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La Epidemiología y la fiebre; por Samir Kabbabe

La epidemiología y la fiebre; por Samir Kabbabe 640A

La Epidemiología es la rama de la medicina que estudia las causas, factores de riesgo, comportamiento e historia natural de las enfermedades. Su valor es de extrema utilidad para el razonamiento clínico, las acciones de prevención y el establecimiento de los mejores esquemas de tratamiento. Los resultados de las investigaciones y estudios clínicos se analizan, se publican y se discuten para convertirse en evidencias o quedar sólo como observaciones.

El ejercicio médico sería empírico sin la Epidemiología y las estadísticas, pero la Epidemiología también se ocupa de lo que acontece en cuanto a la salud en la población. Su nombre deriva del estudio y control de las epidemias, que son temas inherentes a esa especialidad médica.

Todos los países están agrupados en la Organización Mundial de la Salud (OMS), que establece pautas para la generación de alertas y la consecuente contención de la diseminación de posibles brotes de enfermedades infecciosas. El Reglamento Sanitario Internacional (RSI), además, es de cumplimiento obligatorio.

Los países adoptan un Sistema de Vigilancia Epidemiológica y la incidencia (que es el número de casos nuevos en un tiempo determinado) de las Enfermedades de Notificación Obligatoria (ENO) se deben registrar y publicar con periodicidad semanal. Así, los médicos, el personal de salud y los ciudadanos pueden estar enterados de los progresos o retrocesos en los marcadores de salud y de las posibles inesperadas desviaciones de las expectativas, como en los casos de brotes o epidemias. Cuando la incidencia de una enfermedad está por encima de la esperada, en un tiempo y localización determinada, se habla de epidemia y, obviamente, cuando se trata de una condición infecciosa, implica que la enfermedad se está propagando.

Una epidemia es una emergencia en Salud Pública. Es decir: algo que no puede esperar. Una epidemia es un reto para la gestión de las autoridades sanitarias y amerita de la toma de decisiones y acciones rápidas y efectivas para beneficiar a la población a la que se deben y sirven. Ante una epidemia es perentorio emitir información precisa y oportuna al personal de salud, a los medios de comunicación y a la ciudadanía, para que se cumplan las acciones que beneficien a la población.

La falta de información y alertas, como la inacción, resultan en un daño mayor: son perjudiciales, maléficas, antiéticas, condenables, perversas y hasta criminales. De producirse una epidemia, las autoridades sanitarias deben realizar gestiones ante las autoridades sanitarias de la OMS y la Red Mundial de Alerta y Respuesta, y acudir y contar con los expertos nacionales e internacionales. Pueden leer más en ¿Qué debe hacer un gobierno ante una epidemia?.

En Venezuela tenemos una palmaria epidemia de “Fiebre” que lleva un trimestre. Las emergencias y consultorios están atiborrados de pacientes con el mal. No todos los enfermos buscan atención médica ni todos los que acuden al médico son registrados. La población sabe que hay Chikungunya y epidemia de Dengue y se resigna. Son largas y cotidianas colas para adquirir el Acetaminofén que escasea y muchos terminan siendo víctimas de la especulación por parte ciertas redes de buhonería.

Como lo muestra el Boletín Epidemiológico del MPPS de la Semana 39, esta epidemia se inicia en la Semana 27 de este año, coincidiendo con el primer caso autóctono de Chikungunya que se documentara en nuestro país. El gráfico muestra una curva que se mantiene en crecimiento exponencial, típico de una enfermedad  infecciosa en propagación. En las últimas trece semanas la suma de las cifras máximas esperadas de Fiebre no alcanza 400.000 casos. Sin embargo, la sumatoria de las incidencias de esas trece semanas suma cerca de 1.050.000 casos. Son 650.000 casos más de lo esperado. “Fiebre”, por cierto es una categoría de Enfermedad de Notificación Obligatoria (ENO), que excluye a otras enfermedades con diagnósticos precisos como Dengue, neumonías, infecciones respiratorias, diarreas, hepatitis, etcétera.

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A falta de mayor información, la intuición obliga a pensar que se trata de una epidemia de Chikungunya, pero las “autoridades competentes“, los responsables a quienes les compete la salud de la población, han reportado a la OMS/OPS que hasta el 20 de Septiembre teníamos contabilizados 841 casos sospechosos, 328 confirmados y 70 casos importados, con un total de 1.239 casos. Los tres fallecidos a causa de Chikungunya que había informado la ministro Nancy Pérez, no figuran reportados. El viceministro para el Desarrollo Social y las Misiones, Héctor Rodríguez, precisó este lunes 6 de Octubre, que hasta ese momento se habían registrado 788 casos de Chikungunya.

Si no es de Chikungunya esta epidemia, entonces de qué es. ¿Tenemos acaso circulando alguna otra enfermedad o enfermedades desconocidas? Y los médicos al verle los ojos a nuestros pacientes, ¿qué les decimos en cuanto a diagnóstico y pronóstico? ¿Cuáles son los lineamientos y las acciones de nuestras autoridades sanitarias?

Terrible resulta renunciar a la condición de ciudadanos y aceptar que así como nuestros gobernantes y sus voceros relativizan los derechos humanos, que así como banalizan el derecho a la vida, así banalizarán nuestras enfermedades. Si permiten que crezca progresivamente la cifra horrorosa e inaceptable de la endemia de asesinatos, qué quedará para las enfermedades.

Lo responsable sería que se convoque a los expertos, que se investigue y se tomen las acciones con metodología epidemiológica y científica. En nuestro país contamos con médicos expertos en epidemiología, algunos por demás brillantes que son llamados para asesorías de los Ministerios de Salud de otros países. Tenemos epidemiólogos e infectólogos que conocen nuestra geografía palmo a palmo y la geografía de nuestras enfermedades, que conocen cada pueblo y población con sus hábitos, cada río y puente, cada cerro y barranco. Que se convoquen a los expertos nacionales, las sociedades científicas y universidades. Lo contrario sería lo antiético, lo maleficioso, lo culposo.