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¿Escritores haciendo yoga? Las ásanas y el teclado; por Betina Barrios Ayala

Escritores haciendo yoga Las ásanas y el teclado por Betina Barrios Ayala 640

La relación entre los escritores y el yoga es parecida a la que tienen los escritores con la mayoría de las cosas: una tendencia irrevocable al escepticismo, a no creer en nada como una posible verdad o salvación. Mucho menos si la cosa está de moda. Sin embargo, es posible establecer analogías entre ambas actividades, porque la práctica de yoga y la escritura no son tan distintas (e incluso pueden resultar complementarias).

Partiendo de lo más simple, el oficio del escritor afecta mucho su cuerpo, empezando por las manos. Se sabe que sentarse durante largos períodos es perjudicial. Esto se ve con claridad cuando tras un largo viaje en carretera, surge la necesidad de bajarse del vehículo para “estirar las piernas”, ponerse de pie para sentir el placer de la sangre recorriendo el cuerpo y soltar un suspiro de alivio. No es una sensación sin motivo: se trata de una respuesta natural del cuerpo al verse limitado en sus funciones cuando mantiene una misma posición durante horas. Y cuando se trata de una costumbre diaria, como sucede en la vida de quienes escriben, pues algo habrá qué hacer.

De acuerdo con un artículo publicado en The Washington Post, permanecer atado a una silla puede ocasionar una gran cantidad de problemas. Los músculos queman menos grasa y la sangre fluye lentamente, lo que puede generar presión alta e incremento en los niveles de colesterol. El páncreas produce insulina, la hormona que lleva la glucosa a las células para generar energía. Cuando los músculos no responden rápidamente a algún estímulo, el páncreas produce más y más insulina, lo que puede ser peligroso para personas propensas a tener diabetes. Por otra parte está la degeneración muscular, donde se ven afectados los abdominales y glúteos que, por falta de uso, tienden a perder su contextura. Las caderas también sufren al estar sentados, pues limitan su flexibilidad, y la baja circulación de la sangre en las piernas permite la aparición de venas varicosas, inflamación de los tobillos e incluso trombosis. Permanecer sentado también está relacionado con la debilidad de los huesos y la reducción de la actividad cerebral, además de generar problemas en el cuello, afectar la flexibilidad de la columna vertebral y agrede la zona lumbar.

¿Y qué resulta favorable para evitar todos estos daños mencionados? Pues la práctica de yoga. Y va más allá: en algunos casos ayuda a revertir los efectos.

Una infografía publicada en el sitio web Electric Literature llamada Yoga for Writers se apoya conceptualmente en una frase simpática: “Pose before prose”, y con ella invita a los escritores que sufren de dolores corporales a practicar ásanas o posturas de yoga. Si bien las sugerencias lucen bastante avanzadas, el autor de la infografía se ha divertido nombrando las técnicas con acciones literarias, en lugar de usar el nombre original de cada una en sánscrito. Con humor, deja colar la sugerencia de que una cosa puede tener mucho que ver con la otra.

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YOGA FOR WRITERS // Haga click para ver el poster más grande

Una de las bondades de la práctica de yoga es la forma en que conecta el aspecto físico con el espiritual. La ejecución de ásanas estimula determinadas conexiones al interior del cuerpo, lo mismo que la meditación, el mudrá, el púyá, el mantra, el pránáyáma, el kriyá y el yoganidrá. Y en cierta manera la escritura busca lo mismo: integrar el universo de un individuo con una expresión material. En ese ejercicio se le da cuerpo a la intimidad de quien escribe y ese algo intangible se convierte en comunicación real, en un producto físico.

Escribir es una práctica espiritual, un espacio de retiro hacia una soledad necesaria en la que lo que se piensa y se siente es puesto sobre el papel y así es que se convierte en materia. Sentarse a escribir e intentar hilar ideas, oraciones y párrafos es tan duro como enfrentarse a una nueva postura en la práctica de yoga.

La posibilidad de que un individuo desarrolle con soltura una actividad tiene que ver con la constancia. Tanto escribir como practicar yoga son ejercicios que no tienen fin y que comparten la necesidad de convertirse en parte de la vida diaria, porque de lo contrario no será suficiente.

La perfección en la ejecución de ambas está descartada: la escritura y el yoga se tratan de un recorrido, de una forma de vivir. Cuando alcanzas una meta pronto aparecerá otra y ésta es una dinámica infinita en ambas disciplinas.

Dedicarse a escribir es un proceso que atraviesa distintas etapas. Al principio genera cierta incomodidad querer decir algo y no poder comunicarlo de forma efectiva. Y el único secreto está en el proceso, en dedicarse con tenacidad hasta lograrlo y sentirse cada vez más comprometido con la posibilidad de ser mejor. El yoga también es así: la primera vez que se practica se tiene la sensación de que será inalcanzable. Uno mira alrededor para ver cómo se comportan los demás, si están abriendo los ojos, si pueden realizar la postura, si son capaces de respirar correctamente. Y así empieza una batalla interior que consiste en preguntarse hasta qué punto se está en el lugar correcto.

Hasta puede aparecer cierto tedio, pero la promesa del yoga está en practicarlo y, como en la escritura, no se podrá avanzar sin dedicarle tiempo.

Escribir amerita establecer una relación con uno mismo, olvidarse de los demás: no se puede escribir para el que lee sino con un deseo genuino de comunicar algo. La expresión no puede estar sujeta a factores externos que distraigan y alejen el objetivo mismo de escribir. El yoga es muy parecido: no se consigue una práctica fluida y amable si se escapa de uno mismo, si se aspira a ser como otros y no se respeta el propio recorrido.

Todas las limitaciones en el yoga están en el interior de cada persona y la única forma de superarlas es a través de la disciplina, de la entrega. Como la escritura, es un diálogo solitario, un momento de comunión espiritual que no admite distracciones y que por eso mismo se convierte en un compañero para toda la vida.

Hay algo más: escribir y practicar yoga son actividades autosuficientes. No implican vestir de una manera específica ni contar con accesorios imprescindibles. Lo único necesario es uno mismo y un espacio de comunicación mientras se ejecuta una actividad que integra la mente y el cuerpo. Es verdad que para escribir se necesita, al menos, papel y lápiz, pero lo más importante es la mente, releer, recordar y recrear lo que ocurre, tal como se hace memoria desde el cuerpo en el yoga.

Es común la expresión de que la escritura es una forma de catarsis y, sin duda, el yoga también lo es. Son actividades que invitan a una conexión sensorial, a estimular lo perceptivo. Son dos formas de una misma necesidad: la búsqueda del momento presente mediante un encuentro consciente, solitario y personal.

Para escribir y practicar yoga, lo importante es eliminar las expectativas, porque lo mejor de todo está en disfrutar el proceso y echar a andar con uno mismo.