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Estos malditos profesores universitarios, por Norberto José Olivar

profeparo textoEl gobierno ha destruido mi proyecto de vida: la universidad y la literatura.

Siempre pensé que sería un privilegio dedicarme a leer, pensar, escribir y compartir con los muchachos mis ideas, mis inquietudes y hasta los miedos más recónditos que, seguramente, serían muy parecidos a los suyos. O a los propios de cuando estuve sentado donde ellos ahora.

También supuse, con cierta ilusión, que si algún día me publicaba una editorial de prestigio podía, finalmente, sentirme realizado.

Y las dos cosas llegaron sin empujones oscuros, puedo decir como buen pendejo (recordemos a Úslar Pietri) que me los gané sin voto asistido, sin electores zombis, sin “asignaciones especiales” y sin extorsiones. Pero de repente todo cambió: se convirtió en política de estado la criminalización de aquellos que pensaran distinto, sean ciudadanos o instituciones, y se les aplicó (y aplica) un proceso malvado de estrangulamiento para doblegarlos. Los docentes universitarios emprendieron así una rápida caída a la marginalización social y económica más inaudita que se pueda pensar: “humillaos y someteos”, es el mensaje oficial.

Las editoriales privadas corrieron una suerte no muy distinta. Estas empresas venían construyendo un importante catálogo de autores venezolanos, incluso, desconocidos. Tal era el impulso que traían en ese afán, que empezamos a hablar de un boom de nuestras letras. Sin embargo, una vez más las políticas autoritarias del estado fueron haciendo imposible la rentabilidad de estas iniciativas independientes. No convenía a la “cultura gobiernera” una legión de libros “contrarrevolucionarios” y ofensivamente libres.

La razón es la misma en el fondo: la cólera del régimen de no lograr meter por el aro a ambas, universidad y editoriales, de imponer una visión de país que quienes nos atrevemos a pensar no aceptamos ni promovemos.

La educación y la literatura son posibles, únicamente, donde existe la libertad absoluta. Esto deberían recordarlo unos cuantos personeros del gobierno que, no hace tanto, fueron académicos en muchas de nuestras universidades, y hasta autores destacados de los más variados estilos y pensamientos. Y nadie les pidió ponerse de rodillas. Ahora el poder los ha corrompido, como dice el viejo Lord Acton.

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