir cuentas ante la técnica, mostrar sus títulos. Todo esto sin avergonzarse. Los “humanistas” no tienen pudor. Son incapaces de defender sus fueros sin arrodillarse ante la sociedad moderna para que los acepte, para que les permita vivir.

Me siento lejos de todo esteticismo. Hace tiempo dejé de darle primacía al arte sobre la vida. Una flor es para mí más misteriosa que “la ausente de todos los ramos”.

La ciencia no puede decirnos qué es la realidad; sólo alcanza a ponerle nombres. Su terreno es el cómo. Cómo es, cómo funciona, cómo opera; pero una parte, no el todo. El universo se nos escapa. De ahí que el conocimiento sea siempre de la parte. Esto lo saben los científicos mejor que yo. Así volvemos al asombro.

“Para crear un mundo real, los hombres han dado nombres a lo desconocido. De este modo, lo desconocido se ha convertido en realidad para ellos… Sin embargo, ¿Podemos decir que un nombre sea verdadera realidad? Creo que no” (Malewitsch, citado por Olga Bernal en Lenguaje y ficción en las novelas de Beckett). ¿Cómo puede entonces la poesía mostrarnos con palabras lo que las palabras encubren? Este sería el challenge. Volverlas reveladoras.

La poesía está en el extremo opuesto de los sistemas. Ellos son hoy fantasmas de la historia que deambulan buscando seres sin cautela. No sé quién puede tener tan poco seso como para encasquetarse un sistema. Hay que huir de toda persona que promete salvación. El misionerismo no podría contar sus víctimas.

A quienes nos cuesta la expresión, a quienes no usamos con soltura el idioma, a quienes las palabras se nos dan tasadamente, sin largueza, nos alivia lo que dice Bollnow de Rilke. Su lenguaje no nace de la superabundancia. Muestra exigua riqueza léxica. Más bien ahonda en ciertas palabras preferidas.

La facundia, la facilidad de palabra, la verbosidad abundosa constituyen a veces un peligro, cuando no van acompañadas por una vigilancia aguda; revelan una seguridad sospechosa; en todo caso tienen poco que ver con el espíritu, que es sobrio, y con el alma, que no suele correr.

Rilke vivió en una época de movimientos literarios, que aún fascinan a muchos poetas. Sin embargo, no lo sedujo ningún ismo. Tal vez supo a tiempo que las escuelas, los grupos, las corrientes pertenecían al pasado; que nuestra época era de voces individuales.

Estoy lejos del poema como cosa de arte (Kunst Ding) que a veces se asemeja a un artilugio. Me interesa más expresarme que componer, y uno puede expresarse en tantas formas. En una simple frase.

El poema es una forma, un molde, un artificio.

¿Cómo hablar  con naturalidad dentro de ese marco cada vez más estricto, dentro de esa pauta hoy tan compleja?

El poeta tiene que aprender un modo peculiarísimo de expresión, volverse especialista; ocultar lo que está reñido con mi modo de ser.

No quiero apartarme de la voz con que vivo.

Trascender no es tender las manos hacia un dios que habita fuera de la realidad sensible “sino un ir al encuentro de lo divino dentro de este mundo” (Ludwig Schajowicz, Mito y existencia). Lo divino quizá sea ese mismo mundo tal cual, pero después de ser dejado solo en su esplendor. Antes, sin embargo, habría que sentir el misterio.

Según Otto (Walter) el griego dice “¿cómo rindo el más digno homenaje a lo más venerable? Y el cristiano, heredero de Oriente, ¿cómo alcanzo yo la salud?”, la salvación (Schajowicz). Pedir, los cristianos al uso sólo saben pedir. Nunca dan las gracias; excepto cuando sus peticiones son satisfechas.

Me resulta trabajoso escribir, carezco de soltura, las palabras no acuden con facilidad a mi bolígrafo; pero no quisiera que fuese de otro modo: desconfío de la brillantez.

No hago diferencia entre vida, realidad, misterio, religión, ser, alma, poesía. Son palabras para designar lo indesignable. Lo poético es la vivencia de todo eso, el sentir lo que esas palabras tratan de decir.

Soy poco dado a criticar personas; mucho menos a un escritor. La indigencia del mundo es tal que a cualquiera que ame las letras hay que darle la mano. Es un soldado más.

Esto lo extiendo a todo el que le importe verdaderamente la cultura, pues creer que la barbarie acecha sólo delata una peligrosa obnubilación.

Hace ya mucho tiempo instaló sus tiendas en nuestras ciudades, tomó lugares decisivos, ha ido acrecentando sus conquistas. Está a puno de desalojar de sus reductos a la minoría.

“Al hombre le cuesta aceptar que el universo sea un enigma” (Schajowicz) y aún más que en última instancia él y las cosas también lo sean.

Está acostumbrado al conocimiento cuya jurisdicción es reducida: sólo puede decirnos cómo “funciona” la parte de la naturaleza que ha logrado conocer. La razón no puede con la totalidad; tiene que ocultar su puesto con la debida modestia. Con todo, ella también le pertenece, también forma parte del mismo enigma.

Anotaciones, Rafael Cadenas, Fundarte, 1983, Caracas. Curaduría a cargo de Josefina Núñez.