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¿La hora cero?; por Luis Vicente León

Autopista de Prados del Este, Caracas. 20 de julio de 2017. Fotografía de Andrés Kerese

Autopista de Prados del Este, Caracas, el 20 de julio de 2017, día en el que la oposición llamó a un paro cívico de 24 horas. Fotografía de Andrés Kerese

La oposición intenta usar la fuerza de su clara mayoría para ponerse frente a un gobierno que parece venir sin freno a la consecución de su Constituyente.

Así, el país se queda preso de dos fuerzas que sienten que ese evento es vital o mortal. El gobierno cree que sin Constituyente está acabado, pues su posición de respaldo popular es minoritaria y le sería imposible ganar una elección democrática convencional. También sabe que perder y salir del poder tiene un costo adicional infinito. Actúa en consecuencia y está dispuesto a todo por obtener una especie de Sóviet Supremo, sin límites, ni reglas, ni tiempos, que le permitirá destruir a sus adversarios y gobernar con poder total.

Usando esa Asamblea Nacional Constituyente, amenaza a la oposición con destruirla al obtener ese poder, que en realidad ya ejerce a través de su control institucional, pero que necesita limpiar, quitando de él las sombras que genera la Constitución de 1999 y que indica a todas luces que lo que está haciendo es inconstitucional e ilegítimo.

Para preservar ese Sóviet por el tiempo que quiera y para cambiar la forma de elección a futuro y permitir que la minoría pueda mantenerse en poder, necesita su Constituyente, sin aprobación previa del pueblo y con un sistema electoral corporativista.

Pero sabiendo que ese evento es vital para la revolución, la oposición también se convierte en un kamikaze dispuesto a lo que sea para pararlo. La cosa se complica cuando debe responder ¿cómo?, frente a un poder desatado, concentrado y sin barreras de contención. La oposición también tiene múltiples divisiones internas y se muestra sin lineamientos claros, ni liderazgo unificado y convive con presiones anárquicas ante la llegada inminente del “día final”.

Ha convocado una hora cero. ¿Pero qué es eso? Ella tampoco lo sabe a ciencia cierta. Intenta estructurarlo bajo los instrumentos de la protesta pacífica. Consultas, un paro, que luego escalará, trancones más largos, más calle y presión internacional. Esos son los instrumentos naturales de su lucha y ha avanzado en ese camino. El problema es que se mezcla, sin quererlo, con acciones violentas y de dibujo libre de actores que creen que no se debe seguir al liderazgo formal y que se hacen incontrolables. Así, las acciones pacíficas se descontrolan y radicalizan y se presentan las dudas naturales. Una cosa es la participación voluntaria y otra la obligada. ¿Qué hay de diferente entre un gobierno que obliga a un empleado público a votar (aunque no quiera) y una oposición que obliga a una panadería a cerrar (aunque tampoco quiera)?

Mientras tanto, algunos barrios se introducen a la protesta, pero poco a poco, porque tienen miedo de perder subsidios o de ser atacados por un “colectivo”. El paro de esta semana fue muy exitoso porque era de un día, pero podría animar a un paro permanente en un país petrolero donde el gobierno controla la producción y plantea un pulso de fuerza entre un empresariado y una población pauperizada y un gobierno, también quebrado, pero que controla los pocos recursos del país. Y se suma la amenaza de sanciones unilaterales, que si son generales, añadirán picante malo a la sopa.

En mi opinión esto nos está llevando a más pobreza, primitivismo y fractura. Y hasta que las partes no entiendan que hay que negociar para convivir y rescatar equilibrios, el futuro es oscuro.

Es verdad que en casos extremos hay salidas no negociadas. Son guerras, conflictos armados, invasiones. Pero eso requiere varias condiciones. Armas, líderes, plata, organización y militares. Pero sobre todo disposición a que te maten a ti y a tus hijos en esa guerra y la claridad de que aun ganándola, el desequilibrio, la inestabilidad, la violencia y el empobrecimiento durarán por años.