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La Fiscal Luisa Ortega y las lecciones de la familia Corleone; por Willy Mckey

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Ver a la Fiscal General exigirle al Tribunal Supremo de Justicia una revisión de la sentencia donde afirman que Nicolás Maduro puede llevar adelante la elección de una asamblea constituyente, sin un referéndum aprobatorio previo, revive la alegoría que un par de días antes le escuchamos a Socorro Hernández, una de las rectoras del Consejo Nacional Electoral, quien sostiene que los poderes públicos en Venezuela deberían estar funcionando como una familia.

Y algunos hijos parecen estar generando problemas.

Siendo textuales, la rectora dijo que:

“Sencillamente, en este momento, existe una figura de padre que es el Presidente de la República. Y existe una figura de madre que, muy probablemente, pudiéramos asociarla con una Sala Constitucional o con un Tribunal Supremo de Justicia. Y existen todos los hermanos que somos todos los Poderes que tenemos la responsabilidad en esa gran familia. Las decisiones que tomamos cualquiera de nosotros afectan a toda la gama de nietos, hermanos, tíos, sobrinos… absolutamente a toda la familia”

La intención retórica de una alegoría consiste en explicar algo difícil de concretar a través de situaciones o símbolos cotidianos, cercanos. La mayoría de las veces tiene una intención didáctica y suele pretender darle forma a una abstracción, a un concepto. Pues bien: Socorro Hernández y su flaco ejercicio alegórico durante una entrevista con el periodista Vladimir Villegas que ha despertado varios análisis suspicaces.

Sin embargo, analicemos esta alegoría desde una perspectiva distinta a la crítica inmediata. Es decir: abordemos esta alegoría desde un intento por comprender cuál es el universo representativo que intenta plantear Hernández: explicar la visión que tiene una rectora del CNE sobre la circunstancia actual que viven los poderes públicos en Venezuela, mediante su idea paternal y falocéntrica de la familia, donde el padre es quien manda.

Lo primero, lo obvio, es que la idea de ver al Presidente de la República como un padre de inmediato remite a una subordinación. Una subordinación que en una familia puede darse desde distintas regiones, yendo desde la obediencia y el afecto hasta la dependencia y las finanzas. Sin embargo, la singularidad está en que dentro de lo planteado por esta alegoría de la rectora Socorro Hernández aquello que es deseable en la familia falocéntrica se vuelve peligroso en la estructura del Poder.

La idea de unos hijos independientes no está delineada en la imagen retórica elegida por la rectora. ¿Por qué? Digamos que porque toda lectura de alegorías depende también del vínculo entre la retórica y el contexto. Y esta inusual descripción del Estado venezolano visto como una familia aparece en el imaginario de una rectora del CNE justo en medio de una escisión política que se ha evidenciado en la condena a la idea de una constituyente, algo que desde el discurso del Poder hoy es visto como una traición.

Una traición dentro de la familia.

Y cuando la Fiscal General le pide a la madre que revise sus sentencias, los otros hermanos (el CNE de Socorro Hernández incluido) sienten que una de las hijas ha ido contra la madre. Y es ahí cuando el aparato de propaganda se dedica a invisibilizar al traidor. Incluso, podrían emprender una estrategia capaz de obstaculizar y hacer hostil cualquier encuentro posible con la madre.

En el siglo XX, el imaginario cinematográfico occidental supo concentrar en los Corleone, la familia de la saga de Mario Puzo conocida como El Padrino, la máxima alegoría familiar del poder falocéntrico y sus traiciones. Aquello que parece ser una historia sobre mafias, en realidad es un viaje a través de las mutaciones que sufre el Poder cuando uno de los hijos debe ocupar el lugar (inabarcable) del padre. Es una historia de lo masculino en occidente y sus fragilidades. Es una historia sobre la familia convertida en una frágil guarida para protegerse de la crueldad del mundo.

La idea de los poderes públicos entendidos como hermanos, hijos de un mismo padre, y la traición de la hija-Fiscal recuerda una de las escenas memorables de la saga de Francis Ford Coppola, cuando Michael Corleone le dice a su hermano mayor Fredo “Eres un extraño: no eres mi amigo ni mi hermano. No quiero saber nada sobre ti. No quiero verte en los hoteles y menos en mi casa. Y si piensas en ir a ver a mamá, avisa un día antes para que yo no me aparezca por allí, ¿me comprendes?”

Una hija ha ido en contra de sus hermanos para pedirle a la madre que rectifique su complicidad con los caprichos del padre. ¿Ven? Enunciada así, sumando el imaginario Corleone, la alegoría de Socorro Hernández no parece ser tan descabellada.

En contraste, el CNE se convierte en una hija predilecta al obedecer el mandato de una constituyente son esperar ni alegoría TSJ ni consultar a la Fiscal: lo entiende como una orden del padre y logra cumplirla en dos meses, aunque ya haya dicho que hacer un referéndum revocatorio era casi imposible en nueve meses y que no había tiempo (ni dinero) para hacer unas elecciones regionales ordenadas por la Constitución, todo amparado en el silencio cómplice de la madre.

Siendo así, ¿entonces por qué ha incomodado tanto que, dentro de la familia, esa otra hija que es la Fiscal General de pronto no esté obedeciendo los deseos del padre, como ya había hecho en ocasiones anteriores?

Quizás la clave esté en otra frase célebre de Michael Corleone: “Estudiar Leyes es como una póliza de seguros”.

Algunos podrían entender que Socorro Hernández ve en la Asamblea Nacional a un hermano descarriado con el cual ya no vale la pena saldar las deudas pendientes, como los tres diputados de Amazonas, el referéndum revocatorio y el final del proceso de validaciones. Las elecciones de alcaldes y gobernadores son otra cosa: una suerte de capricho que se le cumplirá a la madre a destiempo, dándole una fecha que pone en evidencia que la prioridad es la constituyente. Es decir: el deseo del padre.

Ahora bien: una cosa es la Asamblea Nacional y otra muy distinta la oposición. Y aquí aparece una pregunta legítima: ¿dónde queda la oposición en este retrato de familia propuesto por Hernández como su visión de los poderes? En esta alegoría de la rectora, ¿debemos ver a la oposición como un hermano bastardo que, al ser hijo de otro padre, es tratado con desprecio por los herederos legítimos?

¿O es apenas “la otra familia”?

¿Es la oposición ese otro clan al cual podrían pasarse aquellos hermanos traidores?

¿Acaso la oposición, dentro del ejercicio retórico de Socorro Hernández, surge como la figura de un padrastro posible?

Si es así, al parecer a varios de los hermanos les hace ilusión la idea de que mamá le preste más atención a sus coqueteos. No tanto por unas ganas de cambiar de bando, sino para librarse de las consecuencias que tendrá la torpeza política que significa seguir adelante con el capricho de papá.

Y ahí es cuando la alegoría propuesta por Socorro Hernández resuena con una de las claves del imaginario del Poder y la familia logrado por Mario Puzo en El Padrino. Al parecer los políticos se comportan como los italianos: “piensan que el mundo es tan rudo que es necesario tener dos padres. Por eso todos tienen un padrino”.

En el fondo, esa necesidad puede interpretarse como la urgencia de tener algún poder al cual sentirse adherido.

En El Padrino, antes de que Luchessi sea asesinado, llega con la muerte un mensaje de Michael Corleone: “el Poder sólo agota a aquellos que no lo tienen”.

Y ahí aparece una clave que revela el peligro de la conveniente y demagógia alegoría de la familia elaborada por Socorro Hernández: la convocatoria a la constituyente hecha por el padre, consentida por la madre y secundada por esa hija predilecta que es CNE ha construido un escenario que parece estar servido para que una suerte de “amplia base” se concentre en la idea de defender la Constitución.

Y por eso lo que ha hecho la hija-Fiscal no ha sido justificar a la oposición ni manifestarle su apoyo, sino “defender la Constitución”.

Lo que el aparato propagandístico del partido de gobierno pretende reencuadrar como una traición fratricida, como una falta al padre y a la madre, no es otra cosa que uno de los poderes públicos manifestando su independencia.

Sumemos a eso que “defender la Constitución” también revela una posición segura, desde la cual pueden plantarse hoy cualquiera que milite en el lado oficialista sin correr con el costo político que trae consigo un radical salto-de-talanquera.

Y las grietas políticas que ha generado el liderazgo de Nicolás Maduro en lo que alguna vez fue el sólido bloque del chavismo han permitido este nuevo escenario político que deja ver lo que se nos había convertido en una rareza: una muestra de las dinámicas que puede generar la separación de poderes.

Alguien que ha decidido desoír aquel consejo de Vito Corleone : “Nunca digas lo que piensas a alguien que esté fuera de la familia”.

Y no hay que olvidar que la debacle de la familia Corleone llega justo cuando la política demuestra tener estrategias todavía más poderosas que las que había cultivado el crimen organizado y la fidelidad a las familias.

La buena noticia es que así han comenzado muchas transiciones en la historia universal del Poder: cuando una pequeña muestra de institucionalidad toma por asalto la agenda política.

Como aquí. Como justo ahora.