Perspectivas

¿Estamos ante una tendencia de regresión nacional?; por Arnoldo José Gabaldón

Por Material cedido a Prodavinci | 18 de marzo, 2017
Parte de la serie La Torre de David. Haga click en la imagen para ver la galería completa aquí en Prodavinci / Fotografía de Jorge Silva para Reuters

Parte de la serie La Torre de David. Haga click en la imagen para ver la galería completa aquí en Prodavinci / Fotografía de Jorge Silva para Reuters

Venezuela se encuentra en uno de sus peores momentos en los últimos 100 años. Si esa situación fuese el resultado de circunstancias puntuales o coyunturales, podríamos tener la certeza de que ella sería superable tarde o temprano. Pero si lo que estamos padeciendo constituye una tendencia regresiva de su sociedad, con dimensiones culturales, antropológicas, políticas y económicas, entre otras, rebasarla exigirá esfuerzos colectivos  muy complejos y de más largo aliento.

¿A qué denomino una tendencia  regresiva de  atraso nacional? A un proceso que discurre por tiempo prolongado y dentro del cual  un conjunto de parámetros representativos del  bienestar y evolución: espiritual, intelectual y material,  de una nación, se ven  desmejorar constantemente, conformando así una  tendencia. Me refiero por ejemplo, cuando se estanca  o disminuye su producción de bienes y servicios. Al registrar una disminución constante de la productividad nacional. Al  apreciar  como aumenta la pobreza, siendo esta la manifestación más ostensible del atraso de una nación. Vemos mermar la producción de artículos científicos y el registro de nuevas patentes. Se  destartala la infraestructura física, sin que surjan fuerzas sociales capaces de impedir tal situación. Las instituciones se degradan y especialmente hemos tenido un tremendo retroceso en la aplicación de la justicia. La seguridad ciudadana se hace cada vez más aleatoria. Los servicios públicos se desmejoran.  Los índices de salud  se retrotraen a valores alcanzados anteriormente, como es el caso de la mortalidad y morbilidad por algunas enfermedades. La desnutrición infantil aumenta y marca para siempre a un porcentaje alarmante de población.  El deterioro de la calidad  de la educación  a todos los niveles, se hace visible  y la degradación ambiental, es también rampante.

Por ejemplo, ¿qué le viene ocurriendo paulatinamente a nuestra principal Casa de Estudios, la Universidad Central de Venezuela? cuando percibimos una erosión continua de sus cuadros profesorales, por el éxodo de talentos que está ocurriendo en el país, pero además se deterioran por escaso o nulo mantenimiento sus edificaciones y urbanismo que son patrimonio de la Humanidad.

Deseo llamar la atención sobre la tendencia al atraso nacional que estamos observando en las últimas tres o cuatro décadas, después de haber logrado anteriormente niveles de progreso superiores en América Latina, como puede fácilmente documentarse. Cuando una tendencia de esa naturaleza  persiste durante largos años es que puede calificarse de verdadero periodo de retrogradación histórica nacional. ¿Y puede alguien negar que eso no sea lo que hemos presenciado las últimas décadas en Venezuela? Uno de los síntomas más graves de ese proceso, es cuando el alma colectiva desfallece víctima de la desesperanza, como acusamos en la actualidad. ¿La grave fuga de cerebros que estamos sufriendo, no es una reacción social condicionada a ese fenómeno?

Lo que más perturba es que ese tipo de procesos no tienen duración anticipable. Axel Capriles (2017), cita al historiador  E.R. Dodds, quien expone en su libro: Paganos y Cristianos en una Era de Ansiedad, “cuando Marco Aurelio subió al poder, ninguna campana sonó para alertar al mundo que la pax Romana estaba a punto de terminar y ser sucedida por una era de invasiones bárbaras, guerras civiles sangrientas, epidemias recurrentes, inflación galopante e inseguridad personal extrema.” ¿Quién puede negar que el Imperio Romano había entrado a partir de ese tiempo en una tendencia profunda de regresión?

¿Por qué estamos detenidos o en pleno retroceso? Debe ser preocupación de nuestros científicos sociales, historiadores, sociólogos y economistas, entre otros, indagar a fondo sobre las posibles causas del fenómeno que estamos constatando, para que  se facilite encontrar los factores que puedan reversarlas. ¿Cuáles pueden ser algunas hipótesis a examinar? ¿Son acaso causas entroncadas con nuestro desarrollo sociohistorico más remoto? ¿Fueron factores geopolíticos o geoeconómicos, los que han contribuido a este desfalco de monstruosa magnitud a nuestra sociedad? ¿Fue la cultura rentista que se anidó en nuestro cuerpo social a lo largo de décadas después de 1920, la responsable de esta situación? ¿Hay un proceso de involución cultural que a su vez fue inducido por los hábitos rentistas? ¿Ha sido la mala calidad política-administrativa de los últimos gobiernos la responsable de la regresión nacional que se observa? A lo mejor es una conjunción de tales causas. Son por lo tanto diversas las  líneas de investigación que hay que adelantar.

Alberto Adriani, uno de nuestros más preclaros intelectuales estudiosos del desarrollo, apuntando en esa dirección, había dicho antes de la muerte del Dictador Juan Vicente Gómez, que los estilos de vida de una sociedad podían ser adversos o propiciatorios del progreso; y que la austeridad y la vida sobria eran hábitos favorables en ese sentido. En tal contexto, se declaraba contrario a los patrones de consumo suntuarios y exagerados, que ya empezaban a manifestarse en Venezuela, apenas iniciado el modelo económico rentista en los años treinta del siglo pasado. En 1931 Adriani alertaba: “Muchos de los beneficiados por los años de prosperidad y otros por seguir su ejemplo, fueron los constructores de lujosas mansiones, los pródigos viajeros de los viajes de placer, los consumidores de automóviles, victrolas, licores, sedas, perfumes y otros artículos de lujo” (Adriani, 1998)

Esos estilos de vida y otros mucho más nocivos que se fueron engendrando con el tiempo, como la baja propensión al ahorro, el incumplimiento laboral que incide tan seriamente sobre la productividad, el despilfarro de los dineros públicos, la improvisación, la corrupción administrativa a todos los niveles  en los  sectores público y privado, el irrespeto a las instituciones y a las leyes, características entre otras, de nuestra población, fueron constituyendo la matriz dentro de la cual se ha gestado la sociedad venezolana que ha tenido actuación durante el último medio siglo.

No hay que confundir el estancamiento económico, por el cual han pasado muchos países en algún momento de su historia, especialmente los que están atados a la volatilidad de un mono producto de exportación, con los síntomas de un  retroceso societal. Sabemos que los primeros obedecen a ciclos económicos que son superables a través de  políticas públicas acertadas. Sin embargo, más se asemeja nuestra crisis por sus secuelas a las de  una guerra de grandes proporciones que hubiese azotado al país y que tuvo diversas manifestaciones negativas, espirituales y materiales.

Ahora bien, ese proceso no se inició con el presente régimen. Éste es un síndrome de él, como han expuesto diversos analistas. Las horrendas verrugas de ineficiencia, irresponsabilidad, corrupción, despotismo, insensibilidad social, que han aflorado como sus características más conspicuas hoy, se venían gestando desde antes. Pero han llegado ahora a su clímax y por eso nos resultan intolerables, siendo urgente por lo tanto conducir un profundo cambio político. Pero hay que alertar: ese cambio aspirado por las grandes mayorías, no arrojará resultados positivos, si al mismo tiempo no se actúa sobre las causales del fenómeno esbozado.

Estas son las tristes realidades y dilemas que a la sociedad venezolana  le toca confrontar en el presente. Y en tal contexto nos cabe plantearnos ¿si acaso existen bases para sustentar algunas esperanzas de cambio positivo? Diría que sí,  pero ello debemos abordarlo con prudencia razonable, para no crear falsas expectativas o inducir a pensar que la hazaña es fácil. Veamos.

No se ha perdido todavía la propensión social a vivir en democracia y ese es un antídoto muy importante para luchar contra el despotismo imperante.

¿Cómo puede esperar un destino lamentable a un país con tan exuberantes recursos naturales de todo tipo: agua, energía, aceptables extensiones de buenas tierras para la agricultura y clima tropical, entro otros? Lo que nos hará falta dentro de un proceso de reconstrucción nacional, es aprovecharlos con políticas públicas más inteligentes, creativas y bien instrumentadas.

Aun contamos con un sector  privado productivo, que aunque muy averiado,  puede reaccionar favorablemente ante una mejor conducción política y ser protagonista de un proceso de recuperación económica.

Tenemos una iglesia unida que puede coadyuvar mucho al desarrollo espiritual y material de la población.

Existe una buena disposición ciudadana a la participación social, indispensable para mejorar el desarrollo humano.

Y lo que es más importante, no todo el talento nacional se nos ha fugado y hay razonable posibilidades de que algunos de los que se han ido regresen a su patria, si son atraídos con estímulos apropiados.

Poseemos una infraestructura física que podemos recuperar, e igual hacer con las instalaciones de la industria petrolera, que han sido tan mal manejadas y mantenidas en los últimos tiempos. La industria petrolera nacional, puede volver a ser una importante palanca del desarrollo, si la abrimos al capital privado nacional y foráneo.

Lo que nos hace falta ahora es recuperar el espíritu nacional. Sacar provecho de las experiencias adversas que hemos sufrido. De esta crisis tenemos que sacar lecciones útiles. Replantearnos nuestras propias conductas individuales y colectivas. Apartar los malos hábitos creados por la cultura rentista. Y añorar un liderazgo luminoso que ponga por delante los intereses de Venezuela, ante los propios.

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BIBLIOGRAFIA

Adriani, A. (1998). Textos Escogidos. Biblioteca Ayacucho. Caracas. p. 230

Capriles, A. La Gran Regresión. El Estímulo, 4 de febrero del 2017.

Material cedido a Prodavinci 

Comentarios (11)

José A Trocnis B
18 de marzo, 2017

Excelente análisis. Hay que tratar de divulgarlo masivamente

Ivan Rodes
19 de marzo, 2017

Su apellido nos mueve a la confianza pues es familia a representado a través de los tiempos la parte más honorable de nuestra sociedad. Pero disiento de su interpretación por cuanto miles de venezolanos buscan comida en los basureros. El nivel de la involución venezolana siguen creciendo y no se deslumbra un cambio ya que el ejercito es la verdadera piedra de tranca para un cambio positivo. La oposición no ha sido capaz de orquestar una respuesta convincente que deje de lado las apetencias personales y centre su atención en los sacrificios que deben pavimentar el camino hacia la expulsión del régimen.

Irene Pérez Schael
19 de marzo, 2017

Excelente artículo. Pienso que íbamos por buen camino en nuestra evolución como país hacia el desarrollo hasta que los adecos tumbaron a Medina Angarita, luego nos recuperamos y volvimos a perder el norte cuando nacionalizamos el petróleo el 29 de agosto de 1975. De los 40 años de democracia los primeros 20 funcionaron muy bien y de esos 20 años el petróleo estuvo 16 años en manos privadas. La mente y conducta no se cambia a menos que no cambien las circunstancias y con tanto dinero disponible es difícil crear austeridad como dijo Adriani que usted mencionó o como dice Bill Gates que donó parte de su fortuna con el fin de dejarle a sus hijos lo suficiente y no demasiado para que no se desviaran del camino correcto. Hasta en las Instituciones más serias ocurren deslices cuando reciben repentinamente mucho dinero para administrar. Espero que este comentario, con humildad porque no soy experta en el tema, contribuya a su análisis para esclarecer cuando perdimos el rumbo como país.

Lillian Kerdel Vegas
19 de marzo, 2017

Realmente EXCELENTE!!!!!!!!! POR FAVOR PÁSALO

Hernan Pifano
19 de marzo, 2017

Excelente resumen. De este avasallante proceso destructivo y demoledor de cuanto se logro construir el siglo pasado, aun nos queda como explica Gabaldon, la reserva intelectual de quienes avivan la esperanza para reconstruir el país. No sabemos por qué ni cunado comenzó, menos aun como terminara ni cuando. Solo sabemos lo difícil e indispensable de la corrección. Algo así como matar todos los mosquitos durante el tiempo prudencial que permitiera curar el paludismo y cuando regresaran y nos picaran, ya no había Malaria.

carmen leonor moreno u
19 de marzo, 2017

El artículo del Dr Gabaldón constituye un serio llamado de atención sobre nuestro devenir como sociedad.En su planteamiento sobre la necesidad de revertir las tendencias regresivas que parecieran cobrar cada vez + fuerza en la sociedad venezolana actual, establece que solo en la medida en que se logre comprender los factores que han determinado nuestro comportamiento social en las últimas décadas, estaremos en capacidad de reorientar nuestras políticas en favor de nuevos valores culturales, éticos, sociales…Comparto esta reflexión del Dr. Gabaldón. La comprensión de los fenómenos que han marcado nuestra trayectoria como sociedad en los últimos setenta años, están en buena medida asociados con la industria petrolera y el rol del Estado en la apropiación y reparto de la renta petrolera.

Hernan Pifano
19 de marzo, 2017

Hubo momentos de tal adversidad en Venezuela que cada 6 horas moría un venezolano víctima del paludismo. Se eliminaron los mosquitos transmisores durante un tiempo hasta que se pudo curar a los pacientes, cuando regresaron a picarnos ya no había Malaria en los campos. Sabemos muy bien quien dirigió un ejército de hombres abnegados que salvó al país. Quizás sea necesario hacer algo parecido con las reservas intelectuales y morales que nos describe Gabaldon en su maravilloso resumen. No sabemos cómo ni cuándo comenzó esta debacle, menos aún como se terminara’ ni cuando, pero llegara ese otro momento. Excelente artículo, enhorabuena.o

Rose Marie González
20 de marzo, 2017

Es trágico lo que sucede, nos damos cuenta de lo que pasa pero sabemos cómo salir, hemos hecho mucha resistencia pero ellos son fuertes y nos enfrentan con recursos económicos y maldad, no importándole la degradación del país y lo peor son las personas que vemos cómo caen a nivel casi animal en su comportamiento para comer y delinquir, que no se si eso es hecho a propósito para destruirnos y eliminarnos. Cada vez son más los pobres y con menos educación y ellos se multiplican más y serán más débiles y propensos a las enfermedades y a la delincuencia, a ellos hay que asistirlos y ayudarlos, si no ellos seguirán matando gente y destruyendo el país y los más capacitados huyendo de él. Si no hay un cambio pronto seremos un país arruinado lleno de viejos y malandros y sin generación de relevo capacitada para volver a surgir

Estelio Mario Pedreáñez
21 de marzo, 2017

Esa crítica de Alberto Adriani en 1931 (“Muchos de los beneficiados por los años de prosperidad y otros por seguir su ejemplo, fueron los constructores de lujosas mansiones, los pródigos viajeros de los viajes de placer, los consumidores de automóviles, victrolas, licores, sedas, perfumes y otros artículos de lujo”) solo era aplicable a la muy reducida élite beneficiada por la Dictadura Gomecista, que aprovechó las concesiones petroleras, los monopolios y/o el Tesoro Público para enriquecerse, porque la mayoría del país vivía en la miseria, víctimas de la opresión y de todo tipo de injusticias, sojuzgada en un país primitivo y atrasado, que padecía de todas las endemias y carecía de atención médica y escuelas. Esa era la Venezuela que padeció al sanguinario Dictador J.V. Gómez y lo poco de modernidad y progreso del país se debe al petróleo (anatematizado por muchos “grandes intelectuales”) a pesar de los malos gobernantes, casi todos unos ignorantes o ladrones. ¿No está todo muy claro?

gonzalo morales
22 de marzo, 2017

¿QUÉ OCURRIÓ? La problemática venezolana, mantiene a la comunidad intelectual en nivel de preocupación sin precedentes. Las vicisitudes increíbles que atenazan a los venezolanos, son objeto de análisis constante que busca tanto la explicación del fenómeno como la propuesta de soluciones. Desde hace por lo menos una década, observamos un fenómeno interesante; la observación constante y el análisis de la evolución del contexto en el que se inscribe la problemática, no ha sido tratado exclusivamente por la comunidad pensante venezolana, se ha elevado a un nivel internacional ocupando un espacio preponderante entre la comunidad intelectual internacional. Las columnas de importantes publicaciones, tales como El País, El Tiempo, Le Monde, Frankfurter Allegemaine, The Economist, entre muchas otras europeas y americanas, se avocan al análisis imparcial y objetivo, haciendo constante seguimiento al “caso venezolano”. Son autores de la mayor reputación internacional, comparten con asombro e incredulidad, lo que ocurre en Venezuela. Ese tratamiento imparcial es de obligatoria admisión, sin el cual no se podrá realizar un análisis objetivo que nos conduzca a respuestas apropiadas y a la adopción de soluciones que nos permitan eliminar los obstáculos generados en estos años de pesadilla y nos conduzcan a un futuro de país bien fundamentado. Lo denominan “caso venezolano”, pues no encuentran algo parecido en la historia económico-política mundial, ni siquiera en el caso de países que fueron casi destruidos por la guerra. No exagero al afirmar que la mayor parte de las publicaciones mundiales de relevancia en la opinión pública, tratan el “caso venezolano” con regularidad y progresiva atención. Sin transcribir, por temor a equivocarme, la lapidaria y más frecuente expresión que se encuentra es “nadie puede comprender cómo el país más rico de Sur América ha llegado a ese estado en que se encuentra, de ser el más arruinado”. Excluyendo a Haití y debiendo añadir el cuadro económico catastrófico con un endeudamiento abismal y fuera de cualquier razonamiento, siendo que no existe un beneficio visible de la deuda en los resultados dirigidos a la población o a la mejora del país en cualquier de sus indicadores. Esta pregunta llena de asombro e incredulidad, se extiende a las diversas ciencias que tratan de explicar el fenómeno. Todos los modelos fallan y, dado al intricado y complejisimo contexto en el que se ha inscrito, resulta eminentemente dificil encontrar el punto de partida para iniciar el análisis. El reciente y excelente artículo del académico Arnoldo Gabaldón, intitulado “¿Estamos ante una tendencia de regresión nacional?” nos obliga a meditar profundamente y revisar la corta historia de la República de Venezuela. En uno de sus primeros párrafos Gabaldón enumera algunas causas del fenómeno que estamos sufriendo. Debo acompañarlo en todas las expuestas. Sin embargo, podríamos agregar otras consideraciones. Primeramente, debemos establecer que, desde la colonia, Venezuela fue una entidad sumamente pobre, con un nivel de educación general muy elemental. Es explicable que la ambición de muchos fuese acceder a una posición en el gobierno para “hacer dinero” y por eso se adentraban en política. La riqueza petrolera de principios del siglo XX alcanzó solo a unos pocos, eso estimuló ese deseo de “adinerarse” y animó a olvidar los conceptos de “honor, honestidad, patria, orden, respeto, disciplina”. Había que hacer dinero a la fuerza, y esa es una cultura entrañada que ha tomado proporciones titánicas en la mentalidad del venezolano. Luego, es muy importante reconocer que Venezuela comenzó a ingresar al siglo XX en 1936, muy lentamente. Aun cuando es muy discutible, su desarrollo real, conocido y reconocido, ocurrió entre 1945 y 1980. Luego, la curva de su crecimiento se estancó y en vez de equilibrarse, comenzó un descenso vertiginoso y muy rápido, en menos de una década. Durante el período de crecimiento, hubo un esfuerzo enorme enfocado en la infraestructura de obras importantes que mejoraron la vida de los venezolanos, empero, aun cuando se alcanzaron avances en la educación, a partir de 1936, la pobreza existente en la mayor parte de la población impidió que los hábitos deseables, que acompañan al desarrollo, no se impusieran. Es decir, el desarrollo cívico y moral no acompañó al mismo ritmo, al crecimiento material. Sin embargo, debemos notar que la población aceptó la nueva riqueza y se decidió a usufructuarla, unos creando actividades nuevas y otros para vivir con más comodidad. Esa actitud rigió hasta principios de este siglo. Entre 1970 y 1990 ocurrieron desajustes, provenientes de decisiones económicas y políticas equivocadas de los diferentes gobiernos y de conductas inapropiadas de los mandatarios, que generaron respuestas adversas por parte de la población pensante y del sector militar. Allí tiene su origen el grupo contestatario militar, así como también “Los Notables”. Hay que recordar los “graffitti” pintados en las paredes con el mensaje “Gobierno militar ya”, reflejo de un síntoma de deterioro democrático muy preocupante al que los gobernantes hicieron caso omiso. La deshonestidad de los mandatarios ha sido una constante. Recordemos el caso de Guzmán Blanco y quienes le siguieron, también los reclamos europeos que provocaron la toma de nuestros puertos en 1902. Por eso no debe sorprendernos que esa conducta continúe hasta ahora, aun cuando el nivel adonde ha llegado nunca había ocurrido. Los anteriores no se habían atrevido a tocar las arcas nacionales. Un caso conocido, exterior, fue el del gobierno español derrotado, que envió a Rusia el tesoro de España. Esta se repitió cuando Chávez después de repatriar doscientas 10 toneladas de oro, bajo el pretexto de resguardar las reservas de Venezuela, el oro fué redireccionado a Cuba. Es decir, los apetitos personales de los políticos en el gobierno se han antepuesto a los intereses de la Nación. Ese es el mal que debemos cambiar. Esto exige un nivel de educación muy bien conformado, donde el concepto “honestidad” y “cumplimiento del deber” adquieran su valor real. Suscribo, en especial, el último párrafo del trabajo de Gabaldón. “Indudablemente, tenemos que enfocar el futuro, prever lo que nos depara y preparar a la población para enfrentarlo. Empero, debemos efectuarlo corrigiendo, estos desajustes que han generado tal situación tan adversa.”

Estelio Mario Pedreáñez
23 de marzo, 2017

Alberto Adriani (f. 1936) simboliza la necesidad del progreso para Venezuela. Por su sed de conocimientos y por formar parte del servicio exterior de Venezuela durante la terrible dictadura gomecista, al viajar y vivir en Estados Unidos y Europa, por su trabajo en organizaciones internacionales, conoció sociedades modernas y constató el total atraso que dominaba en la Venezuela gomecista, que aún padece Venezuela, que si algo de modernidad logró se debe más al petróleo que a sus malos gobernantes. Adriani no inventó nada dentro del pensamiento económico o de la organización del Estado, pero, muy importante, se percató de la necesidad que tenía Venezuela de ponerse al día en tantos ámbitos que buscó la adopción y la adaptación de instituciones ecónomicas y hacendísticas modernas en Venezuela. Lamentablemente no entendió el enorme papel del petróleo por su visión agrarista, que lo limitó; recordemos que fue Jefe (fundador) de la División de Cooperación Agrícola de la Unión Panamericana.

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