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La mancha en la camisa y el legado de Chávez; por Fedosy Santaella

La mancha en la camisa y el legado de Chávez; por Fedosy Santaella

El aquelarre. Francisco de Goya (1823). Óleo sobre revoco, trasladado a lienzo. Detalle

No conozco los intríngulis que están detrás de una figura política. No sé qué de qué se habla, dónde se reúnen, con quién. Pero me huele que, últimamente por ahí, andan los asesores. Los asesores políticos. Esos que son un mito, esos que la gente dice que saben mucho, que son semiólogos, historiadores y expertos en mercadeo y publicidad, que tienen mente de ajedrez y que piensan con la mano en la barbilla. Esos tipos que saben mucho, y te indican qué es lo que tienes que hacer y decir para subir puntos, para ser amado, recordado, votado. Ellos son los que son. En ellos hay que confiar. Los hemos visto en las películas, en las de Hollywood, gobernando las mentes del público con maestría suprema. En esas películas son tipos bien parecidos, engominados, elegantes, que fuman con elegancia (ya quisiera yo fumar con el arte de esos tipos). Y son eléctricos y se mueven a grandes zancadas, como Tarantino (Tarantino podría hacer de asesor político, pero echando chistes malos siempre), porque las ideas, el genio dentro de su cabeza es electricidad, electricidad pura. Aunque también hemos visto en esas películas al otro tipo de asesor: el cerebral, ese que se está quieto en un sillón con las piernas cruzadas, que es como gato o como zorro. Ambos son iguales, ambos tienen la verdad en sus bocas.

En fin, el asunto es que por ahí me sospecho a un asesor que le ha dado por razonar (o asesorar) de la siguiente manera: “Hay que captar la atención de ese amplio sector de la población que ve en la figura de Chávez al padre, al gran protector, al gran líder. A ellos tenemos que hablarles y atraerlos hacia nosotros. Tenemos que hacerles pensar que estamos con ellos, que los entendemos, debemos capitalizar eso. Así que debemos hablar del legado de Chávez, y hacer ver que ese legado de Chávez ha sido traicionado por Maduro. Así le propinamos al gobierno un golpe fuerte donde más le duele, y le quitamos votos, capitalizamos, capitalizamos”. Como ven, el asesor, ese que cobra posiblemente su buena cantidad de plata por dar consejos como éste (“capitalizamos, capitalizamos”), piensa que por encima de cualquier cosa están los votos y que todo lo justifican los votos, y que por lo tanto, es justificable realzar la figura de Chávez, el legado de Chávez con el fin de acceder a las simpatías de un “amplio sector de la población”. Yo me pregunto, tan sólo me pregunto: ¿Está consciente el asesor político que somete a su asesorada al rechazo, más que al rechazo, a la burla de otro “amplio sector de la población” que es opuesto a Chávez y que de allí, precisamente, mira tú, viene la asesorada? ¿De verdad creyó el asesor que la gente va a entender que ese comentario desafortunado está dicho con el simple fin de ganar adeptos y que todos los demás, que no son pendejos, no van a decir nada porque “ya saben, es parte de un plan, no es en serio”? Otra cosa, ¿de verdad el asesor genial creyó que la “gente a la está dirigido ese mensaje” se va a creer el cuento? ¿De verdad creyó que la gente iba a decir: “Ay mira, ella cree en el legado de Chávez, ella, esposa de uno de los líderes de oposición más acérrimos del régimen, bonita y bien alimentadita, tan lejana de nosotros como lo está Mozah Bint Nasser de Cilia Flores”?

El comentario, queridos amigos, tiene toda la pinta de haber sido fabricado. No tiene ni un ápice de real, de sincero. No hay nada que lo anteceda, que lo respalde, nada que ni siquiera lo justifique. De hecho, esa parte de la entrevista me sonó tan falsa como aquella vez que entrevistaron a Maduro en Cuba y Maduro hablaba de historia y política con voz de humanista herido en mil guerras. ¿Me dice usted que el comentario de la asesorada es parte de una nueva estrategia comunicacional? Muy mal, porque si bien en cierto que las declaraciones fueron hechas en Panamá para La Prensa, el vocerío se ha dado por Twitter, y Twitter, querido asesor, se ha convertido, de entrada, en el lugar de las Grandes Falsedades Verdaderas. Es decir, en Twitter, en las redes sociales en general, cuando una mentira es evidente se vuelve tan enorme como una mancha en una camisa. El resto de la camisa puede estar muy pulcra, pero todo el mundo le va a ver a usted la mancha y sólo la mancha.

Estamos en un momento crucial en nuestra historia que no admite jueguitos de asesores, masturbaciones mentales ni genialidades políticas maquiavélicas. Estamos en tiempos de sensatez. Hay que actuar sí, pero hay que actuar con sensatez, y si usted escucha a un gran asesor diciendo una estupidez pues no la repita simplemente porque es el gran asesor que cobra en dólares o tiene mucho poder sobre la opinión de los otros. Los grandes hombres también son estúpidos.

Y bueno, ya desde un punto de vista muy pero muy personal, quiero preguntarle al asesor y a la asesorada: ¿El legado? ¿Qué legado, por favor, qué legado?