Perspectivas

La consulta del 16J desde la mirada de Gallegos; por Ramón Escovar León

Por Ramón Escovar León | 18 de julio, 2017
Fotografía de Maura Morandi

Fotografía tomada por Maura Morandi durante la Consulta Popular organizada por la Mesa de la Unidad Democrática el 16 de julio

Las imágenes de los venezolanos votando civilizadamente en la consulta popular del pasado domingo, evidencia que la dictadura militarista-populista que tiene atenazada a Venezuela ha recibido una clara señal de repudio. Esta expresión de la voluntad popular debe llevar al gobierno a retirar su constituyente fraudulenta. Difícilmente Venezuela haya visto un gobierno con tanto rechazo interno y desprestigio internacional. ¿Cómo ha sido esto posible? Hay varias razones pero la más evidente es el intento de implantar a troche y moche un modelo —el comunista— al estilo cubano que solo puede garantizar su propio fracaso. El pueblo mayoritario asocia al régimen y su modelo con miseria, represión, corrupción, hampa y hambre en un ambiente de intolerancia en el que los jerarcas hablan, se mofan, amenazan y ofrecen, sin parar y sin conocer sus límites, lo que no pueden cumplir.

Para explicar lo antes señalado, tomaré como referencia un bastión de nuestra cultura literaria y política: Doña Bárbara del gran Rómulo Gallegos. Entre las muchas reflexiones que esta obra ofrece hay dos que merecen especial comentario. En primer lugar, el capítulo 10, que tiene un pasaje que nos enseña que a veces el éxito está garantizado para quienes hablan sin parar de lo que no saben. Se trata de lo que Lorenzo Barquero le dice a Santos Luzardo: “Sabía que todo aquello que los demás admiraban en mí era mentira. Lo descubrí a raíz de uno de los triunfos más celebrados de mi vida de estudiante: un examen para el cual no me había preparado bien. Me tocó desarrollar un tema que ignoraba por completo, pero empecé a hablar, y las palabras, puras palabras, lo hicieron todo. No solamente fui bien calificado, sino hasta aplaudido por los mismos profesores que me examinaban. ¡Bribones! Desde entonces comencé a observar que mi inteligencia, lo que todos llamaban mi gran talento, no funcionaba sino mientras estuviera hablando; en cuanto me callaba se desvanecía el espejismo y no entendía nada de nada. Sentí la mentira de mi inteligencia y de mi sinceridad”. Este es sin duda uno de los momentos de mayor esplendor de esta obra, cuya capacidad de leer y recrear nuestros arquetipos vernáculos es, en mi opinión, su mayor logro.

El pasaje citado describe a quien habla sin parar de lo que no sabe y con eso pretende deslumbrar a sus oyentes, que serían más ignorantes que el propio parlanchín. Es lo que ha sucedido en los últimos dieciocho años, con una dirigencia que habla sin acompañar con hechos sus dichos y que, en consecuencia, cada día cuenta con menos seguidores. Primero fue Chávez, quien podía lanzar jerigonzas interminables sin decir nada concreto, salvo ofrecer planes cuya ejecución echaron las vigas maestras del régimen que ha convertido a Venezuela en una auténtica pesadilla. Y luego Maduro, que, tratando de imitar a su mentor, construye un discurso que termina siendo pobre y torpe. Esa habladera sin sustancia —salvo amenazas e insultos— corresponde con lo que le narra Barquero a Luzardo, pues su “inteligencia” solo funcionaba “mientras estuviera hablando”. En otras palabras, algunos únicamente funcionan mientras asocian palabras vacías de contenido, como lo haría Cantinflas. Esta es una de las enseñanzas que nos deja el capítulo de Doña Bárbara antes señalado.

En segundo lugar, hay que destacar la situación que se genera debido a la indefinición de los linderos entre los fundos Altamira y La Barquereña. Esta falta de definición es el porqué de pleitos y desavenencias: “la causa de la discordia que destruyó a los Luzardos”. Esto surge porque en la obra, en el documento de partición con el cual había que definir los linderos se plasmó una expresión ambigua: “hasta el palmar de La Chusmita”. La imprecisión produjo unos efectos determinantes entre ambas familias. En efecto, debido a ello comienza la lucha entre los herederos, con pleitos y diferencias permanentes, pues hay una falta de claridad en los límites de cada uno. Es lo que algunos pretenden encontrar en la Constitución nacional, al subrayar en ella cláusulas ambiguas que les darían el derecho a usurpar funciones y destruir límites que permiten guardar distancia en una sociedad civilizada, tal como lo “entendió” la Sala Constitucional (en adelante SC) al interpretar las reglas de una fraudulenta asamblea constituyente.

Aquí cabe preguntarse entonces: ¿por qué Gallegos, que planifica toda su novela, dejó sin definir el asunto de los linderos? Probablemente porque quiso potenciar la imagen de la falta de límites que caracterizaba la Venezuela de la época; y que sigue caracterizándola como se evidencia en lo que estamos padeciendo los venezolanos en los años recientes. Por el contrario, una cláusula abierta en una Constitución es para que el intérprete, amparado en las más sanas reglas de interpretación, le dé sentido y alcance, siempre expandiendo derechos, en un contexto adecuado. Lo otro, es decir, el atropello a la armonía del sentido común, genera situaciones de conflicto, tal como ocurrió entre los Barquero y los Luzardos.

En cuanto al abuso de los funcionarios que ejercen el poder sin límites tenemos el ejemplo del amanuense del jefe civil que está hecho de la misma tela de su jefe y que, convertido en un rábula, diseña emboscadas legales para obtener sus ilegales ventajas. Siempre están presentes los excesos de poder como el caso del chafarote encargado de resguardar la seguridad de la Asamblea Nacional cuando empuja al presidente de la institución: estamos ante el conflicto de civilización y barbarie, que se niega a sucumbir.

La limitación a los poderes es esencial en el Estado constitucional. Para eso existe el balance institucional para evitar el abuso de unos sobre otros. Es lo que sucede en Venezuela con lo que hace el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ). Así ha ocurrido, entre otros casos, contra la Asamblea Nacional al pretender despojarla de sus facultades y atribuciones. Desde las sentencias 155 y 156 de la SC se ha proferido una cadena de decisiones que representan la barbarie judicial. Pero como todo es “perfectamente empeorable”, como decía Juan de Mairena a sus alumnos, esta ráfaga de decisiones no tiene límites: cada semana el TSJ nos sorprende con una decisión que hace olvidar la anterior.

Ahora le llegó el turno a la Fiscal General de la República con el juicio que se le ha montado. En ese marco, la SC ha designado una “vicefiscal” que pretende usurpar las funciones del designado para ese cargo por la Fiscal y que fue ratificado por la Asamblea Nacional. Aunque en principio la designación hecha por la SC podría ser motivo de risa, no es así porque constituye una amenaza adicional a la paz de Venezuela e impide dejar de lado la pesadumbre en la que nos ha sumido el régimen. A esto se añade que se le han atribuido al Defensor del Pueblo, arbitraria e inconstitucionalmente, las facultades que la Constitución confiere al Ministerio Público (artículo 285), a sabiendas de que es un funcionario al servicio del Psuv y que, por tanto, no es imparcial. Esto para despojar al Ministerio Público de sus facultades, como han hecho con la Asamblea Nacional. Las dictaduras al estilo cubano, no creen en la ética del poder.

El Consejo Nacional Electoral no escapa a este irrespeto a las fronteras del poder. Muchos son los ejemplos que pueden mencionarse. Pero hay uno que no puede pasar inadvertido: el llamado de la presidenta del Consejo Nacional Electoral para hacer el mismo día de la consulta popular convocada por los demócratas un “simulacro” electoral para la “asamblea nacional constituyente”, el cual resultó en un estruendoso fracaso. Se trata de una muestra adicional de una funcionaria que desprecia el protocolo democrático -inviolable en este caso en que ella se atreve a pisotearlo con una conducta pasiva agresiva- y carece de la necesaria prudencia que debe orientar a los conductores del Estado. En este caso se aprecia claramente el desbordamiento de sus facultades, así como el deseo de perturbar la libre manifestación de voluntad de los venezolanos que participaron en la entusiasta y ejemplar consulta popular del 16J. Pero el pueblo puso las cosas en su sitio: total indiferencia con el simulacro y masiva participación en el plebiscito.

Por si fuera poco, se impone, además, una censura a la libertad de expresión: se prohibió a los medios de comunicación de radio y televisión informar sobre la consulta popular, tal como lo denunció el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa (SNTP). Esta orden habría sido dada en forma oral, bajo la modalidad de amenaza. (En un canal privado se comenzó a transmitir la rueda de prensa de los expresidentes y de repente la transmisión no continuó).

La votación del pasado domingo 16J, con participación de 7.535.259 de venezolanos (con 99.01% de votos escrutados), es otra etapa de este movimiento opositor basado en el artículo 350 de la Constitución que consagra el derecho a la desobediencia civil pacífica, y que lleva más de 100 días exigiendo libertad. Y no hay conducta más civilizada y democrática que la del voto.

La exitosa jornada del pasado domingo 16 de julio demostró que el modelo cubano que se ha aferrado al poder, carece de apoyo popular. Solo se sostiene a punta de represión militar y “decisiones” judiciales. Esto demuestra que el gran Rómulo Gallegos sigue presente, no solo por la calidad de su literatura, sino por la energía simbólica con la que expone el lado inocultable de la barbarie venezolana de la época —lamentablemente no superada— y de qué manera se enfrenta a la civilización. La consulta del 16J es el ejemplo del lado civilizado de la sociedad venezolana que literariamente destacó nuestro gran escritor.

Ramón Escovar León 

Comentarios (2)

Luis Melo
18 de julio, 2017

Las interpretaciones de la Sala Constitucional se quedan en una lectura del contexto lingüístico de las normas que interpretan, ignorando los valores que protegen. Las Constituciones plurales como la nuestra, exigen que su interpretación no se limite a su estructura gramatical sino debe extenderse al contenido de los valores que ampara, a los vínculos con otras normas dentro de la Constitución y al propósito que tienen. La Sala afirma la existencia de límites ambiguos e inexistentes que menoscaban el sentido de la normas de la Constitución, para crear un poder ejecutivo por encima de los derechos de los ciudadanos e inmune al control de la gestión pública. Fruto de estas interpretaciones, son los actos de represion desmedida, el uso de los tribunales militares, la arbitrariedad con la cual censuran las informaciones acerca de la oposición y la libertad con la cual insultan a los opositores políticos, usando medios de comunicación que deberían estar al servicio de todos los ciudadanos.

MARIA GABRIELA
18 de julio, 2017

Excelente narrativa

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