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El Venepesimismo; por Alonso Moleiro

El Venepesimismo; por Alonso Moleiro 640

Si algo se ha puesto de moda es no creer en Venezuela. Alejarse de su ámbito, desligarse de su metabolismo. Negarla. Considerarla una especie de accidente; una pérdida de tiempo.  El Venepesimismo. Una sensación que sobrepasa el umbral del “Venezuela está jodida”: ya conquista la terraza del “Venezuela se jodió”. Carburada con las calamidades cotidianas, es la circunstancia que alimenta con la mayor frecuencia la decisión de emigrar.

No son necesariamente cosas que tengan que ver con el afecto o la ausencia de éste. Este tipo de aproximaciones son bastante más instrumentales de lo que todos estamos dispuestos a aceptar. Si usted tiene un familiar cercano que sólo le ocasiona mortificaciones, es probable que termine por alejarse de él. El Venepesimismo no existe por antojo de nadie; es una realidad cotidiana con un contexto que la está alimentando. Cambiarse de casaca. Elegir otros derroteros. Reconfigurar la identidad. Tratar de estar, en lugar de empeñarse en ser. La más obvia de las sabidurías convencionales de este momento: Venezuela no vale la pena. Muchos no lo dicen, pero lo piensan.

No es un fenómeno nuevo. Hay Venepesimistas de vieja data. A algunos les encanta hablar mal del país, pero sigue siendo este el lugar en el cual se ganan su dinero. Venezuela siempre ha dado para todo.

 Aunque lo comprendo, procuro tomar distancia del Venepesimismo. Eso no me impide contemplar, comprobar y sufrir todos los días las miserias del país. No tengo fuelle para ensayar otra identidad.  Tengo reconocer que la negación lacrimógena y neurótica de lo venezolano me irrita profundamente. Si no me queda más remedio puedo respetarla, pero es una postura que me cae mal.

No creo engañarme. Intento colocar la actual decadencia nacional en contexto. Digamos que el Venepesimismo es un estado de la historia, destinado a durar un tiempo y a desaparecer. Puede que sobreviva, incluso, a la salida del chavismo del poder.

El Venepesimismo siempre será tan relativo y condicionado como podría estar, también, un escenario optimista.  El actual es un episodio oscuro, ciertamente, de la venezolanidad, destinado a tener unas coordenadas y una duración.

Lo que suele ocurrir en estos casos es que en las sociedades en crisis se active una suerte de resorte de emergencia que les regrese el espíritu de cuerpo. Que los padecimientos presenten un corto circuito; que la gente se canse de sufrir.  Sucedió en Colombia. Sucedió en Perú.  Sucedió en Chile. Sucedió en Brasil. Son historias distintas. Pero sucedió.  Mi esperanza era que el botón de alarma se concretara en las elecciones de 2012. De pronto pareció posible. Nos tocaba a todos sufrir un poco más.

Cuando las cosas cambien, algunos Venepesimistas reaparecerán entonces, para recordarnos cuánto han creído siempre en este país.

Se está produciendo, de acuerdo a los sondeos, una especie de despertar. ¿Alguien ha visitado zonas populares recientemente? Hay desprendimientos y reacomodos notorios en las tortas estadísticas. En Venezuela podría estarse consolidando dentro de muy poco, si no lo hizo ya, un nuevo mapa de simpatías, inédito, con algunas tendencias que lucen irreversibles.  Son nuevas oportunidades, con nuevas costas electorales.

Llevamos rato aguantando este aguacerito, ciertamente. ¿Venezuela está jodida o Venezuela se jodió? Pienso que todos deberíamos intentar respondernos esto alguna vez.  Sobre esa línea divisoria está metido parte del debate nacional del momento.