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La música comercial de hoy (o ‘Cuando no acierta cierta música desierta’); por Aquiles Báez

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La música comercial de hoy (o Cuando no acierta cierta música desierta; por Aquiles Báez 640

1. La crisis

Me preocupa la calidad de la música que se está gestando en estos tiempos a nivel comercial. O, quizás debería decir, la música que está indigestando estos tiempos en los cuales la fama es más importante que el contenido y ser noticia es más importarte que tener un desarrollo artístico.

Como plantea el escritor peruano Mario Vargas Llosa, son tiempos de banalidad, inmediatez , mediocridad. Y la música no escapa a esos paradigmas. En este sentido, pareciera que  hay un complot en contra de todo lo que genere ideas y desarrolle la inteligencia a nivel musical.

Siempre ha existido música mala, cursi, vacía. Sin embargo, el gris de ese desierto melódico que gestaba la música comercial de otros tiempos no llegaba a los niveles de estos días. Y, además, había muchos oasis de mayor calidad.

Está claro que existen la variedad de gustos, los distintos criterios, visiones diferentes, pero hay verdades tan claras y contundentes como la afinación, el manejo armónico y el conocimiento del lenguaje que va desde saber conjugar un verbo hasta la acentuación de una frase y de una melodía.

Hay un efecto que viene de la comunicación masiva, donde el mercado impone los criterios y quienes controlan esos criterios no están interesados en la calidad. Esto ha traído como consecuencia un bombardeo constante que va más allá de la radio y llega a miles de televisores en cualquier restaurante con videos prefabricados llenos de “mamitas” y “chicos humildes” con cadenas de oro y en yates, o con el cuento del niño pobre que se enamora de la niña rica (en el doble sentido de la palabra), hasta la música que ponen de fondo en un automercado o un bar.

Me pregunto cómo sobrepasar esa avalancha mediática, porque son muy creativos para posicionarse en espacios no convencionales, pero no plantean creatividad de contenido, lo que es una gran contradicción. Me cuesta creer que quienes dirigen y tienen el poder dentro de la industria de la música quieran que sus hijos sean víctimas de la mediocridad. Es difícil entender que haya personas cultas defendiendo a estos generadores de fórmulas y trasgresores de la buena música, pues esos defensores de lo indefendible justifican a estos creadores que se presumen artistas, cuando en realidad lo que repiten son fórmulas preestablecidas. Como diría Jesús de Nazaret: “Hay que sacar a los mercaderes del templo”.

Por eso, como artista, me pregunto: ¿cómo crear espacios de calidad para que tengamos un futuro lleno de ideas y no plenos de vacíos e inmediatez? ¿Cómo convencer a quienes tienen el poder en los medios de comunicación para que asuman la responsabilidad de programar música de mejor nivel? ¿Cómo hacer para que el contenido de las letras que hay en muchas de las canciones de hoy en día evolucionen y se transformen en ideas y poesía? ¿Cómo enseñar a componer melodías de calidad que no sean formulas reiterativas con tres acordes? ¿Cómo preparar a los creadores de canciones comerciales para que se instruyan, tanto a nivel de la palabra como a nivel musical, y eleven la calidad de sus productos?

2. La otra cara de la moneda

También destacan otros artistas que pueden hacernos pensar que estamos en un mundo bipolar. Existe todo un universo de creadores que están apostando por la calidad y que no tienen el espacio que merecen. Creadores que van desde lo folclórico al pop, desde el reggae hasta el hip-hop, desde la salsa hasta el funk, que no tienen espacios o les han sido usurpados por artistas acartonados y sin argumentos estéticos.

Da la impresión de que a mayor calidad-contenido-dominio del lenguaje, menos espacio.

La fama resultante depende de cuánto capital tienes para apostarle a tu carrera. Es un mundo al revés, donde los cantantes que son afinados electrónicamente (existen programas computarizados que afinan una a una las notas de un cantante o de un instrumento musical, como el Auto-Tune o Melodine) ganan mucho más dinero y están constantemente presentes en el mass-media que quienes cantan de verdad y no necesitan esos artificios.

Sí: ahora cualquiera puede ser cantante, sin importar que no afine, porque eso se le deja a la post-producción.

Imagínense un juego de béisbol donde los bateadores no saben batear y los pítchers solo lanzan piconazos y bombitas O a un médico que nunca haya estudiado y esté operando a un hijo suyo- Piense en alguien que no sepa de mecánica y esté arreglando su carro. Esas analogías están teniendo lugar en el mundo de la música comercial actual.

3. La canción actual

Existe, además, una monotonía temática. Sólo hay dos tópicos dentro de las canciones que hoy día están sonando duro en los medios: el amor y el desamor.

El humorista venezolano Emilio Lovera dice, con respecto a los cantantes de bachata, que él no puede entender como esos tipos que son todos “papeados” y salidos del gimnasio cantan tan agudo, casi que en una tesitura de “castrati” (aquellos cantantes a los que les quitaban los testículos cuando eran niños y se les quedaba la voz como soprano o contralto) y siempre en sus canciones están llorando porque  su mujer los traiciona.

El amor es una fuerza sustancial en la vida, lo mismo que el desamor. Todos hemos amado y nos hemos despechado también, ¡pero, por favor! Las letras y las melodías están llenas de clichés y  lugares  comunes. Van desde las variables del abandono, donde los bachateros y algunos vallenateros (con todo el respeto de la cultura dominicana y colombiana, que me encantan porque las conozco y las respeto) son  quienes llevan la bandera del desamor.

¡Y luego está el reguetón! Un génreo cuyas órbitas temáticas son un insulto a la inteligencia, con temas que hablan de sexo explicito sin preguntar siquiera por un besito. Además, en muchas ocasiones maltratan la imagen de la mujer, algo en lo que estoy en total desacuerdo. Incluso, se han activados campañas en contra de este pésimo hábito creativo.

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He visto escenas patéticas donde ponen a niños a hacer lo que llaman “el perreo”. No sé si a ustedes, pero a mí como padre y como músico aquello me revuelve el estómago.

También están las baladas con excesiva rima consonante, donde todas las frases terminan en infinitivo -ar, -er, -ir. Canciones sin estructura poética ni musical, incubando ideas vacías con pretensiones seudointelectuales. Cantautores rebuscados que se contradicen a sí mismos, para no mencionarlos por su nombre y apellido, pues todos los conocemos. También están los baladistas melismáticos, que van llorando todo el tiempo, como si les estuvieran pisando los juanetes o algo por el estilo.

A veces supongo que estos “creadores” viven buscando frases intensas en Internet, las toman al azar y luego realizan un collage, resultando una suerte de irresponsable cadáver exquisito, sin importar que eso tenga sentido o no. Pero no están jugando al absurdo, como Duchamp. Simplemente padecen de un síndrome de incoherencia en las metáforas, frases incomprensibles y rimas forzadas.

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En cuanto a los cantantes, siempre hay una propuesta estética. No dije auditiva sino estética: visual, gente “bonita”, sin importar si son buenos cantando. Y cuando no tienen absolutamente nada (es decir: cuando ni siquiera son “bonitos”), la única conclusión que se puede sacar es que son espacios pagados. Sobre todo por los montos de producción que incluyen videos con Ferraris, helicópteros, embarcaciones, lugres que requieren permisos especiales. Todo, menos talento. Así que a uno no le queda sino pensar que el dinero con el que se hacen estos proyectos no viene de nada bueno ni moral.

4. La educación

Es muy triste todo esto. No hay una preparación básica del castellano y todos terminamos resignados o guardando silencio, con la manida excusa de que eso es lo que le gusta a la gente, manifestando con ese acto de complicidad una visión despectiva, pues se considera que a la gente lo que le gusta es lo chabacano, lo mediocremente hecho, lo malo.

No hay una preparación previa de estos supuestos creadores, por eso las melodías terminan pareciéndose y repitiéndose: son fórmulas dentro de las cuales no hay herramientas ni capacidad de maniobra para ser original y creativo. Por supuesto, hay una música que necesita una conocimientos previos del oyente, pero existe otra música que es de corte emocional que no necesita de eso para disfrutarla. Y, sin embargo, prevalece lo banal y lo básico.

¿Cómo podemos conformarnos con la mediocridad, con el vacío y quedarnos en silencio ante esto, sobre todo cuando existen opciones de calidad?

Para mí hay un problema que empieza por la educación: es un mal mundial y no sólo está en la música. Tenemos que generar cultura de calidad. El principio de todo es mejorar la formación de la audiencia para que tenga más capacidad de discernir. Son tiempos en los que los músicos amateurs dominan el mercado y los músicos preparados de verdad muchas veces tienen que rogar para ser escuchados.

Tenemos que crear caminos para que las futuras generaciones tengan mejor música en los medios. Y esos medios tienen que asumir su responsabilidad en esto. Se tiene que desarrollar una marea de opciones para que haya oportunidades de calidad, educar para que existan unas mejores letras, mejores melodías y mejores canciones que se traduzcan en un mejor futuro.

Hay artistas con calidad que muchas veces desconocemos: como oyentes también tenemos que poner de nuestra parte, conocerlos y volverlos parte de nuestros medios y del sonido de nuestras vidas.

La música tiene que ser un placer, por lo tanto tiene una connotación sensorial y una acción espiritual. No podemos dejarla caer en un abismo donde no haya esperanzas. No dejemos que el vacío nos consuma: cada uno de nosotros puede generar un cambio.