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Embriaguez de destino, Gottfried Benn y Klaus Mann; por Alejandro Oliveros

Klaus Mann (Izq.) y Gottfried Benn (Der.)

Klaus Mann (Izq.) y Gottfried Benn (Der.)

Del 9 de junio de 1933 es la famosa carta de Klaus Mann, ya en el destierro californiano, con su padre, el muy famoso Thomas Mann, y su madre, dirigida a Gottfried Benn. Se dirige a él como “Querido y venerado Dr. Benn”. Y comienza con estas palabras:

Permita a un apasionado y fiel admirador de sus obras acudir a Ud. con una pregunta… por el hecho de que me he enterado de que Ud., en realidad, como único autor alemán con el que nosotros habíamos contado, no se ha dado de baja de la Academia ……”

Y luego viene la pregunta:

“¿En qué sociedad se encuentra Ud. allí? ¿Qué le pudo inducir a poner su nombre que ha sido para nosotros el ejemplo del más alto nivel y de una pureza verdaderamente fanática, a disposición de esos (los nazis) cuyo nivel es absolutamente inaudito en la historia europea y de cuya impureza moral el mundo se aparta con horror?… Heinrich Mann, al que Ud. ha rendido homenaje como ningún otro, ha sido expulsado ignominiosamente de la misma organización en la que Ud. permanece; mientras mi padre, al que Ud. le gustaba citar, es ultrajado”

La pregunta busca sentido a todo colaboracionismo, no sólo en Alemania, sino en todos los países que han transitado los infiernos de la ambición totalitaria que apenas comenzamos a padecer en Venezuela. En estos casos, tal vez lo mejor sea el silencio, como en el caso de Heidegger; o la distancia, en el de Jünger. Pero Benn trató de justificar su escogencia en términos indignos de un hombre de su talento. El pobre Klaus hace gala de sus buenos modales y bondad para tratar de entender a su querido y venerado Dr. Benn:

“Ud. se refugia siempre en un irracionalismo enconado por antipatía. Esta actitud fue puramente espiritual y tuvo para mí una gran fuerza de seducción, como lo confieso, pero esto no impidió que sintiera sus peligros… Sólo el gran gesto contra la civilización, un gesto que, como sé, atrae demasiado al hombre espiritual y de pronto se halla uno en el culto de la violencia y luego de Adolf Hitler”

Termina:

“Pero ha de saber que, para mí y algunos otros, Ud. pertenece a los muy pocos que no quisiéramos perder de ninguna manera en el “otro lado”. Pero el que se comporte ambiguamente en esta hora no pertenecerá ya, ni hoy ni nunca, a nosotros. Pero Ud. sabrá lo que cambia por nuestro afecto y cuál es el gran sustituto que se le ofrece. Si no soy un mal profeta, será al final ingratitud y desprecio”

En esto no se equivocó el hijo del gran Thomas. La situación con Benn era la más incomprensible para sus contemporáneos. Todos suponían que iba a abandonar Alemania después de la llegada de Hitler. Pero suponían mal, y no por falta de lucidez, sino por una suerte de complicidad en aquella desconfianza en la razón a la cual culpaban de los desastres de la República de Weimar. De allí esa mención al “irracionalismo” de Benn.

En 1948, Benn rescata de su cuestionable pasado y una Berlín en ruinas, el texto del malogrado Klaus Mann y la publica en Doble Vida, un año después del suicidio de Klaus en 1949:

“Nadie ha vuelto a leer esta carta desde hace quince años, y cuando la volví a tomar hoy me sentí completamente desconcertado. Este joven de veintisiete años había enjuiciado la situación mejor que yo, había previsto exactamente el desarrollo de las cosas… Publico la carta como homenaje al difunto, del cual conservo un recuerdo amistoso, a pesar de todos los fuertes ataques hechos contra mí por él y su círculo”

En su Doppelleben, Benn incluye también su respuesta a la misiva del hijo de Thomas Mann, algunas de cuyas opiniones siguen impresionando por su estulticia, casi inimaginables en un escritorio de su genio. Opiniones, hay que recordar, escritas en 1933, el año de la toma del poder por Hitler. Como ésta:

Me declaro muy personalmente por el nuevo estado porque es mi pueblo que aquí abre su camino. ¿Quién soy yo para excluirme? ¿O conozco algo mejor?

Y sobre la falacia del “pueblo”, invención de Hitler, y al cual acuden todos los regímenes totalitarios:

“¡El pueblo lo es todo! Pues debo, en primer lugar, a este pueblo mi existencia espiritual y económica, mi idioma, mi vida, mis relaciones humanas, todo lo que es mi cerebro. De él proceden mis antepasados, a él vuelven los niños. Y como crecí en el campo y con los rebaños sé todavía lo que es la patria. La gran ciudad, el industrialismo, el intelectualismo todos sobras que la época echó sobre mis pensamientos, todos fuerzas del siglo contra las cuales me volví en mi producción, hay momentos en que toda la vida martirizada se hunde y que no hay nada más que la llanura, que la amplia llanura, la estaciones del año, la tierra, las palabras sencillas, el pueblo. Es por esto que me he puesto a disposición de aquellos, a quienes Europa niega cualquier consideración”

Todo esto apesta a demagogia y fascismo.

“No obstante hay que seguir luchando”, es el título de un ambiguo poema de Benn escrito durante el año de su intercambio con Klaus, es decir, el aciago 1933.

“No obstante hay que seguir luchando”.

El denominador sociológico
que dormía detrás de los siglos
Se llama: alguno grandes hombres
que sufrieron mucho. 

Se llama: algunas horas mudas
en el viento de Sils-María;
El realizarse va cargado de heridas,
si de realización se trata. 

Se llama: alguno guerreros moribundos
torturados y pálidos como la sombra;
a ellos hoy, mañana al vencedor
¿por qué hiciste esto?

Se llama: las serpientes golpean los colmillos,
el veneno, el mordisco, el diente,
el-escalofrío-del-Ecce-Homo,
en la sangre y en la senda del hombre –

Se llama: muchas ruinas hacen señas:
las rozas quieren paz,
ve, pues, deslizándote,
en lo que nunca ha de acabar. 

Se llama, en fin: callarse y actuar,
sabiendo que ha de caer,
no obstante, hay que seguir con la espada en la mano
ante la hora del mundo. 

(Trad. López de Abiada)

Hay muchas cosas que el lector quisiera saber. Empezando por el final, ¿qué quiere decir Benn con die stunde der welt (la hora del mundo)? ¿Se refiere acaso al momento nefando en la historia alemana del ascenso del Hitler al Reichstag? Todo parece indicar que el Dr. Benn, como el propio Heidegger, fue víctima de esa “embriaguez del destino”, a lo que se refiere en un comentario de 1950.

Sils-María, por su parte, es una pequeña población suiza en las alturas alpinas preferido por Nietzsche durante algunos años para sus retiros estivales: 1881 y 1883-1888. Trabajó en alguno de sus libros, en especial en la Segunda parte del Zaratustra y en su idea del eterno retorno producto de un rapto de inspiración a orillas del lago Silvaplana. En su inteligente Nietzsche y el círculo vicioso, Klossowski reproduce una carta de Nietzsche a Gast, su “amigo y maestro de música”, donde consigna la intensidad de sus emociones en Sils-María, el paisaje donde fue sacudido por la verdad revelada:

“El sol de agosto está sobre nosotros, el año huye, un silencio mayor, una paz mayor se extiende sobre las montañas y los bosques. En mi mente se han levantado pensamientos —nunca los había visto semejantes— ¡no dejaría que nada se trasluciera y me sostendría yo mismo en el seno de una calma inquebrantable! ¡Ah, amigo mío a veces me atraviesa la sensación de que, después de todo, vivo una vida tan peligrosa porque soy de ese tipo de máquinas que pueden explotar! La intensidad de mis sentimientos me hace estremecer y reir —en muchas ocasiones he llegado a no poder abandonar mi habitación, con el pretexto risible de que mis ojos estaban inflamados—. Una y otra vez, ayer, durante mis paseos, derramé lágrimas, no sentimentales, sino de júbilo; y, entre lágrimas, cantaba y……… cosas absurdas, colmado con una nueva visión que me da ventaja sobre todos los hombres”

Y después, en Ecce Homo, regresa sobre aquel momento iluminado: 

“Voy a contar ahora la historia del Zaratustra La concepción fundamental de la obra, el pensamiento del eterno retorno, esa fórmula suprema de afirmación a que se puede llegar en absoluto, es de agosto de 1881. Se encuentra anotado en una hoja a cuyo final está escrito: ‘A 6000 pies más allá del hombre y del tiempo’. Aquel día caminaba yo junto al lago de Silvaplana a través de los bosques; cerca de una imponente roca que se levanta en forma de pirámide no lejos de Surlei, me detuve. Entonces me vino ese pensamiento”

A la hoja a la cual hace referencia se lee:

“Primeros de agosto de 1881 en Sils-María, a 6000 pies sobre el nivel del mar y mucho más alto aún sobre todas las cosas humanas”

No dejo de pensar en que Nietzsche, consciente o no, asume esta actitud a lo Manfredo, como resultado de reiteradas lecturas de Byron. No hay que olvidar que, para Goethe, el vate inglés era el más grande de los poetas británicos después de Shakespeare.

A pesar de su participación prominente en las vanguardias literarias alemanas el poema de Benn es de una síntesis más bien clásica. Cuartetos de cuatro versos rimados de seis a ocho sílabas.

Der soziologische Nenner,
der minter Jahatausenden schlief,
heisst: ein para grosse männer
und die litten tief.

Así durante las seis estrofas, cuya musicalidad anti-rilkeana, se basa en la repetición del monosílabo Heisst, cuyo mejor equivalente es el reflexivo castellano “se llama”. La comprensión del texto, o una de las posibilidades, así sea en forma parcial se dificulta un tanto menos con una lectura de las que llaman en las escuelas de letras “contextual”. Esto es, colocando al texto “en situación”. Lo escribió Benn tomado por esa “embriaguez del destino”, ese arquetipo terrible que despertó Hitler en el “pueblo alemán”. Se trata de lo que podría llamarse, en una expresión que no es la más ajustada, de un “poema histórico”:

Estrofa 1a: el destino de Alemania y el ejemplo de Nietzsche.

Estrofa 2a: Nietzsche como profeta de Alemania, a raíz de la epifanía en Sils-María.

Estrofa 3a: Los soldados alemanes muertos y heridos de la Primera Guerra Mundial y la necesidad de su reinvindicación.

Estrofa 4a: Los enemigos de Alemania y, otra vez, Nietzsche.

Estrofa 5a: El eterno retorno, de Frederic.

Estrofa 6a: La salida al impasse histórico de 1933. ¿Hitler?

De 1936 es Mefisto, el más difundido de los libros del malogrado hijo de Thomas Mann, y detrás del tenue disfraz del “poeta Pelz”, uno de los personajes de la dilatada novela, Klauss Mann describe con devastadora ironía, al que una vez fuera su “venerado” Benn:

“El poeta Pelz, cuya lírica altamente exigente, en cierta oscura forma hasta sublime, de difícil comprensión, se habían entusiasmado muchos jóvenes que ahora estaban exiliados. Benjamin Pelz, un hombre pequeño y rechoncho, de ojos suaves, azules y fríos, mejillas colgantes y boca ancha, cruelmente lasciva, explicó en una conversación íntima que amaba el nacionalsocialismo porque iba a destruir esta civilización cuyo orden mecánico se había hecho insufrible, porque conducía al abismo, olía a muerte e iba a desencadenar dolores sobre una parte del mundo que estaba empezando a endurecerse y transformarse en una fábrica perfectamente organizada y en un sanatorio para débiles a partes iguales”

Mann se extiende en la descripción de las creencias de Pelz, que me cuesta creer, en estos términos, hayan sido las de Benn:

“Nuestro amado Führer nos arrastra a la oscuridad y a la nada ¿cómo podríamos dejar de admirarle nosotros, los poetas que tenemos una relación especial con la oscuridad y el abismo? No es en absoluto exagerado llamar divino a nuestro Führer. Es la divinidad del infierno, que fue lo más sagrado para los pueblos abiertos a lo mágico. Yo le admiro ilimitadamente, porque odio sin límites la yerma tiranía de la razón y el concepto ídolo burgués de progreso. Todos los poetas que merecen llamarse así son los enemigos natos y conjurados de este progreso. El mismo hacer poesía es vuelta al estado primitivo —sagrado, precivilizado, de la humanidad. Hacer poesía y matar, sangre y canción, muerte e himno: lo uno va con lo otro”

Lo que resulta más incómodo es que mucho más tarde, en 1950 y muerto Klauss, Benn habrá de referirse al “retrato” en Mefisto con indiferencia y desparpajo. Lo único que niega no son las convicciones del “poeta Pelz”, sino que él tuviera, como el personaje de la ficción, acceso a las altas autoridades del partido. En lo que se refiere a las extravagantes ideas de Pelz, todo parece estar de acuerdo con sus creencias: “Todo esto, como he de observar, es una libertad poética del autor. Yo no entré ni salí en ningún sitio, tampoco era invitado en ninguna parte, no pisaba ningún ministerio ni ningún palacio, ninguna velada ni ninguna recepción…” ¿Y lo demás?

Los tiempos de totalitarismo, como el alemán, el soviético o el venezolano, propician las actitudes más lastimosas, como las de Gottfried Benn. Directores de orquesta, que dirigen el coro en los cumpleaños del dictador y lo asisten a apagar las cansadas velitas, hasta los magistrados que solo caminan en sus rodillas y los poetas que cantan la siniestra corte. Las dictaduras suelen propiciar no sólo la ruina material, sino lo que debería ser peor: el colapso de la experiencia espiritual.

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