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Los Amigos Invisibles: el ejercicio incuestionable de la gozadera; por Marcy Rangel

La gozadera de Los Amigos Invisibles; por Marcy Alejandra Rangel 640

Julio Briceño. Fotografía de Víctor Amaya

Hay quienes los 21 de diciembre esperan, en onda reflexiva, que el espíritu que entra por la ventana les ofrezca mandarinas para la prosperidad. Este año hay otros que aguardan, boleto en mano, por los 24 Cañonazos Bailables de Los Amigos Invisibles, la banda venezolana que se ha atrevido a darle significado y leit motiv a la palabra “gozadera”.

A diferencia de los 23 años anteriores, ésta es la primera vez que Los Amigos Invisibles se presentan en Venezuela sin dos de sus integrantes: Armandito y DJ Afro. Las vallas publicitarias en ATL y web muestran sólo a cuatro de los seis rostros tradicionales, pero algo le dice a la gente del Centro Cultural BOD que la van a seguir pasando muy bien.

La gozadera es esa pócima secreta que se inventaron Los Amigos Invisibles para tener un éxito indiscutible, que pueden avalar con un Grammy Latino, 3 nominaciones a ese premio y otra más al Grammy Awards. Pero la gozadera, además, incluye en todas sus aristas a la idiosincrasia venezolana: desparpajo, sabor, irreverencia, sensualidad, rumba, humor. Incluso en el mismísimo nombre de la banda se evoca al Arturo Uslar Pietri de “Valores Humanos” en la televisión.

Con todo eso puesto, Julio Briceño, su vocalista, puede atreverse a salir con todas las ganas al escenario a exigir que el público salte con él desde la primera canción: “¡Sabroso, Caracas, carajo!”.

El set list de la agrupación parece estar dividido en actos antes que en canciones. Desde que arranca el show, los 12 focos de luz no descansan sino después que pasa media hora y por apenas unos segundos. Todo se contagia: ritmos, baile, coros. “La que me gusta”; “Corazón tatú”; “Amor”; “Mujer policía”; “Ultrafunk”; “Sex Appeal”. Se enciende la tribuna mientras la ropa de Julio va empañándose de calor.

La fórmula sigue funcionando. Aunque la banda no esté radicada en Venezuela desde hace más de una década, siguen apostando a los sonidos de aquí. Agustín Espina, integrante de Guaco durante años, es el nuevo tecladista y Daniel Saa, el graduado en Berklee, pulsa los pedales de su guitarra eléctrica en ese mismo escenario. Ambos, con estilos diferentes, son parte de esta gozadera.

La gozadera de Los Amigos Invisibles; por Marcy Alejandra Rangel 640C

Daniel Saa y Edward Ramírez. Fotografía de Víctor Amaya

“Cuchi cuchi” sirvió para presentar a los nuevos integrantes, pero además para que Julio anunciara un mantra al ritmo del merengue: “Siempre serán nuestros todos, los de aquí, los de allá… lo que importa es el cariño”. Y entonces la oración sirvió para que desfilaran por el escenario un montón de invitados que reafirmaron que todos los géneros musicales, aunque parezcan heterogéneos, son una conexión indisoluble.

Edward Ramírez, de C4Trío, interpretó “All day today” con un interludio del “Gloria al bravo pueblo” en el que todos los integrantes intercambiaron sus instrumentos: Maurimix pasó a la batería, Edward a la campana, Julio a la guitarra, el Catire a la percusión, Mamel al bajo, Daniel a los teclados y Agustín a la charrasca. “¡Qué fino, pana, tocar en Caracas!” decía Julio mientras la concentración era máxima para mantener la gozadera desde afuera de la zona de confort.

Tunacka Música y Só Sambistas entraron para interpretar “Ponerte en cuatro” y una versión bien particular del “Gonna Make You Sweat: Everybody dance now” de los noventa y “Gangnam Style”, el video más visto en Youtube. Para “El disco anal” subió a escena Diego “El Negro” Álvarez y luego, en “Esto es lo que hay”, Álvaro Paiva Bimbo completó las referencias de la Movida Acústica Urbana.

La gozadera de Los Amigos Invisibles; por Marcy Alejandra Rangel 640D

Mauricio Arcas y Diego “El Negro” Álvarez. Fotografía de Víctor Amaya

Dentro de la fórmula de la gozadera no hay espacio para el silencios. Pero el nuevo formato de Los Amigos Invisibles, en acústico, promete un DVD con los éxitos de la banda en géneros un poco más relajados y en la amplia comodidad de un sofá. En el momento en el que presentaban “Viviré para ti” en bossa, la Alcaldía de Chacao volvió a interrumpir un concierto en el municipio, el segundo en un mes. Los decibeles del volumen dentro del recinto eran más altos de lo permitido. A las 8:37 pm se instalaron con medidores para verificar que pudieran continuar. “Nos están diciendo que bajemos el volumen, pero el permiso es hasta las diez de la noche. No deberíamos tener problema”, decía Briceño mientras la gente eufórica gritaba: “¡Fuera!” en dirección hacia la cónsola. “La idea no es ponernos violentos sino pasarla bien”, agregó el vocalista al mismo tiempo que siguieron Paiva, El Negro y “Chipi” Chacón en el escenario para interpretar “Óyeme nena”. Después tocaron “Stay”, “¡Qué rico!” y “La Vecina” con una versión de “Could You Be Loved” de Bob Marley.

El inconveniente sólo logró que el público le subiera a la euforia.

Cuando se despidieron eran las nueve y cuarto y el público creyó que era otro un corte repentino, pero salieron, para el bis, interpretaron varias de las canciones más pachangueras del concierto: “Cachete a Cachete” (con “Chipi” Chacón), “Playa Azul” que originalmente fue dedicada a Cuyagua (con Iván y Pedro Isea, de Só Sambistas), “El Diablo” (con Álvaro Paiva) y “El Sobón” con todos los invitados en el escenario. Como regalo de Navidad: una versión de “Niño Lindo”, el aguinaldo en merengue veloz.

Gozadera es el nombre del sello discográfico que Los Amigos Invisibles se inventaron para creer en sí mismos y en su música. Gozadera es un estilo de vida que admite todo tipo de alegrías. Gozadera, en Venezuela, llega abrazando al Niño Jesús con 24 Cañonazos Bailables antes del año nuevo.

La gozadera de Los Amigos Invisibles; por Marcy Alejandra Rangel 640B

Julio Briceño. Fotografía de Víctor Amaya